Recorriendo la historia: Un viaje dominical por los siglos XIX y XX en La Paz, BCS

FOTOS: Cortesía.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cada domingo, al despuntar el alba, un grupo de personas se reúne frente al antiguo muelle fiscal de La Paz, Baja California Sur, para emprender un viaje al pasado. No se trata de una simple caminata, sino de un recorrido histórico-cultural que revive los siglos XIX y XX a través de las calles del Centro Histórico de esta ciudad-puerto, rica en memoria, arquitectura y tradición. Este proyecto, que comenzó en 2012, ha sumado ya casi 300 recorridos y se ha consolidado como una de las más valiosas experiencias de enseñanza y difusión cultural de la región.

La iniciativa fue concebida como una innovadora metodología de práctica docente para la enseñanza de la historia local. Mediante el uso de fotografías de edificaciones antiguas y visitas in situ, los participantes logran vincularse con el pasado de una manera vivencial y crítica. Pero este esfuerzo va más allá de lo académico: se trata de una propuesta de vinculación social y extensión universitaria impulsada por el Centro de Documentación de Historia Urbana (CEDOHU), perteneciente al Departamento Académico de Economía del Área de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS).

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Lo que distingue a estos recorridos es su cuidadosa preparación y su compromiso con la CEDOHU. Cada domingo, durante unas dos horas y media o tres, los asistentes recorren a pie un entramado de calles llenas de historia: Ignacio Bañuelos Cabezud, Manuel M. Esquerro, Agustín Arriola, Ignacio Zaragoza, Artesanos, 16 de septiembre, Revolución, Independencia, Serdán, 5 de mayo, Francisco I. Madero, Belisario Domínguez y Paseo Álvaro Obregón, hasta llegar al emblemático hotel Perla. Cada paso es acompañado por relatos, imágenes y anécdotas que revelan los secretos de la ciudad que, de otro modo, podrían perderse en el olvido.

El equipo que conduce estos recorridos está conformado por el arquitecto Gilberto Piñeda Bañuelos y los historiadores Alma Castro Rivera y Homero Avilés, quienes con pasión y profundo conocimiento guían a los participantes por las huellas arquitectónicas y sociales que han definido la fisonomía de La Paz a lo largo de más de un siglo.

Este proyecto ha demostrado que el conocimiento no tiene por qué estar confinado a las aulas. Al contrario, salir a la calle, mirar los edificios, escuchar las historias que encierran y confrontarlas con imágenes del pasado convierte el aprendizaje en una experiencia transformadora. Además, se fomenta la apropiación del patrimonio urbano por parte de la comunidad, fortaleciendo así su identidad cultural.

La participación en los recorridos es completamente gratuita, aunque se requiere una inscripción previa con al menos 15 días de anticipación. El grupo debe contar con un mínimo de diez personas, un responsable del grupo y otro encargado de hacer el registro fotográfico de la actividad. Para registrarse, los interesados deben escribir al correo [email protected] o comunicarse a la extensión 3250.

A través de estos recorridos, CEDOHU no sólo difunde los frutos de sus investigaciones históricas, sino que también contribuye activamente a evitar la pérdida de la memoria urbana. En una época en la que el desarrollo urbano muchas veces pasa por alto el valor de lo antiguo, iniciativas como esta nos recuerdan que la historia está viva en los muros, en las calles y en los relatos de quienes habitan la ciudad.

La Paz, con su brisa marina y su calma aparente, guarda en sus rincones cientos de historias que esperan ser contadas. Y cada domingo, al amanecer, un grupo de ciudadanos y curiosos del pasado emprenden el camino para escucharlas, con la certeza de que conocer la historia de una ciudad es también conocerse a uno mismo.

Porque para comprender el presente y construir un futuro más consciente, es imprescindible mirar atrás. Y qué mejor forma de hacerlo que caminando por las calles de nuestra historia.

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Baja California Sur: El costo invisible del progreso turístico

FOTO: Modesto Peralta Delgado.

Vientos de Pueblo

José Luis Cortés M.

 

San José del Cabo, Baja California Sur (BCS). Baja California Sur, un Estado con 2,230 kilómetros de costa y ecosistemas emblemáticos como el desierto de El Vizcaíno, enfrenta una contradicción devastadora: su economía crece al 4.5% anual (INEGI, 2023), pero el 34.6% de su población vive en pobreza (Coneval, 2022). En Los Cabos, el precio de la vivienda aumentó un 78% entre 2015 y 2020, el mayor incremento nacional (INEGI). Para 2023, adquirir una casa de interés social exige ingresos mensuales de $25,000 MXN, mientras el salario promedio es de $8,200 MXN (ENOE). Sólo el 10% de las viviendas construidas entre 2018 y 2023 fueron destinadas a habitantes locales (SEDATU), una cifra que refleja la exclusión sistemática de quienes sostienen la industria turística, responsable del 45% del PIB estatal.

El desplazamiento de comunidades es un fenómeno cuantificable: el Centro de Derechos Humanos de La Paz documentó 1,200 casos entre 2015 y 2022, vinculados a megaproyectos como Puerto Los Cabos, un complejo de 1,200 hectáreas con campos de golf y marinas. En La Paz, rentar un departamento de dos habitaciones cuesta $15,000 MXN mensuales (Inmobiliarias México, 2023), pero el 67% de los empleos turísticos son informales, con salarios entre $4,000 y $6,000 MXN (IMCO, 2022). Aunque la inversión extranjera alcanzó $1,450 millones de dólares en 2023 (Secretaría de Economía), el 80% de las escuelas públicas carecen de acceso diario a agua potable (Comisión Estatal de Derechos Humanos, 2023), una paradoja que desnuda la inequidad del modelo económico.

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La crisis ambiental es igual de alarmante. En La Paz, el 65% de los manglares han sido destruidos desde 1990 (UABCS, 2021), principalmente por desarrollos como Marina CostaBaja, donde amarrar un yate cuesta $1,500 USD diarios. Cada campo de golf consume 2.5 millones de litros de agua al día (Conagua, 2023), equivalente al uso de 9,000 personas, en un territorio donde el 80% sufre estrés hídrico (Conagua, 2022). En 2022, el desarrollo Costa Palmas desvió el cauce del arroyo San José para construir villas de lujo, secando una fuente vital para agricultores, según denuncias de organizaciones ambientales avaladas por permisos de la Semarnat.

La propiedad extranjera profundiza la fractura social. En Todos Santos, el 38% de las viviendas pertenecen a estadounidenses y canadienses (Registro Público de la Propiedad, 2022), mientras en El Pedregal (Cabo San Lucas), el 60% de las residencias están vacías 10 meses al año (Diagnóstico Urbano de Los Cabos, 2021). La Ley de Inversión Extranjera (1993) permite este acaparamiento mediante fideicomisos: el 22% de los permisos en zonas costeras son para ciudadanos estadounidenses (Senado de la República, 2021). Mientras tanto, el gobierno estatal destina solo el 0.7% de su presupuesto a vivienda social, frente al 12% asignado a promoción turística. Proyectos como el Corredor Turístico La Paz-Los Cabos, con 15 hoteles en construcción, priorizan el 70% del agua para turismo y agricultura de exportación (Profepa, 2023), mientras 12,000 familias carecen de hogar.

La gentrificación también erosiona la cultura local. En Todos Santos, la Fiesta de la Fundación, antes una celebración comunitaria, ahora cobra entradas de $500 MXN, inaccesibles para residentes (Red Sudcaliforniana de Cultura Popular, 2023). El 40% de los negocios tradicionales, como talleres de artesanía y fondas familiares, han cerrado en la última década, reemplazados por cafeterías y tiendas de lujo (Cámara de Comercio de BCS, 2023). Este fenómeno no es exclusivo de BCS: en Quintana Roo, el modelo de Cancún dejó el 45% de su población en pobreza (Coneval, 2022) y el 90% del agua contaminada con nitratos (Universidad del Caribe, 2023), un precedente que BCS parece ignorar.

Frente a esto, iniciativas como las cabañas ecoturísticas de El Sargento, gestionadas por pescadores, protegen 200 hectáreas de manglar y generan empleos formales. Sin embargo, proyectos comunitarios reciben menos del 1% del financiamiento estatal para turismo (Secretaría de Turismo de BCS, 2023).

Los números finales son contundentes: cada segundo, 380 litros de agua se destinan a campos de golf; 300 familias son desplazadas anualmente por alzas de renta (Centro de Derechos Humanos de La Paz, 2023); y para 2030, se proyectan 10 nuevos desarrollos de lujo en áreas naturales protegidas (Semarnat, 2023). La pregunta no es si el modelo es insostenible, sino ¿cuánto más debe sangrar Baja California Sur antes de que el Estado priorice a su gente?

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La Paz: Un proyecto colonial frustrado y el triunfo de la evangelización

IMÁGENES: IA.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Los primeros intentos de establecer una colonia española en el puerto de La Paz, BCS, enfrentaron una serie de dificultades que impidieron el éxito de la empresa. A pesar de la disposición inicial de los californios, cuya acogida fue pacífica y amistosa, las respuestas violentas de los colonos desataron tensiones y resistencia entre los habitantes nativos, lo cual acabó frustrando los planes de la Corona Española en la península. Los enfoques militares, comunes en otras regiones del imperio español, no lograron imponerse en esta área. Fue la evangelización, en manos de los jesuitas, el medio que permitió finalmente el establecimiento de una presencia duradera y pacífica.

En 1697, los jesuitas iniciaron su labor evangelizadora en las Californias, fundando la misión de Nuestra Señora de Loreto, al Norte de La Paz. Este punto de partida se convirtió en el primer bastión de la expansión espiritual en la región. Con la fundación de esta misión, los misioneros jesuitas tenían como objetivo no sólo la conversión religiosa, sino también la introducción de una estructura social y económica que pudiera sostenerse en el tiempo y acercarse a las comunidades indígenas en términos pacíficos.

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El liderazgo del padre Juan María de Salvatierra fue fundamental en esta etapa. Su visión de la evangelización como una herramienta de integración y pacificación fue clave para las estrategias jesuitas. En 1716, casi veinte años después de la fundación de Loreto, Salvatierra dirigió una expedición de exploración a la bahía de La Paz, con la esperanza de acercarse a los guaycuras, una de las principales etnias de la región. Sin embargo, la desconfianza acumulada debido a experiencias previas, como la del almirante Isidro de Atondo y Antillón, dificultó el contacto directo. La memoria de las traiciones y agresiones sufridas en el pasado hacía que los guaycuras mantuvieran distancia con los visitantes. En 1717, sin lograr establecer la misión deseada en La Paz, Salvatierra falleció, dejando un legado de intención evangelizadora que continuaría años después.

Fundación de la Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz

Finalmente, en 1720, después de varios intentos y más de dos décadas de consolidación en el Norte, los jesuitas consiguieron avanzar hacia el Sur. El 4 de noviembre de ese año, el misionero Jaime Bravo, junto con Juan de Ugarte, fundaron la misión de La Paz, bajo la advocación de Nuestra Señora del Pilar, patrona del puerto. La elección del lugar no fue casual: la misión se ubicó en una loma que dominaba la playa y el mar, lo cual ofrecía ventajas tanto de visibilidad como de acceso al agua y protección. Esta misión fue establecida entre los callejúes, un subgrupo de los guaycuras, quienes, con el tiempo, se incorporaron de forma pacífica al asentamiento.

La expedición jesuita llegó desde Loreto a bordo de la balandra El Triunfo de la Cruz, una embarcación construida específicamente para facilitar el transporte de personas y recursos. Una vez en el lugar, los misioneros comenzaron a construir infraestructuras temporales para dar cabida a la comunidad y a la iglesia. Además de las barracas para los padres y la iglesia, se construyeron alojamientos para los marinos e indígenas que ya se habían convertido al cristianismo. Para proteger el asentamiento, se levantó una trinchera de mezquites, la cual quedó terminada en diciembre de 1720.

La misión de La Paz no sólo cumplía un rol evangelizador, sino también estratégico. Desde ahí, se planeaban y coordinaban las actividades de expansión hacia el Sur, buscando acercarse y ganar la confianza de otros grupos indígenas.

Consolidación como centro de evangelización

En diciembre de 1720, la misión de La Paz recibió apoyo de una expedición terrestre procedente de Loreto, dirigida por el misionero Clemente Guillén de Castro. Esta colaboración reforzó el asentamiento y permitió la ampliación de su influencia en la región. En su papel de líder de la misión, el padre Bravo no se limitó a evangelizar en La Paz, sino que se adentró en otras áreas, explorando tierras al oeste rumbo al océano Pacífico. En 1721 fundó un pequeño pueblo de visita en la zona que hoy se conoce como Todos Santos, y estableció el sitio Ángel de la Guarda, cuya ubicación exacta aún es incierta.

La misión de La Paz se convirtió en el punto de partida para nuevas fundaciones jesuitas en el Sur de la península. Con el tiempo, se establecieron las misiones de Santiago y San José del Cabo, dirigidas al grupo indígena de los pericúes, quienes habitaban zonas del Sur peninsular. Estas misiones ampliaron significativamente el alcance de la evangelización jesuita en Baja California Sur.

La misión de La Paz y las misiones subsecuentes marcaban el inicio de una nueva etapa en la historia de la península de California. Lo que comenzó como una serie de intentos fallidos de colonización mediante la fuerza, evolucionó hacia una estrategia de evangelización que logró establecer un proceso de encuentro y transformación cultural.

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Caminantes y territorios: La lucha por los espacios públicos en La Paz

FOTO: El Informante / INTERIORES: Archivos.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El malecón de La Paz, BCS, ha sido históricamente un espacio emblemático para los paceños, un lugar de encuentro y reflexión que teje la identidad colectiva de la ciudad. Sin embargo, en los últimos años, este icónico lugar ha sido testigo de una transformación significativa, marcada por la privatización simbólica de sus espacios públicos en favor de intereses turísticos y comerciales. Este artículo explora cómo los cambios en la apropiación y uso del malecón están afectando no sólo el paisaje urbano, sino también la memoria y el sentido de pertenencia de sus habitantes, quienes se enfrentan a la creciente desterritorialización de un espacio que alguna vez fue suyo.

La ciudad, esa amalgama de edificaciones, calles y la vida que fluye en su interior, es un lienzo donde se despliegan un sinfín de emociones y experiencias. Cada calle, cada esquina, cada rincón urbano cuenta una historia, y esta narrativa se teje a través de la interacción de sus habitantes y la forma en que estos se apropian y transforman los espacios públicos. En este contexto, el libro Privatización simbólica de los espacios públicos. Prácticas histórico-territoriales en torno al malecón de La Paz, Baja California Sur, México del Dr. Tito Fernando Piñeda Verdugo, se erige como un profundo análisis de la relación entre la ciudad, sus espacios públicos y sus ciudadanos.

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Los espacios públicos, esos lugares abiertos donde convergen la diversidad de la vida urbana, son auténticas encrucijadas de experiencias compartidas. Aquí, los habitantes, independientemente de su género, edad, ocupación u origen, contribuyen a la construcción simbólica de su ciudad. Estos espacios se convierten en escenarios donde las prácticas sociales se desarrollan y donde, con el transcurso del tiempo, se forjan las memorias colectivas que otorgan identidad a la comunidad.

Si bien, las ciudades pueden ser objeto de planificaciones urbanas desde los centros del sistema capitalista global, es en la práctica cotidiana y local donde estas planificaciones cobran vida y se transforman. Cada calle es un capítulo de la historia urbana, donde se entrelazan deseos, sueños y realidades. La ciudad es un organismo vivo que evoluciona constantemente, moldeado por las acciones y aspiraciones de quienes la habitan.

El libro del Dr. Piñeda Verdugo se adentra en este intrigante mundo de las ciudades y sus espacios públicos. A través de una meticulosa observación de los caminantes y sus narrativas, el autor nos brinda un valioso reporte de investigación etnográfica. Sin embargo, este no es un estudio aislado; se enriquece con una reflexión teórica profunda en torno a conceptos fundamentales como cultura, territorio y ciudad. Esta base teórica proporciona las herramientas necesarias para analizar crítica y juiciosamente los movimientos y cambios en la trama urbana de La Paz, BCS, con un enfoque especial en su emblemático malecón.

El malecón de La Paz se ha convertido en un territorio particularmente significativo. A través de las décadas, ha sido más que una simple vía costera; ha sido territorializado por sus caminantes como un laboratorio social y cultural. En este espacio, las personas encuentran un lienzo en blanco donde pueden reflexionar sobre sus identidades individuales y colectivas. El «paceño,» aquel que habita y da vida a La Paz, encuentra en el malecón un espacio para expresarse, definirse y construir una narrativa común que les vincula.

No obstante, el libro de Piñeda Verdugo también aborda un tema crucial: la privatización simbólica de estos espacios públicos. En los últimos años, el malecón de La Paz ha experimentado una clara desterritorialización en favor de una mayor privatización socio-simbólica, en gran medida centrada en el turismo. Este proceso se ha propagado como una ola expansiva que se extiende en todas direcciones por la geografía sudcaliforniana.

La privatización simbólica implica que, aunque el espacio público siga existiendo físicamente, su esencia como un lugar de encuentro e intercambio cultural se ve eclipsada por intereses económicos y turísticos. Los caminantes dejan de ser los protagonistas de su propia narrativa urbana y ceden ese protagonismo a fuerzas externas. El espacio público se transforma en un escenario, y sus habitantes pasan a ser actores secundarios en una producción diseñada para satisfacer las demandas del turismo.

Es en este contexto que la obra del Dr. Tito Fernando se convierte en una herramienta esencial para entender los cambios que están moldeando el tejido urbano de La Paz y, por extensión, de muchas otras ciudades en todo el mundo. Su investigación etnográfica y su profundo análisis teórico nos invitan a reflexionar sobre la importancia de preservar los espacios públicos como lugares donde los ciudadanos pueden seguir siendo los protagonistas de la historia urbana. La privatización simbólica no sólo afecta la estructura de las ciudades, sino que también socava la esencia misma de la vida urbana y la identidad de sus habitantes.

Concluyo que la presente obra trasciende la mera descripción de un lugar y sus cambios urbanos. Es un llamado a la reflexión sobre el papel de los espacios públicos en nuestras ciudades y la importancia de protegerlos como lugares donde la comunidad puede seguir construyendo su historia y su identidad. El autor nos brinda una brújula para navegar por el laberinto de emociones y experiencias que es la ciudad, recordándonos que, en última instancia, son los caminantes quienes dan vida a sus calles, plazas y malecones, y que la ciudad es un texto en constante reescritura, una narrativa colectiva que merece ser preservada y enriquecida.

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Baja California jura su adhesión a la Independencia Nacional: una crónica de valentía

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Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En los albores de 1822, el espíritu de independencia que recorría América Latina llegaba finalmente a las costas de la península de Baja California. La región, hasta entonces alejada de los principales escenarios de la lucha independentista, se vio de repente inmersa en una serie de acontecimientos que marcarían su destino. El hombre que se encontraba en el centro de esta turbulenta escena era Fernando de la Toba, quien, como Comandante de Armas de la Jurisdicción del Sur, tendría la responsabilidad de defender la región ante un inesperado giro de los acontecimientos.

De la Toba había sido asignado a comandar las defensas de los poblados estratégicos de Todos Santos, San Antonio y San José del Cabo, donde las aguas cristalinas del Mar de Cortés se entrelazan con la tierra desértica. Sin embargo, lo que empezó como una rutina de vigilancia y protección de la región pronto se transformó en una confrontación directa con la armada chilena, encabezada por el comandante Thomas Cochrane. Este líder de renombre había convertido a su flota en un símbolo de emancipación en el Pacífico, aunque sus métodos distaban de ser pacíficos o justos.

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El 17 de febrero de 1822, Fernando de la Toba recibió noticias alarmantes: dos barcos de la temida flota de Cochrane, con tripulación chilena, habían atracado en el puerto de San José del Cabo. Aunque su propósito declarado era emancipar a estos territorios del dominio de la Corona Española, sus acciones eran muy diferentes. La tripulación rápidamente comenzó a cometer actos de pillaje y saqueo, sembrando el caos y la incertidumbre entre los habitantes locales. Esta expedición chilena, que presumía de llevar la bandera de la libertad, no era más que una banda de saqueadores, al menos, en los ojos de los californianos.

Resistencia en Todos Santos: un pueblo se defiende

No conformes con la toma del puerto, los invasores dirigieron su atención hacia el poblado de Todos Santos, donde intentaron hundir un Galeón de Manila que estaba fondeado frente al puerto. Este galeón, cargado con mercancías valiosas, se convirtió en el objetivo de los chilenos. Sin embargo, la determinación de los habitantes de Todos Santos pronto los detuvo. Enfrentándose a los invasores con armas rudimentarias y el coraje de quien defiende su hogar, los residentes lograron repeler a las tropas chilenas, causando numerosas bajas entre los atacantes. Fue una muestra de valentía que reflejó el carácter indomable de los californianos.

Mientras tanto, Fernando de la Toba se apresuró a llegar a San José del Cabo, consciente de que la situación era crítica. Pero al llegar, se encontró con una situación inesperada. Fue interceptado por el comandante del barco chileno, William Wilkinson, quien le informó del supuesto propósito de su expedición y lo instó a jurar de inmediato la adhesión al Acta de Independencia Nacional. Aunque el propósito oficial de los chilenos era la liberación de estas tierras, el trasfondo real parecía más complejo. Algunos, como el escritor y antropólogo Fernando Jordán Juárez, han especulado que la verdadera intención de los invasores era anexar la península californiana al recientemente independiente Chile, aunque esta teoría nunca ha sido confirmada.

El juramento de adhesión: un acto de valentía política

Pese a la ambigüedad de las intenciones chilenas, el 25 de febrero de 1822, Fernando de la Toba tomó una decisión crucial: declaró la libertad de la península en San Antonio y juró la adhesión al nuevo gobierno independiente de México. Este acto no sólo marcó la primera declaración oficial de independencia en Baja California, sino que también consolidó a De la Toba como una figura clave en la historia de la independencia de la región. Su decisión fue recibida con entusiasmo y esperanza por muchos, aunque también suscitó preocupaciones sobre las represalias de los invasores.

Los acontecimientos, sin embargo, no se detuvieron ahí. Días después de la declaración de De la Toba, otro barco de la escuadra chilena, El Araucano, se dirigió hacia el norte, rumbo a Loreto, el centro administrativo de la región. Aparentemente, su objetivo era reabastecer sus bodegas con carne y harina, pero al llegar a puerto, la tripulación comenzó nuevamente con acciones de pillaje. Esta vez, el gobernador de la región, Argüello, optó por huir hacia el poblado de San José de Comondú, dejando a Loreto vulnerable y bajo el mando del joven alférez José María Mata.

La defensa de Loreto: un acto de heroísmo inesperado

Con muy pocos soldados a su mando, Mata se vio forzado a improvisar. A pesar de contar con escasos recursos y de estar en clara desventaja numérica, decidió enfrentar a los invasores con audacia. Los californianos, liderados por Mata, se defendieron valientemente, logrando capturar a varios de los atacantes y recuperar los bienes robados a los habitantes locales. Este triunfo inesperado demostró que la determinación y la unión podían superar incluso a fuerzas más grandes y mejor armadas.

Tras haber repelido a los invasores, José María Mata proclamó la Independencia de California el 7 de marzo de 1822, en un acto de gran simbolismo y coraje. Este pronunciamiento, aunque limitado geográficamente a Loreto, reflejaba el creciente fervor independentista que se extendía por la península. Inspirado por este acto, Fernando de la Toba ratificó la adhesión a la independencia en el puerto de San José del Cabo el 18 de marzo del mismo año, consolidando así la voluntad de la región de unirse a la causa del nuevo México independiente.

Un legado de libertad y resistencia

La jura de adhesión de Baja California a la Independencia Nacional no fue simplemente un acto político; fue una declaración de identidad, autonomía y valentía de sus habitantes. Enfrentando desafíos externos e internos, desde invasores extranjeros hasta incertidumbres políticas, la región demostró que, a pesar de su aislamiento geográfico, compartía el mismo espíritu de libertad y autodeterminación que recorría todo el continente.

La historia de este capítulo en Baja California no se limita a las acciones de unos pocos hombres; es, ante todo, una historia de resistencia comunitaria, de ciudadanos ordinarios que se convirtieron en héroes, y de un pueblo que, a pesar de las adversidades, eligió ser dueño de su propio destino. A través de estos eventos, Baja California no sólo se unió al México independiente, sino que también dejó claro que la libertad, una vez anhelada, no puede ser contenida por las olas del mar ni las armas de los invasores.

Referencias bibliográficas

Fernando Jordán – El otro México. Biografía de Baja California.

Marco Antonio Samaniego – Breve historia de Baja California.

Ulises Urbano Lassépas  – Historia de la colonización de la Baja California y decreto del 10 de marzo.

Marco Antonio Samaniego López (coordinador) – Breve historia de Baja California.

Fernando Jordán – El Mar Roxo de Cortés: Biografía de un golfo.

Francisco Holmos Montaño – Apuntes Cronológicos de Baja California Sur y Los Cabos.

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