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¿Qué aprendí trabajando para la Fuerza Aérea y el Ejército norteamericano?

Colaboración Especial

Por Pablo Chiw

 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Mi estatuto de top security clearance me permitió acceder a los cuarteles de Sam Huston en Texas, Ft. Jackson en Carolina del Sur y la base aérea Hanscom en Massachussets.

Las diferencias culturales entre los mexicanos y los norteamericanos a la hora de entender y relacionarse con su ejército son impresionantes y tiene sus explicaciones lógicas. Antes de Calderón y para la imagen pública, el ejército mexicano salía de sus cuarteles principalmente para atender emergencias naturales a través del Plan DN-III. Eran admirados y admirables, sin embargo, después de que George Bush le ordenó a Calderón ejecutar una guerra contrainsurgente en México, el ejercito mexicano pasó de ser protector a verdugo. La relación con su pueblo cambió de significado.

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En Estados Unidos la cosa es completamente diferente, cuando salíamos a comer a los restaurantes e iba con nosotros algún soldado uniformado, a la hora de pedir la cuenta siempre nos enterábamos de que otro comensal ya se había hecho cargo de la suma. Incluso en los bares ocurría este fenómeno. Caminar con ellos en la calle era como andar con una estrella de la farándula, infantes y adultos se acercaban para decirles gracias por su servicio. Los soldados norteamericanos son venerados y su sociedad se encarga de hacerlos sentir como verdaderos héroes.

Pero no son muy inteligentes

Contra toda lógica personal y para mi sorpresa, los criterios de selección del ejercito norteamericano, no privilegian la inteligencia o la educación para subir en la cadena de mando, existen dos factores principales: puntuaje en las pruebas de condición física y tiempo de servicio en zona de conflicto armado. Quienes suben más rápido son los más fuertes y los más valientes y las posiciones que te dan más puntos son también las más riesgosas, la principal es la de chofer.

Los soldados que salen muy bajos en sus exámenes de inteligencia tienen acceso a este tipo de puestos, si sobreviven llegarán a ser jefes. Quienes sacan los mejores puntuajes de coeficiente intelectual son canalizados a funciones más especializadas donde hay un techo prácticamente inmediato, no hay escalones para el crecimiento y sus carreras no son requeridas en el campo de batalla, ya sean puestos de investigación, análisis, inteligencia, administración, etc. El sufrimiento es notorio y constante, los soldados más inteligentes no soportan que un verdadero idiota sea su jefe de mando y aunque parezca una verdadera locura, las cosas funcionan así y también tiene una explicación lógica. La estructura militar opera como un todo gracias a la obediencia y no a la inteligencia, el gobierno necesita de generales capaces de obedecer y de hacer obedecer, no de pensar, cuestionar y confrontar al poder político o económico. Se trata de técnicos diestros en la ejecución, mas no en la reflexión.

El pensamiento crítico dentro de los batallones es prácticamente inexiste, miles de jóvenes traídos de las zonas rurales que jamás han leído un libro completo en su vida. Cuando llegué a compartir con ellos dentro de las barricadas quedé estupefacto al darme cuenta que el ejército provee a las bases militares con todas las películas de super héroes. Allí estábamos en las barricadas viendo al Capitán América, Iron Man o Batman y cuando el héroe vencía a un enemigo, los soldados se levantaban eufóricos a celebrar el triunfo, de la misma manera en que nosotros nos levantaríamos para gritar un gol de la selección mexicana ¿Absurdo? Ver para creer. Eran principalmente unos niñotes musculosos, brutos, obsesionados con la guerra, las armas y el asesinato.

Revisé el puntuaje de uno de ellos, su coeficiente intelectual estaba por debajo de la media y me platicaba que estaba preocupado por las opciones laborales que le ofrecerían, la más inmediata era chofer y esto significaba riesgo. Si bien hay muchos fanáticos cuya justificación existencial es la de ir a otros países a matar a los malos, también hay miles de jóvenes que entran al ejército para pagar su deuda estudiantil, sacar a sus familias de la pobreza o simplemente tener un techo donde vivir. Tal era el caso de este amigo, él no quería ir a la guerra sino salir de la pobreza y terminó como operador de drones, al parecer, no necesitas de mucha capacidad intelectual a la hora de presionar el botón del joystick y destruir blancos enemigos, sea infraestructura o vidas humanas.

En México es distinto

Después de Calderón la relación ejercito-pueblo quedó muy dolida, las violaciones sexuales, las ejecuciones extrajudiciales, las masacres, la colusión con el narcotráfico y el abuso de poder en contra de la población marcaron profundamente el vínculo, el protector se convirtió en agresor y esto significó traición.

Si para los norteamericanos sus soldados son héroes ¿Qué son para nosotros nuestros soldados?

Pepe Escobar uno de los más grandes analistas geopolíticos explicó hace unos días en su conferencia desde Porto Alegre que el poder para los países lo otorgan sus milicias, aunque nos duela a muchos pacifistas, esta declaración está respaldada por la realidad: Tanto Estados Unidos, China, Rusia e India pilares del poder hegemónico global gozan de los ejércitos más poderosos del mundo, no es ninguna coincidencia y es relativamente simple de entender, si tienes miles de millones de pesos en tu casa necesitas seguridad para protegerla, así de sencillo. México ha sido históricamente saqueado porque no tenemos suficiente fuerza para proteger nuestra riqueza.

Creo que tenemos que reflexionar profundamente sobre el doble vínculo que tenemos con el poder militar ¿con quién están? ¿a quién obedecen? Son fundamentales si queremos crecer, pero nos han hecho mucho daño. La guerra contrainsurgente de Calderón tuvo el propósito de paralizar mediante el terror de la violencia a la población mexicana que exigió en las urnas el giro hacia la izquierda, el voto por voto, casilla por casilla se convirtió en una amenaza directa para Washington que veía en la democratización de nuestro país la pérdida del férreo control que tenía con Salinas, Zedillo y Fox. Hubo injerencia extranjera directa en las elecciones del 2006, el fraude electoral estuvo patrocinado desde Washington, la misma campaña de Calderón recibió dinero de la administración de Bush y esto fue un acto de guerra, pero el ejército mexicano no respondió, sino que se subordinó al mando del espurio Felipe Calderón, las armas de nuestros soldados no apuntaron al extraño enemigo que profanó con su planta nuestro suelo, las apuntó en contra de su propia gente y para beneficio enemigo.

Con Andrés Manuel López Obrador las cosas han cambiado evidentemente, el presidente le ha dado su voto de confianza al ejército y les ha aumentado sus cuotas de poder, las grandes obras ahora están dirigidas por el brazo armado de la nación y esto es fantástico, la militarización de México no solo es deseable, sino que es urgente pues tenemos como vecino al peor criminal global que ha existido en los últimos cien años, una mente maestra a la hora de usurpar recursos naturales, asesinar presidentes desobedientes, derrocar democracias y encubrir verdades con estructuras discursivas masivas y omnipresentes.

Pero las dudas de la militarización de México no las encuentro en el hecho mismo de militarizar, sino en los sujetos desde los altos mandos militares que se subordinaron a la voluntad extranjera ¿no son acaso traidores a la patria? ¿ahora si van a hacer lo correcto? Para muchos de nosotros, es la primera vez en nuestras vidas que tenemos un gobierno soberanista, por este motivo, es la primera vez que vemos en los medios norteamericanos las constantes amenazas por invadir a México. Esto iba a pasar, porque ya sucedió en todos los países latinoamericanos que tuvieron presidencias soberanistas, inclusive Jorge Edwards, embajador de Chile en Cuba durante el gobierno de Salvador Allende confesó para la prensa española que Fidel Castro le dijo que tenía miedo de que los americanos asesinaran al presidente chileno y le ofreció ayuda militar para proteger su vida. Pero Salvador Allende fue asesinado por Washington a través de Augusto Pinochet, un militar chileno.

El grandísimo reto de México es el de proteger su soberanía nacional frente a Estados Unidos, ya sabemos cuáles son los tentáculos de los americanos aquí en México: cárteles de la droga que fungen como milicias privadas al estilo de Al Qaeda, armadas y entrenadas por Washington para desestabilizar a los gobiernos no alineados, pagados para ejercer violencia escandalosa la cual justifica la intervención militar norteamericana con el pretexto de aniquilar la semilla del terrorismo ¡que ellos mismos plantaron!

También tenemos el tentáculo civil empresarial, mexicanos y mexicanas que han sido premiadas por facilitar el despojo extranjero al apoyar las reformas neoliberales; PRI, PAN, PRD dirigidos por los Claudio X y demás cúpulas económicas antimexicanas.

Hoy vemos a un país que en contra de todos los pronósticos globales está creciendo y se está fortaleciendo, México como uno de los principales destinos para la inversión, México con una de las monedas más fuertes en el globo, México como el principal destino de los norteamericanos para venirse a vivir, México como uno de los países que no han adquirido deuda extranjera, México como uno de los países que más han reducido la deuda extranjera, México el país que apostó por las refinerías y ganó (a pesar que la gallina de los huevos de oro (PEMEX) ya estaba muerta). Todos estos hechos nos abren los ojos para darnos cuenta de que México es un titán y nunca estuvo dormido sino encadenado.

El ejército mexicano será quien defina con su lealtad o su traición el rumbo glorioso o vergonzoso de nuestra patria y de nuestra historia.

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La Guardia Nacional y el uso de la fuerza

FOTO: Cuartoscuro / Interiores: Internet

Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Ha sido aprobada la creación de la Guardia Nacional, sólo es cuestión de trámite administrativo al seno del legislativo, para que se publique el decreto que le dé vida legal a este cuerpo de seguridad pública, que anuncian será de mando civil, pero con “ADN” castrense. Entre los inconvenientes que académicos, defensores de derechos humanos y diversas organizaciones de la sociedad civil señalan, se encuentra la formación previa de quienes integrarán la corporación, pues todos ellos fueron entrenados para la beligerancia, la contienda, el combate y exterminio del enemigo. Eso es lo que hace un ejército, eso es lo que hace la milicia.

Este antecedente se estima como una amenaza a los derechos humanos, y el temor encuentra sustento en las recomendaciones que ha emitido la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) —casi todas ignoradas por los institutos armados— relativas a hechos documentados, en los que resaltan las detenciones ilegales e injustificadas; ejercicios abusivos en los que se acredita que elementos castrenses actuaron al margen de la ley, reteniendo a las víctimas y perpetrando actos de tortura, y en general, violentando el derecho a la libertad, seguridad jurídica e integridad personal de las víctimas, al trato digno y a una vida libre de violencia, tanto en perjuicio de civiles sujetos a investigación, como de particulares ajenos a los eventos generadores de dichos actos de investigación.

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Brindar seguridad pública es obligación del Estado, y para ello están constituidas las fuerzas policíacas, de los tres órdenes de gobierno. Las corporaciones de policía deben responder al fenómeno delictivo y a la incidencia de la criminalidad, mediante programas de prevención, disuasión, contención y combate al delito. En México estas tareas han fracasado, principalmente porque el crimen organizado y el poder público se encuentran vinculados, y, específicamente hablando de las corporaciones policíacas, esas son tres las grandes carencias: capacitación, profesionalización y equipamiento.

Para establecer una política eficaz de seguridad pública, habrá que construir los mecanismos de control en el ejercicio del poder, tendiente a erradicar la injerencia del crimen organizado en las actividades propias del servicio público, y dotar a las corporaciones de capacitación, profesionalización y equipamiento.

No se puede sustituir a un policía con un soldado. Son dos entes operativos distintos y en algunos aspectos, antagónicos. Un buen soldado, nunca será un buen policía, y viceversa. El soldado está formado para obedecer, acatar y combatir, sin cuestionar ni objetar. No toma decisiones; está diseñado para enfrentar al enemigo. En cambio, el policía debe ser analítico, inquisitivo, cuestionador. El soldado está entrenado para usar fuerza letal. El policía debe utilizar la fuerza en un marco severamente contenido, bajo un criterio de racionalidad que le impone en cada caso en particular una toma de decisión crítica, y siempre bajo un estricto respeto a los derechos humanos.

Si lo que se necesita entonces es capacitación, profesionalización y equipamiento, bajo estrictos estándares de supervisión, es preferible convocar a civiles con vocación, que tratar de convertir a soldados en policías. No necesitamos soldados convertidos en policías; necesitamos policías profesionales, disciplinados, capacitados y bien equipados.

Se establece en los transitorios de la ley que la constituye, que la Guardia Nacional tendrá un estado de fuerza militar temporal, de sólo cinco años, y que paulatinamente se irá conformando con civiles. Esperemos que ello no sea otra fallida promesa de campaña. No obstante, independientemente de la conformación estructural integrada por civiles o militares, el segundo problema que representa la implementación de la Guardia Nacional, es el uso de la fuerza.

Hemos apuntado que los militares están entrenados para usar fuerza letal. En los regímenes democráticos el uso de la fuerza está reservado exclusivamente para el Estado; nos está prohibido a los particulares hacer uso de la misma. El Estado dota legalmente a las corporaciones policíacas de facultades para usar la fuerza, atendiendo a la investidura de autoridad que conlleva su función, y para garantizar su integridad y la de los ciudadanos, en una situación de riesgo o de confrontación con un agente criminal.

El uso legítimo de la fuerza, en el caso de los agentes de seguridad pública, está sujeto a parámetros internacionales, derivados del Código de Conducta para Funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, emitido el 17 de diciembre de 1979 por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) mediante resolución 34/169, que limita el uso de la fuerza, como recurso excepcional, únicamente cuando sea necesario, en la medida en que sea razonablemente admisible, según las circunstancias, de forma preventiva para contener o repeler una amenaza real que ponga en peligro la integridad de terceros o la propia, siempre bajo un estricto marco de proporcionalidad.

Los principios que rigen entonces el uso de la fuerza son la excepcionalidad, la necesidad, la racionalidad y proporcionalidad. El problema es que no contamos con protocolos de uso de la fuerza que aterricen estos principios, de manera funcional y objetiva. Es necesario entonces, acelerar los procesos de implementación en materia de reglamentación para unificar los criterios de uso de la fuerza para todas las corporaciones de policía, y en particular, para los operativos de la Guardia Nacional; así mismo, capacitar de manera constante y efectiva a todos los elementos de las fuerzas policiales, para que ajusten el uso de la fuerza a estos principios.

De manera paralela y consecuente, habrá de mejorar los controles de supervisión, con transparencia y publicidad, preferentemente con la colaboración de órganos externos de la sociedad civil, en ejercicios de participación ciudadana. El mecanismo más eficaz de evaluación de la función policial, es el de la compilación de memoria audio videográfica de los actos de autoridad.

Tres tareas resultan impostergables, si queremos abatir el problema de la inseguridad pública:

1. Selección, capacitación, evaluación, profesionalización y equipamiento adecuado, de los elementos que se integren a los cuerpos policiales, en particular, a la Guardia Nacional.

2. Implementar protocolos de actuación estandarizados, relativos al uso de la fuerza.

3. Uso obligatorio de videocámaras en todos los operativos que realicen los elementos de la Guardia Nacional, a efecto de que quede constancia documental audio videográfica de su actuación.

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La Guardia Nacional: balazos, ¿no abrazos?

FOTO: Internet

Agenda Comunitaria

Por Frank Aguirre

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿Algunas vez has visto el documental Hasta los dientes? El 19 de marzo del 2010 el Gobierno mexicano presidido por Felipe Calderón, anunció la muerte de dos sicarios armados “hasta los dientes,” en la ciudad de Monterrey, Nuevo León. Días después se reveló que en realidad se trataba de dos estudiantes de excelencia académica del Tecnológico de Monterrey. Estos jóvenes fueron golpeados, torturados, coersionados y asesinados por militares, uno de los estudiantes era sudcaliforniano.

Puedes imaginar, bajo estas circunstancias, ¿cuántas veces ha pasado la misma historia?, ¿cuántas veces el Ejército actuó contra civiles e intentó ocultar los hechos?, ¿en cuántas ocasiones la justicia mexicana abusó de su autoridad e inculpó a inocentes?, ¿en cuántos casos los militares han hecho uso excesivo de la fuerza, y por cubrir sus huellas, alteran los hechos?,¿cuál es la deuda del Ejército por violar la ley y los derechos civiles? Tlatelolco 1968. Presunto culpable, 2011, Tlataya.

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Tan sólo hoy en día, el Ejército debe 1.5 millones de pesos, después de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) lo encontrara culpable de desaparecer a tres jóvenes: José Ángel, Nitza Paola —quién padece una discapacidad motriz que le impide caminar— y Rocío —madre de una niña de 11 años. El organismo internacional concluyó que estas tres desapariciones forzadas se dieron en el contexto de la estrategia de despliegue de efectivos militares para labores policíacas”, emprendida en 2007 por el ex presidente Calderón, y emanada del Partido Acción Nacional (PAN), táctica que ha perdurado hasta la actualidad, sin cambios sustanciales.

Actualmente la situación es abrumadora. Comparto datos de Ricardo Raphael, periodista de El Universal:

1.-  Casi un tercio del territorio nacional sufre la presencia del crimen organizado, porque ya no sólo se trata de “la droga”, hace años que la delincuencia ha evolucionado en negocios billonarios como la tala ilegal, la pesca ilegal —tanto en el Golfo de California como en el Golfo de México—, el robo de combustible (huachicoleo), el neoextractivismo, entre otros.

2.- Casi todas las policías locales se han manifestado incapaces para enfrentar dicha violencia y vulnerables de ser infiltrados por la misma.

3.- El Gobierno nacional cuenta con un policía por cada 4 mil 800 mexicanos. Lo deseable sería tener un policía por cada mil habitantes.

4.- La mayoría de los gobernadores de los territorios bajo violencia por el crimen organizado se han declarado incompetentes y han exigido al Gobierno Federal que se haga cargo de enfrentar a dichos criminales a través del ejército.

Ante éste panorama desolador, para muchas personas es lógico que el Ejército tome cartas en el asunto “porque son más”, “porque están mejor preparados”, “porque son menos corruptibles”, con respecto a esto último, ¿estamos seguros? No intento generalizar porque —al igual que muchos— conozco amigos cercanos, los cuales tienen padres, tíos o hermanos, que son parte del mando militar; sin embargo, el control disciplinario, la transparencia con la que opera el Ejército y el escrutinio profesional sobre sus elementos está fuera de control. Únicamente entre 2008 y 2011, durante el “Operativo Conjunto Chihuahua”, se presentaron 457 denuncias contra el ejército por violaciones a derechos civiles, la mayoría por allanamiento de morada, detenciones arbitrarias, uso excesivo de la fuerza, torturas y ejecuciones extrajudiciales.

Cada vez que leo las noticias y fallos de jueces contra marinos o militares, no puedo evitar pensar en lo ilógico que sería recrudecer la “guerra contra el narcotráfico“. Algunos casos de este tipo son el de Magdalena Saavedra, quien fue violada en grupo durante 11 horas, por las Fuerzas Armadas; o las 28 mujeres detenidas e inculpadas por delitos que no cometieron y que fueron forzadas a inculparse mediante golpes, torturaviolaciones. Asimismo, en Coahuila un grupo de 20 soldados violaron y agredieron físicamente a trece mujeres el 11 de julio el 2006; también se conoce el caso de Valentina Rosendo, originaria de la etnia me´phaa, quien a sus 17 años fue abusada sexualmente por dos soldados del Ejército Mexicano, cuando se encontraba lavando ropa en un arroyo al sur de Guerrero.

A pesar de toda esta monstruosidad, hace pocos días se aprobó en el Senado una de las más grandes pesadillas para la sociedad civil organizada: La Guardia Nacional. Un zombi, como dice Alfredo Lecona, de la Ley de Seguridad Interior. ¿Cuál es el meollo de todo esto? Militarizar la seguridad pública es anticonstitucional; según el Artículo 129 de la Constitución, en tiempos de paz los militares no pueden ejercer más funciones “que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”.

El Artículo 21 establece que las instituciones encargadas de la seguridad pública serán de carácter civil […] Hay quienes claman que la policía tiene la obligación de brindar seguridad a los ciudadanos, y el Ejército de combatir enemigos de la nación, es decir, cuando éste está a cargo de la seguridad pública significa que el enemigo son los integrantes de esa nación.

Lo que se pretende con la Guardia Nacional es lo siguiente: el Jefe de Estado puede ordenar directamente la intervención de la Marina y el Ejército, y tiene control expedito sobre el despliegue de fuerzas armadas bajo términos ambiguos; las Fuerzas Armadas en ese sentido podrán “levantar” personas sin criterios específicos —como las “acciones preventivas”—, por lo que el Ejército y la Marina tendrán en las calles una mala regulación del uso de la fuerza, con protocolos deficientes y sin supervisión.

Desde el 2014, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) no reporta ni un sólo registro de muertos, heridos o detenidos a partir de sus enfrentamientos, ni los datos de homicidios publicados por el Sistema Nacional de Salud (SNS), tampoco se puede acceder a los datos o información que permita evaluar con detalle la forma de trabajo en materia de seguridad pública tanto del Ejército como la Marina.

Entonces, ¿por qué consideramos que no funcionará la Guardia Nacional? Porque esto tiene 12 años haciéndose igual:

1.- El número de homicidios a nivel municipal no se redujo, sino que incrementó, especialmente si estaban involucrados elementos de la Sedena.

2.- El número de civiles heridos y muertos durante enfrentamientos, en el periodo de 2008 a 2014, fue en aumento.

3.-  De 2006 a 2011, sólo el 1.9% de los enfrentamientos tuvieron una orden judicial; tanto la Marina como el Ejército operaron sin planes de inteligencia o investigación durante esos años. O sea, estos grupos operan en base a ocurrencias que surgen durante patrullajes.

4.- En el 70% de las detenciones durante el sexenio de Calderón hubo tortura como búsqueda de una confesión, muchos de esos casos terminaron en confesiones falsas debido a la violencia ejercida contra los detenidos.

5.- Cuando el Ejército toma a su cargo la seguridad pública en un municipio, esto incrementa la violencia en un 8% y aumentan los homicidios a nivel municipal un 9% , no necesariamente como consecuencia de enfrentamientos entre militares y criminales, como se ha mencionado anteriormente en ésta columna.

Lo que más me indigna de toda está situación, es el giro que dio el discurso de Andrés Manuel López Obrador; como candidato afirmó “tenemos que ir sacando al Ejército de las calles, no están preparados para esta función”. No obstante, hace apenas unos días otorgó a los militares atribuciones más grandes de las que ya tenían en materia de seguridad pública, recordemos que esa no es su función. Lo errático es que su postura fue respaldada por funcionarios que hace un año estaban contra la Ley de Seguridad Interior de Enrique Peña Nieto, y ahora junto con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), obtuvieron mayoría en el Senado para aprobarla.

¿Qué advierte la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre la Guardia Nacional:

1.- Se abre la puerta a la privación de la libertad de personas civiles en instalaciones militares. Ya sabemos que pasa cuando te levanta el Ejército: no reporta levantamientos, hay privación de la libertad injustificada, torturas y asesinatos extrajudiciales.

2.- Hay una indebida regulación de los alcances del fuero militar, es decir, mayor impunidad para los casos de violación de derechos civiles como la tortura, el abuso sexual y la privación de la libertad de inocentes.

3.- No cumple con los estándares internacionales que se comparten en la ONU y la Organización de los Estados Americanos (OEA), como es establecer que las tareas de seguridad pública correspondan a fuerzas civiles —es decir, a la Policía—y que ésta se encuentre bajo mecanismos de control civil y que las Fuerzas Armadas le correspondan la seguridad en las fronteras y eventuales situaciones de conflicto armado. La iniciativa actual no representa alternativas reales de mejora para los ciudadanos, peso sí altas probabilidades de que la situación empeore.

Cabe mencionar que sorprende las respuestas en redes sociales. A quienes de forma directa o indirectamente hemos colaborado en la iniciativa de ‘Seguridad Sin Guerra‘, se nos ha tildado desde panistas, priístas, fresas o “fifís”; han surgido descalificaciones sin argumentos como el reclamo de “¿por qué estuvieron callados los otros sexenios?”. Como señaló Citlali Nepomuceno, el debate sólo se centra en descalificar a quienes no piensan como el Presidente, una narrativa sin conciencia sobre las luchas recientes; ya no importan los argumentos, el análisis o el debate de ideas, sino la repetición de un discurso disciplinado, justo como la partidocracia del PRI y del PAN llevaba haciéndolo por décadas.

Dirán en medios, en declaraciones y en las redes, que se incluyó a la sociedad civil organizada, a expertos opositores, sin embargo, no es nada más que otra simulación equiparada a los foros de movilidad que realizó el mismo gobierno de Carlos Mendoza Davis. Ahora veamos esto desde otra perspectiva:

Si fuera el PRI, ¿qué sentirías? Si fuera el PAN quien estuviera promulgando ésta iniciativa, ¿qué dirías? En cualquier momento Morena dejará de ser ubicua y omnipresente; cuando eso suceda, el poder militar pasará a otras manos, ¿y si esas manos fuera la de un gobierno opaco, conservador, racista, aporofóbico, con aversión hacia la diversidad sexual, cultural, de pensamiento, o a la diversidad teórica y filosófica, como en Brasil? En lo personal considero esta situación como peligrosa y alarmante, más allá de lo que algunos piensen sobre la estrategia contra el huachicoleo o la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM), la Guardia Nacional es la más grande pifia de éste sexenio y difícilmente será superada. Espero equivocarme, sin esperanzas.

Es hora de voltear a ver los procesos de justicia restaurativa en los barrios afroamericanos de Estados Unidos; los centros de readaptación social en Islandia o Finlandia; discutir sobre otro modelo económico que no se sostenga sobre la pobreza y explotación de la mayoría; analizar la política de seguridad municipal de la alcaldía de Morelia o los procesos de paz en Colombia; así como la regulación sanitaria de adicciones en Portugal y Noruega. Seguridad sí, sin guerra.

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