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Alejandro Rozado, El moscovita y las redes sociales

El librero

Ramón Cuéllar Márquez

 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Para muchos las redes sociales han significado una manera de informarse, contrastar, exponer y deliberar sobre temas nacionales, en especial por la defensa de la Cuarta Transformación de la vida pública de México. Así hemos descubierto y seguido a nuevas personas con quienes coincidimos no solo por afectos, que también, sino por la lucidez de su pensamiento y la firmeza de sus convicciones. Uno de ellos es Alejandro Rozado (CDMX, 1954), quien ha sido un faro de luz ante los acontecimientos históricos que estamos viviendo. Cuando digo históricos me refiero a que la Historia —así, con mayúscula— la estamos presenciando frente a nuestros ojos en primera fila, a todo color, y lo mejor, podemos participar, interactuar, opinar, inferir, pensar y compartir los sucesos cotidianos que poco a poco se convierten en hechos para la posteridad.

Y este hallazgo de cruzarnos con gente a la que comenzamos a seguir por su luz le da sentido a muchos que no solo coinciden por empatía sino porque sus palabras adquieren la capacidad de construir nuevos discursos, nuevas maneras de decir el mundo, y dentro de él, nuevas realidades. La vieja realidad del neoliberalismo está sucumbiendo, pero su cuerpo agónico se resiste a morir porque paga para que alguien encuentre el elixir de la eterna juventud —un candidato conservador— que los deje volver y ya no tengan que pagar con su propio dinero —prefieren el cómodo erario al que pueden explotar ad infinitum—, la máscara de oxígeno que los mantiene entre la vida y la muerte política —que no económica, esa se ajusta la mayor parte de las veces a las circunstancias cuando mira que perderá más de lo que gana siendo oposición.

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A Alejandro Rozado lo podemos hallar en el Facebook siendo puntual, acertado y claro con respecto al pensamiento de principios que trata de prevalecer la justicia social y el bien común. Es hijo del exilio español en México, del ala republicana que luchó en la Guerra Civil Española (1936-1939); nació en la colonia Condesa y estudió en el Colegio Madrid, posteriormente ingresó a la carrera de Física en la UNAM —que abandonaría después—, adhiriéndose asimismo al Partido Comunista Mexicano, que era una organización de carácter ilegal durante los setenta. Sin embargo, pronto habría de dedicarse de lleno a la actividad política desde esa trinchera en la zona industrial de Ecatepec entre trabajadores y gente con profunda marginación social, esos desclasados por las elites políticas y económicas de México. Encarcelado, torturado y perseguido por sus ideas fortaleció sus ideales, que hoy podemos constatar no solo el discurso sino desde sus acciones. Alumno de Enrique Semo (Bulgaria, 1930), investigador sobre la idea de la Historia en el poeta Octavio Paz (CDMX, 1914-1998), Rozado ha logrado definir con mucho sus principios desde la izquierda. Ya asentado, después de los tiempos de la “guerra sucia” de los setenta, cursó la maestría en psicoterapia sistémica, dedicándose de tiempo completo a la psicoterapia.

Es fundamentalmente un hombre de palabras, un escritor aferrado a esas palabras, que está demás decir son letales y persiguen que podamos ver ahí donde somos ciegos porque nos falta informarnos o bien interesarnos. Como las palabras tienen vida propia, toman su propio camino, construyen nuevos discursos y nuevas personas se arman con nuevas palabras. Alejandro Rozado publicó una novela, podemos decir que una crónica de vida, sus memorias, donde nos expone el desarrollo de esa pasión por hacer del verbo una acción que alimente a sus lectores. Se trata del libro El moscovita (CECA, 2020, en primera edición; Barker-Jules, en segunda edición; también digital en Amazon), una fuente personal de donde se puede abrevar y comprender ideológicamente lo que ha pasado en México desde la izquierda durante los últimos cincuenta años.

El moscovita es un libro de pasiones por la vida, reconstruida a partir de la visión de quien la ha vivido con intensidad. Retoma sus ideales a partir de sus propios pasos, a los que no ha traicionado sino que al contrario los ha reivindicado con creces, muy diferente a quienes en el pasado fueron guerrilleros o de una izquierda dura —me vienen a la cabeza Jesús Zambrano (Sonora, 1953) y Roger Bartra (CDMX, 1942), por supuesto—, pero que hoy militan en la derecha más recalcitrante de México. Es una novela escrita minuciosamente, cargada de un lenguaje abierto, directo, que pretende narrarnos hechos de un tiempo que para algunos no existe o que para otros tiene sus claroscuros. La agilidad del relato se vuelve trepidante capítulo por capítulo, los diálogos reconstruidos nos retratan la cotidianeidad del narrador, interesado en dejar un testimonio político que solo tendría efecto en los tiempos que estamos viviendo, es decir, la suma de todos los movimientos sociales que le dan sentido a la realidad actual.

De este modo, vislumbramos que las obras poseen detrás de sí una estructura nacida de quien ha vivido vigorosamente heredándonos la oportunidad de prevalecer a través de las palabras en este tiempo moderno, que poco a poco se abre paso para una historia escrita por todos.

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