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Nostalgia por la FIL de Guadalajara

FOTO: Internet.

Colaboración Especial

Por José Leónidas Alfaro Bedolla

San José del Cabo, Baja California Sur (BCS). Algunas personas me han comentado que en los últimos años han dejado de asistir a tan sonada fiesta, la del libro, la feria más grande y visitada en América Latina. Y es que la verdad, el evento en sí, se ha convertido más en un encuentro de negocios que expone diversidad de stands que atienden bellas edecanes; te invitan a degustar bebidas y bocadillos, información turística y desde luego libros, también sirve el evento como pasarela de personajes, donde como siempre, los políticos intentan aprovechar para vender la imagen, cuidando no encontrarse con algún odioso periodista que los meta en un brete con aquello de: “¿cuáles son tus tres libros preferidos?” Pero a pesar de todo esto, te deslumbra la inmensidad de libros expuestos, y la imaginación se despierta para aprovechar ese universo.

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Desde hace años, los organizadores presumen los números que cada vez son mejores en cuanto a asistentes y negocios realizados, lo cual tiene su razón, pero la esencia importante de la Feria, debería ser la resonancia de los creadores de literatura e intelectuales que en ella participan, pero no ha sido así en los últimos años. Han acaparado más la atención, casos como el tropezón de Enrique Peña Nieto.

Y es que también el listado de escritores de relevancia se ha reducido de manera muy notable, lejos han quedado los tiempos de los que brillaban por la profundidad y el reflejo de sus aportes a las letras, me refiero a talentos como: Octavio Paz, Jorge Ibargüengoitia, Salvador Elizondo, José Emilio Pacheco e Ignacio Padilla. Ellos se fueron y nos dejaron huérfanos, nos hemos quedado sin la brillantez de sus quehaceres que dieron lustre a las letras mexicanas. Aunque de origen extranjero, pero sí de pensamiento y alma mexicana, nos queda, como divina perla, Elena Ponatowska; y David Toscana, un regiomontano que ha alcanzado niveles envidiables dentro del mundo literario, su prosa y estilo son de un poder que ha llamado la atención en Europa y países como Argentina y Chile.

Es de lamentarse también la ausencia de Daniel Sada —1953-2011—, un escritor nacido en Mexicali, quien había logrado la atención de la crítica internacional, en especial la española que lo estimaba como una promesa solida con posibilidades de alcanzar un puesto de honor en las letras latinas, como aquellos de mediados del siglo XX, me refiero a: Octavio Paz, Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa, José Donoso, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez y Jorge Luis Borges. Ellos lograron abrir la ostra europea con aquello del Boom Latinoamericano. Incluso, algunos se ratificaron con el máximo galardón: el Nobel de Literatura: de Guatemala, Miguel Ángel Asturias, la chilena Gabriela Mistral y el mexicano Octavio Paz. Quienes también han dado resonancia a la literatura mexicana, y por ello galardonados con el Premio Cervantes, considerado el ‘Nobel latino’, ellos son los mexicanos: Sergio Pitol, Carlos Fuentes, Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Fernando del Paso y Elena Poniatowska. Todos ellos han engalanado la FIL, miles de lectores, entre ellos el que esto escribe, visitó la feria con el único propósito de admirarlos. Puedo presumir que tuve muy cerca a don José Emilio Pacheco, Fernando del Paso, Carlos Fuentes, Elenita y en una ocasión cené con don Álvaro Mutis, celebre poeta y novelista colombiano que alguna vez fuera compañero de celda de José Revueltas, también fue compatriota y gran amigo de ‘El Gabo’.

Esta vez Madrid, representando a España, es la invitada. Seguramente presentarán lo mejor de su cultura, entre otras actividades el cante hondo y el tablao. Pero quien llenará el salón Juan Rulfo, ese es el intelectual, novelista, dramaturgo y filósofo: don Fernando Savater Martín. Este gran escritor es especialista en la definición de la ética. Su estilo es irreverente, contestón, con una clarividencia envidiable. Le he visto desarrollar interesantes temas sobre nacionalismo, la naturaleza del poder y la democracia. A la hora de intervenir es sarcástico, pero con un poder de persuasión que no deja dudas del dominio que ejerce por su erudición; es un incansable intervencionista en polémicas culturales, estéticas y políticas. Algunas de sus obras: Apología del sofista, Escritos politeístas, La piedad apasionada y Nihilismo y acción.

De las personalidades que serán reconocidas son: con el premio Sor Juana Inés de la Cruz, la escritora, actriz y guionista de Santiago de Chile, Nora Fernández. Algunas de sus novelas: Mapacho de 2012 y La dimensión desconocida de 2016. Antonio Helguera, caricaturista mexicano será reconocido con el Premio La Catrina, por su interesante e ingenioso aporte con el que distingue a los personajes, esos que se salen del carril… sí, adivinaste, el 95% de sus clientes son los políticos mexicanos. También será galardonada la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide, por su alcance de gran valor dentro del mundo periodístico; ha sido reconocido su trabajo en muchos países de América Latina.

Es notable la ausencia de galardones para escritores mexicanos, la creación que inspira la narcopolítica, aún con el poderío de la mafia en el poder, no da para eso; el nauseabundo estiércol ahuyenta toda posibilidad.

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Gobernador Quirino Ordaz Coppel: la nación entera y miles de personas en el extranjero, estamos exigiendo ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia! para Javier Valdés Cárdenas y los más de 1300 asesinatos que lleva registrado el primer año de SU gobierno. 

*Leónidas Alfaro Bedolla. Escritor de la novela La agonía del caimán. De venta en librerías: Educal, Gonvill, México y Porrúa.




Sí habrá concursos de crónica, ensayo, dramaturgia y novela en BCS

FOTO: Internet.

La Paz, Baja California Sur (BCS). La próxima semana se prevé el lanzamiento de una convocatoria estatal de literatura que dará apertura a los géneros de crónica, ensayo, dramaturgia y novela, mismos que tradicionalmente estaban incluidos en los Premios Estatales de Literatura “Ciudad de La Paz”, y que en la emisión de este 2017 sólo abarcan cuento y poesía. Aún no se establece el nombre del concurso, pero entraría en la denominada Colección Editorial Sudcaliforniana 2018.

América Pineda García, coordinadora de Fomento Editorial del Instituto Sudcaliforniano de Cultura (ISC), en exclusiva para CULCO BCS, adelantó algunos detalles de estas nuevas convocatorias; enfatizó también que la convocatoria de los Premios Estatales 2017 están a punto de cerrar —el próximo 28 de julio— y que no habrá prórroga, por lo que alienta a los interesados a entregar sus trabajos sin demora.

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Sería en los próximos días cuando el Consejo Editorial del ISC se reúna para afinar detalles de la nueva convocatoria que —tentativamente—, tendría como fecha límite de recepción de trabajos el 30 de septiembre para dar a conocer los resultados el 15 de noviembre de este año. Aunque los géneros de crónica, ensayo, dramaturgia y novela siempre han formado parte de la convocatoria anual, este año —explicó Pineda García—, por falta de recursos no salió con la de cuento y poesía.

Algunos de las cláusulas —que serán oficiales una vez publicada la convocatoria— delimitarán que los participantes sean escritores con trayectoria —con al menos un libro publicado de cualquier género—, por lo que no participarán bajo anonimato. No podrán participar integrantes del Consejo Editorial ni funcionarios del ISC. Los autores deben haber nacido en BCS o radicar aquí desde hace 5 años. El Consejo seleccionará al jurado integrado por tres especialistas de cada género, siendo los primeros quienes den a conocer el veredicto final: “positivo”, que indica su publicación; “en observación”, con la probabilidad de producirse; y “negativo” si el trabajo aún no tiene la calidad para ese fin.

Consejo Editorial del ISC. FOTO: ISC.

No habrá premios económicos para los ganadores de crónica, ensayo, dramaturgia y novela, sólo la publicación de su obra a un año de emitirse el dictamen, y el 10% de los libros publicados que serán cedidos al autor. La Coordinadora de Fomento Editorial del ISC también anunció que este concurso es una excepción de la regla, pero que para el 2018, todos los géneros saldrán a convocarse con premios económicos como ha sido la costumbre.

Los integrantes del Consejo Editorial del ISC, quienes tendrán la decisión del ganador de cada género, se integra por Christopher Alexter Amador Cervantes y la propia América Pineda García, por parte del ISC, y en representación de diferentes sectores de la sociedad de BCS, están Raúl Cota Álvarez, Olgafreda Cota Gándara, Luis Domínguez Bañero, Mario Guadalupe Fernandez Caro y Edith Villavicencio Garayzar.

Premios Estatales y Regionales, aún vigentes

Pineda García indicó que los Premios Estatales de Literatura 2017, en cuento y poesía, están a poco tiempo de cerrar: el próximo viernes 28 de julio, con un premio de 40 mil pesos para los ganadores de cada género; aclaró que fue una queja que en años anteriores se diera prórroga a la fecha límite y pretenden evitarlo este año, por lo que enfatizó que no se extenderá el plazo para recepción de trabajos. Hasta hoy, sólo se han entregado dos trabajos para cada género.

Por último, también se promocionan los Premios Regionales de Cuento y Poesía 2017, cuya fecha límite para entrega de trabajos será el 31 de agosto, con premios de 50 mil pesos para los triunfadores. En todos los casos, parte del premio es la publicación de la obra ganadora.




En La Paz, presentarán libro sobre antiguas rutas de los misioneros en BCS

Archivo Histórico “Pablo L. Martínez”, en La Paz. Foto: Archivo.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Con la finalidad de brindar una mirada por el  pasado  de la historia de Baja California Sur, el Instituto Sudcaliforniano de Cultura (ISC) anuncia la presentación editorial Vestigios de la Antigua California de Carlos Lazcano, la cual se realizará este próximo miércoles en el Archivo Histórico Pablo L. Martínez, en esta ciudad.

Vestigios de la Antigua California es el diario personal de la caminata por toda la península de Baja California que en 1989 realizaron Carlos Lazcano, Carlos Rangel y Alfonso Cardona.

Fueron 2,500 kilómetros recorridos en cinco meses, siguiendo las antiguas rutas de exploración de los misioneros, durante los siglos XVII y XVIII. Esta caminata inició en Cabo San Lucas y terminó en San Diego, California.

Carlos Lazcano Sahagún es  geólogo, historiador, explorador, espeleólogo, tiene una relación estrecha con la tierra, su interés por lo desconocido lo ha llevado a ser un erudito de la península. Es, además, uno de los pocos que caminaron de punta a punta la península, en 1989. También exploró la mina más espectacular del mundo que es la de “Naica” en Chihuahua.

Los comentarios de este ejemplar estarán a cargo de Javier Gaytán Morán, Valentín Castro Burgoin, Leonardo Reyes Silva y como moderadora Elizabeth Acosta Mendía.

Se hace una cordial invitación para que asista el próximo miércoles 17 de mayo a las 18:00 horas en el Archivo Histórico Pablo L. Martínez, ubicado en Ignacio Manuel Altamirano entre Miguel L. de Legaspi y Héroes de Independencia. Mayores informes al teléfono: 1224521.




Caperucita Roja, muy roja: fantasía como realidad o realidad manoseada

 

Modesto Peralta Delgado. Fotos: Cortesía.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Dicen que el teatro es mejor verlo escenificado, no leído. No obstante, con los años uno va comprobando que esta verdad a medias deja mucho que desear, porque sin el texto, ¿qué sería del teatro? Recuerdo que hace muchos años, allá por 1992, fui a ver la puesta en escena de Largo viaje hacia la noche, de Eugene O’Neall (1888-1953), con una querida amiga de quien tengo gratos recuerdos. De los actores sólo me viene a la memoria Daniel Giménez Cacho (1961). La cosa es que yo quedé profundamente impresionado por la historia que me contaban y de cómo los actores encarnaban sus personajes como si fueran sucesos reales. De eso no me cupo duda. La catarsis llevada por la entrega actoral.

Al salir del teatro quise leer la obra para confirmar que lo que había visto era de ese tamaño literario. Y entonces un amigo actor me prestó el libro (a quien por cierto nunca se lo regresé y que todavía me reclama airadamente… Perdón, Enoc). Lo leí dos veces. El resultado de esas lecturas fue que pude comprobar que la obra contenía muchas más cosas que lo que se había puesto en escena, que las lecturas eran múltiples, que la anécdota sólo era la cosa superficial para llegar a algo más dramático y existencial.

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Pues, bien, hace unas semanas entrevisté a Modesto Peralta Delgado en mi programa Letras Vivas (miércoles, 16:00 horas, 1180 de AM) en Radio UABCS, con motivo de la aparición de su más reciente libro Caperucita Roja, muy roja (Una comedia de dos horas que en realidad dura una). Una primera lectura me dio el hilo conductor de lo que Modesto quería hacer. Sin embargo, en una segunda lectura me ofreció nuevos parámetros y nuevas maneras de leer teatro. Uno puede hacerlo como quiera, ya sea haciendo voces, o leyendo en voz alta, o imaginando lo que sucede. Lo leí detenidamente y me sorprendió lo que puede ocurrir cuando tomamos conciencia de un libro, de la historia que nos cuentan.

La obra de Modesto Peralta Delgado es fascinante. Cierto, tiene visos de obras anteriores, de situaciones que ya se habían tocado desde hace décadas o desde hace más de un siglo. Sí, estamos pensando en Seis personajes en busca de autor, de Luigi Pirandello, o de la novela de Miguel de Unamuno, Niebla, o de la película Más extraño que la ficción, todas ellas hermanadas bajo una sola consigna: la realidad puede ser alterada. Ahora bien, lo que aleja a Caperucita Roja, muy roja de las otras, es que acontecen en un espacio donde todos participan, incluido el público, donde pareciera una amarga representación cotidiana de la vida nacional, tanto política, religiosa, periodística como económicamente, es decir, una realidad sobre otra realidad, sobre otra realidad…, donde al final uno no entiende si aquello es una cortina de humo, o un intento por hacernos saber que nuestra cotidianeidad es frágil y mutable.

Claro, hay un Lobo, una Caperucita, una Abuela y un Cazador. Pero también se incluyen a una Periodista, a una Directora de la obra, una Tía (que puede ser los medios masivos de comunicación, como la TV), y paleros, entre los que se encuentra un sacerdote. En apariencia el caos reina a lo largo de las escenas; lo cierto es que todo está engarzado para que podamos tener las lecturas varias que cada quien interprete desde su realidad, o sea, nos volvemos partícipes y al mismo tiempo espectadores, lo cual nos hace pensar que no podemos ir por la vida sin que nos toque algo de lo que se va transformando o de la que va pasando. Los actores, según la obra, son novatos, lo cual delinea nuestra propia inexperiencia de la vida: todos somos novatos para vivir a cada instante.

De este modo, el personaje deja de serlo y toma conciencia de sí, de su propia humanidad. Hay una lucha entre el bien y el mal, pero no desde el punto de vista maniqueo, sino desde la visión de que sólo los humanos han creado la fantasía de la moral y que es tan superficial y variable como el clima. Dentro del teatro ocurre todo, lo que es decir dentro de su mundo; afuera, la ciudad dejó de existir, como un símbolo de que nada es seguro y de que todo puede cambiar de la noche a la mañana. Luego viene un intento de cambio de historia, Hemingway a la vista, se quiere dar un giro nuevo porque el público fue engañado y se requiere un nuevo relato para que la gente no se vaya y se trague una nueva historia… ¿Les suena? No obstante, bajo la superficie también se adivina una necesidad imperiosa de que las cosas cambien, de que se requiere una transmutación, y que la vuelta del Lobo a veces no hace otra cosa que decirnos que la realidad no puede ser cambiada hasta que tomemos conciencia de que el Lobo debe morir antes de que nos devore. Si el Lobo vive, la realidad continuará ad infinitum, una realidad sobre otra, y otra, y otra… Una realidad matrushka

Caperucita Roja, muy roja es el periplo de varias realidades que se presentan en sí mismas como reales, como las nuestras, como nuestros valores cambiantes, como nuestra moralidad jodida que a veces deseamos imponer a madrazos y toletazos, o a balazos, o base de propaganda política, religiosa y económica a través de los medios coercitivos. Podemos decir que Modesto Peralta Delgado sí acaba con la ñoñería de Caperucita y nos confronta con nosotros mismos para que nos preguntemos: ¿qué significa ser personas? Y agregaría: ¿qué significa estar vivos?

Presentación de “Caperucita Roja, muy roja”; acompañaron al autor los teatreros Raúl Conde Peraza y Juan José López Ochoa.

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*Modesto Peralta Delgado, Caperucita Roja, muy roja, una comedia de dos horas que en realidad dura una, México, Gobierno del Estado de B.C.S., ISC, 2016, 62 páginas.




Una caminata por un ‘Callejón sin salida’, de Keith Ross

Keith Ross. Foto: Víctor Paz en Pericúe Cultural.

Colaboración Especial

Por Alejandra Rubio

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Una de los principales aciertos del cuento Callejón sin salida, del escritor sudcaliforniano Keith Ross, es la manera en que el autor construye a su personaje principal, y este nos presenta la historia narrada. En un primer plano, temporal y anecdótico, aparece un hombre en el mar con una tabla de surf.  Desde esta ubicación, aparentemente entabla un diálogo con un segundo personaje.  Poco a poco se hilvana un fluido monólogo, a través del cual nuestro protagonista se pregunta y responde sin intercalar respuesta alguna de su interlocutor.

En este primer plano narrativo, el motivo principal gira entorno a la actividad del surf. El narrador genera una tensión, pues frente al deseo de tomar una buena ola, privilegia esperar, para dar paso a la compulsión por contar su historia. Realmente no piensa tomar ola alguna, más bien utiliza este pretexto para ir despepitando la historia que realmente le ocupa.

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Sin embargo, el presente desde el cual empieza a contarnos su niñez no es un mero accesorio o un fácil recurso literario. Desde este primer plano se permite hacer reflexiones de carácter moral y filosófico sobre el sentido de la existencia humana, pues nuestro protagonista concibe la vida como una despedida constante, pues, cito: “Había algo dentro de mí que me decía que la vida era eso, una despedida constante, que las cosas y las personas desaparecen y que, probablemente, siempre habría un charco envenenado para echarnos a perder las cosas”.

Además, su monólogo va creciendo en intensidad hasta que al final nos muestra la verdadera condición psíquica del protagonista. Conocemos la infancia de Enrique por los recuerdos que él mismo va intercalando en su “monólogo”.

Hay que agradecer a Keith Ross el ritmo y la facilidad con que fluyen las rupturas temporales y espaciales de la historia. El narrador toma aliento y va dosificando la información de una manera “tan natural” que el texto se lee, de cabo a rabo, sin que se precise de pausa alguna para ir asimilando los hechos. Las experiencias de Enrique junto a su padre: sus enseñanzas, la muerte prematura del mismo, y una de las actividades más entrañables con él: ir a contemplar el mar y surfear; además de sus sentimientos de culpa, pues nunca se perdona por su timidez y frustración ante una realidad que lo rebasa.

A continuación comentaré los episodios que me parecen más significativos en mi lectura: “Yo a veces pensaba: si se agarran a golpes, voy a garrar el tubo del porche y le voy a pegar con todas mis fuerzas al otro”.

Enrique se da cuenta de que su padre está metido en serios problemas (el lector puede interpretar que el padre no es inocente, aunque su hijo no lo juzgue explícitamente) y desea defenderlo o ayudarlo a remediar la situación. Sin embargo, es sólo un niño que no puede hacer gran cosa, más que acumular rencor e impotencia: “No vi a nadie más: antes de ver la sangre y a mi padre, busqué al otro, con el tubo prendido de mi mano, pero nada. Sólo alcancé a ver el Chevrolet rojo 1980 que se alejó dejando un polvaderón como cortina de humo”.

Tenemos aquí el detonante de la segunda parte del cuento, el papá de Enrique es asesinado sin que éste pueda evitarlo ni desquitarse contra el agresor. La violencia se ejerce en contra de toda la familia, aunque sólo uno de sus miembros sucumba directamente ante ella. Aunque la madre se reponga y encuentra más adelante con quién hacerlo, Enrique jamás se sobrepone a lo sucedido. “Traía ganas de recordar a mi padre, verlo nadar a un lado de mí, andar en los mismos lugares que compartimos una y otra vez; además, si algo había aprendido de ese lugar es que era el sitio perfecto para alejar los problemas”.

El protagonista evoca con nostalgia la figura paterna, asimismo el cómo padre e hijo habían encontrado una fórmula para convivir y evadirse de la realidad, “el surf”. En otro momento,  el narrador manifiesta, al verse retrospectivamente, un conocimiento más agudo de la condición de aquellos adolescentes que, como él, en su momento tratan de escapar de sus fantasmas y el infierno en que habitan, a través del estudio: “Un buen ambiente familiar les permite mejorar su aprovechamiento escolar, o una serie de problemas familiares puede provocar que se concentren completamente en sus estudios para evadir su realidad. Me concentré en la segunda, dado que la evasión de la realidad es uno de mis pasatiempos favoritos”.

De vuelta en el primer nivel de la historia, Enrique nos comparte su visión sobre la manera en que los extranjeros perciben y viven la vida en su comunidad costeña. Tenemos un breve y sencillo, pero revelador comentario de la diferencia entre dos mundos que se superponen en un mismo espacio: “La ventaja que tienen los gringos es que ellos vienen de visita y se quieren comer cada olita buena que ven. En cambio uno, mira a gusto: uno puede darse el lujo de escoger la mejor que le convenga”.

Hay que anotar, sin embargo, que el placer que ofrece lo efímero de estas fugas, o breves plenitudes, nos devuelve al vacío: “Cuando tomo una ola se me olvidan todos los problemas, no pienso en nada, lástima que una ola dure tan poco tiempo”.

Más adelante, Enrique incorpora una reflexión sobre “la venganza”, que parece lugar común, pero lo supera por la construcción de sus comparaciones, ligadas al motivo recurrente del surf: “Si te das cuenta, la venganza es como las buenas olas. Debe crecer despacio, pero firme. Se debe ir amarrando con lo que encuentra a su paso, levantarse despacio porque si se apresura se puede romper muy fácil: ambas ocupan de cimientos fuertes y un final rápido, pero con sensación de cámara lenta”. Aquí tenemos un adelanto dramático de lo que nos espera: ¿tendrá el protagonista la paciencia para consumar su destino o venganza?

El humor no está ausente de este cuento sombrío y pesimista. Siempre se habla de la sabiduría inherente a la profesión de los pescadores. El narrador manda por tierra, en unas frases, lugares de costumbrismo romántico, que exalta la capacidad de filosofar, en los hombres que lidian con el mar: “¿Te has dado cuenta que los lancheros parecer filósofos cuando fuman?, tienen la mirada perdida en el horizonte, como si estuvieran reflexionando sobre algo profundo e importantísimo, pero en cuanto te acercas hablan puras babosadas”.

Hacia el final, hay algo que me parece muy revelador. Enrique es un narrador que sabe menos que los personajes que lo rodean y que el lector, que al final se entera de lo que realmente sucede. El protagonista nos relata cómo, finalmente, consuma su venganza a golpes, estimulado (inconscientemente) por los celos que le produce ver a su mamá en los brazos de otro. Por supuesto, la culpa la tiene Pancho, el asesino de su padre, quien abrió la posibilidad para que su madre encontrara con quién rehacer su vida.

Insisto, aparentemente Enrique consuma la venganza: me parece que no se trata de su padre, sino de él. Descargando su ira por la culpa que siente por partida doble: no pudo evitar que el irresponsable de su papá muriera, y que su madre reencontrará un nuevo camino.

Pero todo es una ilusión, porque Enrique recibió un golpe en la cabeza antes de consumar su venganza, que le impidió liquidar a Pancho. No está esperando una ola en el mar con su tabla de surf; está en un parque, tal vez un indigente más perdido, hablando con su sombra… soñando con una ola que lo borre todo: “Aquí todos calculan que desde el golpe no quedé bien, pero no saben que las cuentas me siguen saliendo bien, y sigo surfeando como siempre […] Sabes qué, mejor me voy a ir, porque ahí viene otra vez el barrendero, y no soporto que se burle de mí y me corra de nuevo en este parque que se ha convertido en mi playa…”

Y es aquí donde encuentro lo que me parece una de las grandes lecciones de este relato de Keith Ross: el golpe de frente con la realidad (una realidad de abusos, verdades a medias, violencia e injusticia), te puede lastimar tan fuerte, que sólo te deje de dos sopas: o te haces el loco (como muchos en el pueblo de Enrique) o te vuelves loco, literalmente.