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Un suicidio peculiar

IMAGEN: Internet

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En la madrugada del 2 de mayo de 1915, una nerviosa mujer de 44 años tomó la pistola militar de su marido y se disparó en el pecho. No murió de manera inmediata. Su hijo de 13 años la encontró malherida y la mujer agonizó unas horas antes de fallecer. Su suicidio permaneció en secreto –sólo un periódico publicó una nota escondida días después–.

Clara Immerwahr fue la primera mujer en doctorarse en una carrera científica en la Universidad de Breslau en el área físicoquímica, algo no sólo inusitado sino prohibido en sus días.

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Su padre fue él mismo un doctor en química que se enriqueció en la industria textil.  La joven Clara, como era la costumbre en las familia judías liberales prusianas, recibió una excelente educación que reforzó con clase particulares para poder estudiar química.  Se le otorgó un permiso y se le aplicaron exámenes especiales, debido a que las mujeres solo podían entrar de oyentes a las aulas universitarias.

El físico químico Richard Abegg fue su tutor y dirigió su tesis doctoral, Clara se enamoró de él y durante toda su vida entabló una relación epistolar donde le confió su insatisfacción.

En 1901 Clara pasó los exámenes de química, física, mineralogía y filosofía para doctorarse magna cum laude.

Junto con Abbeg publicó dos investigaciones sobre la electro afinidad y bases de datos sobre la solubilidad de algunos minerales. También ofreció lecturas públicas que atrajeron a cientos de mujeres.

En 1902 se casó con un químico que prometía mucho, nada menos que el futuro Premio Nobel Fritz Haber. Le había conocido años antes en clases de danza y Fritz se obsesionó con Clara desde entonces. Se reencontraron en un congreso y Clara accedió al matrimonio.

Aunque siguió trabajando esporádicamente en el laboratorio de su marido, la carrera científica de Clara acabó cuando nació su único hijo, Hermann. El niño fue enfermizo y, al volverse ama de casa, aunque tuviera ayuda de numerosas criadas, Clara se arrinconó en el ostracismo. Su declive fue inversamente proporcional a los éxitos de Fritz.

Fritz Haber pasó a la historia por dos fenómenos luminosos y horrorosos. Logró sintetizar el amoniaco y fue el padre de la guerra química moderna.

En 1906 Fritz Haber quiso demostrarle a Walther Nernst –quien le había rechazado un trabajo– que podía solucionar el problema de la producción de nitratos, como fertilizante y como explosivos.

En 1908 la fábrica BASF contrató a Haber y este patentó un proceso por el que pudo obtener NH3 combinando nitrógeno e hidrógeno a altas temperaturas usando óxido de hierro como catalizador. Carl Bosch logró aplicar este proceso a la industria y la historia cambió. Actualmente, se producen más de 150 millones de toneladas métricas de amoniaco que fungen como fertilizante en el 80 % de las tierras cultivables. Haber contribuyó a derrotar el hambre y poder sustentar la superpoblación que hoy plaga la Tierra. Bosch y Haber recibieron el Nobel de química en 1918 por esta proeza.

Haber se volvió rico y fue nombrado director del instituto Káiser Guillermo, que fue reclutado por el gobierno cuando estalló la Gran Guerra en 1914. Mientras tanto, Clara fue relegándose cada vez más. Dejó de asistir al laboratorio de manera asidua y cuando lo hacía no participaba en los experimentos. Se dedicó a cuidar a su hijo y a regir su casa.

Dos graves acontecimientos le sumieron en la depresión. En 1910, su amado Richard murió en un accidente de globo aerostático. Esto hizo que perdiera a su confidente a quien había confesado que: “Lo que Fritz ha ganado durante estos ocho años, yo lo he perdido y lo que queda de mí, me llena con la más vacía insatisfacción”. (Carta de Clara a Abegg, 1909).

Otto Sackur fue otro amigo de Clara, colega que fungió como uno de sus sinodales. Gracias a ella, Haber lo contrató para trabajar en el instituto. Sin embargo, en diciembre de 1914, mientras trabajaba con cacodilo de cloro, Sackur murió en medio de una nube tóxica. Haber mismo estuvo a punto de perecer. Clara fue testigo y de manera fría y valiente coordinó la ayuda para salvar a los hombres, pero Otto murió antes sus ojos.

¿Por qué experimentaban con tales comburentes?

Cuando BASF cerró por el estallido de la guerra, Walter Von Ratheneau llamó a Haber para solucionar el problema del suministro de nitratos que provenía del guano chileno. Haber reabrió la planta junto con Bosch para obtener ácido nítrico a partir del amoniaco, un paso requerido para la obtención de pólvora.

Alemania intentó inútilmente invadir las islas Malvinas para obtener el guano. Requerían urgentemente nitratos para explosivos. En octubre de 1914, Bauer se reunió con su viejo enemigo Nernst y discutieron como podían obtener cloro y fosgeno a partir de procesos que usaban las fábricas de tintes. El cloro y el fosgeno son dos gases neumotóxicos y Haber entendió que podían fungir como un arma letal.

A pesar de que la Convención de la Haya de 1907 prohibía el uso de armas químicas, los alemanes estaban desesperados y dieron luz verde al proyecto de Haber. Primero, Nernst usó clurosulfonato de o- dianisidina que se empleaba en las plantas de Bayeren en Leverkusen. Se cargaron proyectiles con este compuesto mezclado con bolas de plomo.

El 27 de octubre de 1914, el ejército alemán uso 3000 proyectiles de este tipo contra las tropas inglesas en Neuve Chappelle. Fue un completo fracaso. Los británicos ni siquiera se dieron cuenta de que estaban siendo atacados, algunos solo estornudaron. Ante el fiasco, Haber se dedicó a idear armas químicas útiles.

Fue en este contexto que Otto murió en medio de los experimentos y Clara sabía –por lo menos de manera genera– las investigaciones en las que su marido participaba.

Aquí comienza un debate histórico sobre la posición de Clara en lo referente a estos acontecimientos. Historiadores ideologizados, principalmente pacifistas o feministas, alegan que Clara cayó en un estado depresivo y desesperado por el conflicto que le causaba la aberración de la cuál su propio esposo estaba orquestando. Ella asistió a algunos experimentos con monos y vio cómo se quemaban sus pulmones ante diversos agentes tóxicos.

Según algunas fuentes, Haber dio un paso atrás después del accidente de Otto. Cosa que no se sostiene si se analizan los hechos subsecuentes.

Muchos científicos alemanes participaron en el proyecto. El profesor Hans Tappen sustituyó dos partes de la carga explosiva de proyectiles 150 mm por una carga liquida de bromuro de xililo con gran actividad lacrimógena. El 31 de enero de 1915 los alemanes lanzaron 18 000 proyectiles de este tipo contra los rusos en Lodz, pero las bajas temperaturas impidieron que el compuesto se volatilizara.

Mientras tanto, Haber seguía investigando con fosgeno y cloro, uno de sus colegas los inhaló accidentalmente y le sugirió que si lograban volverlos gas, el enemigo quedaría derrotado. Finalmente, se dio cuenta de que el cloro sería lo más eficaz. Al ser un gas más denso que el aire se podría dispersar mejor en primavera.

El 2 de abril Haber inhaló cloro y tardó dos días en recuperarse. Varios futuros premios nobel colaboraron con él: James Franck, Otto Hahn y Gustave Hertz. A pesar de que algunos al principio se negaban, Haber los convenció de que Francia ya estaba llevando a cabo las mismas investigaciones. Además, el uso del gas provocaría que la guerra acabara de manera muy rápida, resolvería el problema de las trincheras y a la larga salvarían millones de vidas.

Al fin, el 22 de abril de 2015 nació la guerra química moderna. Los alemanes llevaban atrincherados desde noviembre del 14. BASF desplegó en el frente 6 mil bombonas de metal que contenían cloro gracias al 35 ° regimiento de ingenieros bautizado como “Unidad de desinfección” al mando del coronel Peterson. Fritz Haber en persona asesoraba el momento. Las bombonas camufladas bajo tierra tenían tubos de dispersión. Una válvula abría diez bombonas. Fritz estaba desesperado, la nube de cloro avanzó lentamente –pues el terreno entre las trincheras no era plano- y la dirección del viento no lanzaba la nube hacia los aliados. Para colmo, los franceses disparaban proyectiles que a veces destrozaban alguna bombona y el cloro mataba a los propios alemanes.

Los generales reprendieron al químico por incompetente.

Del 25 de marzo al 11 de abril, la Unidad de Desinfección había desplegado 5730 bombonas con cargas de 40 y 20 kg de cloro a lo largo de 7 km.

Por fin, la nube avanzó a las cinco de la tarde. 168 toneladas de cloro fueron llevadas por el viento hacia la 45 división argelina y la 87 división francesa. Los franceses pensaron que era una nube de humo. Los aviones ingleses informaron de una nube amarillenta que salía de las trincheras alemanas entre Bixschoote y Langemarck.

Cientos de hombres caían en estado comatoso  y morían. El reverendo británico Owen Spencer vio el ataque con sus prismáticos, observando que los franceses huían tosiendo, con el rostro violeta. Las tropas francesas huían en la dirección del viento, acompañando la nube lo que ocasionó más bajas. Los alemanes conquistaron 4 miserables kilómetros.

El ataque se repitió dos días después a las tres de la mañana, pero esta vez los regimientos canadienses estaban preparados con pañuelos empapados de orina que usaban como cubrebocas.

Haber volvió del frente ilusionado, pensando en que podía mejorar los ataques. Es en este momento en que Fritz y Haber tuvieron fuertes peleas que desembocaron en el suicidio de la mujer. Según algunos autores, Clara estaba horrorizada y reprochaba las investigaciones de Fritz aduciendo que la ciencia debía ser luz y progreso a lo que Haber respondía que un científico se debe a la humanidad en tiempos de paz y a su patria en tiempos de guerra.

El nacionalismo que infectó a los hombres en el siglo XX estaba en su apogeo.

Los altos mandos realizaron una fiesta en Berlín para festejar el inicio de la guerra química pero Clara no acompaño a Fritz.

Clara llevaba años en una neurastenia que se diagnosticaba como histeria en aquella época. Según algunas cartas, ella no había tenido relaciones sexuales con su marido desde hacía ochos años. Para colmo, la noche del 1 de mayo, Clara sorprendió a Fritz en los brazos de Charlotte Nathan, la gerente de un club nocturno que sería a la postre la segunda esposa de Haber.

Trastornada, Clara se disparó en el pecho aquella madrugada. Haber no escuchó el disparo. Sin saber lo ocurrido ese día volvió al frente de batalla.

Ese día los alemanes usaron 12 mil bombonas de cloro contra los rusos en Bolinow, que mataron cerca de 6 mil hombres y afectaron a más de 9 mil.

Haber se enteró de la muerte de Clara seis días después. No se realizó ninguna autopsia.

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