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Los 10 huracanes más impactantes en la historia de BCS (II). De Liza a Juliette

PORTADA: John Malmin / Interiores: Internet.

Vientos Huracanados

Por Jorge Alberto Garza Cossío “MetMEX”

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Baja California Sur posee una geografía singular que atrae fenómenos meteorológicos extremos como sequías, olas de calor, heladas, tormentas severas… y descomunales ciclones huracanes. Continuando con la entrega anterior, en esta ocasión te presentamos la segunda de tres partes sobre los diez huracanes más poderosos en la historia del Estado. Para leer la primera parte DAR CLIC AQUÍ. En esta ocasión, hablaremos sobre los huracanes más impresionantes en la historia reciente de BCS.

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Liza

El huracán Liza ha sido el peor desastre natural en la historia de Baja California Sur. Se generó a partir de una zona de disturbio al Sur de las costas de México el 25 de septiembre de 1976. Lentamente fue intensificándose, y hasta el día 26 de septiembre logró ser tormenta tropical. Las condiciones atmosféricas y de las temperaturas de la superficie del mar fueron favorables, por lo que Liza se convirtió en huracán categoría 1 en la escala Saffir-Simpson el 27 de septiembre, pero fue hasta el 30 de septiembre que alcanzó su intensidad máxima como un huracán categoría 4 con vientos sostenidos de 225 kilómetros por hora y rachas mayores en su centro y una presión mínima central estimada de 948 hPa.

Liza fue perdiendo intensidad mientras ingresaba al golfo de California. El 1 de octubre el centro de este poderoso huracán pasó a 84 kilómetros al Este de La Paz, y finalmente fue a tocar tierra justo al Norte de Los Mochis, Sinaloa, con vientos sostenidos de 185 km/h y rachas de 230 km/h como huracán categoría 3.

De acuerdo con el Centro de Predicción Hidrometeorológico, Liza dejo lluvias ligeras a moderadas con acumulados estimados de hasta 25.4 milímetros en La Paz (aunque la estación meteorológica del SMN en la ciudad reportó 137 mm de lluvia); El Cajoncito reportó 180 mm; Los Robles, 68.4 mm; Los Divisaderos, 266.4 mm; San Antonio, 247.8 mm; El Triunfo, 259 mm; Los Planes, 170 mm; El Carrizal, 108 mm; y San Bartolo, 425 milímetros.

Esa gran cantidad de lluvia en zonas montañosas al Sur y Oriente de la ciudad de La Paz causó que el agua de la presa de la Buena Mujer rebasara su capacidad. Una pared de agua de 1.5 metros terminó venciendo el dique, y el escurrimiento de tanta cantidad de agua avanzó por el arroyo El Cajoncito, mismo que pasa por la parte sur de la capital de Baja California Sur, donde en ese entonces miles de familias vivían en casas de madera y cartón.

Aunque el huracán Liza no tocó tierra en Baja California Sur, se reportó gran destrucción en Cabo San Lucas, San José del Cabo, Punta Arenas, La Ribera y Pichilingue. Sobre lo que aconteció, te recomendamos leer este relato de primera mano, de una de las sobrevivientes.

Kiko

Al contrario de donde normalmente suelen formarse los ciclones tropicales, a partir de ondas tropicales que salen de África o de bajas presiones al Sur de México, en esta ocasión Kiko, en 1989,se formó a partir de una sistema convectivo de mezoescala o lo que viene siendo tormentas generadas por el Monzón Norteamericano.

Estas tormentas salieron del estado de Sinaloa el 23 de agosto para ingresar sobre la parte centro-sur del golfo de California, para el 24 las lluvias y tormentas eran cada vez más fuertes concentrándose en la parte central de la baja presión que ya se estaba formando. Gracias a estimaciones de imágenes de satélite se determinó que el 25 de agosto se había formado una depresión tropical a 185 km al sur de Mazatlán, Sinaloa; de hecho, operacionalmente no fue declarada depresión si no que inmediatamente alcanzó a ser tormenta tropical con el nombre de Kiko con vientos sostenidos de 65 km/h.

Las condiciones atmosféricas y temperaturas por arriba de los 26.5°C sobre la superficie del mar fueron detonantes para que Kiko se intensificara rápidamente, sin importar que se localizara muy cerca de tierra. El día 26 por la mañana, logró ser huracán categoría 1, y para la noche del mismo ya era un huracán categoría 3 con vientos sostenidos de 195 km/h y una presión mínima central estimada de 955 hPa.

A pocas horas de llegar a tierra en BCS, Kiko logró ser un huracán categoría 4 con vientos sostenidos de 215 km/h, pero una vaguada (baja presión alargada) que se formó al Norte comenzó a debilitar a este sistema tropical, por lo que al momento de impacto, muy cerca de Punta Arena, en el municipio de La Paz, ya presentaba vientos sostenidos de 185 km/h. Lo pequeño de este huracán y su contacto con tierra hicieron que se degradara muy rápido, y una vez que logró salir al océano Pacífico se degradó a una débil depresión tropical que se disipó el 29 de agosto.

La información de variables meteorológicas fue realmente poca la que se logró registrar, debido a lo “compacto” de los vientos del huracán Kiko, además que su impacto fue en una zona de muy poca población. En el poblado de Aguacaliente, Norte del municipio de Los Cabos, se registró 304 mm de lluvia, cerca del Aeropuerto de Cabo San Lucas se registró vientos sostenidos de 76 km/h y ráfagas de 101 km/h. Numerosos daños fueron reportados, como varios árboles y postes de energía eléctrica caídos. Mil 300 personas en la ciudad de La Paz fueron evacuados a diversos albergues.

Juliette

Juliette fue un huracán de categoría 4 de larga duración, causando la muerte de 12 personas y daños materiales de 553 millones de dólares cuando impactó Baja California Sur a finales de septiembre de 2001.

Su formación inició cuando una onda tropical procedente de África cruzó todo el océano Atlántico y casi 15 días de recorrido, dicha onda tropical generó a la depresión tropical 9 en el mar Caribe, el 19 de septiembre; este sistema se disipó el 20 de septiembre, al no tener las condiciones adecuadas para su evolución. Fue el 21 de septiembre que los remanentes de dicha depresión tropical lograron cruzar al océano Pacífico y se convirtió nuevamente en depresión, pero en esta ocasión en diferente cuenca. Las condiciones le fueron favorables para una rápida intensificación por lo que el 22 de septiembre se convirtió en tormenta tropical bautizándola con el nombre de Juliette. Mientras se movía paralelo a las costas del Pacífico Mexicano, logró ser huracán categoría 1 con vientos sostenidos de 120 km/h la tarde del 23 de septiembre, lo interesante fue que el pico máximo de intensidad se registró ese mismo día, de ser categoría 1 por la mañana alcanzó la categoría 4 por la tarde.

Al llegar a su pico máximo de intensidad, Juliette comenzó a tener cambios en intensidad y para el 24 de septiembre se degradó rápidamente a categoría 2, y nuevamente el 25 de octubre alcanzó la categoría 4 en la escala Saffir-Simpson con vientos sostenidos de 230 km/h y rachas mayores en su centro.

Una extensa vaguada comenzó a modificar la trayectoria de Juliette, así que en poco tiempo ingresó a temperaturas del mar muy por debajo de los 26.5°C, lo que ayudó mucho a que perdiera intensidad rápidamente hasta quedar en una débil tormenta tropical. Debido a que las bandas de nubosidad externas del ciclón tropical abarcaban las zonas cálidas del golfo de California influenciaron para que sus nubosidades presentarná mejor organización y así lograr ser huracán categoría 1 nuevamente el 29 de septiembre.

Después de estar varios días muy cerca del sur de Baja California Sur con una trayectoria errática, en la que era muy difícil localizar el centro real de Juliette, logró ingresar a tierra muy cerca al Norte de Cabo San Lucas cerca de las 5 de la tarde del 29 de septiembre; así permaneció en tierra en las próximas horas debilitándose rápidamente, salió al golfo de California cerca de Mulegé y finalmente se disipó el 3 de octubre.

Aunque Juliette no fue un fuerte ciclón tropical al tocar tierra en BCS, los daños fueron mayores debido a lo errático de su trayectoria y al número de horas que se mantuvo muy cerca de las costas dejando una cantidad importante de lluvia en el municipio de Los Cabos, el registro máximo de lluvia en México durante el paso del huracán Juliette fue de 1011 mm en Caduaño, municipio de Los Cabos; otros acumulados de lluvia importantes fueron: 826 mm en San Bartolo; 811 mm en Yeneka; 687 mm en Santa Anita; 686 mm en La Candelaria; 620 mm en San Felipe; 610 mm en Las Cuevas; 454.5 mm en Santiago; 432 mm en San José del Cabo; 395 mm en Cabo San Lucas; 372 mm en Todos Santos; 369.1 mm en San Antonio; 348 mm en El Pescadero; 326.8 mm en San Antonio; 324.3 mm en La Ribera; 309 mm en El Triunfo; 228.5 mm en El Sargento; 199 mm en La Paz; y 40 mm en Puerto Adolfo López Mateos.

En la siguiente y última entrega descubriremos cuáles son los ciclones tropicales más fuertes y recientes en Baja California Sur, así como datos interesantes en cuanto a lluvia y viento. No te pierdasla próxima entrega de Vientos Huracanados.

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“Se lo llevó el arroyo”. Recuerdos del ciclón Liza

FOTO: John Malmin.

Colaboración Especial

Por Miguel Ángel Avilés

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cuando se reanudaron las clases, ya ninguno de nosotros era el mismo. Habíamos vivido la tardenoche del 30 de septiembre como la peor de todas y la muerte vestida de agua, dejó a la ciudad desolada, triste, aturdida, con un tablado negro, de luto, por el ciclón Liza.

Jueves 30 de septiembre/ del año 76/ muchos murieron ahogados/ y otros murieron de sed, musicalizó don Daniel Lucero cuando de puro dolor le dio por componer ese corrido que después grabaría  en un casete Sony para que lo escucharan sus amigos y parientes a modo de testimonio.

La suma de muertos siempre fue inexacta. Por que así lo quiso el gobierno o, para que más que la verdad, porque era imposible saber el número de gente que, a medianoche,  recibió de lleno aquel manto lúgubre de agua que ruidosamente, se dejó venir desde el arroyo El Cajoncito luego de hacer estallar  de las más insensata manera esa escuálida muralla de tierra, hecha acaso para soportar lloviznas de ocasión pero no ciclones de esa magnitud.

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El artefacto hizo el boquete y la corriente embravecida se volvió una aplanadora y de inmediato pasó por encima de todas esas casas habitadas de la colonia Juárez, hasta dejarlas en el suelo raso sin miramiento alguno.

A temprana hora del  día siguiente,  yo habría de ver un cuerpo aquí y otro allá, como unos maniquíes tirados a la basura. Esas imágenes se quedaron guardadas para siempre en el álbum de la memoria y de vez en cuanto  se incorporan tan vitales como lo eran antes de que el ciclón Liza tocara tierra.

Aquellos muertos eran apenas los primeros personajes de esta obra tétrica, funesta, lastimera que tuvimos que presenciar durante varios días y por varias calles antes de ser identificados por sus familiares —o un amigo, si la familia se había ido completa—, si corrían con suerte o, de lo contrario, se iban derechito a las largas fosas comunes que tuvieron que abrirse en el panteón de Los Sanjuanes.

FOTO: Navegante Sudcaliforniano.

Cuando se consideró prudente, los niños volvimos a la escuela pero algunos salones estaban incompletos. Los profes seguramente querían apaciguar la conmoción y jugueteaban al momento de pasar lista. Unos sí respondían pero otros no,  porque se los había llevado el arroyo  y no habrían de regresar jamás.

El grupo escuchaba el nombre, todos se volteaban a ver y luego alguien respondía con vacilación: “Se lo llevó el arroyo, profe”. Pasó en un salón y pasó en más y lo mismo pudo pasar en otras escuelas de las colonias afectadas.

Pero si lo que le atribuyen a Nietzsche es cierto, éste tenía razón: “El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa”. Es el refugio para no dolernos tanto, para amortiguar la tragedia, para aminorar las penas. A lo mejor por eso de pronto esa expresión pasó de ser una respuesta espontanea de niño, a un dicho popular que la ciudad  lo acogió por largo tiempo. Cuando alguien faltaba a una reunión y se preguntaba por él, si llegabas a casa y querías saber de alguien que no estaba, si averiguabas por algún otro que había perdido de vista, la réplica era esa: “se lo llevó el arroyo”, lo cual significaba que por ahí andaba, que no estaba presente, que no lo habías visto o cosa semejante.

Sin embargo, bien lo dice el gran filosofo guanajuatense: “Las distancias apartan las ciudades/ Las ciudades destruyen las costumbres” y ese dicho nacido del dolor guardado, se fue quedando en el olvido o en generaciones que hoy están creciditas. Así pasa, nada es para siempre. Acaso tan solo la certeza de saber que acaba de pasar el 30 de septiembre, pero al igual que aquella vez que volvíamos a clases, ya ninguno de nosotros es el mismo. Ni los que murieron esa noche y ni los que quedamos para contarlo somos los mismos. Porque algo  de ti y de mí, también se lo llevó el arroyo…




“Parecía que habían bombardeado La Paz”: testimonio sobre el ciclón Liza

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De sus archivos personales, doña Irma da a conocer fotos tomadas unos cuantos días después del ciclón Liza (30 de septiembre de 1976). En las fotos se ve el “Cerro Atravesado”, zona donde muchas viviendas fueron arrasadas por el huracán. Esta región es entre El Cajoncito y la actual colonia Agua Escondida, en La Paz . Fotos: Irma del Carmen de la Peña León.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cuando le pregunté a doña Irma de la Peña sobre lo que vivió durante y después del ciclón Liza, no batalló en hurgar en su memoria: el recuerdo de hace 41 años lo tiene tan fresco como el lodo que cubría la treintena de cadáveres que vio de camino de la casa de su padre a la suya, luego de la fatídica tardenoche del 30 de septiembre de 1976 en La Paz. En entrevista exclusiva para CULCO BCS, la mujer relató, especialmente, la zozobra de los días posteriores al huracán. Los muertos. La incomunicación. La ayuda que nunca llegó.

Irma del Carmen de la Peña León tenía 29 años entonces, y estaba casada con el señor Alberto Azcárraga Martínez, y el hijo de ambos, Alberto, tenía sólo 6 meses de edad. El 30 de septiembre de 1976 era quincena y hacía calor, recuerda. Su padre, don Luis de la Peña Castro, con la intuición de los antiguos rancheros, urgió a su hija y familia para que se acomodaran en su casa, ubicada en Independencia y Altamirano, colonia centro —a una cuadra del Centro de Salud de la 5 de Mayo. Sin llevarse nada de su vivienda ubicada sobre la calle Colima en la colonia Infonavit —casa en la que la mujer aún vive—, en casa de su papá pasaron la noche del huracán que más muertos ha dejado en Baja California Sur, cifra en la que aún no logran ponerse de acuerdo ni las autoridades ni las fuentes que hay al respecto.

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Lo que doña Irma más recuerda es el día siguiente: el 1 de octubre, cuando con su esposo e hijo se dirigieron a su casa en la colonia Infonavit. “Parecía que habían bombardeado La Paz“, dijo. En el transcurso de la casa de sus papás a su vivienda, cruzando a como podían por la Forjadores, asegura que desde la Secundaria Morelos hasta la Colima vio aproximadamente 30 o más ciudadanos muertos, semienterrados y llenos de lodo, quienes había sido literalmente lanzados a las calles por los arroyos. Muchos más no tuvieron la misma “suerte”, pues la corriente los llevó directo al mar, sin que nunca se supiera de su paradero.

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Debido al calor y los cadáveres en descomposición, pronto se generó una peste, y las autoridades se vieron en la necesidad de llevar en “camionadas” la enorme cantidad de muertos que dejó Liza en las calles. La señora cuenta que se supo que los llevaban en varios camiones, envueltos en sábanas, los cubrían con cal, y fueron apilados por grupos en una fosa común en Los Sanjuanes. Días después, algunas personas salieron a las calles a reclamar a los desaparecidos, pero nunca se supo de varios: fue inútil llevar un registro de los cadáveres, ya que para no acarrear infecciones el gobierno los enterró con la mayor premura posible. Junto con los muertos, se sepultaron muchos datos: al parecer no hubo periodistas que informaran la magnitud de la tragedia que acababa de ocurrir. Hasta la fecha, de lo acontecido hay información imprecisa, pendiente.

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Volviendo al día siguiente, 1 de octubre, día en que doña Irma regresó a su casa de Infonavit, cuenta que hubo personas que lograron sobrevivir, literalmente, atados a los árboles o los techos, como fue el caso de una de sus tías y su familia cuando el agua inundó la casa habitación —”Liza fue mucho más agua que viento”, señala—, y a como pudieron se amarraron con gruesos mecates del techo, subiendo de uno en uno por el lavadero. En el caso de esa vivienda de esos parientes, a sólo un par de cuadras de la Colima, por la Jalisco, el agua habría cubierto al menos un metro.

En la casa de Irma se perdió o echó a perder todo lo que estuvo impregnado por el espesor del agua, pese a todo, y habiendo sobrevivido ella y sus familiares más cercanos, cree que no fue nada comparado con lo que siguió. ¿Qué hubiera pasado si se hubieran quedado en la casa de la Colima? Le pregunté. Dijo que nunca se sabría, el nivel del agua no era para haberse ahogado, pero tal vez, en medio de la desesperación hubieran salido en su carro para resguardarse, y —¿quién podría saberlo?— morir como el caso de un taxista y su familia que salieron en su vehículo y fallecieron todos ahogados, atorados por una corriente de agua.

Alrededor de un mes, doña Irma y familia estuvieron sin luz ni agua potable. Prácticamente invisibles del resto de la República Mexicana, estuvieron incomunicados. Se dice que el Gobierno del Estado recibió ayuda humanitaria de Estados Unidos, pero en palabras de la sobreviviente, aunque se murmuró que hubo barcos con grandes cargas con todo tipo de ayudas, ni ella ni sus conocidos vieron absolutamente nada. Doña Irma también recuerda que años después, se supo de osamentas encontradas en el fondo de algunos asentamientos, como en el frente de su casa: huesos humanos. Quién sabe quiénes serían y si alguien los habría reclamado alguna vez.

El 30 de septiembre de este año se cumplieron 40 años del ciclón Liza, la tragedia más grande de Baja California Sur. No hay una cifra oficial de muertos; los números van del medio millar hasta quienes creen que fueron alrededor de 10 mil personas. Tampoco hubo muchos eventos en la capital del estado que recordaran esta fecha.

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Las fotografías aquí publicadas corresponden a los archivos personales de doña Irma del Carmen de la Peña León. Su esposo, don Alberto —ya fallecido—, las tomó sólo unos días después del ciclón, en octubre de 1976. Habían permanecido en sus álbumes fotográficos por décadas, hasta ahora. En las imágenes se alcanza a apreciar el “Cerro Atravesado”, entre la zona de El Cajoncito y la colonia Agua Escondida, sitio donde hubo viviendas que fueron totalmente arrasadas por el viento y el agua que trajo Liza.




BCS necesita un Centro Estatal de Huracanes. Clima La Paz cumple 5 años (II)

FOTOS: Cortesía.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Con dos carreras profesionales: Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública, y Licenciatura en Filosofía —con maestría en Historia Regional—, Luis Domínguez Bareño, funge hoy en día como Cronista de la Ciudad de La Paz, dentro del Ayuntamiento paceño. Sin embargo, quizá sea más conocido como el hombre detrás de Clima La Paz, una página de Facebook con decenas de miles de seguidores que ha informado sobre eventos climatológicos en la media península. Te invitamos a leer esta segunda y final entrega de esta extensa entrevista. DA CLIC AQUÍ PARA LEER LA PRIMERA PARTE.

CULCO BCS: ¿Cuáles son los eventos climatológicos que más te han impactado personalmente?

Clima La Paz: Sin duda, el huracán Odile. Nunca he sentido miedo en un ciclón más que con Odile, ver en la madrugada cómo azotaba los árboles contra el suelo es una imagen que nunca voy a olvidar; también cuando más fuerte pegó escuchaba como en las ventanas se estrellaban cosas, no era la lluvia, eran piedritas y arena que la fuerza del viento levantaba. También Odile logró formar algunos minitornados en La Paz; durante la contingencia alcancé a subir una foto que me mandaron de uno por la UABCS, tuvo mucha difusión en Twitter. Al día siguiente, ver pedazos de semáforo y defensas de automóviles regados por el suelo, te daba una idea de la magnitud que tuvo ese huracán.

Nube tóxica un mes después de Odile. Cuando el Ayuntamieto de La Paz, entonces bajo el mando de Estela Ponce, acumuló las ramas secas en el arroyo y se incendiaron, todo el humo recorrió la ciudad, oscureciendo por momentos el Sol.

Al fondo, se aprecia un tornado captado cuando Odile pasó cerca de La Paz.

De otro que me impactó fue el huracán Henriette en 2007. Me acuerdo que todavía estudiaba y vivía en casa de mi mamá, estaba checando cómo iba el huracán en Internet, ya estaba pegando duro, y de repente que me mueven la silla y pensé que alguien la estaba moviendo, cuando sale mi hermana gritando del otro cuarto “¡Está temblando!, ¡saca a los chamacos!”. Y ahí voy con mis sobrinos al otro cuarto y los llevó para la sala; mi mamá estaba en un sillón y dice que pensó que estaba mareada, pero le dijimos que no era eso, que había temblado, entonces se pone nerviosa y nos dice “¡Córranle vamos afuera!”, salimos al porche y estaba el huracán fuertísimo afuera, pues con la misma nos volvimos a meter; fue una noche muy tensa, ya después se fue la electricidad. Al otro día, cuando ya todo había pasado, nos dio mucha risa la situación y bromeábamos sobre lo que hicimos: “¡Tiembla todos afuera!” ,“¡Oh, hay huracán, todos adentro!”, y es que tener un huracán encima y un sismo al mismo tiempo no son cosas que se dan muy comúnmente, no se olvida.

Juliette en 2001 también me sorprendió por la cantidad de agua que trajo, nunca había visto una cascada en el cerro de Agua Escondida, se miraba clarito desde la calle Dátil por la colonia Revolución. También durante Juliette se vino abajo la estructura de las canchas la pista, en el gobierno de Leonel se acababa de construir el Parque Nuevo Sol en la ex pista aérea y escuchamos un golpe muy fuerte, era de noche y no supimos qué podía ser, nos asustamos pensando que era una avenida fuerte de agua que arrastraba piedras o algo así pero ya no supimos nada; hasta en la mañana que salimos a ver los daños, encontramos que la estructura de la techumbre se venció y cayó completa, pero quedó intacta en el suelo como si nomás la hubieran desmontado, ahí dedujimos que el fuerte golpe que se escuchó había sido eso. También con Juliette fue el primer huracán que recuerdo haber visto la famosa “luz de San Telmo”: una bola de lumbre impresionante.

También Ignacio y Marty en 2003 pasaron sobre La Paz. Ambos fueron huracanes. Me acuerdo que se podía ver en su ojo el cielo azul con uno y las estrellas con el otro, salimos con algunos vecinos a checar por qué de repente se había terminado el viento y la lluvia; ya estando en la plática comenzamos a deducir que era el ojo del ciclón por lo que optamos en ponernos a recoger algunas láminas y pedazos de parabólicas que habían volado para que no siguieran a la deriva, y ya cada quien a su casa; a la media hora comenzó de nuevo el viento huracanado y la lluvia, pero por el otro lado a donde nos había atacado el viento antes del ojo. Con estos ciclones también pude ver la luz de San Telmo.

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¿Crees necesario que los gobiernos de todos los niveles, especialmente en época de huracanes, deberían de basarse también en informadores locales del clima, y no sólo en el SMN?

Lo gobiernos tienen que tomar decisiones de manera oportuna y eficaz, para ello deben contar con toda la información necesaria para que esas decisiones ofrezcan seguridad y bienestar a la ciudadanía. Hay protocolos de prevención que son muy eficaces, pero a veces la información, sobretodo meteorológica, no circula con la velocidad suficiente para la toma de decisiones. Recuerdo un amigo mío que estaba en el Comité de Protección Civil Estatal cuando la emergencia de Odile en 2014. Me platicó que él estaba en las sesiones y escuchaba el boletín oficial que les ofrecía CONAGUA, a la par revisaba Clima La Paz en Facebook y nosotros ya estábamos manejando información más reciente que la que se presentaba en el Consejo. Imagínate en un ciclón muy cerca de tierra o ya sobre tierra, tener 3 horas de retraso en la información de la posición es una eternidad de tiempo. Tampoco puedes andar evacuando personas durante la mera contingencia, estás poniendo en peligro la vida del personal también, se supone que las acciones para salvaguarda de vida de la población las debiste cumplimentar antes del fenómeno, no durante él. Sólo en un caso extremo de emergencia o de acciones de rescate se justifica que el personal de gobierno ande en pleno ciclón circulando.

Con Odile todos los órdenes de gobierno fueron rebasados, es la realidad. Es cierto que el fenómeno fue extremo pero hubo un vacío en la información, si el gobierno no cubre ese vacío alguien más lo hará, y desafortunadamente hay mucha información falsa y gente dispuesta a reproducirla con fines no muy adecuados, a río revuelto, cómo dicen, ¡no? Ganancia de pescadores. Yo desde días antes de Odile me puse a las órdenes de protección civil y otras instancias pero jamás me requirieron, muchos afortunadamente ya no están, pero ellos saben perfectamente lo que les dije y a quiénes se lo dije; es lo malo que ocurre cuando la soberbia se mezcla en las decisiones de gobierno, desafortunadamente hay pérdidas. Por un milagro, no tuvimos más muertos cuando Odile.

Actualmente, Luis Domínguez Bareño opera Clima La Paz con tres termómetros, un pluviómetro y un medidor de humedad, además de su equipo de cómputo, sin que hasta la fecha cuente con una estación metereológica —para la que ya ahorraba, pero tras la caída dle peso, se disparó su precio. Desde septiembre de 2012, trata de dar cobertura sobre las condiciones del clima en todo Baja California Sur, con especial énfasis al norte del Estado, sin recibir remuneración alguna, pero recibiendo el agradecimiento y apoyo de varios sudcalifornianos.

A pesar de estos tiempos modernos, de rápido acceso a la información y una mayor cultura de protección civil, en BCS sigue habiendo muertos cada tormenta fuerte o huracán. Para ti ¿cuáles son las principales causas y qué opinas que hace falta para que un evento de este tipo no tenga pérdidas humanas o catastróficos daños materiales?

Históricamente, los huracanes han dejado grandes tragedias en nuestra tierra. Desde la época misional por ejemplo, en plena misa en el templo de la Misión de Guadalupe lluvias continuas de un ciclón les derrumbó la iglesia; según el testimonio del padre Miguel del Barco, nos señala que hubo más de 100 indígenas muertos. Un ciclón en 1828 devastó Loreto; el de 1895 arrasó todo el sur peninsular; el de 1907 mató muchas personas en San José del Cabo; el de 1918 mató varias personas también; 1841 y el de 1959 dejaron muchas pérdidas en La Paz; ni hablar de Liza en 1976 es algo muy conocido, en fin.

No quiero que suene despectivo, pero desafortunadamente padecemos de “chilangocentrismo” en la mayor parte de las decisiones que se toman allá en la Ciudad de México y de las que padecemos las consecuencias; con respecto a la información sobre los ciclones tenemos un gran ejemplo de lo que menciono. Hay muchos documentos de gobierno de tiempo pasado que he consultado en archivos, donde los gobernadores del Estado manejaban fuentes de información de los Estados Unidos, del Ejército, de la Marina y así; se tenía un panorama muy completo a pesar de que no existían Internet, ni las imágenes satelitales eran en tiempo real y así; desde que se creó Protección Civil Nacional siento que no ha funcionado bien el flujo de información con respecto a los huracanes en nuestra media península. Se ha burocratizado mucho todo, y así es el poder, siempre busca centralizarlo todo.

Creo que aquí aplica una frase de Maquiavelo –ya que estamos en lo político—, que tengo presente y dice “no has de querer caer por creer que habrá quien te recoja” y también la de “no hay mejores armas que las que dependen de uno mismo”. Entonces el Gobierno estatal y las Alcaldías deben comenzar por implementar sistemas de datos meteorológicos eficaces, que logren realmente incidir con información clara y oportuna para que la población conozca y se prevenga de las condiciones meteorológicas que se van presentando; eso tranquilizaría muchísimo a la ciudadanía. Con todo respeto para los expertos del Servicio Meteorológico Nacional ellos están allá, en Tacubaya, muy lejos de la línea de fuego del ciclón, a la mejor muchos jamás han vivido un huracán, la teoría sin la práctica es muy edificante para el espíritu —¡dímelo a mí que estudié filosofía!—, pero la realidad, por lo general, es más rica que mil abstracciones. También necesitas tenerle amor a la tierra para darle seguimiento día y noche a un ciclón varios días, nosotros lo hemos hecho mucha veces y es precisamente esa preocupación lo que nos impulsa, porque pago monetario no hay.

No quiero sonar chauvinista o localista, pero es que siento que hay un discurso en el ambiente que considera que los sudcalifornianos somos flojos o incapaces, y eso no es verdad. Así que me voy atrever a decirlo: a Sudcalifornia no habrá quien la cuide mejor que los propios sudcalifornianos. ¿Entonces te imaginas completar el tener una camada de jóvenes sudcalifornianos que el gobierno les pague una preparación profesional en meteorología y los empleé con la creación de un Centro Estatal o Nacional de Huracanes? ¿Por qué no en Los Cabos? ¿Por qué no es prioridad para los gobiernos? No sería un gasto inútil, está más que demostrada su necesidad. A mí lo que me preocupa es que toda una generación de sudcalifornianos capaces en estos temas se siga desperdiciando, claro ejemplo Jorge Garza de MetMex, él ha logrado establecer una red de pluviómetros con recursos propios y tiene algo muy importante que se llama credibilidad y capacidad comprobada, ¿por qué no se le da la oportunidad de encauzar ese proyecto mediante las instancias gubernamentales adecuadas? Si queremos que nos siga sirviendo las instituciones también deben servirle a él para maximizar sus esfuerzos y poder dedicarse de tiempo completo a esto, de otra manera, se corre el riesgo de que sólo quede en intenciones personales, que pueden perderse en la frustración de no ser tomado en cuenta o se nos pueda ir a donde sí valoren su capacidad.

Con Lidia notamos que hubo evacuaciones en tiempo y, en las zonas de riesgo se le informó a las personas, te lo digo porque yo estuve en tiempo real con habitantes de varias colonias de Cabo San Lucas y me dijeron que sí pasaron del gobierno invitando a los albergues varias veces. Mencionan las personas que ellos no creyeron que el asunto sería tan grave, por eso se confiaron. Entonces, también debemos trabajar en la educación de protección civil, las instancias educativas son un excelente medio para forjar ciudadanos conscientes; necesitamos trabajar en esa vertiente, yo he ido a escuelas a dar pláticas, Jorge, por lo que he leído también, se puede armar un buen proyecto estatal al respecto.

En este momento, ¿qué fenómeno climatológico sigues?

Actualmente estamos monitoreando una baja presión frente a las costas de Oaxaca, ya tiene probabilidades nada despreciables de evolucionar a ciclón tropical en los próximos cinco días. Algunos pronósticos indican que este ciclón avanzaría pegado la costa del Pacífico centro de México para después entrar al Golfo de California pero sin tocar tierra en Baja California Sur, iría más cargado hacia Sinaloa. Los pronósticos de lluvia han empezado a marcar un poco de precipitación para La Paz y Los Cabos para principios de octubre, esto se correlaciona con el paso o cercanía de algún ciclón tropical o sus efectos de baja remanente. De evolucionar este fenómeno se llamaría Pilar y los comentarios se emiten para indicar que debemos estar atentos, también durante octubre seguirán formándose ciclones, aunque débiles por el cambio de condiciones y la transición al invierno, pero podrían seguir circulando cerca o sobre el Noroeste de México dejándonos algunas lluvias en el próximo mes; como bien se recalca siempre, todo esto es un pronóstico y se trata de probabilidades, el modelo proceso muchas variables de manera constante y de ahí obtiene un producto, pero conforme avanzan las horas y los días entran al estimado diversos factores atmosféricos que van modificando ese pronóstico, por eso con los ciclones tenemos que ir muy al día con el monitoreo, también se necesitan análisis de las condiciones meteorológicas a nivel superficie, radiosondeos, radares meteorológicos doppler para detectar los ecos de nubes con probabilidad de lluvia, personal profesional e instalaciones adecuadas, de esto adolecemos mucho en nuestro país como ya lo comentamos, pero no podemos seguir lamentándonos de esta realidad, debemos cambiarla ya.




De tragedias, funcionarios y olvidos… 

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El pasado 30 de septiembre se cumplieron 40 años de la tragedia de “Liza”. Foto: Internet.

De política y otras calamidades…  

Por Gladys Navarro

 

Las cosas andan revueltas  en nuestra querida tierra, nuestra bella “isla”, calurosa, surrealista y necesitada siempre de muchas sacudidas internas y externas. Si nos preocupamos por otros temas que no sean el de la violencia generada por la delincuencia organizada, seguro habrá quien cuestione. Y sí, quizá no estén muy equivocados, pero resulta que tenemos 146 funcionarios de los considerados de “primer y segundo nivel”, según el tabulador de sueldos actualizado al 2016 en el Gobierno del Estado que encabeza Carlos Mendoza Davis. ¿Qué significa esto?, que tenemos decenas de funcionarios (secretarios, subsecretarios, coordinadores, jefes de departamento, directores generales) quienes perciben entre 12 mil y 70 mil pesos mensuales, quienes deberían ocuparse de todos los temas para el desarrollo integral de nuestro estado, o nuestra isla, a la que cariñosamente llamo así porque a pesar del tiempo que ha pasado, seguimos funcionando con las condiciones (y resultados) propios de nuestra lejanía del resto del país. Entonces, tenemos un montón de personajes que trabajan (o eso entendemos) en distintos ámbitos. El que nos preocupa y que es motivo de este texto, es el de la cultura. Y sólo para iniciar con este espacio, en donde el buen amigo Modesto Peralta me ha invitado a colaborar, les anotaré dos hechos que me sorprendieron y agradeceré su colaboración para ver si ustedes, queridos lectores, me ayudan a darle sentido, porque a mí cada vez más la clase política y gobernante me tiene francamente sorprendida y aturdida por su falta de sentido común, de visión y cúmulo de errores (¿o acciones deliberadas?) recurrentes. Gracias por aguantar el preámbulo. Ahí les va: el 30 de septiembre se cumplieron 40 años de la segunda tragedia más impactante para nuestro país por el número de muertos a causa de un fenómeno natural, y que ocurrió en nuestra capital, en La Paz, en 1976: el ciclón “Liza”. Desde la Universidad Autónoma de Baja California Sur organizamos una jornada académica con la visita del maestro, periodista e historiador, Elino Villanueva González, quien compartió con estudiantes de la Licenciatura en Comunicación varias actividades y cerró con una conferencia magistral sobre este fenómeno, pues es autor del libro El ciclón Liza. Historia de los huracanes en BCS. Fuimos, orgullosamente, la única institución que le apostó a colaborar para mantener vivo este hecho en la memoria colectiva, porque como bien dicen “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”. ¿Por qué la única Institución? Porque el Gobierno Municipal y Estatal sólo montaron la clásica guardia de honor en el panteón De los San Juanes. El Instituto Sudcaliforniano de Cultura tenía prevista una exposición fotográfica sobre el tema, pero de botepronto cancelaron y en su lugar invitaron, así, a las carreras, a una conferencia con el periodista Óscar López Arvizu, que se realizó a las ocho de la noche, o sea, ¡al final del día!

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Conferencia organizada por el ISC. Foto: Gladys Navarro.

La convocatoria fue tan pobre que logró reunir apenas a una decena de personas, bueno, y los cinco trabajadores del Instituto. Fue penoso e indignante que las autoridades encargadas de la promoción de la cultura de nuestro estado no consideraran importante recordar este trágico momento de nuestra historia. No fue un asunto menor, se calculan entre 2 mil 500 y 5 mil las personas que lamentablemente fallecieron por una responsabilidad compartida, porque hubo fallas graves de la autoridad –al construir un bordo de contención con el menor presupuesto, por ejemplo, a base de arena y grava- pero también por una falta de prevención de la sociedad. Quienes encabezan el ISC y la Dirección de Cultura Cívica tienen una responsabilidad enorme y lo que obligan a pensar con la falta de atención al tema es que, al menos a ese salario que aparece en el tabulador de 40 mil pesos mensuales, se le tendría que descontar lo que no se trabajó para recordar la fecha. O de plano, lo otro que nos queda sospechar es que el Estado le apuesta así, sin más, al olvido, en una acción deliberada. Porque recordar la fecha es tener presente una herida que significó un eslabón más en la cadena de impunidad de este país. Otro datito y finalizo: el 8 de octubre se conmemoraron 42 años de la conversión de BCS de territorio a Estado libre y soberano. ¿Qué creen que se realizó? La clásica sesión solemne en el Congreso del Estado. Fuera de eso, nada. Quintana Roo, que tiene esta misma celebración, contempló un festival cultural con exposiciones, exhibiciones de trajes típicos, reconocimientos a los nacidos el 8 de octubre, incluso cuenta con un mural alusivo a la fecha. En nuestra isla querida, todo se acabó en un par de horas y vuelta a la página. Cómo andarán las cosas si nuestras autoridades no le prestan la debida atención a temas culturales, en donde no se requiere de mucho, sólo de visión y voluntad para no olvidar quiénes somos y cómo nos hemos formado, para mantener y fortalecer nuestra identidad tan rica y nuestro  pasado que nos permita evitar, por ejemplo, futuras catástrofes.