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Que no prescriban delitos de índole sexual: Diputada María Luisa Ojeda González

IMAGEN: Archivo.

La Paz, Baja California Sur (BCS). A fin de evitar dejar a la víctima de delitos sexuales en indefensión y que no se permita la impunidad del agresor, la diputada María Luisa Ojeda González propuso que en los casos de delitos contra la libertad sexual y el normal desarrollo psicosexual en agravio de las personas afectadas, incluyendo menores de edad y personas que no tengan capacidad para comprender el hecho, no aplique la prescripción.

A través de un comunicado de prensa, el Congreso del Estado da a conocer que la Presidente de la Comisión de Igualdad de Género,  propuso reformar el Artículo 112 del Código Penal para el Estado, en este sentido.

Lamentó el incremento de casos en la entidad, la cual se ubicó en el top 10 de los Estados de mayor incidencia de emergencias relacionadas con delitos que afectan a las mujeres, entre las que destacan: séptimo lugar en incidentes de violación, octavo lugar en incidentes de abuso sexual y décimo lugar en incidentes de acoso y hostigamiento sexual, según el reporte de la Información sobre Violencia contra las Mujeres (Incidencia Delictiva y Llamadas de Emergencia 911), que publicó el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Así también, que de 2022 a 2023 el delito de acoso sexual aumentó 63.79% /de 111 a 174 casos) y el hostigamiento sexual en 59.09% (de 13 a 22 casos), en tanto que la violación simple un 08.5% (de 247 a 268 casos).

Y lamentó también que aún falta la cultura de la denuncia en la entidad, la cual es causa que estos delitos afectan a las víctimas en cualquier etapa de su desarrollo.

Ojeda González afirmó que la legislación penal local debe adecuarse conforme a las necesidades y al entorno que la víctima de algún delito de índole sexual que vivió o está viviendo, así como para que pueda ejercer sus derechos cuando esté preparada física, psicológica y emocionalmente.

Sólo tres de cada 100 ataques sexuales en México se castigan, dijo al recordar que los delitos contra la libertad, la seguridad sexual y el normal desarrollo psicosexual, así como los delitos contra el libre desarrollo de la personalidad cometidos en contra de las personas mayores de edad y menores de 18 años de edad, “ha sido una tarea que he abrazado desde el inicio de la presente legislatura, porque sé de la importancia que tiene que hoy garanticemos a la ciudadanía un marco normativo que responda y atienda a sus demandas”.




#MeToo: ¿Justicia para las mujeres o moderna piedra de los sacrificios?

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La Última Trinchera

Por Roberto E. Galindo Domínguez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Las denuncias hechas por mujeres en las redes sociales sobre violadores, acosadores y agresores son una muestra de su hartazgo por los ataques sexuales y los otros agravios que sufren en una sociedad dominada por los hombres. El #MeToo mexicano surge tras las gestas estadounidense y francesa, principalmente, y al igual que en esas sociedades, en la nuestra ha causado controversia, además de una creciente rivalidad entre importantes sectores de los géneros femenino y masculino.

Por desgracia, las instituciones públicas encargadas de asistir a las mujeres y las instancias legales de administración de la justicia lucen por su incompetencia e incluso por cometer agravios contra ellas, por lo que las denuncias de las internautas son una manera de resistir a la violencia y una forma de lucha para equilibrar las relaciones entre mujeres y hombres, sin embargo, esas denuncias pueden no ser suficientes al propósito de la reivindicación de la mujer si no son acompañadas de pruebas que las confirmen, y más, cuando las acusaciones son anónimas.

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Tras las imputaciones tuiteras debería darse el reconocimiento y el arrepentimiento por parte del agresor, pero además, correspondería juzgar la afrenta por las vías legales y de ello desprenderse el castigo pertinente. Lamentablemente, en México el camino de la querella es tortuoso, el proceso legal intrincado, y los resultados ínfimos cuando se denuncia cualquier tipo de agresión sexual; es por eso que muchos de los testimonios en los diversos movimientos #MeToo son anónimos, dicen las administradoras de las páginas que son confidenciales. Pero ¿quién se erige en juez y parte?

Es entendible que muchas mujeres expongan a sus agresores de manera incógnita y más cuando éstos son sus superiores laborales, profesores de la universidad, individuos con poder económico o con fama, o simplemente mayores que pudieran realizar actos vengativos sobre ellas. No obstante, ese anonimato puede generar descrédito, pues no sólo se trata de decir “yo sí les creo”, que no deja de ser un acto fundamental para llevar la lucha de las mujeres al siguiente nivel, pero sin mayor prueba que su dicho se vulnera en el acto al “presunto culpable”, y cualquier acusado por el delito que sea no es culpable hasta que se le compruebe lo contrario en la instancia correspondiente, y no cuando sólo es expuesto en las redes sociales.

Si el movimiento #MeToo Mexicano aspira a trascender más allá de lo virtual, las denunciantes deberán probar sus acusaciones, pues de lo contrario estarán acuchillando en la moderna piedra de los sacrificios a culpables e inocentes, ya que salvo la “presumible víctima y el presunto agresor”, nadie más —o casi nadie— puede estar seguro de la veracidad de la acusación tuitera. Los señalados son culpables en las redes, sin embargo, puede que ni siquiera lleguen a presuntos, aunque bien dice el dicho que si el río suena es porque agua lleva; aunque dentro del torrente acusatorio femenino puede haber inculpaciones falsas desprendidas de rivalidades, venganzas, amores no correspondidos y toda la gama de sentimientos derivados de las relaciones mujer-hombre, incluso de las profesionales, académicas y de cualquier otra índole. Y siendo así, se estará librando una batalla contradictoria, pues la reivindicación de las que han sido violentadas no debe justificar el generar víctimas. Ni una víctima más debería ser la consigna, sin importar el género, aunque por datos estadísticos las denuncias falsas sean mínimas.

Por otro lado, las maneras de relacionarse entre mujeres y hombres están cambiando —y muy rápido—, así que deberemos ajustarnos a una realidad en la que comportamientos antes no mal vistos como el decir piropos, o tolerados como el solicitar sexo a cambio de algo, o el de ofrecerlo por un fin diferente al carnal —también las mujeres hacen esto—, ya no son conductas totalmente aceptadas y dependiendo del contexto en que se den pudieran implicar la comisión de un delito. Debe quedar claro que la perversidad, la lujuria y el ejercicio del poder sobre el otro no son de exclusividad masculina, aunque han sido más ejercidos por los hombres.

Debemos saber y entender, hombres y mujeres, cuáles conductas son acoso, cuáles son hostigamiento y cuales no lo son —más allá de que hay delitos sexuales bien tipificados—, pues una mirada lasciva, una proposición de coito o un adjetivo admirativo pueden no implicar comportamientos ultrajantes; y si ahora la interpretación de tales procederes es multivalente y es difícil jerarquizarlos, entonces traerlos del pasado y calificarlos con una perspectiva a posteriori, que tiene una carga valorativa que antes no se tenía, vuelve muy complejo el entramado de las relaciones entre individuos. Aun así, desde la perspectiva de una mujer, pueden ser ataques a su persona, aunque antes de los movimientos MeToo no lo haya considerado de esa manera. El “feminismo” a ultranza ha malentendido muchas conductas masculinas y muchos hombres han cometido delitos amparados por estas. El conflicto es de los dos lados.

Habrá que regular los acercamientos sexuales para no incurrir en conductas que pudieran ser consideraras criminales o que lo sean. Las integrantes del MeToo tienen mucho que hacer al respecto y también nosotros, pues no es lo mismo una violación que una solicitud de cópula y pedir sexo no necesariamente implica acoso. Mientras se regulariza la interrelación entre féminas y varones con protocolos y leyes específicas y en lo que se instaura una nueva forma de socialización entre ambos sexos, no estaría de más que las que han lanzado las acusaciones salgan de la confidencialidad y procedan en consecuencia; puede ser para ellas lo menos deseable después de haber sufrido algo todavía peor, pero es lo que se tiene para hacer que las cosas trasciendan más allá del enjuiciamiento en la Internet.

Las mujeres tienen el impulso del movimiento MeToo, el cual alcanzó a figuras de medios artísticos y profesionales, pero satanizar a los “supuestos perpetradores” no está contribuyendo a consolidar su gesta, al contrario se están boicoteando, pues las acusaciones no probadas disminuirán la credibilidad de un movimiento que parece legitimo. Las imputaciones en las redes van desde violaciones, manoseos, coitos pedidos a cambio de algo desde una posición de poder, y hasta pederastia, como la que de forma anónima cayó sobre Armando Vega Gil, uno de los fundadores del grupo de rock Botellita de Jerez, quien se suicidó como consecuencia de la misma, según escribió en una misiva en la que se declaró inocente. Debe resaltarse que la acusación en su contra no estableció que se hubiera cometido una violación o un acto sexual, sino la certeza de la implicada, racionalizada años después, de que el aludido cometió acoso con las intenciones de perpetrar un acto ilícito mayor. Vega Gil se quitó la vida, y no acusen sólo a su condición mental, cualquiera que ésta fuera, por cometer ese acto; pues entonces estarían desvirtuando el llamado cyberbullying que ha llevado a muchos a suicidarse.

El movimiento MeToo tiene una solidez y es que son las mujeres quienes lo ejercen dentro de una sociedad machista que las ha oprimido, agredido y asesinado, pero tiene varias disfuncionalidades y entre éstas, además del anonimato de muchas de las delatoras, está la diversidad de las acusaciones;  aunque algunas son graves, muchas otras son delaciones que no señalan un delito, sino una conducta que a la implicada no le agradó: desde miradas, mensajes de texto, infidelidad, promiscuidad, hasta comentarios basados en “alguien me dijo que”. ¿Entonces qué se denuncia? Antes de enjuiciar en la red de los sacrificios a alguien deben tener claro de qué lo acusan, así como las consecuencias de su imputación, pues la necesidad de justicia no justifica el linchamiento de quienes no cometieron un delito, ya que una vez señalados sufrirán las consecuencias de la estigmatización.

La controversia no se ha dado sólo entre hombres y mujeres, también ellas han cuestionado el proceder de las tuiteras feministas, pues no se trata de sacar corazones a cuchillo en una guerra entre los sexos. Tras el suicidio de Vega Gil, las administradoras de la página #MeTooMúsicosMexicanos, donde fue acusado, anunciaron que la cerrarán y que lamentan si lastimaron a alguien allegado a Vega, así como su suicidio; así mismo, se disculpan por los daños causados al movimiento feminista. Si las administradoras y la persona que dice haber sufrido el agravio se desentienden de sus acusaciones y no llegan hasta las últimas consecuencias de sus actos, estarán disminuyendo la fuerza de un movimiento que no ha acabado de formarse. Y no estoy diciendo que Vega Gil fuera inocente, nada más tengan en cuenta que algunas cuchilladas, aunque virtuales, matan, y si él fue culpable deberán probar sus dichos para que se establezca de qué lo fue.

Esta compleja situación no se va a resolver pronto, es un proceso en el que se cometerán muchos errores de ambas partes; espero que sus frutos modifiquen las conductas inadecuadas y eviten la comisión de cualquier tipo de ataque contra las mujeres. Mientras tanto, a partir del cisma generado por el MeToo en nuestra sociedad, muchos agresores denunciados o no, van a pensar más de una vez en las implicaciones de cometer un acto que perjudique a una mujer. Los hombres debemos reflexionar sobre nuestras conductas y entender que son tiempos de cambio y asimilarnos a estos. El #MeToo Mexicano es el inicio de lo posible y deberá elegir bien sus maneras de proceder para que su lucha no sea una moderna piedra de los sacrificios y trascienda lo virtual para instaurarse en las formas de relación social. Sólo cuando las agresiones en contra de las mujeres paren la sociedad podrá ser equitativa e igualitaria.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.




Rape Day, el videojuego sobre violación a las mujeres. Insensibilidad a la violencia

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Sexo + Psique

Por Yaroslabi Bañuelos 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hagamos un pequeño ejercicio de visualización. Imagina que eres una niña. Acabas de cumplir 12 años y aún juegas con tus muñecas, pero a escondidas, porque mamá dice que ya casi eres una señorita. Imagina que corre una tarde cualquiera, en un barrio cualquiera.  Imagina que sales de tu casa a comprar tortillas en la tiendita de la esquina, o quizás caminas hacia el ciber más cercano para hacer la tarea de historia, o sencillamente vas al parque a pasearte en los columpios y trepar resbaladillas a plena luz del día. Ahora imagina que nunca vuelves a casa. Jamás saldrás de esa carnicería de Ecatepec que albergaba muerte y odio, de ese “café internet” que en realidad era la guarida de un monstruo, jamás te levantarás de aquel trozo de tierra podrida donde han quedado regado los fragmentos de tu cuerpo. Y decir “nunca volvió” es un triste eufemismo de “violada, secuestra, mutilada, asesinada”.

Casos similares a esta historia se han acumulado por cientos en nuestro país a través de los años, incrementándose cada vez más, basta con observar los datos duros: durante el 2018 se reportaron casi 800 feminicidios, 86 son casos de niñas a las que masacraron y les arrebataron la vida; sólo en el Estado de México, desde el 2015 han ocurrido 44 asesinatos de mujeres menores de 18 años, y únicamente en enero pasado se registró la alarmante cifra de 70 feminicidios a nivel nacional, de ese número once fueron las niñas asesinadas, esto según el reporte de Incidencia Delictiva del Fuero Común del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, así como de diversos medios internacionales.

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En dicho reporte de Seguridad Pública, no se registran casos de feminicidios en lo que va del año con respecto a Baja California Sur —aunque en el 2018 fueron 19 los crímenes de odio contra mujeres en la media península— sin embargo, el semáforo delictivo enciende su foco rojo para los delitos sexuales en nuestro Estado, ya que en el mes de enero hubo 49 denuncias de los llamados delitos contra la libertad y seguridad sexual, de ese total, 22 son casos de abuso sexual y 20 de violación, el doble de los reportados en enero del 2018.

A pesar de la siniestra realidad que muestran las cifras recientes, muchas personas aún perciben las agresiones sexuales y la violencia de género como hechos aislados e insignificantes, o ajenos a su mundo, incluso como material de diversión para pasar el rato. No es necesario ser el “violador” para lastimar, el silencio, la complicidad, la indiferencia y la burla abonan a la problemática.

Muestra de ello es el polémico videojuego Rape Day, un juego que trata sobre violencia sexual explícita. En esta “novela visual”, la cual se desarrolla durante un apocalipsis zombie, el jugador debe controlar al personaje de un violador y asesino serial; la meta es clara: agredir sexualmente a las mujeres y después asesinarlas. Según el periódico El País, el propio creador del videojuego declaró: “Quería hacer un juego para sociópatas. […] Normalizar la violación de la misma forma que la cultura popular ha normalizado el asesinato”.

Rape Day no tiene otro objetivo más allá de ejercer dolor y humillación, su meta es agredir sexualmente a una víctima que desea escapar de ese sufrimiento, tal como sucede fuera de la pantalla, en la vida real, con miles de mujeres de carne y hueso que son violentadas cada día alrededor del mundo. ¿Un ejemplo de ello? El año pasado salió a la luz el caso de una niña de 12 años, originaria de Chennai, India, quien fue violada por 17 hombres durante siete meses. La pequeña con discapacidad auditiva, era constantemente drogada y amenazada de muerte. Hay que resaltar que en la India se denuncian al día 100 casos de violación.

Regresando al punto del videojuego, ¿por qué es tan peligrosa esta apología a la violencia sexual? En primer lugar, porque busca reproducir la sensación que siente el agresor al violar a una mujer, como si el jugador fuera un “imitador”, y, aunque esto no te convierta automáticamente en un psicópata, así como los juegos de guerra no te convierten en un soldado o francotirador, ver repetidamente el sufrimiento de las mujeres y los diferentes mecanismos de una violación en un contexto lúdico puede provocar una insensibilización a la violencia. Situación parecida se observa con los narco-corridos y la violencia social.

Asimismo, la insensibilidad contribuye a la cultura de la violación y trivializa este tipo de delito; dicha normalización llega al grado en que la víctima se convierte a los ojos de la sociedad como la única culpable. Llevaba la falda muy corta. Ella se lo buscó. Había bebido mucho. Traía escote. Su mamá no la cuidó bien. Andaba en malos pasos. Se lo merecía. Era muy tarde. ¿Qué hacía en la calle a esas horas de la noche? Pareciera que la mujer o la niña que ahora yacen entre la maleza de un terreno baldío, devoradas por los buitres y la fauna del monte, son las responsables de ello, pero jamás el violador o el asesino.

No hay que olvidar que una violación no es una relación sexual, es una de las más terribles agresiones a la integridad física y psicológica de un ser humano. Esto no es un mal menor, en México se denuncian dos delitos sexuales cada hora, además de los siete asesinatos de mujeres al día; la mayoría de ellas fueron violadas antes de ser descuartizadas o arrojadas hasta el fondo de un arroyo de basura, como si fuesen un simple objeto desechable y no una persona, y eso es precisamente lo que la víctima representa para el violador, un mero objeto.

Los feminicidios y la violencia sexual hacia las mujeres son temas que duelen, que indignan y que necesitan ser visibilizados en la comunidad; no es un capricho de las feministas, es una vulneración a los derechos humanos.

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