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El primer Doctor en Ciencias de Mulegé

FOTOS: Cortesía.

SudcaliCiencia

Por Marián Camacho

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Josué Alonso Yee Duarte, salió de Mulegé, un pequeño pueblo de apenas 3 mil 800 habitantes al Norte del Estado de Baja California Sur, cuando tenía 15 años. Después de una travesía de ocho horas en el camión de Autotransportes Águila, llegó solo a la gran capital, La Paz, una tarde del verano de 1997 para estudiar la preparatoria.

El pequeño Josué nació el 11 de febrero de 1982 en la Heroica Mulegé, nombre oficial de la sudcaliforniana y paradisíaca población, y creció jugando en el río, lanzándose de una cuerda en la “palma atravesada”. De niño le gustaban los dinosaurios, el Nintendo y el fútbol. Hijo de una familia china, donde su bisabuelo emigró del puerto de Cantón, China, para buscar un mejor futuro en el comercio del otro lado del océano Pacífico, en México. Así, la familia Yee fundó la tienda de abarrotes Casa Yee iniciando con la venta de petróleo, y, posteriormente, incorporó productos regionales como aceitunas y dátiles. Actualmente, la Casa Yee, con más de 100 años de servicio, es atendida personalmente por el padre y la tía de Josué y conforma un referente histórico para todo aquel que transita por las calles de Mulegé.

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Por su parte, la madre del futuro Doctor en Ciencias, también de ascendencia china, la reconocida profesora Celia Duarte García, dejó a su hijo “la mejor herencia” que, según sus consideraciones, le abriría las puertas del mundo: la educación. Josué tuvo la gran fortuna de ser alumno de su madre en cuarto año de primaria. Aunque para el pequeño mulegino no existiera la posibilidad de decir “no me dejaron tarea” cuando llegaba a su casa, su estricta profesora y querida madre marcó el estudio como una disciplina que posteriormente guiaría el destino de Josué en su llegada a la gran capital del estado.

La uni

La Paz, 1997. No hay padres cerca ni tampoco un río para jugar. La vida de un foráneo en la preparatoria, con giros de telégrafo quincenales para gastar, comienza con grandes tentaciones pero termina sin mayor sobresalto con un examen aprobado para ingresar a la carrera de Biología Marina en la máxima casa de estudios, la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS).

La decisión de estudiar Biología Marina tiene sus raíces en el gusto de Josué por la diversidad de las formas de vida y su gran curiosidad por comprender el mundo que lo rodea. Recuerdo que me puse muy contento cuando mi madre me regaló el kit de química de juguetes “Mi Alegría”. Me la pasaba haciendo mezclas con los diferentes reactivos y, en ocasiones, probaba su efecto en los hormigueros cercanos a mi casa. También estaba interesado en las peleas de cuatro hormigas “de las rojas” contra un alacrán solitario, el comportamiento de las lombrices de tierra bañadas con sal y las rayitas y puntitos de las plantas del jardín de mi abuela –comenta con añoranza el Dr. Yee.

La Biología Marina permitió que el joven Josué Alonso comprendiera y abrazara el método científico como una forma de generar conocimiento en beneficio de la sociedad y el medio ambiente. Terminó su carrera profesional tras cuatro años de arduo trabajo en equipo, muchas salidas de campo, exposiciones, exámenes interminables (en especial el de modelos estadísticos), estrés, descubrimientos sorprendentes y amistades duraderas. Josué Yee fue el primer alumno del grupo titulado con la presentación y defensa de una tesis en examen profesional. Su investigación es significativa, no solo por alcanzar la meta antes que cualquiera del reducido grupo que finalizó las materias, sino porque utilizó como objeto de estudio a la almeja mano de león Nodipecten subnodosus. Este bivalvo constituyó una de las pesquerías más importantes para Baja California Sur, en especial para su natal municipio, Mulegé. El tema de investigación se centró en conocer el requerimiento energético de la almeja durante su reproducción, lo cual tiene posibles aplicaciones en acuacultura.

La ciencia como una profesión

No hubo tiempo de duda sobre el siguiente paso. Aquel día de junio de 2007, cuando Josué Yee tomó protesta oficial como Biólogo Marino, recibió la noticia que había sido aceptado para entrar a la Maestría en Manejo de Recursos Marinos en el Centro Interdisciplinario de Ciencias Marinas (CICIMAR) del Instituto Politécnico Nacional (IPN).

La Maestría significó para Josué “la verdadera exigencia” de una investigación científica. De nuevo, el objeto de estudio fue la almeja mano de león N. subnodosus, enfocando sus esfuerzos para conocer la biología reproductiva y composición bioquímica de esta valioso molusco. Sin embargo, esta vez las actividades que realizó durante dos años, que se sintieron transcurrir muy rápido, incluyeron la recolección de las muestras (viajes larguísimos de 14 horas en auto hasta Bahía de Los Ángeles, Baja California), el procesamiento en laboratorio (intensas jornadas frente al micrótomo y microscopio), la escritura de informes, asistencia a congresos nacionales e internacionales, la escritura de una tesis y de su primer artículo científico.

Al terminar su primer posgrado, el M. en C. Josué Yee decidió adquirir experiencia laboral y trabajó durante dos años asesorando a una cooperativa de buzos y pescadores de pepino de mar y pulpo en Bahía de Los Ángeles y Ensenada, Baja California. Este contacto con los usuarios de los recursos marinos, confirmó a Josué el valor de la aplicación del conocimiento científico en la sustentabilidad pesquera.

El primer Doctor de Mulegé

Cuando el joven Josué Yee salió de Mulegé en 1997, no tenía planeado regresar 20 años después con un título de Doctor en Ciencias, y menos, ser el primero de sus coterráneos en adquirir la máxima distinción académica.

El proceso doctoral de Josué, también en el CICIMAR-IPN, involucró cuatro años de aprendizaje para lograr el diseño de su investigación, conocer nuevas herramientas de análisis, visitar nuevos países, colaborar con investigadores reconocidos, realizar investigación de frontera y hacer descubrimientos sobresalientes. El Dr. Yee Duarte analizó el efecto de la contaminación por metales pesados en la salud reproductiva de la almeja chocolata Megapitaria squalida en la capital de su municipio natal, el puerto minero de Santa Rosalía. Derivado de ello, los resultados de su investigación han sido reconocidos en Brasil y en México por grupos de investigadores especialistas en las áreas correspondientes, y en el propio centro de investigación de donde es egresado.

Actualmente, el Dr. Yee Duarte pertenece al Sistema Nacional de Investigadores, en reconocimiento de su labor dedicada a producir conocimiento científico de calidad y prestigio. Asimismo, se desempeña como investigador en el Centro Regional de Investigación Acuícola y Pesquera del Instituto Nacional de Pesca y Acuacultura, y como docente a nivel Licenciatura y Posgrado.

Para el Dr. Josué Alonso Yee Duarte, ser el primer Doctor en Ciencias Marinas de Mulegé representa una oportunidad para motivar a las nuevas generaciones, sobre todo a las de mi pueblo, para que se preparen y logren una inserción competitiva en el mundo laboral. También, considero importante aclarar, que no solo es suficiente tener curiosidad o ganas de lograr ser un científico, sino que es indispensable prepararse correctamente, según sus propias palabras.

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Alumnos de UABCS Guerrero Negro reciben beca de Mitsubishi Corporation

FOTO: UABCS

La Paz, Baja California Sur (BCS).  Como parte de un acuerdo establecido entre la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS) y Mitsubishi Corporation, 30 alumnos de la Extensión Académica Guerrero Negro fueron beneficiados con una beca en apoyo a sus estudios profesionales, informa en un comunicado la UABCS.

La ceremonia de entrega tuvo lugar esta semana en el salón “Otoniel Cervantes Fuerte” de la UABCS Guerrero Negro, con la presencia de representantes de autoridades académicas, del corporativo japonés, de la Exportadora de Sal y funcionarios del ámbito federal, estatal y municipal.

 En representación del rector Gustavo Cruz Chávez,  la responsable de la Extensión Académica, Liliana Lyle Fritch, dirigió un mensaje a los presentes y reconoció la labor social de Mitsubishi Corporation, en adición a la Exportadora de Sal; Lyle Fritch dijo estar convencida que los estudiantes sabrán retribuir esta oportunidad que se les brinda por segunda ocasión, pues significa un apoyo muy importante para su desarrollo profesional.

Por su parte, Shigeru Oda, director de Mitsubishi Corporation en México, señaló que la empresa encuentra relevancia en tres valores para ejercer negocio: el económico, social y ambiental; aseguró también que desde que invirtieron en Exportadora de Sal en 1973, esta última y Guerrero Negro han tenido una presencia indispensable para el mundo,  por ello siente un gran compromiso con la comunidad local desde hace cuatro décadas.

Finalmente, a nombre de los jóvenes beneficiados, Aguelindo Cortés Hernández, alumno del octavo semestre de la Licenciatura en Administración de Agronegocios, agradeció el apoyo otorgado y enfatizó que al igual que él, muchos estudiantes recorren diariamente muchos kilómetros en búsqueda de la educación.

Por ello, Cortés Hernández se comprometió a hacer buen uso del recurso otorgado, ya que esta beca no sólo beneficia a los 30 alumnos, sino también a familiares, hermanos e inclusive hijos, “quienes esperan mucho de nosotros”, subrayó el estudiante; concluye así el comunicado de la UABCS.




Reflexiones en torno al libro de Araceli Bastida. Sobre la educación

FOTOS: Cortesía.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

La Paz, Baja California Sur (BCS). Uno mira el mundo y nos percatamos de que no funciona, de que al parecer no ha funcionado nunca por el deterioro en que estamos sumidos desde siempre. Grandes pensadores han hablado al respecto y han hecho patente la necesidad de transformarlo. Y afirman que dicha transformación sólo se logrará con educación, el verdadero valor sustentable de una sociedad. Y cuando vemos que el sistema educativo mexicano es disfuncional, que se utiliza con fines políticos y económicos para tener a una sociedad más sumisa y temerosa, no podemos sino voltear hacia otro lado para reflexionar qué estamos haciendo mal. Aquí es cuando entran maestras luminosas como Araceli Bastida de la Toba para compartirnos su visión y balance de lo que se puede cambiar, y de modo radical. Es todo un reto que una maestra sea capaz de cuestionar los valores, que busque los principios regentes para una educación real y efectiva. Eso sucede en su libro de ensayos Reflexiones en torno a la educación. Permítanme unas reflexiones para celebrar este libro, que recomiendo a los docentes con fines autocríticos.

Al leer este libro de Araceli Bastida, uno no puede sino emocionarse de ver que aunque parezca que todo está en contra, hay maestras que son verdaderas pigmalionas de la realidad, que observan que el acto de vivir es un acto inteligente y cargado de profundidad. Sin embargo, uno observa el mundo y vemos que tal acto desaparece ante lo contradictorio, atroz y violento que se presenta. Ésa es la realidad, no una opinión que pudiera aparecer como parcial. También, por otro lado, el hecho mismo de ser humanos es un acto por demás único y maravilloso, como la vida misma, que está cargada de sentido, energía e inteligencia.

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La sociedad es una respuesta de lo que es el ser humano: la sociedad es uno, y uno es la sociedad. Todo lo que hay en ella es producto de nuestros deseos y actividades. Por tanto, tal y como el mundo hoy se presenta, es como el individuo es en realidad. La violencia es la respuesta neurótica de la inestabilidad del individuo, y este individuo, al convivir en el mundo, proyecta o refleja esa violencia. Pareciera que esa condición fuera inmutable y parte de la naturaleza misma del hombre y de la mujer. La especie humana tiene miedo, no entiende lo que se le presenta como realidad, y lejos de enfrentarla, busca métodos para evadirla, para no ponerse frente a frente con el miedo. Este miedo psicológico nos ha afectado profundamente, porque no nos permite relacionarnos con el otro, porque creemos que no es igual a nosotros. La relación que entablamos la establecemos en los parámetros de la información, creando así imágenes de las personas, de tal forma que al relacionarnos no nos relacionamos con el individuo, sino con la imagen que tenemos de él. Y uno se pregunta: ¿por qué sucede eso?, ¿cuál es el origen de la imagen, cuál su naturaleza?

El mundo moderno vive hoy graves problemas de deterioro social, como especie y como individuo. El planeta mismo está en peligro a causa de los conflictos interminables en que la humanidad está sumida. ¿Cómo ha de solucionar uno tal afrenta? ¿Cómo hemos de resolver tan profundo desgaste? Y uno tiene que voltear invariablemente hacia la educación, tal como lo hace Araceli Bastida. Es en la educación donde uno encuentra una posibilidad de mutar al individuo hacia un mundo por completo diferente. Sin embargo, la educación actual sólo atiende a las necesidades de sobrevivencia, donde el individuo aprenda un oficio o tenga una carrera para que pueda consumir lo que la sociedad ofrece. Así, la educación se torna en la fórmula estudiar para trabajar y luego consumir. Centramos nuestra vida en consumir no sólo lo básico, sino lo que no necesitamos. Ésta hace a los individuos egoístas, clasistas, racistas, limitados y carentes de todo sentido por la vida. Buscan en la realidad no una manera de entender la existencia, sino un método que les permita sobrellevarla sin contratiempos: buscan la seguridad a toda costa, así sea a través de las guerras o el asesinato, el robo o la violación. Uno ve este mundo y uno se pregunta si habrá alguna salida a toda esta locura que pareciera no tener fin.

La educación moderna ha producido la sociedad moderna, es decir, es una educación que parte de una sociedad en crisis y enferma, de una sociedad violenta y fragmentada: desde ahí queremos arreglar el mundo con nuevos programas de educación, sin darnos cuenta cabal de que lo de afuera es lo de adentro. No es haciendo reformas y modificaciones a los sistemas, a la educación, como lograremos hacer humanos más despiertos e inteligentes; tampoco haciendo métodos de conducta (con memoria) que haga de los individuos seres mecánicos y condicionados dentro de una estructura determinada.

Creo firmemente en el ser humano. Sin embargo, pareciera que este asunto de vivir en verdad es muy complicado, pues el medio social no es muy prometedor. Lo que parece nuestra naturaleza destructiva ha cambiado: porque el ser humano tiene esa capacidad inherente de mutarse a sí mismo: es un ser inteligente. La inteligencia es parte de los hombres y las mujeres: somos eso. Por tanto, la inteligencia no es aprendida, sino que se desarrolla a través de la convivencia y la observación. Es en la interacción, la integración, que la inteligencia se activa, no en la enseñanza de algún método específico o programa para un gran número de personas, pues ya se ha visto que tal situación resulta muy limitada, dado que sólo unos cuantos responden a los estímulos, respuestas, que a la larga son sólo condicionamientos. Y si la inteligencia sólo consiste en que el educando repita unas cuantas fórmulas de conducta, unas cuantas reglas técnicas para que sobreviva, ¿qué sentido tiene ser humanos?

Es en la observación del pensamiento donde la inteligencia está despierta. Según puedo ver desde mi óptica el pensamiento es toda la carga cultural que arrastramos desde hace milenios, es decir, la memoria de todo lo que somos. Sin embargo, el pensamiento está cargado de contradicciones, de conceptos, de ideas que no embonan unas con otras. Por eso digo que el pensamiento difícilmente podrá solucionar la crisis en que estamos sumidos como especie. El pensamiento no es inteligente, y esto lo podemos constatar viendo nuestra realidad individual, pues a más información adquirida, hay más contradicción. Enseñar a un niño que la inteligencia es parte de él, que él es la inteligencia, no es un acto de métodos o programas, sino que el educando debe ver la inteligencia en los otros, para que pueda verla en sí mismo. La inteligencia no se enseña, se activa por sí misma en la convivencia con seres inteligentes igual que él.

Para que el alumno vea la inteligencia adentro y afuera de él, uno supone que el lugar de estudios será un lugar donde puede sentirse seguro, libre de heridas psicológicas, donde el profesor o profesora son personas libres de vicios, de adicciones, de relaciones tormentosas y conflictivas. Uno supone que tal educación debe ir encaminada no a enseñar una profesión, sino a que el alumno sea libre, que aprenda a observarse a sí mismo, que sepa que la vida es un acto maravilloso porque él y ella están vivos. El alumno debe crecer en un medio propicio para que sea capaz de desarrollar su inteligencia, sin miedo a ser juzgado, o culpado, o golpeado física y psicológicamente. Si el niño es herido, esto acarreará graves problemas y conflictos en su vida adulta, e impedirá que su inteligencia se desarrolle con libertad. Es en un medio propicio que el muchacho entenderá profundamente que no es el conocimiento libresco el que le permitirá vivir una vida, sino el conocimiento de sí mismo. La acumulación de información es parte del pensamiento, de la memoria, y el alumno debe ser capaz de observarlo como un suceso que le permite relacionarse con el mundo.

Así que celebremos y recomendemos este libro Reflexiones en torno a la educación, de Araceli Bastida de la Toba, que increpa, cuestiona y propone transformar la educación para transformarlo todo.




Imprecisiones sobre la violencia escolar. No se llama así, se llama bullying

FOTO: Animal Político.

Colaboración Especial

Por Xire Gal

 

Cabo San Lucas, Baja California Sur (BCS). La mayoría de las y los que nacimos antes de 1995 sobrevivimos los tortuosos años de la educación escolar sin escuchar la palabra bullying. Seguramente fue una sorpresa descubrir que la bipolaridad sufrimiento-placer que a diario vivíamos, dentro y fuera del salón de clases, por fin tenía nombre. Porque anteponiendo la honestidad, hay que sincerarnos, a veces fuimos victimas a veces victimarios, en menor o mayor medida, ¿o no? Todo dependía de una serie de factores azarosos que en el fondo suplicábamos se acomodaran de tal manera que nos permitieran ser como esos guardias que en el fascinante cuento, del filosofo J. P. Sartre, titulado El Muro, gozaban torturando a los presos mientras los interrogaban. Y siempre que estábamos del otro lado, cuando nos tocaba ser como los presos, nos consolábamos pensando igual que Pablo lbbieta, personaje que narra los hechos del cuento: Estos dos sujetos ataviados con sus látigos y sus botas, eran igualmente hombres que iban a morir. Poco después que yo, pero no mucho más.

Al parecer el hombre blanco y angloparlante, de nueva cuenta, fue el valiente y osado aventurero que  descubrió y bautizó, con la precisión que sólo él posee, la crueldad del ser humano, más específicamente esa que ocurre en las escuelas. Al fin podemos redimir nuestros pecados confesando con precisión lingüística: “hicimos bullying”, o bien, convertirnos en mártires: “padecimos bullying“. Lo que quiero decir es que desde antes de que esa palabra inglesa se popularizara ya se hablaba de violencia escolar, pero parece que tal concepto, al parecer imperfecto por ser en castellano, nunca tuvo la fuerza que hoy día tiene el término inglés. Y no deja de sorprenderme que los especialistas en la materia  siempre usen bullying y no violencia escolar. ¿Lo hacen por moda o por precisión conceptual?

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Puede ser que el concepto de violencia escolar, sea inexacto, pero si pensamos con Nietzsche ningún idioma se salva de la inexactitud, en esto fue claro Los diferentes idiomas, reunidos y comparados unos a otros, muestran que con las palabras no se llega jamás a la verdad ni a una expresión adecuada, pues, de lo contrario, no habría tantos. Entonces, si todos los lenguajes cojean del mismo pie nada justifica que se use bullying por violencia escolar, al menos claro, que sea más por moda que por otra cosa, para no parecer desactualizado.

Hay que puntualizar algo antes que se distorsione lo que se quiere decir, pues nunca faltan los despistados: no es tanto que se reproche el uso de una palabra inglesa (nótese que se dijo “no es tanto”, por lo que sí hay algo de reproche al respecto) sino, más precisamente, dejar bien en claro que no se trata de un tema actual. Me temo que es tan antiguo que se puede encontrar hasta en el Viejo Testamento. Vamos, cualquier infante diría que lo que Dios y El Diablo le hacen al pobre de Job es bullying.

Lo que hace que se pierdan los cabales, al menos lo que hace que yo los pierda, es esa absurda pretensión que busca hacerlo un problema del siglo XXI. Los medios de comunicación así lo presentan, los especialista lo reafirman; luego, entonces, los/as niños/as y los jóvenes lo creen, y lo que es peor los padres y madres de familia entran en el juego, ¿en verdad a los progenitores se les olvida que ellos lo padecieron y que la mayoría salió medianamente bien librado?

Insisto, a lo que voy: la palabrita es nueva, el alcance mediático también, y hasta las consecuencias dan la impresión de serlo. Parece que hoy para muchos optar por el suicidio es la solución más viable. Sin embargo, cabe la posibilidad que siempre haya sido así, y que antes no se le prestara la atención que hoy se le da, lo que resulta en verdad preocupante. Puede que sea cierto que nunca sea tarde para enfrentar un problema, pero se imaginan todo lo que se ha desatendido por la falta de atención al tema. Cuántos adultos de hoy viven soportando las secuelas de una infancia en la que era normal la violencia escolar, y cuántos no llegaron a ser adultos a causa de ella. Pero en fin, demos gracias que se descubrió el bullying, y ya nadie puede ignorar esa particular manifestación de violencia.

¿Los escritores también?

Como antes dije, el tema de la violencia durante la edad escolar no es nuevo, y nadie nos salvamos de ella, ni siquiera quienes se abrían de convertir en dos de nuestros más reconocidos escritores.

El primero de estos escritores es el del ilustre Alfonso Reyes. En el tomo IX de sus Obras completas, editadas por el Fondo de Cultura Económica, hay un breve texto que se titula APODOS. Reyes inicia el escrito así: La infancia va acompañada de una cierta crueldad; con estás primeras palabras  (que parecen a la vez un lamento), más el titulo, uno puede aventurarse a suponer de que va el texto. Con la fluidez que caracteriza su prosa, el escritor nuevoleonense hace una descripción de los efectos que trae consigo el uso de los apodos. Para ello, se apoya de la literatura, de vivencias personales y de otras contadas por conocidos. Llama la atención que no se censura y admite su participación como agresor, dice: En mi infancia le llamábamos a un muchacho ‘la chachalaca’, por su modo de hablar, y a otro, por su color trigueño subido, ‘el güero color de urraca’. Lo que omite confesar en el texto es cómo le apodaban a él, ¿acaso lo habrá olvidado? Apuesto que no, pero para que dar material para bromas a los amigos.

Reyes hace una observación interesante en su texto. Dice: El niño es indiferente al daño que causa cuando aplica un apodo que es la caricatura de algún defecto visible. Pero también el que recibe el apodo lo toma con indiferencia. La primera parte la usaré como referencia más adelante. De la segunda pregunto lo siguiente: si el niño que recibía el apodo, que bien pudiera ser otra forma de violencia, era indiferente a sus efectos en aquellos años de infancia de Reyes, por qué parece que en la actualidad los niños parecen ser más vulnerables a los embates de sus compañeros, ¿qué fue de esa protección que brindaba eso que Reyes llama indiferencia y que a muchas y muchos nos ayudó a soportar la crueldad de la infancia? Mamá y papá tendrán algo que ver, no creo, que atrevido siquiera plantearlo.

El segundo caso lo encontré relatado de manera indirecta por Guillermo Sheridan en un breve texto de su blog en línea que difunde la página web de la Revista Letras libres. El tema que trata Sheridan es… Adivinen, así es la violencia escolar. La fecha del escrito es del 4 de diciembre de 2014 y en él escribe acerca de un video que se hizo viral en la Internet. El video muestra como una niña de nombre Angelina es brutalmente agredida, de forma física, por otra niña de nombre Rosa, además de las agresiones verbales (insultos y burlas) que ejercen otros jóvenes. Al parecer la violencia se deriva por un claro y lamentable racismo, al ser Angelina de ascendencia indígena. Después de dar su opinión, y ya casi para finalizar, Sheridan escribe:

Según el doctor Guillermo Haro y Paz, su primo Octavio fue repetidamente víctima de bullying en el Colegio Francés del Zacatito. Cuando ingresó a primer año “los niños lo molestaban y golpeaban” porque era “bonito y atildado” y le causaron “muchos sinsabores”. Guillermo, que era dos años mayor, lo defendía pero Octavio “tuvo que pelear muchas veces”. Y es curioso, porque era un hostigamiento que también emanaba del lodo racista, pues sus compañeros lo acusaban de extranjero.

Octavio Paz como Angelina sufrieron por el siempre presente racismo que invade, como dice Sheridan, la mala consciencia mexicana (tan racista que abraza cualquier causa que la enmascare un poco). Entonces, si el motivo de la violencia en estos particulares casos (el de Angelina y el de Paz), que fácilmente pueden coincidir con otros miles, es el racismo deberían ser combatidos como tales, es decir, como actos racistas. He aquí un problema serio, pues una de las consecuencias del usos frecuente he indiscriminado de la palabra bullying es su trivialización; entonces, si cada caso de violencia escolar se etiqueta con dicho anglicismo se corre el riesgo de que las y los mismos estudiantes le resten la importancia que debería tener, a consecuencia de este uso trivializado. Colegas ¿acaso no les ha tocado que un/a alumno/a les diga que le están bullyando porque le pusieron una calificación reprobatoria? Espero que con este ejemplo ilustre el punto, sino pues…

La moral en el niño

Antes dije que abordaría con mayor detalle la observación de Alfonso Reyes sobre la indiferencia que al parecer los niños tienen del daño que causa su habito de caricaturizar lo defectos de sus pares a través de los apodos, ahora es el momento. Determinar si un comportamiento es bueno o malo es un juicio que recae en la consciencia moral de la persona. Tarea de suyo bastante compleja para un adulto, cuanto más para un niño en un estadio de desarrollo cognitivo distinto al de aquel. Tiene razón Reyes cuando dice: No nos atreveríamos hoy a seguirles llamando así (se refiere a los apodos), a gritos, en mitad de la calle y delante de todo mundo, a los adultos que han crecido de aquellos niños. Claro que nos atreveríamos, porque el adulto tiene la capacidad para juzgar sus actos por el acto mismo, gracias al desarrollo alcanzado en su consciencia moral que media su comportamiento, algo que la niña y el niño apenas está estructurando.

El desarrollo de la consciencia moral en el niño es análogo al desarrollo del pensamiento y el lenguaje. El psicólogo Jean Piaget se dio a la terea de estudiar dicho desarrollo y llegó a conclusiones en verdad dignas de ser consideradas por los padres, madres, profesores, y todo aquel que intervenga en la educación formal e informal del infante, aunque para ello se debe hacer un ejercicio complicadísimo: leer a Piaget.

El infante crece en un mundo que restringe a diario su comportamiento, sin siquiera ser, todavía, capaz de saber el por qué. Por ello dice Piaget: las primeras formas de la consciencia del deber en el niño son esencialmente formas de heteronomía. El infante tiende a considerar los deberes y valores como subsistentes en sí mismos, independientes de la conciencia y como obligatoriamente impuestos. A esto el psicólogo suizo lo llamó realismo moral, el cual presenta tres caracteres: primero, que debe ser heterónomo, en otras palabras, las reglas no son elaboradas en la consciencia del infante sino que vienen del exterior, por lo que define si un comportamiento es bueno o malo es la sujeción a la regla; segundo, se debe seguir la regla al pie de la letra y no en espíritu, sin embargo, advierte Piaget, hay una heteronomía que insiste en el espíritu de estás, lo que ya no sería una actitud realista sino que tiende a la racionalidad y la interioridad, lo que hablaría de un desarrollo moral en el niño; y tercero, el realismo moral trae consigo una concepción objetiva de la responsabilidad, con objetiva debe entenderse que viene de fuera.

El comportamiento moral inicia concibiendo las reglas al pie de la letra y definiendo el bien sólo a través de la obediencia, luego el niño empezará, efectivamente, por evaluar los actos no en función de la intención que los ha desencadenado, sino en función de su conformidad material con las reglas planteadas. Lo que esto quiere decir es que el infante en un primer momento juzga sus actos en función de su relación directa con los objetos, no por las intenciones. Por ejemplo, el infante, hasta cerca de los nueve años, considera que es más “malo” romper quince vasos por descuido que romper uno por desobedecer una orden. No será hasta después de los nueve años que se pase a una etapa de responsabilidad subjetiva, en la que los actos empiecen a ser juzgados no por su relación con lo material sino por la intencionalidad con los origina. Esta capacidad para juzgar subjetivamente, es la necesaria para evaluar los actos morales, por ejemplo evaluar si es bueno o malo golpear a un/a compañero/a.

Lo interesante en el estudio de Piaget es que llega a una hipótesis que viene al caso que vengo planteando. Resulta que encuentra que hay infantes que en edades tempranas dan respuestas de responsabilidad subjetiva, por lo que plantea que las evaluaciones basadas en la pérdida material son solo un producto de la presión adulta reflejada a través del respeto infantil más que un fenómeno espontaneo de la psicología del niño.

¿Qué implicaciones puede tener esta imposición? En realidad muchas, la más importante para el caso de la violencia escolar es que si los infantes o los jóvenes ponderan sus actos comportamentales por consecuencias materiales y no por intencionalidad se puede inferir que si el acto no causa un malestar material, por ejemplo un castigo, como quedarse sin recreo o sin celular por una semana, el sujeto que lo realice no discernirá si hizo bien o mal en sentido moral, por tanto volverá a repetir el comportamiento una y otra y otra vez, de tal suerte que cuando llegue el castigo, le será dificil revalorarlo desde un criterio moral. Interesante, ¿no?