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General Félix Ortega Aguilar, el ocaso de un guerrero

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz,  Baja California Sur (BCS). En la actualidad, Baja California Sur vive una etapa de tranquilidad en la cual sus ciudadanos pueden, si así es su deseo y ponen todo su empeño en lograrlo, conseguir un empleo, crear a sus hijos en un ambiente sano, obtener los servicios públicos a los cuales tienen derecho y participar en la vida social, política y económica de forma activa. Sin embargo, pocos son los que recuerdan a los personajes que dieron sus esfuerzos y sacrificios para que viviéramos esta realidad, e incluso muchos de ellos perdieron su vida o fueron vejados sin que hasta el momento hayan recibido la reivindicación que en justicia y derecho les corresponde. Tal es el caso del General Félix Ortega Aguilar.

Ortega Aguilar salta a la escena política estatal, después de los hechos de armas que desembocaron en la huida del dictador Porfirio Díaz de nuestro país, y su lugar es ocupado por el demócrata Francisco I. Madero. Decide formar parte de la Junta Revolucionaria Democrática de Baja California, la cual buscaba abrir espacio de poder para la clase política emergente, quienes buscaban desplazar a las familias paceñas que durante lustros habían acaparado los puestos políticos, escudados en el malsano maridaje de componendas bajo el signo del dinero y las relaciones familiares. Tuvo una gran participación en el grupo de los “lechuzos” los cuales contendieron contra el grupo que deseaba seguir manteniendo el poder en los puestos de la alcaldía de La Paz así como en la dirigencia del Territorio, aprovechándose de la incertidumbre que reinaba en todo el país y el poco control que se tenía por parte del gobierno maderista. Lamentablemente, el deseo de los miles de bajacalifornianos por lograr tan largamente esperada y deseada emancipación de los grupos políticos y económicos que los habían sometido a niveles prácticamente de esclavitud, se vio truncada al ser asesinado el presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez por el usurpador Victoriano Huerta, el cual de inmediato asume el poder y da un carpetazo y retroceso a los avances ya logrados.

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Es en esas épocas en que la desmoralización y tristeza destrozaban los corazones de los mexicanos, en la región austral de Baja California se levanta un joven guerrero, un hombre de amplios ideales democráticos y emancipadores, Félix Ortega Aguilar y lanza el Manifiesto de Las Playitas de la Concepción el día 20 de julio de 1913, con lo cual se inicia un movimiento armado, que si bien es cierto no contó con la gran cantidad de adherentes ni se irradió de forma geográfica tan extensamente como otros que se dieron en el país, no fue menos valeroso el esfuerzo que realizaron ni menos roja la sangre de los valientes californianos, que al morir por la causa revolucionaria, tiñeron las arenas de nuestras tierras.

Durante 18 meses se mantienen combatiendo contra las tropas del gobierno que los persiguen insistentemente. Afortunadamente, los rebeldes que acompañan al general Ortega conocen muy bien la sierra de la Laguna, de las Cacachilas y los ranchos en donde tenían gente simpatizante a su causa y que les ofrecen alimento, medicinas y curaciones durante todo este tiempo. Algunos de los hechos famosos suscitados fueron los combates en el Poblado de Todos Santos, así como el combate del 15 de mayo en La Ribera, en donde resultó muerto el cabo Leocadio Fierro, lo cual motivó el famoso corrido del Cabo Fierro. Para finales de 1914 y tras la huida de Victoriano Huerta del país, las fuerzas revolucionarios organizan la famosa “Soberana Convención de Aguascalientes” a la que acudió Félix Ortega en su calidad de general y Jefe de la fuerza rebelde del Distrito Sur de la Baja California. Al finalizar esta convención se nombra al General Ortega como Jefe Político y Militar del Distrito. Durante ese evento, el general Félix Ortega se declara partidario y adicto a los ideales del también destacado insurgente Francisco Villa. Lo cual no fue visto con buenos ojos por la naciente corriente carrancista que ansiaba ocupar el poder absoluto del país.

Jefe político y militar

Con  su llegada al Distrito Sur, el general Félix Ortega inicia un plan para acabar con las grandes inequidades que existían en la venta de productos alimenticios. Los voraces comerciantes, encabezados por la clase rica del puerto (que de paso sirva decirse que apoyaron abiertamente al Gobierno Porfirista y Huertista en contra de la Revolución) encabezada por los señores Antonio Ruffo, Francisco de Asís González, Agustín Sanginés, Gastón Vives, Teófilo Uzcárraga, Agustín Arriola, Francisco J. Cabezud y Félix Moreno. Estas personas compraban en sus comercios a precios realmente irrisorios los productos que traían los agricultores y ganaderos, y los vendían a la población a precios onerosos. Es por ello que el General Félix Ortega ordena a los municipios que de inmediato, sean ellos quienes adquieran el ganado y mercancías que se produzcan en las comunidades y que las compren a precios justos, para venderlas de igual forma, a la ciudadanía en general a precios bajos. Crea un almacén en el poblado de San José del Cabo y en él compra los productos de los rancheros del lugar y vende a precios bajos a los ciudadanos de este sitio.

Otras de las acciones que realizó en su corto gobierno fue rebajar los sueldos de los funcionarios y prohibió la circulación de bonos y billetes emitidos por el gobierno anterior (bilimbiques). En su lugar se autorizaron los billetes de circulación nacional emitidos en Chihuahua, Durango, Sonora y Sinaloa. Fue el único gobernante que se impuso a los caprichos de la compañía El Boleo, la cual se resistía a aplicar las nuevas leyes en cuanto a mejoras en los sueldos y prestaciones de los trabajadores. Fue hasta Santa Rosalía y de manera enérgica conminó al administrador del lugar a que acatara las órdenes del gobierno. Ante esta actitud decidida por parte del General Ortega Aguilar  la compañía de El Boleo se tuvo que doblegar.

El trabajo que realizó el General Félix Ortega durante los 6 meses que duró su mandato al frente del territorio fue intenso y logrando mucha mejoría para las clases menos favorecidas, los rancheros, los mineros, los pescadores, la mayoría de los habitantes de los poblados. Pero de forma inversamente proporcional al bien común que logró, se había generado un odio y encono contra él por parte de las clases sociales y económicas más poderosas que habían visto reducir su influencia y capital bajo su gestión. Deseaban que su mandato acabara e imponer, tal como lo hicieron en épocas anteriores, a un gobernador y jefe militar al cual pudieran corromper para que les permitiera seguir sangrando al pueblo impunemente y perpetuar su influencia en las esferas políticas de todo el territorio. Esta oportunidad llegó el 29 de mayo de 1915, la mayor parte de los efectivos que integraban la Guarnición Militar de La Paz –la más numerosa– se sublevaron bajo las órdenes del traidor Eduardo Burns. Afortunadamente el General Ortega fue avisado a tiempo de este suceso y con la sospecha real de que sería hecho prisionero para posteriormente ser “pasado por las armas” decide huir del Distrito hacia el puerto de Guaymas, a través de Santa Rosalía.

El Gobierno federal fue el que directamente tuvo que ver con la consolidación de la salida tan violenta de Ortega Aguilar ya que temían que al haberse declarado afín al bando Villista, se convirtiera en un “elemento para preocuparse” cuando extendieran su influencia a todo el país. Por eso al saber que Ortega Aguilar había salido del territorio, envían a su enemigo, Miguel L. Cornejo, para que ocupe su lugar. Las propiedades tanto de tierras y ganado que tenía Ortega fueron requisadas por el nuevo gobierno y a pesar de que años después se permitió el regreso del General Félix Ortega a su tierra natal jamás le fueron devueltas.

Al convertirse nuestro Territorio de Baja California Sur en Entidad Federativa a partir del año de 1974, los gobiernos que siguieron han promovido una tenue y muy limitada reconsideración sobre la gesta armada así como los actos de gobierno que encabezó el General Félix Ortega Aguilar, sólo es recordado en su natalicio o en su aniversario luctuoso, pero nada más, y eso no es digno de los sudcalifornianos bien nacidos. Ya es el momento que Gobierno y sociedad californiana alcemos nuestra voz y nuestra mirada y demos el justo reconocimiento y reivindicación al hombre que encabezó la emancipación de nuestras tierras en una época en que hacerlo era una sentencia de muerte, y sin embargo no le tembló la mano ni la voz para hacerlo.

AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




General Félix Ortega Aguiar, el héroe que no ha muerto

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El 10 de diciembre de 1929 —es decir, este lunes se cumplirán exactamente 89 años—, dio su último suspiro el general Félix Ortega Aguilar en el rancho “Las playitas de la Concepción”. En ese preciso instante nació a la inmortalidad una de las figuras más importantes de la sudcaliforneidad y a la cual no se le ha dado el lugar que le corresponde; tal vez debido a la malsana venganza de los explotadores del pueblo que siguieron enquistados en los gobiernos posteriores, y que han soslayado los ideales y pundonor que sostuvieron su lucha armada, difundiendo los errores que se cometieron durante el tiempo que éste estuvo en campaña. Pero la verdad sale a la luz, así como el sol brilla detrás de las nubes.

Félix Ortega Aguilar nació en esta ciudad de La Paz el 1 de octubre de 1868. Estudió la carrera de Derecho y desempeñó diversos cargos al interior de la administración municipal. A partir del año de 1910 —y conforme se desarrollaban los hechos armados en el interior del país durante La Revolución Mexicana— sus sentimientos de simpatía por la causa armada fueron más fuertes y ayudó a la redacción del acta constitutiva de la Junta Revolucionaria Democrática de Baja California de la cual fue dirigente. Con el asesinato de Francisco I. Madero y la llegada del usurpador Victoriano Huerta a la Presidencia del país, Félix Ortega convoca a un grupo de gente leal a la causa revolucionaria a su rancho de “Las Playitas de la Concepción”, en donde lanzan el denominado Manifiesto de Las Playitas, fechado el 20 de julio de 1913, con el cual se declaran en rebeldía contra el gobierno ilegítimo y se lanzan a la lucha armada en nuestro Territorio.

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Durante 18 meses se mantienen combatiendo contra las tropas del Gobierno que los persiguen de manera insistente. Afortunadamente, los rebeldes que acompañan al general Ortega conocen muy bien la Sierra de la Laguna, de las Cacachilas y los ranchos en donde tenían gente simpatizante a su causa y que les ofrecen alimento, medicinas y curaciones durante todo este tiempo. Algunos de los hechos famosos suscitados fueron los combates en Todos Santos, así como el combate del 15 de mayo en La Ribera, en donde resultó muerto el cabo Leocadio Fierro, lo cual motivó el famoso corrido del Cabo Fierro. Para finales de 1914, y tras la huida de Victoriano Huerta del país, las fuerzas revolucionarios organizan la famosa Soberana Convención de Aguascalientes a la que acudió Félix Ortega en su calidad de General y Jefe de la fuerza rebelde del Distrito Sur de la Baja California. Al finalizar esta convención se le nombró Jefe Político y Militar del Distrito. Durante ese evento, se declara partidario y adicto a los ideales del también destacado insurgente Francisco Villa. Lo cual no fue visto con buenos ojos por la naciente corriente carrancista que ansiaba ocupar el poder absoluto del país.

Con su llegada al Distrito Sur, el General percibe las grandes inequidades que existían en la venta de productos alimenticios. Los voraces comerciantes, encabezados por la clase rica del puerto —que de paso, sirva decirse, apoyaron abiertamente al gobierno porfirista y huertista en contra de la Revolución—, encabezada por los señores Antonio Ruffo, Francisco de Asís González, Agustín Sanginés, Gastón Vives, Teófilo Uzcárraga, Agustín Arriola, Francisco J. Cabezud y Félix Moreno. Estas personas compraban en sus comercios a precios realmente irrisorios los productos que traían los agricultores y ganaderos, y los vendían a la población a precios onerosos. Es por ello que el general Ortega ordena a los municipios que de inmediato sean ellos quienes adquieran el ganado y mercancías que se produzcan en las comunidades, y que las compren a precios justos para venderlas de igual forma a la ciudadanía en general, a precios bajos. Crea un almacén en el poblado de San José del Cabo y en él compra y vende a precios bajos los productos de los rancheros del lugar hacia los ciudadanos de este sitio.

Otras de las acciones que realizó en su corto gobierno fue rebajar los sueldos de los funcionarios y prohibió la circulación de bonos y billetes emitidos por el gobierno anterior (bilimbiques) de Miguel L. Cornejo. En su lugar, se autorizaron los billetes de circulación nacional emitidos en Chihuahua, Durango, Sonora y Sinaloa. Fue el único gobernante que se impuso a los caprichos de la compañía El Boleo, la cual se resistía a aplicar las nuevas leyes en cuanto a mejoras en los sueldos y prestaciones de los trabajadores. Fue hasta Santa Rosalía y de manera enérgica conminó al administrador del lugar a que acatara las órdenes del gobierno. Ante esta actitud decidida por parte del general Ortega Aguilar, la compañía de El Boleo se tuvo que doblegar.

Lamentablemente, durante los seis meses que duró en su mandato, su gobierno fue objeto de intrigas y levantamientos armados promovidos por los ricos comerciantes  y la clase política que había sido desplazada con la llegada de los revolucionarios. El 29 de mayo de 1915, la mayor parte de los que integraban la Guarnición Militar de La Paz —la más grande—, se sublevaron bajo las órdenes del traidor Eduardo Burns. Afortunadamente, el General fue avisado a tiempo de este suceso y con la sospecha real de que sería hecho prisionero para posteriormente ser “pasado por las armas” decide huir del Distrito hacia el puerto de Guaymas, a través de Santa Rosalía. Mucho tuvo que ver en esta intrigas la influencia de Venustiano Carranza y su gente, los cuales al saber que el General era afín a Francisco Villa, buscaron la forma de quitarlo del Gobierno.

Una vez que quedó fuera del Gobierno, se descubrió al verdadero traidor detrás de estos hechos: fue  Miguel L. Cornejo. Este vengativo y cruel militar y comerciante, que ya había dado muestras de su carácter fiero al destruir las instalaciones de la Compañía Perlera de Gastón Vives Goureaux ubicadas en la isla Espíritu Santo, de inmediato nombró a su hermano Ignacio Cornejo como Jefe de la Oficina de Confiscación de Bienes, y se procedió a quitar todas las propiedades a la familia del general Ortega —su rancho Las Playitas de la Concepción y su ganado. Durante los siguientes años,  a través de sus abogados, realizó reclamos para que se le restituyeran sus bienes injustamente confiscados, pero sus enemigos tenían memoria y no tuvieron eco sus justas demandas.

Al final de sus días, Félix Ortega regresó a su rancho de Las Playitas en donde pasó sus últimos años, gozando del amor de su familia y de aquellos sudcalifornianos que recordaban con respeto y admiración al hombre que hizo grandes reformas en beneficio de las clases más humildes. Este gran guerrero muere el 10 de diciembre de 1929.

Este diciembre se cumplen 89 años de la muerte del hombre, del revolucionario que nos legó el presente que hoy tenemos. Sus ideales y su obra al frente de la administración estatal nos dieron muestras de la talla de hombre que era: sensible, apasionado, defensor de la gente humilde y firme creyente en los ideales de la Libertad y la Ley. Sus restos descansan en su amada tierra de Sudcalifornia, lo que es un firme y contundente llamado a sus hijos e hijas a perpetuar su legado y sobre todo a hacernos merecedores de compartir lo que él soñó para nosotros.

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