1

“Cuando era otra persona”; historia de un transgénero en La Paz

transgenero-portada

Se desenvuelve como un varón. Tanto por su tono de voz como por su barba, casi nadie imaginaría que nació mujer. Foto: Modesto Peralta Delgado. Fotos de interiores: Internet.

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Está por cumplir 26, aunque puede aparentar hasta 10 años menos; salió de la carrera de leyes de una universidad de Guadalajara y vive actualmente en la capital sudcaliforniana; tiene la expectativa de tener esposa e hijos; asegura que no ha sufrido discriminación, y se le ve sonriente y seguro de sí mismo —“soy un chavo más”, dice—. Esta es la historia de un transgénero en La Paz, quien en exclusiva para CULCO BCS concedió una entrevista para hablar su transición de mujer a varón. Por petición del entrevistado, se omite su identidad.

Nació en junio de 1991 en La Paz, donde ha vivido con su familia, conformada por ambos padres y un hermano. Su sexo biológico fue de mujer, y aunque se había definido como lesbiana, poco a poco se dio cuenta que su identidad iba más allá, y que realmente era un hombre. Se desenvuelve como tal y  nunca habla de sí mismo en femenino; luego de unos cinco años inyectándose hormonas, su voz —y su expresividad en general— pasa por la de un muchacho. Tiene una rala barba y se ha quitado los senos.

“Yo creo que prácticamente lo traes en la sangre. Hasta este momento —y todavía en el tiempo que sigo en mi transición— me quedó pensado en cosas y digo ‘¡Ah, con razón!’. Empiezas a hacer muchos clics en la vida ‘pues por eso hacía esto’ (…) No sé, yo admiraba mucho los cuerpos del varón, me decía ‘¿porqué no me queda así la ropa?, ¿porqué yo no luzco así?’ Entonces es cuando, ya después, conozco el mundo transgénero”.

Sus padres lo sospechaban, pues —según dijo— comentaban que “iba a ser algo especial, no se ve entre lo común”. En su infancia usó ropa femenina, pero así fue hasta su graduación en la preparatoria —en esta ciudad—, ya que después de esa ocasión la ha rechazado. “El último vestido fue en la graduación de mi prepa, y nada más usé el vestido para bailar con mi papá, pero me cambié en ese mismo instante por pantalón y camisa”. Intentó hasta los 20 años, vestirse como “neutral”, con jeans, camisa y cabello recogido, aún así, pensaba que se veía como “la típica machorrita”, y fracasó en su intento de lucir una feminidad con la que se divorciaba cada vez más, hasta que en el último año de universidad decidió cambiar toda su apariencia a la de un varón.

Sin tener idea cómo empezar, informándose primero en la Internet, para noviembre de 2014 dio el paso definitivo en su proceso de transformación. Un año antes, en unas vacaciones en La Paz se lo dijo a su familia. “Lloraron al principio. Me decían que por qué no vivía dos vidas ‘tu vida profesional como mujer y tu vida personal como hombre’. Pero mi hermano fue el que me dijo ‘siento que nos estas pidiendo aprobación, permiso, pero es tu vida, haz tu vida, sigue adelante’, y mis papás comenzaron a entender”. Sólo le pidieron comenzar su proceso al concluir su carrera. Contó que a su papá fue a quién más trabajo le costó “dejar ir a su hija”, pero incluso, después, su mamá lo acompañó a la intervención quirúrgica donde se quitó los senos. A la fecha, ambos lo tienen tan asumido, que se disculpan cuando por equivocación —o por costumbre, como quiera entenderse— se refieren a él por su nombre de nacimiento o en femenino.

trajes-de-hombre

A través de una amiga comenzó a averiguar el proceso. En Guadalajara hay muchos endocrinólogos y eligió a uno, quien primero lo hizo ir con un psicólogo para dar el paso definitivo, y así fue. Lo más caro, aseguró, es el inicio, pues el especialista le hizo varios exámenes de pies a cabeza, a lo que ha seguido el inyectarse hormonas masculinas, proceso en el que ha de seguir toda su vida, necesitando además extraerse los ovarios que podrían perjudicarle. Tal como es su apariencia hoy en día, es como desea seguir, es decir, sin modificar sus genitales. Ése es su límite.

“El primer cambio que tienes es la voz. (Las hormonas) te la hace más grave, te salen muchos ‘gallos’ como si pasaras por la adolescencia. ¡A mí me paró el periodo a la primera inyección! Ya no volví a tener un periodo desde hace dos años, todavía le digo a mis amigas ‘que sufrimiento con ustedes’” y suelta la risa. El proceso es para siempre. “Sí, nunca paras, nunca paras, solamente hay que ir con el endocrinólogo que te dice ‘ahora inyéctate un mes, ya elevaste tus niveles’. Cambia más que nada el tiempo de la inyección, pero toda tu vida te vas a seguir inyectando (…) Cuesta aproximadamente 300 pesos al mes, o 21 días, es una inyección aunque hay en pastillas y creo que hay en gel (…) Esa operación no la tengo, la de los ovarios, pero la tengo qué hacer, ha de estar en unos 40 mil. Sí necesito hacerlo, porque llega un punto en que se atrofian los ovarios y puede ser perjudicial para tu físico (…) Hay una operación en la que sí te pueden hacer el pene, te enrollan el clítoris, pero yo no llegaría a eso (…) Arriba (los senos), yo ya, fue hace como siete meses que me hice la operación”.

inyectarse-hormonas

A pesar de que la universidad de Guadalajara en la que estudió “es súper católica, son súper persignados”, no encontró mayores dificultades para recibir al alumno que ingresó como una alumna. “Cuando regresé a la escuela les dije, ‘les pido de favor que se refieran a mí de hombre’. Todos me apoyaron mucho, no he sufrido discriminación, en los absoluto. He sido un caso excepcional, no ha habido amigos o parientes que se me alejen”. Incluso, una maestra le pidió que apoyara a otra estudiante que también quería transformarse de mujer a hombre. “Salí de la universidad con excelencia y con mención honorífica, todos me quieren mucho en la universidad”.

En La Paz ha ido cambiando todos sus documentos a su nueva identidad masculina, y asegura que en las diferentes oficinas “fueron muy respetuosos”. Le llegaron a decir “‘es un caso es un caso nuevo’, y yo les decía, ‘pues investígale’”. Se tardaron seis meses en darle su certificado de secundaria, otro tanto para el de bachillerato, y ahora, su credencial de elector y su pasaporte, ya tienen su nuevo nombre y rostro. Porque también, al haber visto sus fotografías como mujer y las de ahora, es evidente que su fisonomía es distinta.

Él sabe que ha existido una campaña de la denominada Familia Natural en contra del matrimonio igualitario, y de colectivos y marchas de la comunidad gay en La Paz, en defensa de éste y otros derechos, sin embargo, se abstiene de participar. “Lo que no quiero es que me etiqueten por ser tránsgenero, porque soy una persona más, si llegan y me preguntan ‘eres tránsgenero’, digo que sí, pero no ando por la vida diciéndolo (…) Yo te diría que no (participa), respeto todo lo que se tenga que hacer, gracias a los movimientos he logrado ser quien soy ahorita, que haya un panorama más abierto, pero gracias a mi círculo social en el que me muevo, no vemos necesario eso”. Incluso, cree que algunas personas no heterosexuales se victimizan por su sola preferencia o identidad sexual. “Yo les comento que no se dejen aplastar pero que tampoco tomen esa etiqueta para que las demás personas tengan lástima (…) Lo que no me gusta es que las personas que están dentro (de la comunidad LGBT) se victimizan y quieren que uno los levante por su sola preferencia. Soy una persona más y jamás he usado este letrero para que decir ‘me estás haciendo de menos por esta razón’”.

En la entrevista se refirió a “cuando yo era la otra persona”. Aproveché para preguntarle de qué forma ve a la niña o la adolescente que fue, si es un mal recuerdo, pero explicó que no, “lo veo como lo que fui pero ya no soy. Ahorita me expreso más, mi carácter sigue siendo el mismo, pero soy otra persona (… ) Ahora tú me estás viendo,  tengo 25 años y voy a cumplir 26 años, ¡ahorita estoy en mi adolescencia!”, declaró sonriente. “¡A veces hasta se me olvida que soy tránsgenero! Me veo casado con mi esposa, con hijos. Yo, como te digo, soy otro chavo más solo que apenas estoy viviendo mi adolescencia pero por supuesto que me veo casado. (Por ahora) tengo trabajo, no tengo novia, anduve saliendo con una chava pero no se dio”. Y hasta el momento no le ha tocado tener una novia a quien tuviera que explicarle que él es un transgénero.

Tenía un nombre como mujer, pero con un alias que acortaba unas sílabas, y así, feliz, él decidió llamarse como sonoramente es más cercano a esa pasada identidad. “Todos, todos han sido súper comprensivos. Es otra generación, es otra mentalidad. Sí ha sido un poco difícil el contarlo, a veces piensas y digo, ‘¿porqué les tengo que decir?’, pero al final, son mis familiares y amigos”.




Justos por pecadores: los vidrios polarizados y el carro motel

polarizado-portada

El retiro de polarizados en los autos en La Paz, ¿de verdad es la solución contra la narcoguerra? Fotos: Internet.

ClosetEros

Por Rubén Olachea

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). “No es justo, ¡carajo!” dicen los chilangos cuando no pueden más, hartos. Y lo dicen con un cantadito que a nosotros los paceños, los norteños del sur y los sureños del norte, porque somos costeños, desérticos, fronterizos, güeros de rancho y de todo, nos mata de risa. ¿”Carajo”? ¿qué rayos, qué coño, significa “carajo”? Lo mismo que “verga”. Así como la ves. Son gritos de batalla cuando la situación es, francamente, insostenible e insustentable.

¿Hablo así por lo de Trump, su muro, y Peña Nieto instalado en muñequito de sololoy, de esos que se quedan moviendo nada más la cabecita? No: hablo así por los vidrios polarizados del carro y sus retenes. Ese carro tan sudcaliforniano que por décadas fuimos la entidad federativa que más carros tuvo por habitante, per cápita. Antes qué esperanzas, decía tu nana. Tras el gasolinazo, puras tristes historias, pero la rueda del tiempo y la fortuna no se detienen. Ahora el termómetro, además de registrar fuertes vientos y bajas temperaturas, detecta tensión fronteriza.

Resulta que nuestras sacrosantas autoridades decidieron, con un razonamiento y una lógica impecables dignas de Scotland Yard e Interpol, que si no hay polarizados en los vidrios del “coche” (perdón, ¿en qué delegación vives? ¿en Iztapalapa o la Magdalena Contreras?), entonces sí podrán ver con sus ojos de águila si el conductor en cuestión es un asaltante secuestrador extorsionador criminal rastrero sicario del Sicariato de La Paz y municipios colindantes…

¡Hágame Usted el grandísimo favor! Con voz de Chabelo, de ternura e ingenuidad infinitas, me nace preguntar: ¿y los criminales de cuello blanco, apá? Esos no, hijo mío. Esos jamás serán reconocidos. O mejor dicho, serán reconocidos y se les permitirá continuar con su saqueo infame.

Hace mucho sol. Hace mucho calor, en verano, obviamente. Y hasta en días de invierno puede hacer mucho calor en nuestra entidad y ciudad. El polaroid sirve de protección contra los rayos ultravioletas para evitar el cáncer de piel. Pero eso, como dice la chaviza momiza, no es a lo que voy. A lo que voy es al erotismo sudca.

¡Pero cómo! Si eso no existe, dirá más de uno. Aquí es un orgullo ser acedo, no bailar en los bailes, no sonreír en el carnaval, ir con cara de amargado aunque manejes un carro bonito, de lujo, del año. Aquí es un orgullo ser amargado, espinosito, “muy especial”, ¡fastidioso! Esa es la palabra que (ejem… nos) define a los sudcalifornianos. “Y a mucha honra, que para eso comemos sólo mayonesa Best Foods y salchichas Longmont” (bueno, y también Whisley, y también Búfer, Chinex, MácOrnix y tantas otras marcas chafas nivel Dog).

Pues bien, el “erotismo sudca” sí existe, palabra´e Dios. Consiste básicamente en jóvenes y uno que otro adolescente que le pide permiso al padre para que le preste el carro el fin de semana para vagar con los amigos, la novia o el novio. No quiero entrar en sutilezas de que si el dueño del carro es la madre, si sólo son amigo-novios o si son parejas del mismo sexo porque ese no es el punto en discusión. El punto es que la vida dizque moderna nos ha llevado —o nos quiere llevar— a ignorar esa dimensión clave de la vida y del mundo que es la sexualidad.

Porque los jóvenes, queridos lectores, se inician en la vida sensual. No se van a casar a la primera. Tampoco tienen dinero para irse a un motel y volverse estadística en el uso del jabón Rosa Venus (cuyo olor lastima y genera culpabilidad culposa, ¡juar juar!).

Esos jóvenes tampoco quiere decir que a la primera van a cometer coito circuito. Saldrían chispas. No. Se trata de acercamientos, tocamientos, escarceos, caricias iniciales e iniciatorias, propicias al viejo arte amatorio, que no culinario, pero se asemejan, pues tan delicioso es comer como… tejer chambritas. You know, tú me entiendes.

Esos jóvenes se iban al rincón más oscuro, “Manzanero dixit”. En sus carros polarizados, celebraban el arte de haber limpiado el carro y que oliera a vainillino, llantas shinoleadas y que tras una cerveza, la conversación girara en torno a lo bien que me caes, la mano aquí, esa rola me flipa (que viva España), te quiero besar, y en menos que canta un gallo, luces de torreta, qué andan haciendo jóvenes, su identificación por favor. O sea, la frustración al arte amatorio en esta ciudad no da para más y lleva a sus jóvenes a refugiarse en Manuela Callo Yunpelo de tanto tallar, a vivir en la tacha, dopados hasta el hartazgo por la frustración malsana e inhumana. No es de sorprender el alto índice de suicidio si en tu casa no tienes privacidad ni siquiera en un lugar alejado para intimar con tu amante.

Yo sé que nadie quiere hablar del asunto, porque lo consideran risible, como risible se vuelve el vaho en los vidrios por tanto calor humano dentro y ese movimiento cadencioso tipo hamaca que se genera en ciertos autos de amantes todo terreno tropical. “Disculpe, oficial ¿por qué hay tantos condones usados en los manglares?”

PD: Agradezco a la artista Edelmira Rodríguez su gentil permiso para usar su autorretrato, en el cual lanza perfumes de colores. Muestra del enorme talento de la juventud sudcaliforniana.

retrato-pintura




¿Te gusta la gasolina?; el “Gasolinazo” con un toque gay y paceño

gasolinazo-portada

El “Gasolinazo”: el tema del que todo mundo habla este 2017. Fotos: Internet.

Closet Eros

Por Rubén Olachea

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Es 2017 y yo rememoro el clásico del reggaetón Gasolina de Daddy Yankee, que fue lanzado en 2004 (¿recuerdas? Ah, no, estabas muy chiquita aún). Apareció en grandes éxitos del cine como el documental Fast Food Nation, en un anuncio de Citröen, así como en la campaña del candidato presidencial republicano John McCain actuando en vivo en Phoenix para estudiantes. ¿Sabría el candidato del doble sentido de la canción? Nunca lo sabremos, juar, juar.

Todavía hay más datos curiosos sobre esta melodía tan petrolera, tan anal y fálica a la vez: en Europa se situó como número ocho entre las favoritas, ocupando el segundo puesto tanto en Italia como en Dinamarca; cuarto sitio, en Noruega; quinto, en Suiza, séptimo, en Alemania, y así por el estilo en los principales países, incluidos Australia y Estados Unidos. En las versiones mix ya se asomaba la participación de Pitbull, entre otros genios. Hay una versión instrumental, ¡qué te pasa!

El video, quizá recuerdes, lo protagoniza una minifalda haciendo twerking o perreo. O sandungueo. ¡Lo que aprende uno con Wikipedia! Pero más allá de las referencias cultas, la sexualización de la música pop a nivel masivo mediático es ya toda una realidad, y si en los 70’s Camilo Sesto te escandalizaba con sus guturales gorgoritos, el hoy ya clásico de Daddy Yanqui ¿que será? ¿Una especie de ídolo mítico a seguir e imitar por las nuevas generaciones? ¡Bah! Lo importante, en mi caso, es el título del tema y la actitud.

La metáfora de humanizar lo industrial y viceversa trabaja doble aquí y gana el mínimo al estilo mexicano. El gasolinazo con que recibimos el arranque del año en todo México elevó los índices de frustración y violencia a niveles irreconocibles, pues la gran crítica que se venía repitiendo ante las quejas múltiples respecto a la situación política y económica redundaba, como a menudo sucede, sexualizando las frases (ADVERTENCIA: se aproxima el uso de vocablos altisonantes): Nos quieren ver la cara de pendejos / Somos unos agachones y nadie tiene los huevos suficientes / Gobierno valeverga… Ejem, ¡gulp! y así el lenguaje florido de nuestro amado pueblo, al cual pertenecemos, sin duda, con orgullo y valor.

Como en el ido 2016 se nos fue JuanGa el gran autor del himno sentimental romántico de “La difer(i)encia”: tú ponte en mi lugar, a ver qué harías… nuestro Presi argumentó lo mismo: Ustedes, qué hubieran hecho si el nuevo Presi gringo te saca la lengua y si la Casa Blanca está en México y en Estados Unidos, etcétera, etcétera. La mejor respuesta la tuvo un meme del Deforma: el pueblo conmovido pide perdón a Peña Nieto y le ruega le suba 3 pesos más al litro de gasolina. Juar, juar. Muestra indomable de que somos un pueblo indómito. (No creo que no te hayas enterado, si no lo viste, gugléalo).

Pues bien, resulta que en el país más macho y machista del mundo, ese en el que la varonila Ana Guevara resultó insultada por dizque andar de protagónica (condenamos por supuesto todo ataque a ricos y a pobres), ahora resulta que somos un pueblo indignado (con justa razón) y organizado en bloqueos y en redes tipo Primavera Árabe, una primavera que ni floreció ni da señales de vida o florecimiento, todo lo contrario.

El resultado, por lo menos en La Paz, BCS, son calles semivacías y donde la gente más amolada ha sido puesta en su lugar: de vuelta al pesero de tubos oxidados y pilotos suicidas, una tarifa tipo euro-dólar como si fuera servicio megaplus deluxe . Ingenuo de mí, creí que mejoraría el tráfico. No: acabo de pasar minutos a vuelta de rueda sin poder rebasar porque el galán en cuestión iba watsapeando al volante. ¿De qué te dan ganas? ¡¡Guardias!!

Es tiempo para algunos de volver a la bicicleta, a la motoneta o motocicleta, a estacionarte lejos para caminar, a olvidarte de no sudar estacionado con el aire acondicionado, de pensar que tu próximo carricoche sea eléctrico o híbrido. Si fuera solar, qué felices seríamos con el sol paceño, maleconeando a gusto, ¡seguro!

La hombría del macho mexicano ha sido humillada una vez más, y todas las refriegas armadas y escándalos han mermado aún más su autoestima de pueblo secuestrado por una oligarquía cruel y despiadada. Culera es poco.

Se viene a la primera… el Carnaval 2017

¿Cómo irá a ser el Carnaval 2017, la plataforma y carro alegórico del bar gay Las Jarras, con la algarabía popular que celebra entre carcajadas etílicas, las gorduras, los mallones brillosos y fajas tipo Jenny Rivera del show travesti?

Es cíclico, la historia se repite pero cada vez con mayor toque agridulce, agrio o rancio, por la infelicidad económica. México se ríe, a pesar de todo, pero es una risa como la de la Chilindrina, con dientes pintados de negro, grotescos, falsos, pero chistosísimos.

travesti-jenny

Y clara, por supuesta, los tapados de siempre, los closeteros mayates que les encanta el sexo anal por delante y por detrás o por donde sea, pistearán y celebrarán su doble o múltiple rol en la vida, a sabiendas de que se nota pero el qué dirán todo lo acomoda. O chingue a su madre el muerto, a bailar apretado con mi compa barba rasposa las de banda junto a las edecanes de likra cervecera, en los puestos chafas y careros, y que la peste a meados se la lleve el viento.

Y como dice al final la canción Miedo interpretada por Pepe Aguilar: Y tú, mi amigo, ¿qué pensarás? Si estás igual que yo.