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Boris Von Spilbergen, un corsario tras el Galeón de Manila

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El nombre real de este corsario holadés era Joris Van Spilbergen, sin embargo con el paso del tiempo se ha ido deformando su escritura hasta convertirse en Boris Von Spilbergen. Nació en el año de 1568, y durante una gran parte de su vida se dedicó a estar embarcado y recorriendo el mundo, que en ese entonces era todo un espacio virgen y en constante disputa por las principales potencias mundiales. Todos los grandes imperios se abalanzaban sobre los inmensos territorios ultramarinos, y siendo Von Spilbergen un marino atrevido y ambicioso, decidió hacerse de una patente de corso y aventurarse a la Nueva España en busca de los grandes tesoros de los que hacían alardes las historias de conquista y aventura que ya circulaban por todo el mundo.

Se dice que Spilbergen, quien poseía grandes cualidades de orador y excelente diplomático, logró convencer a los accionistas de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales para que lo pusieran al mando de la flota de barcos, excelentemente armados y provistos de una gran cantidad de soldados y expertos marinos, con el fin de “comerciar en las posesiones españolas”, pero secretamente llevando la misión de capturar uno de los famosos galeones de Manila y sus incalculables riquezas. Joris Von era considerado como un corsario muy refinado ya que le gustaba que su barco insignia estuviera elegantemente amueblado y aprovisionado con los mejores vinos. Cuando comía, lo hacía con la orquesta de a bordo y un coro de marinos como fondo musical. Sus hombres usaban magníficos uniformes.

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Al llegar a la Nueva España, se dirigió directamente al puerto de Acapulco y de inmediato envió sus condiciones de desembarco: solicitaba la rendición inmediata de las autoridades del lugar, y la entrega de toda el agua y alimentos que necesitaran sin obstáculo alguno. Las autoridades, al darse cuenta de su poder en armamento y hombres armados, capitularon de inmediato y lo invitaron a recorrer la ciudad de una manera sumamente amable y diplomática. Durante el tiempo que aprovechó Spilbergen para avituallarse, secretamente las autoridades del puerto enviaron a Sebastián Vizcaíno a que protegiera la ruta del galeón de Manila que estaba por llegar en unos días más; de ninguna manera se tragaron el cuento de que la delegación holandesa sólo venía hasta este sitio de la Nueva España para surtirse de provisiones.

A los pocos días, los barcos de Boris Von Spilbergen zarpan de este puerto y se dirigen hacia el Norte, en donde llegan hasta las playas de Barra de Navidad —en el hoy estado de Jalisco. Durante varios días esperan la llegada del galeón de Manila, el cual aparecería de un momento a otro por el lado del Cabo California, y durante este tiempo apresan el Barco Perlero “San Francisco”, del cual roban su cuantioso cargamento.

Se dice en algunos documentos como Mitos, cuentos y leyendas Sudcalifornias: La leyenda del tesoro de Pichilingue, La leyenda del tesoro de Pichilingue y Destinos para forajidos de Isidoro Merino, que los barcos de la empresa encabezada por Spilbergen llegaron hasta la bahía de La Paz en donde desembarcaron en lo que hoy se conoce como el Puerto de “Pichilingue”. Curiosamente el origen de este toponímico se debe a Los piratas de distintas nacionalidades, incluidos neerlandeses e ingleses, fueron llamados por los aborígenes «pichilingues», debido a que cuando desembarcaban en algunas playas y tenían contacto con ellos, les exigían que éstos hablaran en inglés (en inglés: speak in english, ‘hable en inglés’), pero con el tiempo esta frase se fue degenerando hasta ser conocida como “Pichilingue” (“Los “Pichilingues” en las Costas Novohispanas” de Germán Arciniega).

Cansado de la espera, Spilbergen y sus hombres deciden abandonar las costas de la Nueva España y regresan a su patria, sin haberse percatado jamás, que el galeón de Manila, cargado con inigualables riquezas cruzaría unos pocos días después por enfrente del lugar donde ellos estuvieron acantonados.

Al igual que la mayoría de los corsarios de su tiempo, Boris Von Spilbergen muere en la más absoluta de las pobrezas en su país de origen en el año de 1620.

Bibliografía:

El abuelo choyero. Mitos, cuentos y leyendas Sudcalifornias: la leyenda del tesoro de Pichilingue.

Sánchez A., V. La leyenda del tesoro de Pichilingue.

Merino, I. Destinos para forajidos.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Thomas Cavendish y el asalto a la Nao de China

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). De acuerdo a lo relatado en su libro Memorias del Vigía. Cabo San Lucas en su historia, el joven escritor sudcaliforniano Gustavo de la Peña Avilés nos narra que fue a los hombres de Hernán Cortés a quienes que les tocó el honor de haber descubierto este lugar en el año de 1535. Esta primera expedición que llegó por tierra al lugar, nombró al sitio como California. Francisco Javier Clavijero comenta en su libro Historia de la Antigua o Baja California lo siguiente: Añadiremos aquí la opinión del docto ex-jesuita don José Campoi sobre la etimología del nombre California o Californias como dicen otros. Este padre cree que el tal nombre se compone de la voz española cala, que significa una ensenada pequeña del mar, y de la latina fornix, que significa bóveda; porque en el cabo San Lucas hay una pequeña ensenada, en cuyo lado occidental sobresale una roca agujerada de modo, que en la parte superior de aquel gran agujero se ve formada un bóveda tan perfecta, que parece hecha por el arte. Observando pues Cortés aquella cala y aquella bóveda y entendiendo de latín, es verosímil que diese a aquel puerto el nombre de California o Cala-y-fornix, hablando medio español y medio latín. En algunos mapas de los años de 1589 (Ortelius), 1592 (Diego Gutiérrez) y Jaducus Handius (1640), se señala como “C. de California” o “C. California” a la punta de la península.

Sin embargo, aún faltaban muchos sucesos por ocurrir en esta parte del mundo para que se quedara un nombre definitivo para este bello lugar de la geografía californiana. En el año de 1539, Francisco de Ulloa recorre en un viaje de exploración este mismo sitio al cual denomina como Plaia Ballena y es con este nombre que aparece en el mapamundi que fue diseñado y construido por Agnes en el año de 1542.  El explorador español Juan Rodríguez Cabrillo arriba a este puerto el día 3 de julio de 1542 y tras una estancia de tres días, antes de partir le da el nuevo nombre de “Puerto de San Lucas”. El nombre original del puerto en comento era “Yenecamú”, palabra de origen pericú que significa “Lugar donde se unen dos aguas”. Posterior a la llegada de los colonizadores españoles y debido a la gran afluencia de expedicionarios, los cuales cada uno se sentía como descubridor de este sitio y con la facultad para colocarle el nombre que le viniera en gana, el sitio tuvo varios nombres a saber: Nueva Albión, Puerto Seguro, Reino de Nueva Andalucía y Villa San Felipe. Sin embargo el nombre que tuvo un mayor impacto y por el cual fue nombrado y conocido por propios y extraños fue el de Cabo San Lucas, nombre puesto el 18 de octubre de 1541 por el soldado español Francisco de Bolaños en el preciso día dedicado en el santoral católico a San Lucas Evangelista.

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Hasta este hermoso paraje arribó uno de los corsarios más jóvenes de la historia y que tenía como intención llevar a cabo el atraco de uno de los barcos más legendarios en los anales de la literatura marina: La Nao de China o Galeón de Manila. Este personaje fue nada menos que Thomas Cavendish (o Candish), un inglés el cual había nacido dentro de una de las familias aristócratas de la antigua Inglaterra y pese a que su familia se esmeró por darle una brillante educación en las más caras y prestigiadas escuela de su reino, él siempre demostró una propensión hacia la vida disipada y de lujo. Una vez que hubo dilapidado su fortuna, con lo poco que le quedaba mandó construir una nave con la cual viajó a las riquísimas tierras recién descubiertas de América en donde pudo admirar y ser testigo de la inmensidad de oro, plata y demás mercancías que se podían obtener de forma fácil y rápida a través de la rapiña en el mar. Regresó a su patria y mandó construir un barco al cual llamó “Deseo” y con él se aprestó a viajar hacia las costas de la Nueva España, en espera de capturar y saquear el Galeón de Manila, al regresar de su viaje por oriente, y donde vendría lento, y su tripulación hambrienta y cansada, cargado con miles y miles de toneladas de oro, plata y mercadería invaluable.

A continuación hago un relato de cómo fue que se llevó a cabo este atraco el cual le valió a Cavendish ser considerado como el corsario más rico de la historia.

A finales del siglo XVI, el territorio de la Antigua California era una tierra inhóspita y casi virgen. Fue a principios de ese siglo que el explorador español Hernán Cortés arribó al puerto, que en aquel entonces bautizó como “de la Santa Cruz”, sin embargo, nuestra península solamente fue ocupado con pequeños enclaves de colonos españoles por periodos muy breves y que al final terminaban en tremendas pérdidas no sólo de haberes sino de vidas humanas.

Fue en ese entonces que la Corona Española se encontraba en pleno auge expansionista y que su llegada a Norte, Centro y Sud América simplemente eran la antesala al dominio de todo el mundo conocido y por conocerse. En uno de esos viajes imperialistas y que viene a colación en esta historia, se descubrió una ruta rápida para transportar las riquezas que se obtenían de los dominios que tenía España en las tierras asiáticas, y traerlos hacia el virreinato de la Nueva España en espera de concentrarlos en España. Me refiero a los viajes que realizaba una de las naves más imponentes por su tonelaje (algunos de 2000 tn.) y capacidad de maniobra y transportación (algunos llevaban 1000 personas) conocida coloquialmente como “La Nao de China”. Este “Galeón de Manila” como también se le conocía, realizaba sus viajes desde las tierras del lejano oriente que estaban bajo el dominio español (Filipinas, Guam, Malasia, Islas Saavedra, Islas Marianas) en donde recolectaba diferentes productos como eran: oro y plata en barra o monedas, telas y objetos de seda; alfombras persas, algodón, abanicos, cajoneras, arcones, cofres y joyeros laqueados, peines y cascabeles, biombos y porcelanas, especias, lana de camello, cera, marfil labrado o tallado, bejucos para cestas, jade, ámbar, piedras preciosas, madera y corchas de madreperla, fierro, estaño y pólvora. En su regreso a América lo realizaba utilizando un fenómeno marino natural llamado “Corriente de Kuroshio” la cual había sido descubierta accidentalmente por el marino Andrés de Urdaneta en el año de 1565. La mencionada “corriente de Kuroshio o Kurosivo” arrastra con mucha fuerza a los barcos que llegan a ella desde Japón y lugares aledaños, y desemboca en el sitio que hoy conocemos como estado de California, EUA. Una vez que los españoles dominaron el arte de navegar utilizando esta ruta, iniciaron un gran intercambio comercial llevando y trayendo productos de América hacia Oriente, y viceversa, con el propósito de establecer su hegemonía sobre los demás países europeos que ya la buscaban.

Sin embargo la preciada carga de estos barcos se convirtió pronto en un tesoro codiciado por todas las potencias de aquella época e incluso los reinos más poderosos como Inglaterra y Portugal patrocinaban a piratas a los cuales otorgaban una “patente de corso” para que pudieran atacar y saquear estas naves, y que al regresar a las tierras bajo sus reinados no fueran perseguidos ni mucho menos juzgados por sus fechorías, siempre y cuando compartieran con sus “contratantes”, la mayor parte de los tesoros obtenidos por este bandidaje más o menos “legalizado”.

Uno de estos famosos atracos se llevó a cabo frente a las costas de Cabo de San Lucas el 14 de noviembre del año de 1587. Como es bien sabido una vez que la “corriente de Kuroshio” depositaba a la “Nao de China” a la altura de la que después se conocería como la Alta California, bajaba “bordeando” toda la península de California hasta llegar al puerto de San Blas y finalmente su punto de llegada que era Acapulco. Cuando pasaba por Cabo San Lucas, por lo general se detenía a surtirse de agua potable y víveres los cuales ya casi se les habían agotado a estas alturas del viaje (por lo general el viaje de vuelta duraba 7 meses). Desde principios del mes de octubre de 1587 el conocido filibustero Thomas Cavendish había llegado a las playas de Cabo San Lucas a bordo de su poderoso barco “Desire” (“Deseo) con la aviesa intención de capturar a uno de los “Galeones de Manila” más grandes y cargado con una de las mayores riquezas que hasta el momento se podían transportar desde tierras orientales: se decía que el mencionado Galeón solamente en barras de oro y plata transportaba un valor de 122 mil dólares (algunos documentos mencionan que eran 700,000 pesos de plata), una cantidad jamás vista en esas épocas, y eso sin contar el valor en más de 1 millón de pesos en mercancía.

Durante más de un mes, el temible capitán Cavendish, se ocultó en la bahía del Cabo de San Lucas en la espera de que se avistara el Galeón. Cuando se tuvo a vista la nave, se pudo apreciar que llevaba el nombre de “Santa Anna”. En ese momento Cavendish dio la orden de iniciar el ataque y después de una persecución de varias horas, empezó a disparar sus cañones, y unos cuarenta de sus hombres abordaron el barco español. Sin embargo debido a la férrea resistencia de los españoles, los ingleses tuvieron que retirarse, hasta que al cuarto ataque dañaron al galeón y el “Santa Anna” alzó su bandera de tregua, logrando Cavendish capturar la “Nao de China”. Cavendish y sus corsarios no cabían de gusto al percatarse que habían logrado una hazaña colosal al convertirse en los piratas más ricos que surcaban los mares en esos años. El 19 de noviembre de 1587, ciento noventa españoles, incluyendo mujeres, fueron abandonados sin prenda alguna en la playa de Cabo San Lucas, únicamente les dieron las velas del “Santa Anna” para usar como casas de campaña. Entre los sobrevivientes se encontraba el que después se convertiría en un extraordinario navegante y explorador: Sebastián Vizcaíno, al cual debe su actual nombre el puerto de La Paz.

Thomas Cavendish tomó algunos prisioneros, como Alonso de Valladolid, el piloto del galeón, quien conocía las rutas del Pacífico, y un sacerdote. Según se sabe, este último lo ofendió por lo que procedió a colgarlo y luego arrojar su cuerpo al mar, partiendo después, rumbo a Gran Bretaña a bordo del “Desire”. Se cuenta que como una muestra del desdén que sentía hacia la corona española, entregó a los sobrevivientes que dejó en suelo californiano, la bitácora de navegación donde se consignaba la carga que llevó el Galeón de Manila, y en la que al calce estampó su firma como una especie de “agradecimiento” por el tesoro concedido. El destino del “Galeón de Manila” fue mucho más triste, el barco de Cavendish era demasiado pequeño como para llevar todo el tesoro, y no tenía suficientes hombres para hacer navegar el galeón español, por lo que procedió a incendiarlo, y lo envió con el resto del tesoro, al fondo del puerto de Cabo de San Lucas. Thomas Cavendish contaba con 27 años de edad cuando realizó este acto que le dio fama mundial.

Sin embargo, este no sería el primero ni el último ataque pirata al Puerto de Cabo de San Lucas o a los Galeones de Manila, los cuales tuvieron la supremacía de los viajes entre los continentes asiático y americano por más de 200 años.

Bibliografía:

Memorias del Vigía. Cabo San Lucas en su historia – Gustavo de la Peña Avilés.

Historia de la Antigua o Baja California – Francisco Javier Clavijero.

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Tres años de piratería en la antigua California

IMÁGENES: Internet

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Nuestra península ha tenido un papel muy importante en la historia marina de la humanidad. Su principal salto a este escenario lo tuvo con el inicio de los viajes del Galeón de Manila (o Nao de China), que en su viaje de vuelta de aquellas lejanas islas (conocido como tornaviaje) el último mes lo realizaban bordeando toda la península, e incluso algunas veces atracaron para descansar y reponer agua y alimentos así como curar a los exhaustos y enfermos viajeros. Los sitios seleccionados para este arribo fueron lo que se conoció como San Bernabé (hoy San José del Cabo) y el Cabo California (hoy Cabo San Lucas).

Sin embargo, siempre tiene que haber un “pintito” en el arroz. La fama que tenía el Galeón de Manila, que al regresar de este viaje de las tierras asiáticas, venía cargado de grandes riquezas, entre las que se contaba oro, plata y especias (que en aquel entonces su valor era equivalente al oro), se extendió por todo el orbe conocido y muchas potencias navales buscaron la forma de hacerse de estos tesoros a como diera lugar. Recordemos que en el periodo comprendido del siglo XVII y hasta muy avanzado el siglo XVIII, algunos de los imperios más importantes de Europa (Inglaterra, Francia, Holanda, Finlandia, etc.) utilizaban a los famosos piratas para que realizaran acciones de saqueo y bandidaje, tanto en los barcos como en los puertos importantes. Lo anterior les redituaba a estos imperios una ganancia rápida y con un mínimo de esfuerzo e inversión. Fue así como inició la era dorada de los corsarios, filibusteros y bucaneros (todos ellos ramificaciones del gran árbol de los piratas).

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En el caso que aquí nos ocupa, daremos cuenta de un pasaje muy poco conocido de un grupo de 80 piratas (filibusteros y bucaneros franceses) que fundaron y mantuvieron una base de operaciones en los puertos de Pichilingue y La Paz a finales del siglo XVII. La información de este suceso llegó a nuestras manos a través de un “Diario de abordo”, que de forma anónima fue elaborando uno de los rufianes integrantes de esta banda. Algo sumamente raro, ya que la mayoría de estos forajidos eran analfabetas y, además de ello, poco afectos a dejar evidencia de sus hazañas. Pero afortunadamente para nosotros, fue un hallazgo de primera línea. Este diario ha perdurado en la historia al ser convertido en libro en la obra “Journal de bord d`un flibustier (1686 á 1693)” elaborado por Edouard Ducere, impreso en el año de 1894. A su vez este diario fue consultado por Peter Gerhard en su ya famoso libro “Pirates of the Pacific, 1575-1742”.

Los bucaneros y filibusteros eran grupos de piratas que circunscribían sus acciones a las islas del Caribe, sin embargo, se aventuraron a introducirse hacia el continente americano (Centro y Sudamérica) debido a las constantes incursiones militares que realizaba en su contra la marina y ejército Español. Muchos de estos piratas ya conocían las rutas de navegación en el Océano Pacífico, así como los puertos más importantes, por lo que una vez que llegaron a las costas de este Océano empezaron a construir piraguas y barcos pequeños, con los cuales iniciaron acciones de saqueo tanto en alta mar como en los puertos. Debido a su ferocidad y entrenamiento en la pelea cuerpo a cuerpo y con armas, lograron victorias significativas que les permitieron apoderarse de barcos más grandes y con ellos iniciar acciones cada vez más audaces, en donde obtenían grandes botines.

 

En el año de 1686 se constituyó una gran alianza entre diversas flotas de bucaneros para atacar los barcos y puertos Españoles en América. La alianza estaba formada por los conocidos piratas Francis Townley, Edward Davis, Charles Swan, Peter Harris y Francois Groginet. Al principio tuvieron varias victorias, sin embargo, con el paso del tiempo los recelos y la desconfianza vino desbaratando esta unión y la armada se disgregó. En el caso de Francois Groginet, un grupo de aproximadamente 55 de sus hombres lo abandonaron y decidieron probar suerte “a bordo de 2 piraguas y una corteza podrida” (Ducere, E. (1894). Journal de bord d`un flibustier 1686 á 1693) y navegar hasta las costas de la Nueva España donde emprenderían acciones de saqueo.

Al finalizar su travesía llegaron a la isla más norteña del conjunto conocido como “Las islas Marías” y ahí fundaron una base que les permitió descansar, reponer fuerzas e iniciar la construcción de varias pequeñas naves para iniciar sus correrías. Durante ese año, 1687, realizaron incursiones a pequeños poblados como Mazatlán y la Bahía de Navidad (Barra de Navidad y Melaque), en donde secuestraban a un grupo numeroso de habitantes para posteriormente pedir rescate, el cual, por lo general, se pagaba con alimentos y metales preciosos. Para el año de 1688 un contingente de 40 filibusteros franceses se les une, convirtiéndose en una fuerza de casi 100 piratas, una de las más grandes que merodeaban la zona del noroeste novohispano.

En el mes de junio los piratas, preocupados por encontrar un mejor lugar para poder pasar los meses del invierno, que en breve se avecinarían, deciden viajar hacia la península de California. Durante varios días siguen la ruta noreste, bordeando la península, hasta que el día 26 de junio de 1688 localizan un puerto bastante protegido de los vientos y tormentas y con abundante cantidad de peces, mariscos y tortugas. A este puerto se le conoce en la actualidad como “Pichilingue” y, a decir de Gerhard, el nombre se le impuso para conmemorar la estancia de estos forajidos en el lugar. Los piratas le imponen el nombre de “Lillet de carenache”. En este punto existe un poco de confusión por parte de Peter Gerhard, ya que menciona que en el puerto de “Pichilingue” fue donde también desembarcó Cortés y años después Atondo y Kino; en la actualidad sabemos que los personajes mencionados desembarcaron en el puerto de La Paz y no en Pichilingue.

En una anotación del diario de abordo aparece una descripción de lo que percibieron los piratas en su estancia: un buen puerto… protegido de todos los vientos. Es un excelente lugar para carenar barcos, con madera y agua dulce. Hay indios salvajes que deambulan como bestias, completamente desnudos… Hay cantidades de ostras de perlas y minas de oro y plata que no se explotan. Permanecieron en este lugar durante tres meses, mismos en los que se alimentaron de la caza de las abundantes tortugas. También dejaron registrado que los Californios gustaban de alimentarse de las madre perlas, pero omiten comentar si establecieron algún tipo de comercio sobre las perlas. Interesantes son las descripciones que realizan de las embarcaciones de los naturales, las cuales dicen hechas de tres o cuatro troncos de madera muy suave [cardón] unidos por estacas de madera dura que son puntiagudas y empujadas a través de los troncos.

Los piratas también se dedican a explorar las costas del Golfo de California durante el mes de septiembre y octubre, registrando su entrada hasta llegar a lo que probablemente es la actual Isla Tiburón. Al final del viaje se les acabó el bastimento, por lo que tuvieron que cazar a un lobo marino del cual se alimentaron durante cuatro o cinco días, completando la dieta con aves marinas. Las semanas siguientes se dedican a reponer fuerzas y a planear su próximo golpe, el cual se llevó a cabo el 10 de diciembre de 1688 cuando atacan el poblado de Acaponeta y se apoderan de 50 cargas de plata y secuestran a 50 lugareños. Una vez lograda su fechoría, dejaron establecido que exigían de rescate cien mil piezas de oro y provisiones a cambio de regresar sanas y salvas a las personas secuestradas. La respuesta del virrey en turno, Gaspar de la Cerda, no fue nada pacífica. De inmediato ordena que partiera un barco de guerra comandado por Antonio de Mendoza, el cual iba armado con 20 cañones y 143 hombres para batir a los piratas.

Los filibusteros, cansados de esperar el pago del rescate, se embarcaron llevando consigo a los secuestrados y pusieron rumbo a su base en las Islas Marías. Sin embargo, el destino les tenía preparada una sorpresa. Cuando iban saliendo a mar abierto se encontraron de frente con el barco de guerra español que acudía a su encuentro y se entabló una batalla naval en la que los piratas llevaron la peor parte. Murieron 2 piratas y 18 más resultaron heridos. Afortunadamente para los piratas y gracias a un fuerte golpe de viento, lograron poner buena distancia entre ellos y la nave española, logrando huir y refugiarse en su guarida en la isla mencionada. Durante los siguientes meses se estableció una dura negociación entre ellos y las fuerzas militares españolas, que exigían la liberación de los cautivos. Los piratas, haciendo gala de su característica crueldad, iniciaron con la decapitación de varios de los secuestrados con lo que rápidamente lograron que las fuerzas españolas aceptaran pagar un rescate (nada de dinero, sólo provisiones) y, finalmente, los cautivos restantes fueron liberados.

Durante los meses siguientes, los piratas continúan construyendo pequeños barcos para continuar su rapiña y en el mes de mayo de 1689 zarpan con destino a Sudamérica, en donde realizan varios atracos a puertos que les redituaron grandes ganancias. Al año siguiente, en 1690, los piratas regresan a los puertos de Pichilingue y La Paz, a donde arriban el 22 de agosto. Durante su permanencia renuevan su amistad con los nativos y se hicieron cargo de sus barcos (Gerhard, P. (1990) “Pirates of the Pacific, 1575-1742”). Finalmente, a principios del mes de noviembre parten de nuestra península para reencontrarse con sus compañeros en las Islas Marías. La última incursión de este grupo de piratas en nuestra península se realizó a finales del mes de febrero del año de 1691. Esta vez, su llegada fue en el puerto de Cabo de San Lucas (hoy cabo San Lucas) a donde llegaron sabiendo que cerca de ese lugar había una “aguada segura” donde podrían surtirse del vital líquido. Permanecieron en el lugar por 3 o 4 semanas hasta que deciden partir el día 6 de marzo de dicho año.  Esa fue la última vez que se les vio por estas tierras de la California, ya que un mes después parten hacia Perú en su viaje de retorno a Europa.                                                                                   

Como un epílogo del viaje de estos filibusteros se sabe, por el diario de abordo que hemos citado, que continuaron sus aventuras en Sudamérica y que su barco naufragó cuando intentaron cruzar el estrecho de Magallanes (septiembre de 1694). Los sobrevivientes construyeron un nuevo barco y en él se trasladaron hasta el pueblo de Cayenne, en lo que actualmente es la Guayana Francesa.

Muy interesantes y dignos de relatar son estos sucesos que se vivieron antaño en nuestra península. Las nuevas generaciones deben conocerlos y preservarlos ya que ello constituye parte de su cultura y de la evolución de estas hermosas tierras Californianas.

 

Bibliografía:

 

Ducere, E. (1894 ). “Journal de bord d`un flibustier (1686 á 1693)”. Francia. P. 88

Gerhard, P. (1990). “Pirates of the Pacific, 1575-1742”. EUA. P. 274

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El Galeón de Manila en la California del Sur. Vientos de Oriente y Occidente

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Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Vientos del pasado llegan hacia nosotros y atraen con su suave brisa al famoso Galeón de Manila o Nao de China. En la actualidad, pocos son los que recuerdan la poderosa influencia que produjeron los viajes, que por espacio de 250 años, se realizaron entre las Islas de Filipinas y la Nueva España, y menos aún rememoran que en la mayoría de ellos, el sitio de llegada, aunque sea de forma accidental o temporal, fue la punta austral de la península de California.

Durante el siglo XVI, la búsqueda de una ruta rápida hacia las regiones del Oriente de Europa, básicamente los países que conforman el continente Asiático, enfrentó en una desesperada y ríspida carrera contra el tiempo a dos de las grandes potencias marinas en ese entonces: España y Portugal.

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Después de que algunos viajeros empezaron a llevar desde los confines de Oriente hasta los reinos europeos una gran cantidad de alimentos, conocidos comúnmente como especias y hierbas aromáticas (pimienta, pimentón, chile, cardamomo, clavo, macis, casia, nuez moscada, canela, etc.), se causó un gran revuelo en las clases adineradas, las cuales vieron modificados sus hábitos alimenticios al incorporarles estos condimentos, hasta ese tiempo desconocidos. Sin embargo, el gran problema que había era que estos productos sólo llegaban a través de caravanas que hacían largos viajes a pie o en caballo y que duraban más de un año en concretarse. Además, sólo podían transportar una carga muy limitada de estos productos. En ese entonces las rutas eran sumamente peligrosas, ya que estaban infestadas de ladrones que asaltaban las caravanas y robaban su preciada carga.

Fue entonces que los reyes de España y Portugal se enfrascaron en una serie de exploraciones, buscando una vía más rápida para hacerse de estos productos y, obviamente, obtener la supremacía en su comercio y en las pingües ganancias que se obtenían. Quienes tomaron la delantera fueron los navegantes portugueses, ya que consiguieron llegar a los países asiáticos rodeando el continente africano por el Cabo de Buena Esperanza y enfilar su rumbo hacia el Océano Índico para finalmente llegar a las islas y tierras donde abundaban las especias. El reino de Portugal estableció un férreo dominio sobre esta vía, la cual defendió incluso con acciones armadas. Fue por ello que España volvió sus ojos hacia los mares de occidente, con la firme idea de que si se viajaba lo suficiente hacia el oeste, dado que el planeta tierra era esférico, se llegaría hacia las codiciadas tierras de Oriente y su preciado tesoro de las especias.

Es así como los marinos españoles y otros más, que no eran nacidos en este país pero que alquilaban su trabajo a este reino, empezaron a surcar los mares buscando esta ruta. Si bien es cierto que a finales del siglo XVI (1592) el navegante Cristobal Colón había descubierto algunas grandes islas en su ruta hacia occidente (lo que posteriormente se aclararía que era América), no fue sino hasta ya entrado el siglo XVII, en el año de 1519, que el Rey Carlos I de España integra una flota con 5 naves capitaneada por Fernando de Magallanes, con el propósito de que llegara a las islas llamadas “Molucas” por los portugueses, y así definir una ruta de navegación que fuera propiedad del imperio español. No olvidemos que en el año de 1494, los reinos de España y Portugal había firmado un documento llamado Tratado de Tordesillas, en donde se comprometían a dividirse el mundo conocido, y por conocer, a través de los viajes de ultramar, en una línea imaginaria establecida a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. Los portugueses conservaban para sí las rutas al oriente a través del Cabo de Buena Esperanza, y dejaban para los españoles todo un extenso espacio de mar (o por lo menos así se creía) y lo que se encontrare hacia el occidente.

En la extraordinaria expedición que realizó Magallanes, logró la gran hazaña de rodear el vasto continente americano en su parte más austral, legando para la posteridad el famoso Estrecho que lleva su apellido, y que le permitió ingresar al Océano Pacífico (Magallanes fue quien le dio este nombre aunque ya había sido “descubierto” por Vasco Núñez de Balboa en el año de 1513). Prosiguiendo su ruta hacia el Noreste, al final logra desembarcar en la isla denominada como Cebú y decide bautizar a este conjunto de islas con el nombre de Filipinas en honor al Rey Felipe II de España. Lamentablemente, Magallanes muere en un enfrentamiento contra los naturales del lugar y es su piloto, Juan Sebastián Elcano, quien logra llevar a los pocos sobrevivientes de la expedición y a la maltrecha nave capitana de regreso a España a donde llegan en el año de 1522.

Ya con la seguridad de una ruta que ofreciera a España un pasaje hacia el codiciado “oro” de las especias en oriente, se inician expediciones buscando viajar desde las costas de la Nueva España, adquirir la preciada carga en las Filipinas y volver sanos y salvos al punto de partida. A partir del año de 1522 se realizaron diversas expediciones hacia las islas de oriente, entre las que sobresalen las encabezadas por Ruy López de Villalobos (1541) y Miguel López de Legazpi (1564). Lamentablemente, ambas escuadras no pudieron contar con pilotos expertos que pudieran encontrar una corriente marina que les ofreciera la posibilidad de regresar hacia las costas americanas, aún con la carencia de vientos adecuados. No hay que olvidar que en esa época los barcos dependían para su movimiento de los vientos, por lo que si encontraban una “calma” que durara varios meses, podría significar la muerte de todos los ocupantes del navío debido al hambre y la sed.

No fue sino hasta el año de 1565 que el marino y Frayle Andrés de Urdaneta logra encontrar la corriente marina conocida como Kuroshio la cual impulsaba los barcos hacia el noreste de las Filipinas, pasando cerca de Japón, para posteriormente unirse a la Corriente del Pacífico Norte la cual empuja a los barcos a partir del Cabo Mendocino para que desciendan hacia el sur del continente bordeando las costas del pacífico de la Nueva España. A esta ruta se le denominó “el tornaviaje” y fue la pieza que faltaba para armar el rompecabezas de los viajes de América hacia las islas de Oriente.

A partir del año de 1565 se inició un acelerado y exponencial comercio con todo el Oriente, puesto que los comerciantes o representantes de las casas comerciales que estaban establecidas en las Filipinas tenían contacto con comerciantes de todas las regiones del Asia, por lo que era común ver en la Bahía de Manila, capital de Filipinas, a cientos de barcos procedentes de casi todas las regiones alrededor del archipiélago buscando vender sus diversas mercancías, las cuales se extendieron desde las clásicas especias (pimienta, clavo y canela) a la porcelana, marfil, laca y elaboradas telas (tafetanes, sedas, terciopelo, raso), artesanía china, biombos japoneses, abanicos, espadas japonesas, alfombras persas, jarrones de la dinastía Ming y un sinfín de productos más.

Fue así como se empezaron a habilitar barcos que pudieran soportar las inclemencias de los largos viajes y los meses de estar bajo el sol abrasador, que lograran soportar grandes cargas (hubo Galeones de Manila con capacidad hasta de 2000 toneladas) y transportar a una gran cantidad de pasajeros y tripulación (se dice que la Nao de China “La Santísima Trinidad” pudo transportar hasta 1000 personas). Fue tanto el auge del comercio en estos años que llegaron a enviarse 3 o más Naos cada año para ir y traer su preciada carga.

Sin embargo, a pesar de que la ruta estaba asegurada en cuanto a que ya se conocía la cartografía de la misma, no estaba exenta de graves peligros. Por un lado, la gran cantidad de tiempo que se invertía para ir hacia Filipinas (3 meses aproximadamente) y regresar a la Nueva España, que por lo general desembarcaban en Acapulco (6 meses o más), provocaba que solamente aquellas personas con una gran resistencia al hambre y las enfermedades (sobre todo al mal de Loanda o escorbuto) pudieran sobrevivir. La mortandad era grande, ya que aproximadamente sólo el 20% de los que viajaban en el barco lograban retornar. Además de lo anterior, en muchas ocasiones las naos zozobraban debido a las malas condiciones en que zarpaban. La voracidad de los comerciantes obligaba a los capitanes de los barcos a realizar la ruta sabiendo que los barcos tenían podrida una gran parte de su superficie y que seguramente naufragarían en cualquier momento. Preferían cobrar el cuantioso “seguro” del barco antes que velar por la seguridad de pasajeros y tripulación.

Y por si esto fuera poco, durante los 250 años que duró el tránsito del Galeón de Manila por el Pacífico, ocurrieron una gran cantidad de ataques de corsarios que buscaban hacerse de sus fabulosas riquezas aún a costa de su propia vida. La fama que daba a estos bandidos del mar el haber capturado a uno de los Galeones de Manila les aseguraba su pase a la posteridad, además de grandes sumas de dinero.

La península de California salta a la luz del interés de la Corona Española, precisamente durante el siglo XVII y XVIII de la mano de la ruta del Galeón de Manila. Como ya se ha explicado, la Nao de China en su viaje de retorno hacia el puerto de Acapulco pasaba de forma paralela a nuestra península. En su interior llevaba una gran cantidad de pasajeros enfermos, hambrientos y otros más casi agonizantes. Era de imperiosa necesidad para la Corona Española (mejor decir para los inescrupulosos comerciantes españoles) el encontrar algún punto de desembarco en donde se les pudiera surtir de agua y alimentos para continuar el viaje (y llevar su preciada carga a sus bodegas en Acapulco) y que se pudieran recuperar los muchos enfermos que transportaba.

De hecho, el intento fallido de fundar un enclave permanente en la California por parte del explorador Isidro de Atondo y Antillón en el año de 1683, fue motivado por la apremiante necesidad que tenía la Corona Española de reducir las graves pérdidas de los Galeones de Manila en su tornaviaje. En la expedición de Atondo se realiza la primer incursión hacia la parte de Bahía Magdalena (costas occidentales de la California) en busca de un sitio favorable y con agua para la llegada del Galeón de Manila, sin embargo, no se encuentra un espacio que cubriera estas condiciones. Durante los años en que los Jesuitas estuvieron realizando su labor evangelizadora en la California, fueron constantes las presiones de la Corona Española para que exploraran y establecieran un sitio en las costas occidentales de esta península y que dieran salvataje a la Nao de China.

No fue sino hasta el año de 1730 que el sacerdote jesuita Nicolás Tamaral logra establecer una Misión en el sitio que se denominó San José del Cabo, en la región que los pericúes llamaban “Añuití”). Hasta este sitio llegaron varios Galeones de Manila a surtirse de agua en el famoso humedal que ahí se encuentra y a recargarse de provisiones, para culminar con el trecho que les quedaba para llegar a Acapulco. El sacerdote Francisco Xavier Clavijero nos narra en sus crónicas misionales que en el año de 1734 arribó a la bahía de San Bernabé (San José del Cabo) un enorme Galeón de Manila con una gran cantidad de enfermos. Después de permanecer varios días y surtirlo de agua y cuidar de sus enfermos, dejaron en la Misión a cuatro de los pasajeros más afectados y el galeón continuó su viaje hacia Acapulco.

Tres de los enfermos se restablecieron totalmente y sólo uno de ellos, debido a su avanzada edad y grave condición, falleció. Los tres regresaron a la Ciudad de México, donde a la par del capitán del galeón, contaron al Virrey de la atención recibida por el Misionero del lugar. Fue entonces que se recomendó a todos los Galeones de Manila hacer una parada para obtener “refrescos” en su regreso al puerto de Acapulco.

Sin embargo, no siempre fueron bien recibidos los tripulantes del Galeón de Manila en las Californias. Se sabe que en el año de 1589 el corsario inglés Thomas Cavendish capturó y saqueó a uno de los galeones, de nombre Santa Ana, frente al Cabo California (hoy Cabo San Lucas) lo cual lo volvió el corsario más rico de todo el mundo en esa época. En el año de 1709, otro corsario de nombre Woodes Rogers atacó al galeón de nombre Nuestra Señora de la Encarnación, sin lograr su captura; sin embargo, dejó a 8 marinos muertos y otros heridos. También se sabe que, en una ocasión que arribó un Galeón de Manila para surtirse de agua y bastimento en San José del Cabo, al desembarcar una canoa con varios soldados, fueron atacados por un grupo de pericúes los cuales les dieron muerte.

En la actualidad se conoce que, durante el tiempo en que el Galeón de Manila realizó su ruta y llegada a las costas de la Baja California, se llevó a cabo un gran intercambio y contrabando de mercancías. La Corona Española, precisamente para evitar que las mercancías que traía el Galeón de Manila se vendieran sin pagar los impuestos correspondientes, tenía una fuerte prohibición al capitán de estos barcos para que comerciara con los productos; sin embargo, la corrupción ya se había enseñoreado también en estas lejanas tierras, por lo que de forma descarada los comerciantes avecindados en la Baja California acudían en sus botes hacia la Nao de China y compraban diversos productos como especias, porcelanas, estatuillas, etc. a cambio de lingotes de plata. Aún en la actualidad se puede apreciar en el Museo de las Misiones, en Loreto, B.C.S., una gran cantidad de objetos que fueron adquiridos en la Baja California y procedían de las bodegas del Galeón de Manila.

Se cree que unos 110 barcos tuvieron el honroso título de Galeón de Manila o Nao de China y que pudieron surcar los mares desde la Nueva España hacia su destino en el archipiélago Filipino y volver con sus grandes riquezas, sin embargo, no todos tuvieron esta suerte. Con la llegada del siglo XIX y los movimientos independentistas que se dieron en todas las posesiones españolas, México entre ellas, los viajes del galeón se suspendieron (en la Nueva España en el año de 1815). Aunado a lo anterior, la invención de los buques de vapor permitió que la Corona Española iniciara viajes por vías alternas hacia sus posesiones en Filipinas, perdiendo todo interés de que se hiciera por Acapulco. Una vez consolidada la independencia de México, oficialmente en el año de 1821, se dio por finalizado el comercio con el sistema de los Galeones de Manila.

La historia de la Antigua California es plena en sucesos que marcaron la vida de nuestra nación y que impactaron en su destino actual. Mucho hay aún por descubrir y dar a conocer, para que las generaciones de todos los tiempos se sientan orgullosos de su pasado y celebren la vida de este paraíso natural. Como colofón del escrito dejo a ustedes un inspirado verso basado en los legendarios Galeones de Manila o Naos de China:

A las aguas de Acapulco llegando desde Manila con su gran riqueza enfila un gigantesco galeón; por él vienen los ingleses armados para la guerra, cuando se aleje de tierra encontrará al Centurión (El Galeón de ManilaMusador)

 

Bibliografía:

Almazin M. A. El galeón de Manila. Artes de México, n.º 143, 1971.

León Guerrero, María Montserrat (2000). «El gran logro descubridor del reinado de Felipe II. El hallazgo de Tornaviaje de las Filipinas por el Pacífico hacia Nueva España». XIII Coloquio de Historia Canario-Americana ; VIII Congreso Internacional de Historia de America:

Martín-Ramos, Clara. Las Huellas de la Nao de la China en México (La Herencia del Galeón de Manila). 2007.

Ibarra y Rodríguez, Eduardo (1892). Don Fernando el Católico y el descubrimiento de América. Imprenta de Fortaner, Madrid. pp. 184.

Fernández de Navarrete, Martín (1837). Expediciones al Maluco, viage de Magallanes y de Elcano. Imprenta Nacional.

LEÓN GUERRERO, Montserrat (2000). El segundo viaje colombino. Universidad de Valladolid (tesis doctoral)., pp. 20-28.

Rodao, Florentino, Islas del Pacífico: El legado español. Madrid: Lunwerg, 1998, pp. 27-35

John D. Neville. «History of Thomas Cavendish», Heritage Education Program, US National Park Service.

La Historia de la Antigua o Baja California. IV tomos. Francisco Xavier Clavijero.

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La sangrienta batalla del Galeón de Manila. Una de piratas en BCS

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Como ya se ha descrito antes, el Galeón de Manila o Nao de China era una presa codiciada por todos aquellos bandoleros que surcaban los mares; la promesa de inmensurables ganancias los hacía arriesgar no solamente sus naves sino la vida misma. La Corona española se esmeraba en proteger sus barcos; por lo general establecía escoltas armadas con cañones y una gran cantidad de soldados bien entrenados para resguardar estos Galeones en su regreso a tierras de la Nueva España. En torno a los hechos sangrientos en los que se vieron envueltos dichos navíos, se han tejido un sinnúmero de historias —algunas falsas, otras verdaderas— e infinidad de relatos inciertos, pero no porque éstos no hayan sucedido, sino porque los registros que se tenían de las mismas eran muy escasos y erráticos, por lo que en ocasiones se escribían versiones más románticas y fantasiosas que reales. Aunado a lo anterior, el gobierno español trataba a toda costa de omitir cualquier tipo de información que involucrara la descripción de la ruta que seguía el Galeón de Manila hacia el continente americano, e incluso guardaba celosamente cualquier mapa, el cual pudiera dar una idea de cómo era la topografía de las regiones que tocaba este poderoso navío para surtirse de agua y provisiones, hasta llegar a su destino en el puerto de Acapulco.

Uno de los corsarios ingleses que atacó al famoso Galeón de Manila fue Woodes Rogers. Este súbdito de la Corona Inglesa fue hijo de un comerciante que al morir le legó una gran fortuna. Debido a que Woodes había incursionado desde muy temprana edad en las artes de la marinería, decide asociarse con otros inversionistas y avituallar dos barcos, el Duke y la Duchess, y con ello hacerse de una patente de corso, lo que le permitiría probar suerte atracando barcos provenientes de España—potencia con la cual Inglaterra estaba en guerra en esos años—y así consolidar una fortuna. En el año de 1708, Woodes Rogers parte desde Inglaterra hacia América, y en sus primeras hazañas logró apoderarse de varios barcos españoles y de una gran fortuna. Es importante mencionar, que uno de los hechos por el que ha sido más conocido este navegante, es por haber rescatado a un náufrago que durante varios años permaneció en una isla, me refiero a Alexandre Selkirk, del cual se dice que posteriormente el escritor Daniel Defoe lo inmortalizó en su libro Robinson Crusoe.

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La historia que hoy nos ocupa se desarrolló frente a las playas de Cabo San Lucas, en donde los barcos de Rogers se enfrentaron al Galeón de Manila buscando apoderarse de la preciada carga que traía de regreso de su viaje a Oriente. Algunos autores sostienen que los sucesos ocurrieron a finales de 1709, otros mencionan que a principios de 1710, e incluso algunos más argumentan que si bien sucedió un combate entre las fuerzas de Rogers y las que protegían el Galeón de Manila, jamás llegó a darse la capitulación del Galeón. La imprecisión se debe, como ya lo he manifestado, a la escasez de registros sistemáticos de estos hechos y a la necesidad de ocultarlos de la opinión pública a efecto de no motivar a más piratas o corsarios para que los imitaran.

Analizando el documento La historia de Cabo San Lucas, editado por el Municipio de Los Cabos, se menciona que: El 21 de Diciembre de 1709, el pirata Woodes Rogers entró a la bahía de Cabo San Lucas en con sus naves “Duke” y “Duches“, al día siguiente tomó por asalto el Galeón de Manila que llevaba por nombre “Nuestra Señora de la Encarnación” y “El Desengaño”; sin embargo, fue rechazado cuatro días después por el “Begonia”. Rogers permaneció en el lugar hasta el 10 de Enero de 1710.

En otro documento consultado: Piratas en Los Cabos, de Laura G. Bueno, se menciona que: El capitán Woodes Rogers y Stephen Cortney, con sus barcos “Duke” de 320 toneladas y 36 cañones; y “Duchess” de 260 toneladas con 26 cañones y más de 300 hombres, llevaban esperando en Cabo San Lucas un par de meses a los galeones españoles. Convivieron con los pericúes, quienes se mostraron como una tribu hospitalaria y quizá estaban sorprendidos con estos “rubios” que les daban artículos valiosos y nuevos para ellos. Los ingleses se empezaron a impacientar y estuvieron a punto de regresar a Gran Bretaña con las ganancias obtenidas por sus saqueos en las costas del Pacífico y del Atlántico, pues además habían capturado dos embarcaciones francesas y ocupado la población de Guayaquil, aunque el propósito de Rogers era apoderarse del galeón proveniente de Manila.

Por fin, al amanecer del 1 de enero de 1710, una vela se vio en el horizonte: El galeón de Manila de nombre La Encarnación, fue inmediatamente interceptada y después de dos horas de batalla, se rindió. Rogers fue herido por una bala en la quijada; dos días después Nuestra Señora de la Begoña, el galeón más grande, apareció. Sin embargo, avisados en la Nueva España sobre Rogers, los españoles se prepararon para enfrentarlo. La seguridad del puerto de Acapulco fue reforzada y varios barcos fueron enviados a Cabo San Lucas y las islas Tres Marías. Días después, el Duchess inició la batalla sin éxito; el Duke le apoyó y también recibió daños severos por lo que se retiraron a la bahía de Cabo San Lucas con 34 ingleses lesionados. El galeón salió rumbo a Acapulco con ocho muertos y varios heridos, mientras, Rogers se quedó en Los Cabos reparando sus naves para el retorno a Inglaterra, en donde llegó con una ganancia de 170,000 libras en octubre de 1711.

En otro documento que se encontró, se menciona que Alexandre Selkirk, el “Robinson Crusoe”, estuvo en Baja California Sur en 1710; Casimiro Gardea Orozco relata lo siguiente sobre este suceso: En el año de 1709, el pirata inglés Woodes Rogers recorrió el Océano Pacífico en sus buques “Duke” y “Dutchess” y en el mes de diciembre de ese año arribó a “Puerto seguro” como se llamaba en ese entonces Cabo San Lucas. Su intención era apoderarse  de los galeones que venían de Filipinas como en efecto lo hizo con la nao “Nuestra Señora de la Encarnación”. Quiso hacer lo mismo con el “Begonia”, pero fue rechazado. Después de su enfrentamiento Rogers regresó a Inglaterra llevando un cuantioso botín.

Finalmente, en el documento Los piratas en Cabo San Lucas, de Eligio Moisés Coronado, encontramos la siguiente referencia sobre el ataque de Woodes Rogers: El 22 de diciembre de 1709 fue asaltado en las inmediaciones de Cabo San Lucas el Galeón de Manila “Nuestra Señora de la Encarnación”, por el pirata inglés Woodes Rogers . El galeón había zarpado de Cavite, Filipinas, el 12 de julio de 1709, al mando de M. Juan Presbert junto al galeón “Nuestra Señora de Begoña”, que debió separarse de aquél durante los primeros de diciembre. El 4 de enero las dos fragatas de Rogers, “Duke” y “Duches”, atacaron al galeón “Begoña”, armado con sólo 24 cañones. En un primer ataque fueron rechazados; al día siguiente volvieron a acosarlo durante toda la mañana, pero la defensa española obligó al inglés a desistir. Finalmente, el “Begoña” entró en Acapulco con ocho muertos y un número similar de heridos.

Este historia vuelve a dejar en claro la presencia de los piratas que merodeaban por las tierras de California, en busca de una ganancia que pretendían fuera fácil pero que, como ya se ha visto, en ocasiones se tornaba difícil o imposible de obtener. Para poner punto final al relato, comentaré que el corsario Woodes Rogers regresó a su patria con muchas riquezas y siendo considerado como un héroe. Rogers continuó realizando nuevas actividades de bandidaje por algunos años, hasta que, ya viejo y con los estragos causados por múltiples heridas recibidas, regresa a su patria. Es nombrado Gobernador de las Islas Bahamas en donde es perseguido por una gran cantidad de deudas que contrajo. Woodes Rogers fallece a los 53 años de edad siendo Gobernador en un segundo periodo de estas islas antillanas.

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