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Un beso con alas

FOTO: Cortesía

Especial Día del Padre

 

Carta ganadora del Cuarto Lugar del concurso “Carta al Padre” 2022

Por Susana Aguiñiga 

 

 

Sabes papá hoy desperté pensando nuevamente en ti y aunque ya no te pueda ver he podido escuchar tus latidos en ese corazón mecánico que conservo en mi buro y no sé si algún día tenga el valor de guardarlo. Quiero decirte que tu ausencia me ha deja con una sensación de orfandad. No me ha sido fácil cumplir con tus mandatos, ¡De verdad lo intento!, pero tú me conoces bien, sabes que llevo en mis genes tu sensibilidad y un grifo que me delata.  En ocasiones he tenido la necesidad de ahuyentar tus recuerdos para poder estar erguido ante los demás. Desde tu partida me siento perseguido por la vulnerabilidad, indefenso y solo.

Cada vez que entro al baño de tu casa vienen a mi esas nuestras platicas a solas, como cómplices en busca de resolver la vida de todos. Entre espuma de jabón tus preocupaciones, tus encargos y tus tantas dolencias. Cómo olvidar tus lágrimas revueltas entre las aguas tibias que recorrían tu cuerpo frágil, tu cúmulo de angustias, y malos ratos de toda una semana. Aún está ahí, esa maltrecha coladera que también sabia de tus penurias cotidianas, y de nuestros nudos en la garganta mientras juntos buscamos los pies.

¡Te extraño!  ¡Y como no romperme si tú estás en mi sangre como un manantial que recorre todo mi ser!  El artista jilguero de tu barrio, consejero de aves en arribo, protector de sangre y de aquellos extraviados que se unieron como familia.  Te escribo esta carta para decirte que no puedo seguir fingiendo, siento que te estoy fallando. A veces creo desmoronarme, con una necesidad de salir corriendo a buscar tus brazos de hierro y no los encuentro. ¡Padre tengo que reclamarte algo! me dijiste todo lo que debía hacer, más olvidaste decirme, ¡Cómo no extrañarte tanto!

Quizás ya lo hayas visto desde esa nube que parece estar anclada sobre la casa, pero te lo cuento –no soy tan fuerte como tú me lo decías, porque me paralizo cuando tengo que hablarles de ti a mis hermanos que aun te lloran, no puedo ser el valiente, apapacharlos a todos y hablarles con palabras limpias sobre un proceso de duelo cuando yo no he vivido el mío propio. ¡No puedo mentirles más! No puedo aparentar fortaleza, porque tan solo al entrar a tu cuarto me inundas con tu perfume olor a madera. Un mundo de imágenes aparece, tú, en ese sillón café de franjas desgastadas, dictando tus deseos, tus pendientes, tus preocupaciones y los encargos a resolver a la mayor prioridad. Tu última petición la más dolorosa para mí y en la cual tuve que callar por mucho tiempo, tu funeral, tu entierro, tu melodía preferida como una despedida ¨puño de tierra¨ ¡Fuiste tan precavido! que te preparaste para dejar hasta para el café con leche y galletas

FOTO: Cortesía

¿Verdad que es difícil ser fuerte y domar a los sentimientos?, ¡Tú lo sabias muy bien! ¿Verdad que aparentar no sentir ni un mínimo dolor es cansado? Yo te admiraba por la apariencia de una roca, la dureza de como agarrar al toro por los cuernos, y también tus enseñanzas. Aprendí tanto de ti, ¡Gracias por las técnicas de camuflaje que me compartiste! ¡Carajo! ¡Te extraño!  ¡Y cómo no romperme si tú estás en mi sangre como un manantial que recorre todo mi ser!

¿Por qué no me dejaste tu valentía?, aquella que te hacía salir de toda batalla, victorioso y con una sonrisa de orgullo. Nada te vencía, peleabas contra todo pronóstico, contra toda dificultad. Ni el cáncer, ni tampoco los dos cambios de marcapaso, fracturas, embolias, tu falta de visión. Cuando caías era solo para darte un descanso porque después te levantabas con toda gallardía, con más fuerza como un mar impetuoso o un viento que sacudía a todos para mostrarnos una fortaleza y enseñanza de vida, ¡Eras tan valiente que nunca vi el miedo en tus ojos! Estabas tan reconstruido de tu cuerpo, pero a la vez también de tu alma. Era fácil sentir tú brillante llamarada de amor alojada en tu pecho y en esas caricias reflejadas en el par de avellanas dulces.

Te despediste durante ocho inviernos de mí, como recordatorio a lo que debía hacer al ausentarte, eras tan organizado que no olvidabas ningún detalle. ¡Perdón papá por no ser tan fuerte!, por fallarte a ratos ¡Extraño tus silencios largos, tus palabras de aliento, tu dureza sabia y también tus lados flacos, tus historias, tu música de José Alfredo y tu canto!

Hoy quisiera poder llegar a tu casa sin que me falte la respiración, quisiera también no tener que obligar a mis ojos a que se oculten tras una alegría falsa. Deseo bajarme del automóvil y verte ahí sentado sobándote las manos, o escucharte discutir con mi madre. Darte todos los besos que me faltaron, poder de decirte que sigo siendo el mismo, pero no es así, ¡me haces tanta falta!

Sé que habrá otros momentos de tristeza como la que tengo ahora en esta carta bañada con lágrimas, de hermosos recuerdos, ¡Lo intentare nuevamente!, seré fuerte, valiente y haré honor a ti, con mis acciones porque me enseñaste que, al podarme, al pulirme puedo recrearme y que el dolor también es algo bueno. Gracias una y otra vez porque aún en tu ausencia me estás enseñando a entender que es la esencia de los ausentes la que se lleva dentro, y que recordar, es recibir con cariño un beso. ¡No te defraudare papá!, y prometo ser mejor persona, no rendirme nunca. Cumpliré todo lo que me pediste, cuidaré de mi madre y mis hermanos hasta que yo me haga viejo. Confía que lo haré bien y cuando nos encontremos te rendiré las cuentas y estarás orgulloso de mi ¡Te lo prometo!

¡Hasta que nos volvamos a ver!

Un beso con alas de tu hijo Javiercito El ventanita morada.