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El Tiburón Megalodón. Súper depredador de los mares

IMÁGENES: Internet.

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). En 1843, Louis Rodolphe Agassiz describió un diente fósil enorme. La similitud morfológica de este diente –forma triangular con bordes aserrados— hizo que el naturalista suizo le clasificara como un tiburón blanco gigantesco del género Carcharodon, dándole su nombre icónico: Megalodón (“Diente gigante”).

En una riña de locos, los palentólogos discuten aún su género. Para unos es pariente del gran blanco, un Carcharodon, para otros un género específico llamado Carcharocles y recientemente le han adjudicado el género Otodus. Es el tiburón fósil más popular entre el público no especializado.

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A su lado, el tiburón blanco actual es un menudo animalillo. No conocemos su anatomía, sólo se han encontrado dientes fósiles. Tal vez fue un gigante masivo con un morro redondeado parecido al tiburón tigre, le dibujan como a un lámnido, Martin le compara a un tiburón blanco que se inyectó esteroides.

Surcó los océanos desde el Mioceno temprano hasta el Plioceno, un periodo comprendido entre los 20 y los 2.5 millones de años.

Buceemos en estas aguas temibles. Hago una paráfrasis de una reconstrucción ficticia  que hizo el paleontólogo Jorge Ortiz: El Cetoterium, una pequeña ballena de 6 metros en la superficie. Un Carcharocles megalodon la atisba desde el fondo. La ballena se sumerge y emerge ajena a su destino. De pronto se percata de un cambio en la corriente, trata de virar. Muy tarde. Los cuchillos sagitales de 18 centímetros  hacen mella en su carne, súbitamente todo cae en la cruenta realidad para el Cetoterium, todo es tan rápido. Su  aleta caudal ha sido cortada de  tajo. Ubica a su verdugo y le mira a los ojos, pero en los ojos del megalodón se percibe una  mirada vacía, siniestra, de cierta manera; sus negras lentes no muestran expresión  alguna. Sólo el reflejo del cetáceo herido. El tiburón abre la boca proyectando y expandiendo sus implacables mandíbulas. Los gigantescos dientes apuntan para el frente, atrapando a la ballena por el vientre. Tras un brutal impacto, el megalodon sacude violentamente a la ballena, los dientes penetran aún más. El Cetoterium es sacudido cual piltrafa. Las entrañas aún palpitantes son arrancadas de su cuerpo. La ballena entra en shock debido al terrible ataque. Su corazón emite un latido largo y pausado para finalmente dejar de latir.

He ahí un momento en la vida de Carcharocles megalodon.

El diente más largo del megalodón que se ha encontrado mide 18.15 centímetros. Las estimaciones de biomasa indican que un individuo de unos 15 m pesaba cerca de 47 toneladas, uno de 17 m pesaba 59 toneladas y uno de 20 m pesaba 103 toneladas. Ha sido el pez más grande que ha existido. Cooper, en 2020, mediante modelos matemáticos, calculó un promedio de 16 metros de longitud total, con una cabeza de 4.6 m, la altura de la aleta dorsal de 1.6 m y la cola de 3.8 m.

Mediante estudios con vertebras fosilizadas se ha estimado que tenía un promedio de vida de unos 30 años.  También se han encontrado fósiles de vértebras de delfines y ballenas, cráneos de focas y cetáceos con mordidas de este mega depredador.

En el 2008, Wroe calculó la fuerza de su mordida utilizando mandíbulas reconstruidas. Un megalodón de 16 metros ejercía una presión de 108 514 newtons u 11 toneladas. Uno de 20 metros habría ejercido una presión de 182 201 newtons o 18 toneladas.

Para que tengamos una idea de que significa esto, el megalodón tenía una presión de mordida 10 veces más fuerte que el moderno tiburón blanco que alcanza hasta 1.8 toneladas, una presión cinco veces más grande que la del tiranosaurio que alcanzaba hasta 3.1 toneladas e incluso más fuerte que la del Liopleurodon  que teóricamente  alcanzó una presión de 15 toneladas.

Súper depredador entre los super depredadores se han encontrado huesos fósiles de cetáceos y pinnípedos con marcas de dientes atribuidas a megalodón por la presencia de márgenes aserrados en las incisiones.

Godfrey y Altman (2005) describieron registros de vértebras caudales de ballenas con evidencias de haber sido mordidas por este gigante. Una vértebra estaba fracturada posiblemente como consecuencia de un fuerte impacto desde la parte inferior del cuerpo. El cetáceo logró cicatrizar y sobrevivir al brutal ataque. ¿Acaso los megalodones impactaban a las ballenas proyectándolas fuera del agua como hoy hacen los grandes blancos con las focas?

También se han hallado vertebras caudales del delfín gigante Xiphiacetus y dientes de cachalotes con marcas de dientes de megalodón. Estas son evidencias de que nuestro megatiburón era un depredador sumamente activo.

Ferrón (2017) y Neumann (2018) han sugerido que los megatiburones poseían endotermia como los actuales lámnidos, lo que explicaría su crecimiento brutal.

El regular la temperatura corporal para ser más cálidos que el mar circundante y alcanzar grandes tallas se le llama gigantotermia. Según Neumann el megalodón presentaba un tamaño corporal, un grado de endotermia y una temperatura interna equivalentes a las orcas actuales.

El megalodón reinó todavía hasta el Plioceno, hace 5 millones de años. En esos tiempos Sudamérica y Norteamérica se unieron formando el istmo. La solidez de esta frontera cerró el paso al flujo de las corrientes cálidas, esto ocasionó un nuevo cambio climático. Los marsupiales americanos se extinguieron, con excepción de las sarihueyas (Didelphis). El océano Atlántico se enfrió mientras que África colisionaba con Europa formando el Mediterráneo. El mar Ártico comenzó a congelarse y la Antártica continuó su enfriamiento. Las selvas quedaron confinadas al Ecuador. Europa se volvió selva fría extinguiendo a sus cocodrilos. Los hielos bajaron del Polo Norte hasta Alemania. Los Andes, los Alpes y el Himalaya se congelaron.  Los camellos cruzaron Asia y penetraron en Norteamérica por un puente de roca que había emergido en el estrecho de Bering. Los australopitecos caminaban en los pastizales del centro de África. El tiburón blanco ya cazaba focas desde hacía unos 7 millones de años. Ciertas regiones de España estaban sumergidas y sobre sus fondos cazaban los makos, los tiburones grises, el recién aparecido tiburón blanco y el Carcharocles megalodon.

Hace 2  millones de años, se extinguieron muchos depredadores marinos gigantes. Las glaciaciones imperaron, el frío aceleró la presión evolutiva. El megalodón no soportó la época. Sin presas adecuadas, actuó contra él un nuevo súper depredador: un delfín enorme que nadaba en manadas y podía perseguir sin descanso a las ballenas hasta los polos helados: la orca, Orcinus orca. El megalodón desapareció para siempre y la orca se afianzó como el máximo carnívoro en los mares.

Referencias:

Cooper, J.A., Pimiento, C., Ferrón, H.G. et al. Body dimensions of the extinct giant shark Otodus megalodon: a 2D reconstruction. Sci Rep 10, 14596 (2020).

Godfrey, S.J., Altman, J., 2005. A Miocene Cetacean Vertebra Showing a Partially Healed Compression Fracture, the Result of Convulsions Or Failed Predation by the Giant White Shark, Carcharodon megalodon. Jeffersoniana, 16, 1–12.

Shimada, K.; Chandler, R. E.; Lam, O. L. T.; Tanaka, T.; Ward, D. J. (2016). «A new elusive otodontid shark (Lamniformes: Otodontidae) from the lower Miocene, and comments on the taxonomy of otodontid genera, including the ‘megatoothed’ clade». Historical Biology: 1-11.




El linaje de los megatiburones

La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Desde el Cretácico, hace unos 94 millones de años –en plena era de los dinosaurios—, apareció en los mares un linaje de megatiburones que, a través de las eras, fueron alcanzando grandes tamaños.

El gigantismo era común en esta época, ejemplos marinos eran los grandes mosasaurios como el Prognathodon de 13 metros; el Plotosaurus de 14 m. o el Mosasaurus de 18 m. Peces titánicos como el celacanto Mawsonia de casi 3 m. de largo o el pez sierra Onchopristis de 11 metros.

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Incluso los invertebrados tendían al gigantismo como los amonitas Parapuzosia, cuya concha podía alcanzar 3 metros de diámetro o la almeja Inoceramus de casi 2 m.

Desde el Jurásico había surgido el tatarabuelo del tiburón blanco, el fósil más antiguo de los lamniformes llamado Paleocarcharias con una aleta caudal con un lóbulo superior terminal y un diminuto lóbulo inferior, cinco pares de aberturas branquiales y boca ventral.

En el Cretácico, los lámnidos conquistaron ambientes pelágicos y compitieron con los grandes saurios marinos. Nuevas especies de tiburones se adaptaron a las formidables condiciones mesozoicas, como el Cretoxyrhina mantelli, que ocupó un nicho parecido al que hoy ocupa el tiburón blanco. Se han encontrado esqueletos fósiles de este depredador que alcanzaba los 5 metros de longitud. Shimada sugirió que Cretoxyrhina pudo haberse enfrentado a enormes reptiles como los mosasaurios.

Este tiburón tenía dientes triangulares de hasta 7 centímetros de largo, curvados y de bordes lisos. Con 34 dientes en la mandíbula superior y 36 en la inferior en cada fila.

Se han encontrado fósiles que sugieren que Cretoxyrhina depredó en Pterosaurios voladores. Algunos sugieren que saltaba fuera del agua para capturarlos en vuelo, pero es más simple entender que los pudo haber devorado como carroña o cuando descansaban sobre las olas como el actual tiburón tigre devora gaviotas y albatros.

Se extinguiría 30 millones de años antes que los dinosaurios. Otro tiburón conocido como ‘el cuervo’ fue descrito por David Schwimmer cual carroñero que se alimentaba de restos de hadrosaurios —dinosaurios pico de pato— y que depredaba sobre mosasaurios y tortugas. Su nombre: Squalicorax.

Comenzó la evolución de los otodontidos, tiburones que tenderían al gigantismo en los siguientes periodos geológicos. Uno de los primeros fue Cretolamna, con dientes de cúspide triangular ancha y dos cúspides laterales pequeñas. Bordes afilados como navajas y un cuerpo fusiforme que le confería hábitos pelágicos indican a un superdepredador.

Hace 65 millones de años se extinguió el 85% de las especies que habitaban el planeta. Desaparecieron grupos bióticos como los belemnites, los amonites, la mayoría de los reptiles marinos, los pterosaurios y los últimos dinosaurios. Otros grupos perdieron gran diversidad. La mayoría de las plantas del hemisferio Norte murieron excepto los helechos, algunas gimnospermas y angiospermas. En el mar: diatomeas, moluscos, equinodermos y braquiópodos. Algunos tiburones sobrevivieron y dieron origen a líneas evolutivas actuales.

Cambios climáticos debidos al intenso vulcanismo y hasta el choque de un meteorito se han propuesto como hipótesis del desastre. ¿Cómo afectó el meteorito a los condrictios? En 2020, Wynd estudió la diversidad de euselacios fósiles en la formación de Hell Creek y concluyó que la riqueza decayó precipitadamente y muchas especies se extinguieron localmente.

Sin embargo algunos paleontólogos como Maisey piensan que los hibodontes no se extinguieron por las mismas razones que los dinosaurios, sino que fueron desapareciendo gradualmente al perder la competencia ecológica contra nuevas formas de tiburones que se diversificaron en esta era.

En los siguientes 60 millones de años, los tiburones alcanzaron los nichos ecológicos tope que ocupan en la actualidad.

Supervivientes: nuevas posibilidades

Millones de especies pueden extinguirse, la vida no. Mientras el planeta albergue condiciones aceptables, los organismos seguirán. Después del holocausto, la recuperación se dio gracias a la resiliencia. La Tierra en su conjunto era más seca y fría. Poco a poco comenzó a calentarse. Los helechos fueron los primeros en colonizar la zona devastada. A lo largo de Paleoceno, hace 50 millones de años, aparecieron las palmeras.

Europa y Groenlandia aún no se separaban cuando en esta zona los bosques cálidos renacieron, los cocodrilos habían sobrevivido a los dinosaurios y ahí pudieron diversificarse. Los mamíferos amniotas con glándulas mamarias llevaban 140 millones de años en madrigueras, pero ahora sin dinosaurios y con un planeta en recuperación se diversificaron ocupando las posibilidades y pudieron crecer. Surgió el ornitorrinco y los Hyaenodontes, parecidos a hienas masivas como un rinoceronte que cazaban entre las selvas. Las aves se diversificaron y muchas conservaban el diseño del dinosaurio corredor como la inmensa ave del horror: Gastornis.

En los mares fluyeron corrientes cálidas, los polos eran templados y prosperaron los arrecifes coralinos. Escualos de siete branquias continuaban en los fondos. Los mamíferos regresaban al mar, los ancestros de las ballenas como el Basilosaurus aún conservaban sus patas posteriores disfuncionales en un cuerpo hidrodinámico de 18 metros. Este depredador era temible pero le rondaban enormes tiburones como el Otodus obliquus, probablemente semejaba a un tiburón tigre de arena actual, de 9 m. de largo. Aquí nació el primer tiburón tigre, Galeocerdo latidens.

En esta época apareció el abuelo del tiburón blanco, Carcharodon hubbelli en aguas al sur de Rusia, Marruecos, Angola y los Estados Unidos.

En tierra, los enormes titanotéridos se extinguieron hace 30 millones de años cuando los pastizales sustituyeron a las selvas tropicales. Un cambio climático importante se debió a la separación de Sudamérica y la Antártida. Esta catástrofe dejó libre la corriente circumpolar que provocó un intenso enfriamiento. Los arqueocetáceos disminuyeron dejando paso a los nuevas ballenas y hace 20 millones de años ya chapoteaban los primeros pinnípedos. Es en este ambiente donde una nueva familia de tiburones emerge; los réquiem o carcharínidos. Carcharhinus apareció en el Eoceno en el norte de África. Con su forma hidrodinámica devinieron en raudos cazadores y ensancharon las estrategias de supervivencia. La inversión de la polaridad terrestre coincidió con la aparición de los ancestros del tiburón martillo. Con su cabeza en forma de alerón, aplanada por extensiones laterales en cuyos extremos descansan los ojos. Esta testa plagada de ámpulas es un detector infalible de flujos electromagnéticos.

Viajemos al Mioceno Medio, hace 14 millones de años. Mientras nuestros tatarabuelos,  los primeros homínidos como el Sahelanthropus chapotean en los pantanos africanos, el gigantismo continúa en el mar.

Enormes ancestros del cachalote vagan en manadas, aún conservan dientes en la mandíbula superior; focas monje de 3 m se asolean en las rompientes; cocodrilos de 4 m como el Thecachampsa sericodon; aves marinas gigantes con pseudodientes como Pelagornis chilensis y Osteodontornis orri de más de 5 m de envergadura; el marlín azul de 4 m Makaira; y uno de los cetáceos más formidables de todos los tiempos: el cachalote gigante Leviathan nevillei, descubierto en Perú.

Los tiburones planctófagos como el Megachasma ya filtran en esos lares, por allí caza el abuelo del tiburón tigre, el Galeocerdo adancus y el abuelo del tiburón blanco, Isurus hastalis.

El linaje de los megatiburones ya está establecido. Sin competencia ya –los viejos reptiles marinos están extintos—, los tiburones se vuelven titanes monstruosos.

Otodus, Carcharocles y Carcharodon –que pueden ser o no el mismo género— depredan todo lo que se pone a su alcance debido a sus formidables tallas que van desde los 7 a los 16 m.

Otros escualos prehistóricos crecen en demasía. Es la época de oro de los megatiburones. Alcanzaron tamaños enormes respecto a los actuales. Cosmopolitodus hastalis de 8 m, Otodus chubutensis alcanzó los 12 m, Carcharocles angustidens y Paratodus benedeni los 9 m, e incluso existió un tiburón zorro gigante, el Alopias grandis de 13 m.

Pero no es el más poderoso de los tiburones. Esta distinción pertenece al Megalodón

Continuará…

Referencias

Solé, F. & Noiret, C. & Desmares, et al. (2019). Reassessment of historical sections from the Paleogene marine margin of the Congo Basin reveals an almost complete absence of Danian deposits. Geoscience Frontiers, 10 (3): 1039-1063.

Wynd, B. M., Demar, D. G., & Wilson, G. P. (2020). Euselachian diversity through the uppermost Cretaceous Hell Creek Formation of Garfield County, Montana, USA, with implications for the Cretaceous-Paleogene mass extinction in freshwater environments. Cretaceous Research.

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De dinosaurios y odios

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La demencia de Atenea

Por Mario Jaime

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Justo después de la Guerra de Secesión de los Estados Unidos, dos de los más célebres paleontólogos protagonizaron una farsa, ejemplo de falta de ética total, odios y pasiones envenenadas, que tuvo como marco el descubrimiento de las más célebres especies de dinosaurios. Este episodio se conoce en la historia paleontológica como La Guerra de los Huesos.

Othniel Charles Marsh descubrió más de  80 especies, describió 12 familias y 5 subórdenes de dinosaurios, reptiles marinos, aéreos y mamíferos de la era Cenozoica.  Entre sus más famosos descubrimientos se encuentra el Apatosaurio, el Alosaurio, el Triceratops, el Diplodocus, el Camarosaurio, el Hesperonis y muchos más. Su trabajo sugirió que las aves evolucionaron a partir de los reptiles y describió la evolución de los equinos. El mismo Darwin, ya anciano, le felicitó en una carta y Thomas Huxley le honró también.

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Por su parte, Edward Drinker Cope ostenta todavía el récord de entre todos los científicos como un escritor fecundo: 13 000 mil organismos descritos, cerca de 1400 artículos científicos, una teoría evolutiva, y 56 dinosaurios descubiertos.

Uno podría pensar en dos gigantes de la ciencia; y en efecto, ambos lo eran, pero también fueron sendos egoístas que hicieron todo lo posible para destruir la carrera y hasta la vida del otro.

Su conflicto comenzó en la década de 1870. Los Estados Unidos salían de su Guerra de Secesión, el oeste estaba casi virgen para la exploración. El gobierno masacraba a los nativos para apropiarse de sus tierras, buscaba llegar al Pacífico como designio divino según sus políticos a través del Destino Manifiesto y encontraba grandes riquezas en los territorios conquistados a México. En este teatro explotó el conflicto entre Cope y Marsh.

Marsh era nueve años más viejo que Cope. Marsh era geólogo, Cope era biólogo autodidacta. Marsh era sobrino del magnate George Peabody que le financió casi toda su vida, mientras que Cope heredó una fortuna de su padre que dilapidó sabiamente en sus aventuras científicas. Cope era un cuáquero pacifista de Filadelfia mientras que Marsh era neoyorkino. Cope era lamarckiano y hasta desarrolló una curiosa teoría de la evolución en contra de la noción de la selección natural, mientras que Marsh era un darwinista de cepa. Cope escribía sus artículos, Marsh explotaba a sus alumnos. Cope era guapo y furioso, Marsh calvo y sosegado. Cope era racista y misógino, Marsh era ególatra e ingrato.

Ninguno luchó en la Guerra Civil. El padre de Cope le envió a Europa para evitar las levas y Marsh no pudo pelear por la Unión debido a una intensa miopía.

Ambos fueron corruptos. Marsh compró su plaza como profesor en la Universidad de Yale como condición de que su millonario tío financiara el museo de la universidad. Por su parte, Cope robó un esqueleto completo del Museo de Zoología Comparada.

Hubo un tiempo en que eran amigos. Incluso Cope nombró el fósil de un anfibio como Ptyonius marshii en honor a Marsh.

Pero todo acabó cuando comenzó la carrera hacia el oeste. El desarrollo del ferrocarril de la Union Pacific permitió al gobierno financiar exploraciones. Y allí fueron Marsh, con sus alumnos y trabajadores contratados por medio de Yale, y Cope, con su ayudante y su pico, para cavar y desenterrar fósiles en los estratos de Wyoming, Texas y Nuevo México.

Entre las guerras indias, ambos paleontólogos hablaban lenguas nativas y los indios les permitieron pasar por sus tierras. Durante años viajaron al oeste a desenterrar huesos gigantes, acampaban bajo tormentas de flechas y relámpagos, iban armados, amenazados por los guerreros que deseaban sus cabelleras y por los osos. Debían defenderse. A veces les escoltaba la caballería, a veces personajes legendarios como Búfalo Bill.

El que publica primero gana el reconocimiento. Marsh tenía a su disposición el American Journal of Science de Yale mientras que Cope compró la revista American Naturalist para ser su propio editor. ¿Quién les rechazaría un trabajo?

En 1872 ambos desenterraban fósiles similares en estratos del Eoceno, Cope en Washakie, Marsh a 100 millas de distancia en Bridger. Consciente de esto, ¡Cope telegrafió el artículo científico a Filadelfia! Por supuesto que el documento final fue un revoltijo de nombres en latín y descripciones confusas. Para colmo, el artículo de Marsh fue publicado sospechosamente dos días antes que el de Cope, y el crédito a los descubrimientos fue suyo. Digo sospechosamente, pues durante toda su carrera, ambos autores se acusaron uno al otro de falsear las fechas de sus artículos.

Un año después, Cope también excavaba en Bridger y Marsh se ofendió, pues consideraba que aquella cuenca era su dominio privado. Cope desenterró cráneos de dinocerados bautizados como Uintaterios, quizá ungulados cornudos de 3.5 m de largo. Publicó 16 artículos sobre estos animales y Marsh le atacó burlándose de su interpretación anatómica.

Cope había dibujado una trompa en el cráneo del uinaterio relacionándolo con los elefantes. Marsh dijo que ese era un animal de las mil y una noches, además de acusarle de haber falsificado datos. Ahora los paleoartistas dibujan a estos animales sin trompa y confirman la tesis de Marsh.

La anécdota más famosa y que encendió el odio de Cope fue la siguiente:

En 1868 recibió un cargamento de fósiles de Kansas. Se apresuró a reconstruir un reptil marino desconocido hasta entonces al que nombró Elasmosaurus platyurus. Era un curioso animal con un pequeño cuello y una larguísima cola. Se apresuró a publicarlo y el esquema original que dibujó se muestra en la figura 1.

Cuando Marsh leyó el artículo notó que había un error. Cope colocó el cráneo en la cola en lugar del cuello. Antes de difundir la falla, Marsh pidió consejo a su colega, el gran Joseph Leidy, quien confirmó la pifia. Marsh hizo ver a Cope como un chapucero sin entrenamiento anatómico, incapaz de colocar las vértebras de forma correcta.

Cope intentó borrar las huellas, publicó de nuevo el esquema corregido (Figura 2) compró todas las copias que pudo de la revista donde salió su artículo y las quemó pero no pudo evitar su descrédito.

Desde entonces el rencor de Cope se acrecentó, mientras que el ego de Marsh lo hizo un enemigo formidable.

Marsh también tuvo sus yerros. Describió un enorme dinosaurio al que nombró Brontosaurio y después, con pocos elementos describió otro llamado Apatosaurio. En 1903 otros paleontólogos decidieron que eran el mismo género. Hay que subrayar que en 2015 nuevamente se han separado, considerando a estos dos dinosaurios nuevamente como distintos.

Marsh también propuso una teoría muy revolucionaria. Al pensar que era imposible que los enormes saurópodos tuvieran un cerebro minúsculo (es como si un buque fuese dirigido por una taza de azúcar), propuso que tal orden de dinosaurios tenía otro cerebro en el ensanchamiento de la cadera. ¡Dos cerebros! Este último, llamado sacro, coordinaría los movimientos de la parte posterior de estos dinosaurios. Ni cabe decir que Cope se burlaba de esta teoría, para él tan absurda.

Las acciones deshonestas plagaron la vida de ambos.

Marsh contrataba espías para seguir a Cope y revelar los lugares donde había fósiles. ¡En alguna ocasión mandó dinamitar toda una veta de fósiles para que su rival no la pudiera hallar!

Ambos fueron sospechosos de plagiar, falsificar, cambiar las fechas de sus publicaciones. Marsh tenía un ejército de alumnos y trabajadores que se afanaban por él, escribían sus tratados y a los que no daba crédito. Cope tuvo un criado llamado Jacob Geismar al que no pagaba con regularidad y llegó a deberle cientos de dólares. Marsh cerraba la colección de Yale a otros investigadores, les negaba el acceso y también se retrasaba en los pagos a sus trabajadores.

Cuando Cope intentó publicar su segundo volumen de su obra magistral Los vertebrados de las formaciones terciarias del oeste, le fueron negados los fondos. Sospechó de Marsh, que ya entonces tenía un poder político considerable, era presidente de la Academia Nacional de Ciencias.

El 12 de enero de 1890 Cope tuvo su venganza, su amigo, el reportero amarillista Ballou publicó en el New York Herald un artículo, donde se exponían todas las acusaciones posibles contra Marsh. Eran veinte años de  denuncias. Entre otras, se destaca la imputación de que Marsh había plagiado su estudio sobre la evolución de los caballos de Huxley de un ruso llamado Kowalevsky. Lo acusó de corrupción, de establecer un monopolio científico político, de conspiración y muy sutilmente hasta de homosexual.

Marsh contraatacó. Acusó a Cope de robar fósiles que no le pertenecían, de rondar por Yale para extraer datos de otros y, respecto a Kowalevsky, le recordó que el ruso se había volado la cabeza de remordimiento, en cambió Cope seguía vivo sin arrepentirse.

El ataque de Cope lastimó realmente a Marsh. El congreso dejó de financiar sus investigaciones, pero la Academia de Ciencias francesa le otorgó el Premio Cuvier en 1897.

Cope, por su parte, murió solo en el mismo año que Marsh recibía su premio. Perdió su fortuna invirtiendo en una mina de plata que le dejó seco, perdió su casa hipotecada y a su esposa, que le había abandonado. Le encontraron rodeado de fósiles, con un dolor insoportable, agonizando a dosis de morfina y formol, con una grave afección renal. Hay una leyenda donde se asegura que Cope quiso ser el holotipo de la especie Homo sapiens. Donar su cadáver para ello. Recuerden que Linneo no describió al humano a partir de ningún espécimen. Pues Drinker Cope quiso serlo, pero no pudo debido a que le faltaban dientes.

Marsh le siguió dos años después, también solo. Jamás se había casado. El gobierno había confiscado su colección de fósiles en Yale y le habían despedido de su cargo.

Cuando en 1902 se publicó Leading American Men of Science, las biografías de Cope y Marsh carecían de estos datos, tan solo nombraban sus logros científicos, lo mismo sucede en enciclopedias actuales sobre dinosaurios. La llamada Guerra de los Huesos casi no se menciona, como si fuesen indiscreciones, como si los científicos fueran bronces sin pasiones, éticos absolutos, honorables hombres racionales. Nada más falso.

En 1890, un bromista escribió el epitafio de ambos paleontólogos: Así marcha la Ciencia, con paso sereno, su corona como un ramo de olivo, su meta solo la verdad sagrada y la ociosidad con dignidad.

Nada más falso.

Nota: Este sábado 24 de agosto en el Teatro de la Ciudad de La Paz a las 20 horas se representará “La Guerra de los Dinosaurios”, comedia sobre esta historia de egos y farsas.  Lector, estás cordialmente invitado.

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