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Mauricio Castro Cota, un héroe entre las sombras y el olvido

FOTOS: Cortesía.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Baja California Sur, en la actualidad, es una tierra que goza de una tranquilidad y progreso envidiable. Sus habitantes disfrutamos de oportunidades de desarrollo, tanto en el campo laboral como en el de los estudios, que difícilmente se tienen en otras partes de la geografía mexicana. Sin embargo, esto no siempre fue así, el gozar de estos frutos fue producto del esfuerzo y tesón de sus habitantes, así como el arrostrar peligros y pagar su cuota de sangre cuando las circunstancias así lo requirieron.

Uno de los sucesos más lamentables que ocurrió en el devenir histórico de nuestra península sucedió durante la injusta guerra de invasión que llevó a cabo el ejército de los Estados Unidos de América sobre nuestra nación, la cual, apenas 26 años antes había alcanzado su independencia del Imperio Español y aún cargaba con las pesadas cadenas de las luchas intestinas y una economía incipiente y malograda por los efectos de casi una decena de años en batallas.

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Lo anterior, lo supieron capitalizar los yankees al promover una lucha injusta y desigual que desembocó en la pérdida de más de la mitad del territorio que nos fue heredado tras la lucha independentista. Fueron tiempos aciagos y muy difíciles, sin embargo, es en esos momentos en que salen a relucir los temperamentos heroicos de los grandes patriotas, tal fue el caso de Mauricio Castro Cota, el cual no dudó un solo instante en organizar la resistencia de los sudcalifornianos que no deseaban verse bajo el yugo opresor de una fuerza extranjera.

Castro Cota nació en el pueblo de San José del Cabo el 22 de septiembre de 1806. Poco se sabe sobre su infancia y juventud, sin embargo, es muy probable que la haya vivido en la apacible tranquilidad de su pueblo natal, correteando entre las grandes huertas de mangos y naranjas, y, ya en sus años de juventud, ayudando a su familia en las labores del campo, las cuales combinó con sus estudios.

De acuerdo a documentos que se encuentran en el Archivo Histórico “Pablo L. Martínez” del Gobierno del Estado de Baja California Sur, en el año de 1847, Mauricio Castro se encontraba desempeñando el cargo de Primer Vocal de la Diputación Territorial de Baja California. Lo anterior nos hace suponer que era un ciudadano que se había destacado por su positivo desempeño cívico e inteligencia, y era reconocido por los ciudadanos prominentes de este territorio al elegirlo como su representante, dentro de una de las mayores investiduras con las que se había dotado a nuestras tierras de California.

Debido a los funestos sucesos ocurridos en Texas, el gobierno yankee declaró la guerra a nuestra joven nación el 14 de septiembre de 1846, pero fue hasta la primavera del año siguiente que iniciaron acciones de invasión hacia la Baja California. Por mar llegó una escuadra de barcos al mando del comodoro William Shubrick, la cual conducía un contingente de más de 300 soldados que tomaron posiciones en los poblados de La Paz, San José del Cabo,  Cabo San Lucas y Loreto.

En aquel entonces, el gobierno del Distrito Sur de la Baja California estaba en manos del jefe político Francisco Palacios Miranda, el cual, atemorizado por la fuerza destacamentada del ejército invasor, se apresuró a declarar al territorio bajo su mando como neutral, prohibiendo realizar cualquier acción de defensa del territorio. Es importante mencionar que esta decisión fue respaldada por varios grupos de comerciantes y aristócratas que vivían en La Paz y otras importantes cabeceras de los municipios del Distrito de Baja California, los cuales vieron la oportunidad de una probable anexión de estas tierras al país del Norte, y con ello ver incrementadas sus fortunas.

Sin embargo, el sentir de los rancheros, de los trabajadores de las fábricas, de las huertas, los marineros, los trabajadores de los trapiches, es decir, de la mayoría de los habitantes de esta California indómita, no era el mismo. Los californianos de pura estirpe se sentían lastimados en sus sentimientos de libertad y soberanía, y no dudaron ni un momento en unirse para ofrecerle resistencia a uno de los ejércitos más poderos del mundo. Fue en esos momentos que surge la necesidad de investir a un sudcaliforniano para que comande las fuerzas en rebeldía, y el candidato natural fue el señor Mauricio Castro Cota, el cual, sin dudarlo y sin temor a arrostrar la muerte o la cárcel, tomó la bandera de la libertad que en esos momentos le entregaban las fuerzas insurgentes de la media península.

Fue el 15 de febrero de 1847, en una reunión realizada en la clandestinidad, en el poblado de Santa Anita, cerca del pueblo que vio nacer a este héroe, que se le dio posesión del cargo ya mencionado. Al recibir este grande honor, Mauricio Castro pronunció esta frase que fue su divisa durante la lucha de resistencia que encabezó: “Estos pueblos han decido unirse a sus ruinas, antes de aceptar el yugo extranjero”.

De inmediato empezó a organizar a grupos rebeldes, integrados en su mayoría por venaderos de los ranchos del sur de la California, los cuales, a través de la guerra de guerrillas, causaron una gran cantidad de bajas al ejército invasor y, a lo menos, el incomodarlos frecuentemente ya que los mantenían en zozobra sin saber en qué momento o lugar recibirían una bala que les cegaría la vida. Mauricio Castro se mantuvo en comunicación con los comandantes de los ejércitos que sostenían la soberanía de nuestra nación, luchando en otros puntos de la geografía nacional. A través de esta correspondencia fue enterado que el Capitán Manuel Pineda Muñoz llegaría a nuestras tierras a conformar un ejército para seguir haciendo frente a los invasores.

Bajo el mando de Mauricio Castro, Manuel Pineda logró vencer al ejército yankee en el poblado de Mulegé, siendo la única victoria lograda por el ejército mexicano en el noroeste del país. Posteriormente, se reunieron ambos en el poblado de San Antonio donde continuaron integrando un contingente, el cual alcanzó la cantidad de 500 combatientes, mismos con los que organizó el ataque a la fuerza invasora en el poblado de La Paz los días 16 y 17 de noviembre de 1847; posteriormente, se trasladaron a San José del Cabo para tratar de capturar este importante bastión.

Los combates fueron cruentos durante los días del 18 al 20 de noviembre. Lamentablemente, este último día es herido mortalmente el Capitan José Antonio Mijares, el cual fallece al día siguiente.  A partir de esa fecha se refuerza el cerco que establece el ejército yankee sobre los rebeldes, hasta que a finales de ese año caen presos Mauricio Castro y Manuel Pineda, con lo que cesa la lucha de resistencia.

A pesar de que en el mes de febrero de 1848 se firma el acuerdo de rendición del ejército mexicano con los estadounidenses, éstos últimos permanecen durante varios meses en los puertos de Baja California, tal vez esperando que en un golpe de suerte el gobierno mexicano ceda estos territorios y ellos puedan tomarlos como botín de esta cobarde y desigual invasión que llevaron a cabo. Afortunadamente, para mediados de ese año, el ejército yankee abandona nuestras tierras, llevándose consigo más de 300 familias de sudcalifornianos traidores que los apoyaron durante todo el tiempo que invadieron nuestras tierras y que, ante el temor de ser enjuiciados una vez que no tuvieran la protección de los invasores, prefirieron salir huyendo bajo la bandera de las barras y las estrellas.

Una vez en libertad, Mauricio Castro Cota regresa a sus ocupaciones cotidianas y a hacerse cargo de su rancho San Vicente, cercano a San José del Cabo. 17 años después, en 1865, cuando se encontraba desempeñando el cargo de diputado de la Asamblea Legislativa, cuya función era la de coadyuvar en la correcta administración del la península bajacaliforniana, de la cual Félix Gibert era su jefe político, se tuvo conocimiento que el ejército invasor francés se encontraba ya en el estado de Sinaloa y que era inminente que en cualquier momento se decidiera a cruzar el Golfo de California, e iniciar la invasión de esta península. Ante esta alarmante noticia, el sr. Gibert citó de forma urgente y extraordinaria a los integrantes de la Asamblea, con el propósito de analizar las posibilidades de éxito que tendría el organizar una defensa del territorio. Varios diputados exigieron al jefe político que iniciara, con los recursos que se tuvieran, las acciones de defensa y que destituyera al jefe de Hacienda por considerarlo que hacía un manejo inadecuado de los recursos. Mauricio Castro y otros diputados se opusieron a tal decisión, aduciendo que no existían elementos para sostener la acusación y además que la asamblea no tenía estas atribuciones.

Mientras esto ocurría, Félix Gibert negociaba con el representante que había designado el gobierno usurpador de Maximiliano de Habsburgo para nuestro territorio, el sr. Rafael Espinoza, y le solicitó que le enviara toda la documentación necesaria para la adhesión de nuestro territorio al Imperio, para que la Asamblea Legislativa, los Ayuntamientos y el Tribunal Superior de Justicia las analizaran y, en su caso, decidieran el rumbo a tomar. Al final, la mayoría de los consultados decidieron firmar los documentos de adhesión dejando firmemente asentado en un Acta que estaban convencidos de sus sentimientos, claramente a favor de la República, pero en aras de no provocar un derramamiento inútil de sangre californiana ante un ejército mejor armado, mejor entrenado y más numeroso, se veían ante la grave decisión de reconocer la autoridad del imperio francés.

Es necesario hacer constar que hubo diputados como Manuel Navarro y Tirso Hidalgo que se declararon en franco desacuerdo y rebeldía, y convocaron a los ciudadanos a levantarse en armas ante la probable invasión del ejército monárquico.

Fue en el mes de octubre de 1865 que Rafael Espinoza llegó a La Paz buscando, junto con su aliado Félix Gibert, el convencer a todos los representantes populares de la firma de estos Exhortos de Adhesión al Imperio, sin embargo, los diputados disidentes conformaron una contraofensiva armada, la cual hizo huir apresuradamente del territorio a ambos políticos entreguistas. Meses después, la Asamblea Legislativa elije a Antonio Pedrín como jefe político y de inmediato emite una valiente negativa a las fuerzas de Maximiliano para reconocerlo como gobierno legítimo de la nación. Pasaron meses de grandes zozobras, sin saber si ocurriría la tan anunciada invasión, hasta que, en  febrero de 1866, llega la tan anhelada noticia de que el ejército francés huía en franca retirada tras la reconquista de los territorios por el ejército de la República.

Considero que la actuación de Mauricio Castro Cota en esta situación tan comprometida y azarosa, buscaba el bien común de los bajacalifornianos y en ningún momento cruzó por su mente el deseo de apoyar a un gobierno extranjero por encima de la República Legítima que representaba el presidente Juárez.

Eran momentos difíciles, en donde había una ausencia casi total de armas, municiones y personal que pudiera hacer frente a una probable invasión de un ejército bien pertrechado y adiestrado en las artes de la guerra. Hay decisiones que se deben de tomar sin pensar en la incomprensión de las generaciones venideras o en el inexorable fallo de la historia.

Con la tranquilidad de haber servido a su patria y a su tierra natal y contando con el afecto y reconocimiento de todos sus conciudadanos, fallece el 11 de junio de 1879 a la edad de 76 años.

Los grandes hombres como Mauricio Castro Cota, son como las carretas que van cargadas, no hacen ruido. Las ruidosas son aquellas que van vacías y que para hacerse oír hacen alharaca y escándalo, sin darse cuenta que eso los delata y los afrenta. Sirva este espacio para hacer un llamado al pueblo y al gobierno y que se rescate de las sombras y del olvido a este gran prohombre sudcaliforniano.

Hago eco del grupo Raíces de Los Cabos, los cuales el 19 de abril del presente año solicitaron al representante del Gobierno del Estado de B.C.S. en el Municipio de Los Cabos, el reinhumar los restos de este gran patriota en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres.

Mauricio Castro, con su vida, sus obras y su ejemplo, ha pagado su derecho para poder reposar entre estos grandes hombres y mujeres de la California del Sur.

 

Bibliografía:

Historia de la Baja California – Pablo Leocadio Martínez Márquez

Guía Familiar de Baja California 1700-1900 – Pablo Leocadio Martínez Márquez

 

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¿Quiénes serán los próximos en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres?

FOTOS: Modesto Peralta Delgado.

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Tras casi 30 años en los que no han ingresado los restos de ningún sudcaliforniano distinguido a la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres, es probable que para el 2019 descansen allí nuevos personajes. CULCO BCS investigó en diversas fuentes para conocer aspectos históricos de este recinto, el proceso para proponer —y aprobar— el ingreso de hombres y mujeres, y por supuesto, quiénes podrían ser los próximos huéspedes de este recinto ubicado a espaldas del Teatro de la Ciudad, en la Unidad Cultura “Prof. Jesús Castro Agúndez” de esta capital.

Christopher Amador Cervantes, director general del Instituto Sudcaliforniano de Cultura (ISC), reveló a este medio que el Gobierno del Estado esperaría el establecimiento del nuevo Congreso del Estado para presentar tres propuestas para la Rotonda de los Sudcalifornianos Iluestres: el profesor Néstor Agúndez Martínez, del municipio de La Paz; José Antonio Mijares, de Los Cabos; y Manuel Pineda Muñoz, de Mulegé. Cabe aclarar que sólo el primero nació en Baja California Sur —en Todos Santos—, el segundo en España y del tercero no se encontraron datos precisos, sin embargo, los últimos han formado parte de la historia de sus respectivos pueblos.

Las tres propuestas habían sido presentadas por la sociedad civil pero quedaron rezagadas desde gobiernos anteriores —explicó el Director del ISC—, y ha sido el actual gobernador Carlos Mendoza Davis —a través del Instituto—, quien quiere promover estos nombres a los flamantes diputados para su ingreso al recinto; de aprobarse por los legisladores, es posible que en el primer trimestre del año entrante se trasladen los restos de los difuntos, aprovechando el natalicio del profesor Agúndez Martínez —el 27 de febrero de 1932— o los diez años de su fallecimiento —26 de marzo de 2009.

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Néstor Agúndez Martínez; José Antonio Mijares; y Manuel Pineda Muñoz: los probables nuevos huéspedes de la Rotonda.

De la plaza a la rotonda

Valentín Castro Burgoin, quien preside la Asociación de Escritores Sudcalifornianos, señaló a este medio que por medio de la Fundación “Domingo Burgoin” de Los Cabos, intentó desde el año pasado, proponer al Gobierno del Estado que ingresara a la Rotonda el general José Antonio Mijares, cuyo nombre lleva la plaza principal de San José del Cabo. A pesar de la declaración del Director del ISC, Castro Burgoin dijo no haber recibido respuesta alguna por la petición entregada en diciembre de 2017 al Gobernador —este medio cuenta con la copia de la solicitud, sellada de recibido el 8 de diciembre del año pasado—, y que esperaría la nueva instalación del Congreso del Estado para solicitárselo directamente. Para este medio, adelantó que en Los Cabos también se estudia la posibilidad de solicitar más adelante que ingresen los restos de Braulio Maldonado y Mauricio Castro.

En la petición se lee que el 21 de noviembre del año pasado se cumplieron 170 años “del sacrificio heroico del Teniente de Marina José Antonio Mijares, quien cayó gravemente herido por las balas del ejército invasor norteamericano el día 20 de noviembre de 1847, en las inmediaciones de lo que actualmente se denomina comúnmente “Plaza Mijares” (…) muriendo al día siguiente (…) De este suceso en particular, y de la guerra de intervención norteamericana contra nuestro país, de 1846-1848, existen infinidad de libros y documentos, ampliamente conocidos y difundidos”.

Entre los fundamentos para que los restos del teniente sean exhumados y trasladados del panteón municipal de San José del Cabo a la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres, se destaca que “El Teniente de Marina José Antonio Mijares, sin ser mexicano de nacimiento y solo por naturalización; sin residir en la península de Baja California con anterioridad a los hechos; sin tener bienes ni propiedades que defender en esta tierra, y tampoco familiares, y nos atrevemos a aventurar, sin haberla conocido previamente, no dudó un ápice para ofrecerse como voluntario para combatir el ejército norteamericano invasor, hasta ofrecer lo mejor de un ser humano: su vida por la defensa de la soberanía nacional y la integridad territorial. Ese sacrificio no tiene precio”.

¿Cómo se postula?

Castro Burgoin explicó que a los días de entregado dicho documento, se cambió la forma de postulación a la rotonda. Antes, el Decreto 505 indicaba que se solicitaba al Gobernador de BCS el ingreso, luego pasaba por un Consejo —integrado por representantes de la sociedad civil— que analizaba la propuesta y se lo regresaba al mandatario, quien finalmente la enviaba a los legisladores locales como iniciativa para aprobarse. Ahora no. La Ley de Símbolos y Protocolos Oficiales del Estado de BCS publicada el 31 de diciembre de 2017 no toma en cuenta la presencia del Gobernador ni del Consejo en el proceso. Por ello, en el caso de la propuesta del general Mijares, el entrevistado esperará el cambio de diputados de BCS para presentársela.

En el Capítulo VI, de dicha Ley, se lee que “El Congreso decretará la inhumación en la Rotonda y las honras póstumas a personas, que a más de diez años de su fallecimiento, hubieren tenido en vida los merecimientos por sus acciones heroicas, sus virtudes cívicas o sociales, así como sus aportaciones destacadas en los campos de las ciencias, de las artes, de la cultura o del deporte (…) Cualquier persona o institución, podrá proponer al Congreso, el o los candidatos cuyas acciones considere que lo hacen merecedor de la declaración de Sudcaliforniano Ilustre de Baja California Sur (…) Una vez que el Congreso del Estado haya recibido la propuesta, la remitirá a la Comisión correspondiente para el análisis necesario, para lo cual podrá encomendar a sus integrantes e invitados de instituciones públicas y/o privadas la elaboración de estudios e investigaciones que considere convenientes a fin de emitir el dictamen correspondiente, a fin de que en sesión del Pleno del Congreso se someta a votación, si es o no procedente la declaración (…) El Congreso del Estado realizará, en su caso, la declaratoria correspondiente y expedirá el Decreto”.

Quien desee proponer a un personaje, deberá entregar —por su cuenta o representado por alguna asociación— la biografía del candidato, un “documento que contenga la valoración y significación municipal o estatal de los merecimientos que atribuya al candidato” e información para ser consultada por los diputados para emitir un juicio para el dictamen; la misma Ley declara que “todo lo relacionado con horarios, requisitos administrativos, control sanitario, registro civil, así como cualquier otro trámite referente a las exhumaciones, e inhumaciones, deberá estarse a lo dispuesto por la normatividad aplicable a cada caso (…) y que la administración y cuidado de la Rotonda corresponderá al Poder Ejecutivo”. Destacamos que para no es imprescindible haber nacido en Baja California Sur, y de aceptarse las propuestas mencionadas, serían los primeros no nacidos en México en ingresar al recinto.

Decayó el entusiasmo

El maestro Leonardo Reyes Silva, con una prodigiosa memoria, concedió una entrevista a CULCO BCS en la que habló de los orígenes entusiastas de la Rotonda de los Sudcalifornianos Iluestres, y cómo inexplicablemente ha decaído el interés luego de 28 años que no se propone un nuevo ingreso. Recordó que por medio del Decreto 505, el 20 de febrero de 1985 —bajo el mandato de Alberto Andrés Alvarado Arámburo— se creó la rotonda y el Consejo del que él ha formado parte, y el cual fungía como “el abogado del Diablo” para analizar las propuestas. Comentó que jamás hubo problema y absolutamente todas las peticiones fueron aprobadas. “Nunca se ha negado el registro, el Consejo a todos dio un dictamen positivo”, dijo.

Maestro Leonardo Reyes Silva.

El 5 de marzo de 1985 se inauguró el sitio con el traslado de los restos del general Manuel Márquez de León, el primero en entrar, narró el Maestro. El mismo año se llevaron los de la profesora Rosaura Zapata Cano. En 1986 ingresaron Ildefonso Green y los maestros Domingo Carballo Félix y Jesús Castro Agúndez y Agustín Olachea Avilés; pasarían 4 años más, en 1990, para llevar los del célebre historiador Pablo L. Martínez. Reyes Silva criticó la falta de interés de los gobiernos de hace tres décadas en ignorar este recinto, aunque tiene conocimiento que el año pasado el Ayuntamiento de La Paz y el Grupo Reflexión promovió la figura del maestro Agúndez Martínez, así como de Mauricio Castro y José Antonio Mijares, lo que pare este año ha seguido pendiente de una respuesta. Para él, los tres personajes tienen los méritos suficientes para estar allí.

Señaló no estar al tanto de la nueva Ley de Símbolos y Protocolos Oficiales. Hasta donde sabía, el actual Gobierno del Estado había encargado la conformación de un nuevo Consejo —que dicha Ley no menciona, dicho sea de paso— presidido por Amador Cervantes y donde figuraban el propio Reyes Silva, el maestro Gilberto Ibarra, así como el cronista de La Paz y la directora del Archivo Histórico. Sería después de esta entrevista que platicamos con el Director del ISC, por lo que saltan algunas dudas de la coordinación de todos los implicados en postular, analizar y aprobar nuevos personajes para la rotonda.

Al cuestionarle si descansan, efectivamente, los restos de cada personaje en la Rotonda, Reyes Silva declaró que “existe la duda, por muchos, de que no pudieran estar los de Ildefonso Green; los restos de de ellos están efectivamente allí”; sobre el mismo tema, y en relación a actos vandálicos que se reportaron meses atrás en el lugar, Amador Cervantes señaló que hubo daños en las placas pero no se llevaron los restos de ninguno —los nichos detrás de las placas están vacíos, sólo son simbólicos, explicó—, pues todos reposan al fondo de las columnas de granito levantadas en su honor.

Los que están

Manuel Márquez de León (nació en 1822 en San Antonio, BCS; falleció en Ciudad de México en 1890): Político y militar, considerado héroe en la guerra de la intervención norteamericana en 1847, y gobernador de Durango y Sinaloa; inauguró la Rotonda al ingresar sus restos en 1985. María Rosaura Zapata Cano (nació en La Paz, BCS, en 1876; falleció en Ciudad de México en 1963): Educadora reconocida por haber promovido la educación preescolar en México, especialidad que la llevó a estudiar becada a Estados Unidos y viajar a Europa a conocer este tipo de modelo educativo, por su trayectoria le fue otorgada la Medalla Belisario Domínguez en 1954. Ildefonso Green Ceseña (nació en 1830 en Cabo San Lucas; falleció en San José del Cabo en 1932): Combatiente en La Reforma, La República y La Revolución Mexicana, quien se levantó en armas con Mauricio Castro en 1857 para proclamar en esta zona la Constitución. Jesús Castro Agúndez (nació en 1906 en Los Cabos; falleció en La Paz, BCS, en 1984): Maestro, político y escritor, fue cronista del Estado, Senador y promotor de los albergues escolares en México, además de escribir libros de cuentos.

Domingo Carballo Félix (nació al sur de La Paz, BCS, en 1897; falleció en La Paz en 1972): Maestro normalista, destacado por su labor docente, director de la Benemérita Escuela Normal Urbana del Estado la cual lleva su nombre. José Agustín Olachea Avilés (nació en Todos Santos, BCS, en 1890; falleció en La Paz, BCS, en 1974): militar y político, combatiente en La Revolución Mexicana, dos veces Gobernador de Baja California Sur y también de Baja California. Pablo L. Martínez (nació en la zona rural de Los Cabos en 1989; falleció en Ciudad de México en 1970): Historiador, periodista y maestro, spbresaliendo entre otros libros su Historia de Baja California, traducida al inglés, siendo un destacado investigador de la historia y la cultura sudcalifornianas, por lo cual el Archivo Histórico lleva su nombre; ha sido el último en ingresar a este recinto, en 1990.

Los que podrían estar

Néstor Agúndez Martínez (nació en Todos Santos, BCS, en 1925; falleció en Todos Santos en 2009): Maestro, poeta y promotor cultural, a quien se debe la construcción del teatro de su pueblo natal, así como de la Unidad Cultural que lleva su nombre, donde promovió la educación y la cultura; José Antonio Mijares (nació en Santander, España, en 1898; falleció en San José del Cabo en 1847): Militar nacionalizado mexicano, quien combatió en zonas desde Campeche hasta Texas, falleciendo en San José del Cabo en la guerra de la intervención norteamericana. Manuel Pineda Muñoz (nació en 1804, al parecer en Puebla; falleció en 1883, algunas fuentes indican que en Mazatlán, otras que está sepultado en La Paz): Militar destacado durante la guerra de intervención norteamericana, con la finalidad de impedir que Estados Unidos se anexara Baja California y Baja California Sur, muriendo en combate en Mulegé, donde es reconocido como un héroe.