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Los polvorientos caminos de la fe. Consag y Link, dos exploradores

FOTO: Patricia Valenzuela Lugo.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En la actualidad, el transitar por alguna de las carreteras de nuestra Sudcalifornia nos representa un gran engorro, ya que de antemano nos predisponemos a que va a ser aburrido, durará mucho tiempo y sólo vamos a ver pasar, por la ventanilla de nuestro auto, cardones, mezquites y cerros áridos. Sin embargo, no nos ponemos a imaginar la gran dificultad que fue, para los primeros colonos europeos, el transitar en caballo o mula, por senderos inexplorados que, por lo mismo, los hacían intransitables y peligrosos. Por lo anteriormente descrito, se antoja como titánica la gran labor que desempeñaron los jesuitas que arrostrando todos estos obstáculos decidieron explorar y conquistar palmo a palmo la península Californiana.

Uno de estos sacerdotes, el cual se distinguió por sus grandes dotes de explorador, fue Fernando Consag (en croata, Ferdinand Konščak). Este ignaciano había nacido en Varasdin, al noroeste de la actual Yugoslavia, el 3 de diciembre de 1703. Su ingreso a la orden lo lleva a cabo en Eslovaquia en el año de 1719, sin embargo, sus estudios de seminarista los desempeñó en Austria. Fue un alumno empeñoso y debido a su avanzado progreso, al profesar sus votos sacerdotales lo nombran catedrático en un seminario de Budapest. Es en el año de 1730 que solicita, y se le concede, el venir a trabajar en las misiones de la Nueva España. Después de permanecer por un corto tiempo en la ciudad de México, es enviado a las Misiones de la California en el año de 1732.

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A su llegada es destinado a la Misión de San Ignacio Kadakaaman, en donde se distingue por sus habilidades para la construcción, así como por ser un hombre diligente y de nobles sentimientos, siendo muy apreciado por los naturales de aquellas tierras. En el año de 1744 es destinado a la misión recién formada de Nuestra Señora de los Dolores del Norte y, al año siguiente, prosigue su apostolado en la de Santa María Magdalena. Debido a su vocación de explorador, se le envía a la región poco explorada del septentrión de la península y descubre un terreno muy bueno en donde funda la Misión de Santa Gertrudis, La Magna.

Al año siguiente de estar desempeñando su ministerio, el Provincial de los Jesuitas, el sacerdote Cristóbal de Escobar y Llamas, el cual tenía amplio conocimiento de las excelentes dotes de explorador y cartógrafo de Consag, lo envía hacia el norte de las Californias, con el objetivo de que indague si estas tierras son, o no, una isla. El día 14 de julio de 1746 parte en barco desde Loreto a este gran viaje. Durante su estancia en aquellas tierras, elabora un minucioso mapa el cual confirma lo que ya había descubierto el también jesuita Francisco Kino y otros exploradores, que la California era una península, y para demostrar su dicho elaboró uno de los mapas más completos, el cual aún se conserva. Aunado a lo anterior, llevó a cabo una minuciosa e interesante bitácora de viaje, la cual se encuentra resguardada en el Archivo Franciscano de la Biblioteca Nacional.

FOTOS: Internet.

Al regresar a Loreto es devuelto a su ministerio, sin embargo, su espíritu inquieto no lo deja estar tranquilo y para el 22 de mayo de 1751 emprende una nueva expedición, partiendo de la misión de San Ignacio, hacia la isla nebulosa o Isla de Cedros. Su recorrido lo realiza por tierra y le toma 41 días llegar hasta enfrente de la Isla. Durante sus jornadas, se dio tiempo para llevar un detallado e interesante registro de la flora, la fauna y los naturales de aquellas tierras, con los que se topaba. El mencionado diario, lo incorporó  José Ortega en un libro titulado Apostólicos Afanes de la Compañía de Jesús. De regreso de este viaje continuó desempeñando sus labores misionales, entre las que destaca la construcción del templo de la hermosa Misión de San Ignacio. El sacerdote Consag fallecería el 10 de septiembre de 1759, tras 27 años de servir en la California. Sus restos descansan en la Misión de San Ignacio Kadakaaman.

Sobre el sacerdote Wenseslao Link (Vaclav en su lengua natal), encontramos que nació en Nejdek, Bohemia occidental, el 29 de marzo de 1736. Su noviciado lo realiza en el poblado de Brno y, aún sin concluir sus estudios, lo envían a la Ciudad de México en la Nueva España en el año de 1754. Continúa sus estudios de teología y profesa sus votos en el año de 1761. Fue en ese mismo año que se le concede el iniciar su vida de misionero y al lugar que se le destina es a la California, específicamente a la Misión de San Borja Adac, la cual había sido fundada por el jesuita Georg Retz 2 años antes.

Tal parece que Link estaba destinado a ser un explorador, más que a desempeñar su vocación de sacerdote. Su primera expedición la realiza en los meses de marzo y abril de 1765 a la Bahía de los Ángeles y la Isla del Ángel de la Guarda. Posteriormente, de agosto a diciembre de ese mismo año, emprende un viaje hacia la desembocadura del Río Colorado, pero debido a los vientos y temporales propios de esas fechas en aquellas regiones, no logró llegar. Unos meses después, de febrero a abril de 1766, realiza un nuevo viaje y en esta ocasión tiene mejor fortuna y logra explorar la zona del Río Colorado.

Durante los viajes realizados por el sacerdote Link, elaboró unos minuciosos informes en los que daba cuenta de los animales y plantas de aquellas regiones, así como los encuentros con habitantes de estos sitios. También consigna una gran cantidad de detalles cartográficos de aquellos parajes. Fue tan abundante la información que logró registrar que Ernest J. Burrus pudo elaborar una obra en 3 volúmenes con todo el material que pudo reunir de los viajes del sacerdote. En total estuvo 6 años cumpliendo su labor de misionero y explorador en las Californias.

En el mes de febrero de 1768, Link, así como sus demás hermanos de la Orden, son embarcados en el puerto de Loreto en cumplimiento a la Orden de Expulsión de los integrantes de la Compañía de Jesús de todos los territorios de la Corona Española. Al llegar a España, estuvo preso casi 1 año y es hasta 1769 en que regresa a su tierra, a la ciudad de Olomuc, Moravia. Los siguientes 28 años de su vida continuaría desempeñando sus labores sacerdotales, hasta que el 8 de febrero de 1797 fallece a la edad de 94 años, víctima de hidropesía.

La fuerza y férrea convicción de Consag y Link, permitieron que las tierras Californianas fueran exploradas y, por consiguiente, conocidas por el mundo. Mucho debemos a estos hombres que, a pesar de no contar con los medios que tenemos ahora, pudieron llegar a regiones donde difícilmente cualquier persona lograría llegar en la actualidad. La fe inquebrantable de que estaban haciendo el bien para todos, los impulsó a realizar obras que aún en la actualidad nos sorprenden.

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El ocaso de Guamongo y la Real Cédula del 6 de febrero de 1697

FOTO: Ayuntamiento de Loreto

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Antes de la llegada de los primeros colonos europeos a la Antigua California, Guamongo, divinidad principal de los guaycuras, causante de todas las enfermedades, se enseñoreaba en sus tierras, protegiendo a los guamas, sus principales adoradores y seguidores. Sin embargo, el destino había escrito el final de su reinado, el cual llegaría con el arribo a sus costas de unos hombres vestido de negro, de largos ropajes y que entre sus pertenencias portaban una cruz como símbolo de poder: los jesuitas.

Se tiene registro que desde la llegada de Hernán Cortés a estas tierras (1535) ya venía acompañado de sacerdotes, los cuales durante el tiempo que permaneció en la Bahía de la Santa Cruz hoy La Paz—, se dedicaron a convertir a los gentiles y a construir un incipiente templo. No obstante, debido al desafortunado final de esta expedición y a lo intempestivo de su rescate, tuvieron que abandonar la empresa (1536).

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Pasaron alrededor de 147 años para que, de nuevo, la Corona Española tomara la decisión y tuviera el empeño para concretar la exploración y la consolidación de una colonia en la península que había sido descubierta. Tal empresa fue encomendada al almirante Isidro de Atondo y Antillón, el cual partió desde las costas de Sinaloa, el 18 de marzo de 1683 rumbo al puerto de la Santa Cruz. Lo seguían los sacerdotes jesuitas Eusebio Francisco Kino, Pedro Matías Goñi y Juan Bautista Copart, los cuales representaban a su Compañía tras haber conseguido la licencia del virrey José Sarmiento y Valladares, conde de Moctezuma, para la evangelización de los gentiles que habitaban estas tierras.

Esta expedición no estuvo exenta de contratiempos, algunos sucesos trágicos como los acontecidos en el puerto de la Santa Cruz, y otros tristes como fue el que motivó que tuvieran que abandonar el puerto de San Bruno, recién fundado por ellos; pero lejos estaban estos desafortunados sucesos de cortar el deseo del Imperio Español, sobre todo de los miembros de la Compañía de Jesús, por regresar a la California y continuar con su labor expansionista.

Para la consecución de tal fin, los altos jerarcas de los jesuitas en la Nueva España promovieron acciones decididas y agresivas para evitar que las demás órdenes, que también ambicionaban ser las responsables de la conversión de los gentiles en la California, se les anticiparan. Y es así que consiguen la Real Cédula del 6 de febrero de 1697, en la cual el virrey José Sarmiento autorizó el establecimiento de la Compañía de Jesús en la California con una doble condición: por un lado, que la conquista se hiciese en nombre del rey de España; y por otro, que esta campaña de ocupación y evangelización del territorio no supusiese un gasto para la Real Hacienda. Con ello los jesuitas obtenían también la responsabilidad civil y militar, de modo que a la labor evangelizadora primeramente encomendada se sumaba la potestad sobre el poder político y militar de los territorios conquistados.

Mucho tuvo que ver el trabajo de los sacerdotes Kino y Juan María de Salvatierra para que esta Cédula fuera suscrita, y por fin su tesón se vio coronado con el éxito; a partir de ese momento toda la estructura de la orden de los jesuitas en la Nueva España se pone en marcha para facilitar los medios por los cuales se pudiera concretar esta expedición: se consiguió el barco para trasladar a la gente que acompañaría a Kino y Salvatierra a dichas tierras, y se inició la recaudación de fondos entre los hacendados acaudalados y piadosos, lográndose obtener una buena suma de dinero, en efectivo y en promesas de pago que se harían efectivas en el transcurrir del tiempo.

Padre Juan María de Salvatierra. FOTO: El Vigía

Llegado el mes de octubre y casi a punto de partir, una rebelión entre los indígenas pimas de la Sierra Tarahumara, orilló al padre Francisco Kino a dirigirse hacia esos sitios para tratar de detener el alzamiento, obligando a que Juan María de Salvatierra fuera el apóstol de las Californias, a quien correspondió el honor y gran responsabilidad de concretar esta gran empresa.

Fue el 19 de octubre de 1697 cuando la expedición llegó a las costas peninsulares, pero hasta el día 25 del mismo mes, se realizó una misa solemne así como una procesión con lo que se fundó oficialmente el puerto de Loreto, siendo la primera colonia permanente que se estableció en la península. Durante los primeros años de trabajo en estas tierras se presentaron muchas privaciones, debido a que la Corona española se negaba a darles socorro, esto justificado por la cláusula establecida en la Real Cédula del 6 de febrero, en la que claramente se especificaba que la Compañía de Jesús no sería un cargo económico para la Real Hacienda.

Los envíos de bastimentos desde Sonora y Sinaloa no eran tan frecuentes ni en la cantidad necesaria para mitigar el hambre de los colonos, por lo que muchos de ellos desertaron y regresaron a sus lugares de origen; por otra parte, y a pesar de que se había garantizado el control político y militar de las Misiones que se establecieran en las tierras conquistadas, en muchas ocasiones esto no era respetado por los soldados de presidio que se asignaban para proteger a los sacerdotes. Hubo varios actos de insubordinación o franco desdén por parte de los soldados al negarse a acatar las órdenes que les daban los jesuitas, llegando incluso a discutir acaloradamente en público.

Sin embargo, la colonización y evangelización de la California se puso en marcho y su avance fue irrevocable; Guamongo se vio desterrado de sus tierras por las que durante milenios se enseñoreó a su antojo y voluntad, y hasta el día de hoy sigue confinado en alguna oscura cueva o en el fondo del mar, tal vez esperando la oportunidad para resurgir de nuevo victorioso.

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