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Cuentos cercanos del tercer tipo de Leonel de J. Beltrán Valdez

FOTOS: Cortesía.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Leonel de J. Beltrán Valdez (La Paz, B.C.S, 1972) es un escritor que a través de la experiencia de la vida, sus influencias, sus temores, sus fantasías, logra ofrecernos un puñado de cuentos llenos de los mejor que ha transcurrido en su cotidianidad. Ahí vemos el cine, la magia, el carnaval, la fantasmagoría de las sombras que cobra vida independiente; todos elementos de una voz que logra atraparnos, aunque suene a lugar común, que nos imbuye de recuerdos, que nos provoca y evoca desde la primera persona como un cronista de un ambiente alterno que da fe de la autenticidad de sus relatos.

Me han gustado estas historias de Cuentos cercanos del tercer tipo (2019), que están llamadas a ser leídas por lectores ávidos de una visión distinta, un modo de decirnos que no todo es como insiste la mercadotecnia de la violencia. Me recuerda a esos escritores que con su entusiasmo levaban anclas y se lanzaban al mundo para buscar la aventura que nos hiciera imaginar, que nos transportara como lo hacían en esos cuentos y novelas donde la anécdota era superior al lenguaje, pero el lenguaje jugaba un papel fundamental para guiarnos por territorios desconocidos.

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Desde la intimidad, desde sus obsesiones, Cuentos cercanos del tercer tipo nos instala en tres modos de arribar al relato, como lo cuenta Steven Spielberg en Encuentros cercanos del tercer tipo, pero a diferencia del cineasta, Beltrán Valdez los hace desde el plano terrenal, sin perder nunca su contacto con el mundo real (cualquier cosa que eso signifique), aunque tomando elementos e influencias que lo han marcado desde su infancia. Su pasión por el conocimiento, la lectura, forman en él no sólo un narrador que juega con las letras, sino un hombre dedicado y entregado a la docencia, sus alumnos, durante más de veintidós años, y que han impactado positivamente en los chicos.

El que Cuadernos de la Serpiente le haya dedicado una publicación le permite dar sus primeros pasos por el camino de las ediciones, que estoy seguro le irá muy bien porque sus narraciones gozan de una solvencia literaria que invita a la lectura. Leonel Beltrán es un escritor consagrado sobre todo a sus clases, a su preocupación esencial que es transmitir lo que ha aprendido, y que además anima a los jóvenes a leer y escribir en talleres literarios como un modo de que entiendan su entorno social, reflejarlo en sus textos para que su vinculación con los días sea auténtico y sin los temores de una comunicación nula, que además es un arma de dos filos porque lucha contra las nuevas formas de contrastar ese intercambio de ideas, con las famosas redes sociales, y que no es nada nuevo porque cada generación se enfrenta a los paradigmas de su tiempo, donde habitan sus propios fantasmas y monstruos y la Literatura sirve siempre para exorcizarlos.

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Este martes, arranca Feria Universitaria del Libro 2018

La Paz, Baja California Sur (BCS). Con un variado programa que contempla desde presentaciones editoriales hasta actividades artísticas, así como talleres para todas las edades, exposiciones y venta de publicaciones y una muestra de proyectos tecnológicos, este martes, la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS) celebrará su ya tradicional Feria Universitaria del Libro (FUL), así lo dio a conocer el director de Difusión Cultural y Extensión Universitaria, Jorge Fuentes Maldonado a través de un comunicado de prensa.

Las actividades se llevarán a cabo a partir del martes 16 al jueves 18 de octubre el Poliforo Cultural Universitario Lic. Ángel César Mendoza Arámburo de la UABCS, en un horario de 9:00 a 14:00 horas y de 17:00 a 20:00 horas.

El programa estará compuesto por 17 presentaciones de libros y 2 conversatorios; talleres de fomento a la lectura, de escritura narrativa, poesía, guionismo y fotografía publicitaria;  talleres de prácticas editoriales, como la encuadernación; además, se desarrollaran dinámicas destinadas al público juvenil e infantil, tales como visitas guiadas a diferentes bibliotecas, al taller de artes gráficas,  a la posta zootécnica y al centro de radio y televisión de la UABCS, entre otras.

Como complemento a las actividades que se realizarán al interior de la Universidad, el programa contempla acercar la FUL a otros públicos y espacios mediante una feria itinerante que se celebrará en otras instituciones y centros educativos de La Paz.

FOTO: UABCS

También destacó que en el marco de la FUL, se llevará a cabo la presentación del Repositorio Electrónico Institucional de la UABCS, proyecto que consiste en la digitalización del acervo bibliográfico universitario que se encuentra en su biblioteca para ponerlo a disposición del público en general, ahora en línea; Fuentes Maldonado también hizo una invitación a toda la población para asistir a la FUL UABCS, pues señaló que además de ser gratuita y abierta para todo público, es reflejo de un gran esfuerzo y comunión de muchas voluntades, que tiene la intención especifica de ayudar a mejorar los hábitos de lectura en la entidad.

En su doceava edición, la Feria Universitaria del Libro contará con la participación de 10 editoriales universitarias invitadas, como la Metropolitana (UAM), Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Universidad Veracruzana (UV); asimismo, estarán la Casa de la Cultura Jurídica, el Instituto Sudcaliforniano de Cultura y el Archivo Histórico Pablo L. Martínez; así como las librerías Educal, Educatodo y las editoriales independientes Paquidermo y Cuadernos de la Serpiente.

Es importante mencionar que este año el evento estará dedicado al poeta, novelista y ensayista francés, Guillaume Apollinaire, conocido por ser el creador de los Caligramas, composición poética que dibuja, mediante la escritura, el tema que sugiere el poema, concluyó el un comunicado oficial de la UABCS. 




“21 Desencantos” abre la nueva colección de Cuadernos de La Serpiente

FOTO: Alejandro Savant.

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). 21 Desencantos es el primer libro de José Luis Gómez Torres, y al mismo tiempo, este material de minificciones representa una nueva etapa editorial de Cuadernos de La Serpiente, dirigida desde hace poco más de tres años por Raúl Cota Álvarez, quien concedió una entrevista para este medio, compartiendo esta novedad literaria que pretende ser la punta de lanza de otros 30 narradores y poetas sudcalifornianos —y de otras partes del país.

¿Qué se puede esperar de 21 Desencantos? “Es narrativa breve. El humor negro es el que campea por todo el libro; la temática cotidiana; un realismo mágico desencantado (…) Es un autor al que le gusta poner a prueba a todos personajes, en situaciones que otro autor no los martizaría tanto. Se disfruta de principio a fin. Uno se ríe con los personajes, pero te deja un sabor de boca, de cómo fue que se tornó tan oscuro algo que parecía tan luminoso”, respondió Cota Álvarez.

El libro será presentado el próximo miércoles 29 de noviembre a las 19:00 horas en el bar La Perla Negra, a espaldas del parque Cuauhtémoc, en área del malecón de La Paz; José Luis Gómez Torres —el autor— estará comentando el libro acompañado de Vianney Ruelas, Jorge Peredo y Mike Olvera. Allí los asistentes podrán adquirir su ejemplar en 100 pesos y aportar así, recursos para la siguiente publicación de esta colección.

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¿Porqué representa una nueva etapa en Cuadernos de La Serpiente? Porque con este material se deja atrás el formato rústico, cartonero y artesanal de sus primeros títulos —que suman 17 en total. A partir del éste serán libros con un acabado rústico pero una mayor calidad en diseño y materiales.

Fue en enero de 2014 que dio inicio el Taller de La Serpiente, explicó Cota Álvarez, y en octubre de ese año lograron el primer título: La ciudad y los gatos de Omar Murillo, que se presentó el 19 de octubre de ese año en la Alianza Francesa. Tras cuatro años del taller literario y tres de la primera publicación, los literatos unidos en este esfuerzo han querido tener libros con una mejor presentación, menos frágiles.

Raúl Cota Álvarez. FOTOS: Modesto Peralta Delgado.

Así llegaron al verano de este año y en una reunión en una cafetería decidieron qué iban a hacer 30 autores interesados. La idea fue poner sobre la mesa, cada uno, 500 pesos, y mandar a una editorial un primer material, entrando todos ellos a un sorteo para su turno de publicación; de cada venta de un título se reuniría cierta cantidad para mandar publicar el segundo, y así consecutivamente; además, de los primeros ejemplares vendidos a cada autor se le reembolsarán sus 500 pesos, de manera que al final su obra le saldría sin costo; y eso sí, cada autor es al mismo tiempo el promotor del resto de los libros. La idea es de cada libro dé un margen de ganancia de 2 mil pesos para invertirse en la siguiente publicación. Con este mecanismo, los escritores locales tienen oportunidad de ver su obra publicada y difundida, aportando recursos para la siguiente, y no de otro modo en el que el autor “tiene que pagar 15 mil pesos (por cada libro a publicar). En este caso es por 500 y habrá invertido cero pesos y se convertirá en promotor de otros autores”.

“Vamos haciendo una ‘cundina editorial’ —recuerda Raúl—, ¡y así se iba a llamar!, pero luego iba a ser mucho ruido, porque luego alguien se queda con el numero cero y no es el caso”. La meta es que para fines de 2018, se hayan publicado 30 libros nuevos. Algunos de los autores que estarán en la cola de espera son Vianney  Ruelas, Adrián Corona Ibarra, Lupita Nuño y Nora Soto, además de Julio Gutiérrez y Javier Hernández, de Hermosillo, Sonora, por lo que esta nueva colección no es sólo para escritores de Baja California Sur.

 

El libro de José Luis  Gómez Torres fue pulido en las sesiones del Taller de La Serpiente, como otros títulos que se publicarán el próximo año —y que abarcan poesía, cuento, novela y ensayo—, pero además, Raúl Cota Álvarez aprovechó la oportunidad para agradecer la corrección final a cargo del destacado escritor Juan Pablo Rochín Sánchez.

Por último, el también ganador del Premio Regional de Poesía 2016, señaló que esta nueva colección que se abre con 21 Desencantos “pretende ser el Fondo Editorial Independiente, que nos va a permitir publicarle a autores que ya no va a estar en esta colección, poner su libro y por una inversión mínima dar oportunidad que publique con esa calidad que publica el ISC o la UABCS (…) Es muy grato conocer autores que no están en el reflector institucional, pero que están. Tenemos una veta impresionante, porque hay que añadir que José Luis es de Ciudad Constitución, y esperamos conocer de otras opciones como Loreto y Mulegé“.




‘Barco de piedra’ o la patria dura, el nuevo libro de Rubén Rivera

FOTOS: Cortesía.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). De no ser por la poesía no habría entendido el sentido de la vida y la muerte. Y de no ser por López Velarde jamás me hubiera detenido en la significación de la patria. No el menoscabado sentido institucional, sino en el del poeta que cree en la integración de los individuos como un manto protector de su evolución cultural. Todas las civilizaciones están marcadas por su asentamiento, florecimiento y caída. México, pienso, continúa instalado en los pormenores de su fundación, y a la que se le ha llamado historia mexicana, pero que sigue regenteada, como un burdel, por políticos corruptos, y habitada por una idiosincrasia ciudadana que posee múltiples variantes. No obstante, aquí el asunto es la patria y su decantación poética.

Hace muchos años que no leía un poema de largo aliento que me dejara ahíto, interrogativo, sobre todo entusiasmado de que la poesía puede ser el rompimiento de los paradigmas modernos si el poeta encuentra la voz exacta que le dé cauce. Ese poema se llama Barco de piedra, el más reciente libro de Rubén Manuel Rivera Calderón (Cuadernos de la Serpiente, número 15, 2017), quien ha desatado la furia cotidiana para poner en entredicho nuestros valores y nuestra identidad no sólo local sino nacional. Armado con los versos de la experiencia, Rivera Calderón nos va conduciendo verso a verso por los senderos del cuestionamiento, de la patria y de la poesía como ente capaz de decirlo todo y al mismo tiempo de guardar silencio.

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La obra poética de Rubén Rivera ya abarca más de dos décadas y a lo largo de ese periodo hemos leído y aprendido que la pasión, las imágenes, los versos, las palabras tienen el don de la mutación, que poco a poco el poeta fue revelándose a sí mismo, pero también ofreciéndonos alternativas para leer la cotidianidad. Es un poeta de la vida diaria, en cada uno de sus versos desnuda y desgarra la condición humana, nos coloca en las incógnitas no resueltas de nuestras manías. He admirado la poesía de Rubén durante años, he seguido sus libros, algunos han alcanzado el paroxismo de la confesión interior y nos muestran a un poeta vivo, descarnado y honesto, consciente de su propia fragilidad y consciente de su estado estético, ambas cosas conectadas cada que escribe un poemario nuevo.

Debo decir que por momentos su poesía pareció dar vueltas en círculos, que ahondó una y otra vez en las paradojas que lo llevaron a convertirse en poeta. Creo que ni él mismo se dio cuenta hasta dónde lo llevaría. Sin embargo, de pronto, Rubén Rivera Calderón ha escrito un largo poema donde se ha reinventado, un largo río convertido en un barco de piedra, que es a la par madre, patria, ciudad y una casa vacía, todos elementos conjuntos que nos muestran las inquietantes maneras en que nuestra realidad se ha transmutado. Y también Rubén ha sufrido una metamorfosis al lanzarse al vacío de lo desconocido, tal como lo hiciera Huidobro en Altazor, aunque con distintos propósitos. Al final, el arquetipo viene a caer en lo mismo: el tocamiento y retocamiento de la realidad.

Así, provisto de sus certezas e incertidumbres, Rubén Rivera se lanza a la mar oscura con su barco de piedra, que no es otra cosa que la patria desusada, una casa que dejó de ser solariega y protectora. Una madre sin senos, una madre que ya murió y no nos hemos dado cuenta. Barco de piedra nos lleva por senderos conocidos y también por los callejones más inhóspitos, tratando de recordar por qué somos los que somos, descubriendo en ello la simulación tan bien elaborada a lo largo de dos siglos. Es decir, se inventó una patria que fue monolítica desde su instauración y nos convirtió en ciudadanos también monolíticos; pero, desde la mirada del poeta Rivera Calderón es posible transitar por las aguas de una vida cotidiana que no está edificada con paradigmas salvadores.

Una lectura directa, sin detenernos, nos ofrece la oportunidad de concebir con sentido crítico que la sociedad no es la patria, sino un algo multicultural, a veces racista, a veces clasista y siempre dividida por la política rapaz de los individuos más tenebrosos que tienen rostros, guayaberas, trajes elegantes y corbatas para aparentar ser los perfectos conductores del barco de piedra que por momentos parece de papel entre sus manos. Por ello, quizá Rubén Rivera nos propone retomar el ahora desde todos los flancos, en especial el de la ciudad y sus instantes asombrosos que nada tienen que ver con su historia, sino con su vivaz modo de encarnar la verdad de sus habitantes, quienes la mayor parte de las circunstancias no saben qué hacer con sus vidas. En este caso la poesía de Rubén es un canto a la casa de sus adentros, pero también la de todos, y la literatura puede ser un buen pretexto para reinventarnos y desdecirnos de tantas pendejadas. La patria ya no es una madre salvadora ni nadie se aventará al abismo con una bandera enrollada al cuerpo para dignificarla.

Uno va recorriendo los versos y se van hilando los sentidos, las diferentes formas en que podemos aprehender la poesía. Cada verso es insólito en sí mismo, a ratos mezclados con un profundo surrealismo, donde cada palabra detona no una respuesta sino una nueva manera de interpretar el mundo, o de simplemente inquietarlo nomás por que sí. La totalidad del poema nos asalta con varias visiones, y una de ellas es que funciona como un Aleph, sí, el borgeano, porque desde todos los ángulos podemos ver el universo infinito que somos y a la par el signo de ver que nada ha cambiado por más retoques que se le den. Por eso la patria sigue estando en estado de fundación porque no ha acabado de hacerse, una ciudad que “es un retablo de piedras/ y almas secas a punto de incendiarse”, nos dice Rubén. En Barco de piedra como en el Aleph somos infinitos porque estamos enlazados con todos los rincones del pensamiento, que es uno solo, tan variado y tan cambiante.

Lo que sucede en el barco debe importarnos porque se trata de nosotros. Vamos incluidos en él. Desprovistos tal vez de la mexicanidad cercenada por los movimientos del poder político y económico local y global, hemos aprendido a transitar por un falso nacionalismo, exacerbado únicamente en el fútbol o cuando nos hieren el orgullo; fuera de ahí la identidad se ha perdido, se ha hundido en la indiferencia. Y cómo no, si el punto de quiebre lo estamos viviendo desde hace décadas y la patria dejó de ser el manto protector prometido desde la primera constitución política. Y este barco de Rubén no es más que señal de que hace falta revisarnos, pero también traer a la escena la poesía, en especial este poema prodigioso que hace hincapié en las propias incapacidades del poeta para comprender. Es una fantasía, un producto del ideal más que del de la necesidad humana de convivir. El poeta debe decirlo de este modo y no de otro, o quizá otro, pero con la certidumbre de la poesía que se sumerge en sus miasmas y en su silencio para significar.

Cada estrofa nos enlaza, nos apunta para que sintamos el vacío de ya no sabernos, de estar perdidos en una casa solitaria, la patria, y que ya no podemos cambiarnos porque no hay a dónde ir, con el peligro de que un día nos embarguen y nos echen a patadas. Dentro de la casa, la patria, cada rincón se asoma a través de las ventanas para que veamos la realidad, además de los rostros de nadie y de todos, con imágenes y fantasmas. Con ello, Rubén Rivera se aventura a decirnos que los poetas requieren de autocrítica, pegarles o pegarnos una poetiza para que se dejen de mamadas y de pensar en sus arrogancias y sufrimientos para que se percaten de sus fragilidades. Sabe que la poesía es un canto, no una solución, pero también denuncia el acribillamiento de la patria, con esa violencia instalada desde los escritorios y los discursos burocráticos, dando como resultado que la ciudad, la casa, la patria, ya no nos protege, porque la vida cotidiana es una puta rentable que han construido como hoteles a lo largo de las playas.

Con esa realidad secuestrada, Barco de piedra desnuda palmo a palmo el territorio delimitado por bardas de piedras simbólicas concentradas en la violencia para que nadie escape. En ese sentido la patria ha enloquecido y es cada vez más amenazante. Madre y más mentadas. Con ello hemos perdido la endeble identidad, pero también, por otro lado, desde la perspectiva del poeta Rivera Calderón, hemos ganado una nueva forma de solucionar nuestras miserias. Con todo eso podemos navegar por las incertidumbres, seguros de nada y de todo. Y a pesar de que hemos perdido la seguridad, el manto protector de la patria-casa-ciudad-madre, aún existe la luz que todo lo descubre y habilita la esperanza de una renovación total. La poesía estará ahí y el poeta Rubén Rivera con su barco de piedra.

*Rubén Manuel Rivera Calderón, Barco de piedra, México, Ediciones Cascabel Literatura, Cuadernos de la Serpiente N° 15, Poesía, La Paz, B.C.S., 2017.




“Perlas negras”, el primer libro de Luis Fernando Gómez Cota

 

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El poeta Luis Fernando Gómez Cota. Foto: Ramón Cuéllar Márquez.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). No todos los poetas tienen el aliento. No todos los poetas enloquecen con sus lauros obtenidos o persiguiéndolos para inflar sus egos. No todos los poetas navegan con una poética (que sí, hombre, entiéndanlo, lo que escriben es su poética aunque digan lo contrario) clara, definida y estructurada. Hay poetas a los que uno admira de siempre, de donde abrevamos para lanzarnos al vacío de los versos, a los que tenemos la oportunidad de convivir junto a él o ella en carne viva. Luis Fernando Gómez Cota es uno de esos poetas.

Conocí a Luis Fernando Gómez Cota en el taller de poesía de los sábados que dirigía Héctor Domínguez Ruvalcaba, uno de los mejores de su tiempo, cuyas bases cimentaron a un buen número de entusiastas versificadores que hoy continúan en activo y muy presentes. La particularidad del taller de Héctor era que la visión de una poética sobresalía por sobre todas las cosas, lo que importaba era el goce estético y la euforia de conseguir imágenes y metáforas extraordinarias. Nada más. La interacción nos iba formando no sólo como interesados en el arte, sino en las relaciones de amistad que aún hoy perviven y son muestra de que lo vivido fue fructífero. Había competencia, sí, pero no era desleal, ni nadie exigía a nadie, ni siquiera el tallerista, quien también se exponía en sus propios poemas. Todos sugeríamos, comentábamos y criticábamos (a veces ácidos, a veces justos). Fue un tiempo fenomenal e insólito.

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Y justamente de ese tiempo recuerdo que de los poetas que yo más admiraba era Luis Fernando Gómez Cota; bueno, para decirlo con otras palabras: yo envidiaba sus versos y llegué a imitarlos en alguno de mis poemas. Yo quería escribir como él. Me parecía uno de los muchachos más honestos y sinceros a la hora de construir, tenía la capacidad de deslumbrarme con sus contundentes imágenes breves, que parecían salidas de lo más profundo. Aquel taller de la Preparatoria Morelos sí hizo fuerte y siempre éramos llamados para hacer lecturas en la ciudad. En una de esas presentaciones Héctor dijo que estaba sorprendido de lo que hacíamos, que las imágenes de los chicos lo asustaban por la forma tan brillante en que las escribían. Con nosotros ocurría que nos asumíamos como poetas, que en verdad nos creíamos eso de que el arte era lo más importante. Cómo olvidar los versos de Alejandra Manríquez, Angélica Vega, Eduardo Rojas Rebolledo, Esteban Beltrán, Óscar Joel Mayoral y Rubén Rivera. Todos ellos talentosos y brillantes. Una generación que no sé si se repita. Y en ese tiempo Luis Fernando Gómez Cota convivía con nosotros, nos seducía con sus poemas, que provenían de los impactos de la vida cotidiana.

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Presentación de “Perlas negras”, al lado del Gómez Cota, otro reconocido poeta: Rubén Rivera. Foto: Facebook.

En días recientes salió una plaqueta de poemas de su autoría. Hacía falta que sus poemas (que ya deben sumar cientos) se juntaran en una publicación dedicada exclusivamente para él. Perlas negras se llama. Es una colección de poemas que hablan de su oficio, que no ha olvidado la vena que lo movía, que su cualidad para nombrar los instantes de su vida, o de la familia o de lo divino o de un café o de un palacio gigante, todo compendiado entre versos vivos, sin ataduras de un lenguaje sinfónico, libre de decir con certera efectividad aquello que lo inquieta, siguen ahí latiendo como siempre. Si no vean:

Escuché

un murmullo de rebozos

livianos alejarse,

así como el agua

entre las piedras

y la huella de la luna

al atravesar tu cama.

 

O este otro:

 

¿a qué juega el café en nuestros labios?

a florecer nuestros lutos

en perlas del rosario.

 

Perlas negras es un manojo de poemas que sacuden e invitan a la delicadeza, pero también a detenernos en las partes esenciales de la palabra, de cómo todas ellas son células que conforman el sentido. Cada verso libre es muestra de que no es fácil escribir bajo ese estilo. Escribir verso libre no es hacer una lista del mandado ni ocurrencias alegres que suenan bien, pero que no funcionan; o como decía el gran Óscar Joel Mayoral: “Es bonito, más no bello.”

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Un merecido homenaje a este poeta que se ha destacado por su incansable labor cultural en pro de la lectura. Perlas negras es un repaso, una síntesis del oficio de un poeta que aspira a los latidos vivos de sus criaturas, que para nada tiene que pedirle nada a las latitudes e inquietudes de otros poetas; antes bien, nosotros a él. Con este libro confirmo mi admiración por un poeta que recién entra al mundo de las publicaciones, pero que siempre estuvo codo a codo combatiendo con sus delirios, sus fantasmas, sus imágenes increíbles, seguro de que el arte es curativo y revolucionario, una necesidad fundamental, un bálsamo para lo cotidiano, una terapia colectiva de la que podríamos salir fortalecidos y más humanos. Luis Fernando Gómez Cota es un poeta mayor.

*Luis Fernando Gómez Cota, Perlas negras, La Paz, BCS, Cuadernos de la Serpiente, Poesía, 2017, 24 páginas.