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Boris Von Spilbergen, un corsario tras el Galeón de Manila

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El nombre real de este corsario holadés era Joris Van Spilbergen, sin embargo con el paso del tiempo se ha ido deformando su escritura hasta convertirse en Boris Von Spilbergen. Nació en el año de 1568, y durante una gran parte de su vida se dedicó a estar embarcado y recorriendo el mundo, que en ese entonces era todo un espacio virgen y en constante disputa por las principales potencias mundiales. Todos los grandes imperios se abalanzaban sobre los inmensos territorios ultramarinos, y siendo Von Spilbergen un marino atrevido y ambicioso, decidió hacerse de una patente de corso y aventurarse a la Nueva España en busca de los grandes tesoros de los que hacían alardes las historias de conquista y aventura que ya circulaban por todo el mundo.

Se dice que Spilbergen, quien poseía grandes cualidades de orador y excelente diplomático, logró convencer a los accionistas de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales para que lo pusieran al mando de la flota de barcos, excelentemente armados y provistos de una gran cantidad de soldados y expertos marinos, con el fin de “comerciar en las posesiones españolas”, pero secretamente llevando la misión de capturar uno de los famosos galeones de Manila y sus incalculables riquezas. Joris Von era considerado como un corsario muy refinado ya que le gustaba que su barco insignia estuviera elegantemente amueblado y aprovisionado con los mejores vinos. Cuando comía, lo hacía con la orquesta de a bordo y un coro de marinos como fondo musical. Sus hombres usaban magníficos uniformes.

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Al llegar a la Nueva España, se dirigió directamente al puerto de Acapulco y de inmediato envió sus condiciones de desembarco: solicitaba la rendición inmediata de las autoridades del lugar, y la entrega de toda el agua y alimentos que necesitaran sin obstáculo alguno. Las autoridades, al darse cuenta de su poder en armamento y hombres armados, capitularon de inmediato y lo invitaron a recorrer la ciudad de una manera sumamente amable y diplomática. Durante el tiempo que aprovechó Spilbergen para avituallarse, secretamente las autoridades del puerto enviaron a Sebastián Vizcaíno a que protegiera la ruta del galeón de Manila que estaba por llegar en unos días más; de ninguna manera se tragaron el cuento de que la delegación holandesa sólo venía hasta este sitio de la Nueva España para surtirse de provisiones.

A los pocos días, los barcos de Boris Von Spilbergen zarpan de este puerto y se dirigen hacia el Norte, en donde llegan hasta las playas de Barra de Navidad —en el hoy estado de Jalisco. Durante varios días esperan la llegada del galeón de Manila, el cual aparecería de un momento a otro por el lado del Cabo California, y durante este tiempo apresan el Barco Perlero “San Francisco”, del cual roban su cuantioso cargamento.

Se dice en algunos documentos como Mitos, cuentos y leyendas Sudcalifornias: La leyenda del tesoro de Pichilingue, La leyenda del tesoro de Pichilingue y Destinos para forajidos de Isidoro Merino, que los barcos de la empresa encabezada por Spilbergen llegaron hasta la bahía de La Paz en donde desembarcaron en lo que hoy se conoce como el Puerto de “Pichilingue”. Curiosamente el origen de este toponímico se debe a Los piratas de distintas nacionalidades, incluidos neerlandeses e ingleses, fueron llamados por los aborígenes «pichilingues», debido a que cuando desembarcaban en algunas playas y tenían contacto con ellos, les exigían que éstos hablaran en inglés (en inglés: speak in english, ‘hable en inglés’), pero con el tiempo esta frase se fue degenerando hasta ser conocida como “Pichilingue” (“Los “Pichilingues” en las Costas Novohispanas” de Germán Arciniega).

Cansado de la espera, Spilbergen y sus hombres deciden abandonar las costas de la Nueva España y regresan a su patria, sin haberse percatado jamás, que el galeón de Manila, cargado con inigualables riquezas cruzaría unos pocos días después por enfrente del lugar donde ellos estuvieron acantonados.

Al igual que la mayoría de los corsarios de su tiempo, Boris Von Spilbergen muere en la más absoluta de las pobrezas en su país de origen en el año de 1620.

Bibliografía:

El abuelo choyero. Mitos, cuentos y leyendas Sudcalifornias: la leyenda del tesoro de Pichilingue.

Sánchez A., V. La leyenda del tesoro de Pichilingue.

Merino, I. Destinos para forajidos.

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Tres años de piratería en la antigua California

IMÁGENES: Internet

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Nuestra península ha tenido un papel muy importante en la historia marina de la humanidad. Su principal salto a este escenario lo tuvo con el inicio de los viajes del Galeón de Manila (o Nao de China), que en su viaje de vuelta de aquellas lejanas islas (conocido como tornaviaje) el último mes lo realizaban bordeando toda la península, e incluso algunas veces atracaron para descansar y reponer agua y alimentos así como curar a los exhaustos y enfermos viajeros. Los sitios seleccionados para este arribo fueron lo que se conoció como San Bernabé (hoy San José del Cabo) y el Cabo California (hoy Cabo San Lucas).

Sin embargo, siempre tiene que haber un “pintito” en el arroz. La fama que tenía el Galeón de Manila, que al regresar de este viaje de las tierras asiáticas, venía cargado de grandes riquezas, entre las que se contaba oro, plata y especias (que en aquel entonces su valor era equivalente al oro), se extendió por todo el orbe conocido y muchas potencias navales buscaron la forma de hacerse de estos tesoros a como diera lugar. Recordemos que en el periodo comprendido del siglo XVII y hasta muy avanzado el siglo XVIII, algunos de los imperios más importantes de Europa (Inglaterra, Francia, Holanda, Finlandia, etc.) utilizaban a los famosos piratas para que realizaran acciones de saqueo y bandidaje, tanto en los barcos como en los puertos importantes. Lo anterior les redituaba a estos imperios una ganancia rápida y con un mínimo de esfuerzo e inversión. Fue así como inició la era dorada de los corsarios, filibusteros y bucaneros (todos ellos ramificaciones del gran árbol de los piratas).

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En el caso que aquí nos ocupa, daremos cuenta de un pasaje muy poco conocido de un grupo de 80 piratas (filibusteros y bucaneros franceses) que fundaron y mantuvieron una base de operaciones en los puertos de Pichilingue y La Paz a finales del siglo XVII. La información de este suceso llegó a nuestras manos a través de un “Diario de abordo”, que de forma anónima fue elaborando uno de los rufianes integrantes de esta banda. Algo sumamente raro, ya que la mayoría de estos forajidos eran analfabetas y, además de ello, poco afectos a dejar evidencia de sus hazañas. Pero afortunadamente para nosotros, fue un hallazgo de primera línea. Este diario ha perdurado en la historia al ser convertido en libro en la obra “Journal de bord d`un flibustier (1686 á 1693)” elaborado por Edouard Ducere, impreso en el año de 1894. A su vez este diario fue consultado por Peter Gerhard en su ya famoso libro “Pirates of the Pacific, 1575-1742”.

Los bucaneros y filibusteros eran grupos de piratas que circunscribían sus acciones a las islas del Caribe, sin embargo, se aventuraron a introducirse hacia el continente americano (Centro y Sudamérica) debido a las constantes incursiones militares que realizaba en su contra la marina y ejército Español. Muchos de estos piratas ya conocían las rutas de navegación en el Océano Pacífico, así como los puertos más importantes, por lo que una vez que llegaron a las costas de este Océano empezaron a construir piraguas y barcos pequeños, con los cuales iniciaron acciones de saqueo tanto en alta mar como en los puertos. Debido a su ferocidad y entrenamiento en la pelea cuerpo a cuerpo y con armas, lograron victorias significativas que les permitieron apoderarse de barcos más grandes y con ellos iniciar acciones cada vez más audaces, en donde obtenían grandes botines.

 

En el año de 1686 se constituyó una gran alianza entre diversas flotas de bucaneros para atacar los barcos y puertos Españoles en América. La alianza estaba formada por los conocidos piratas Francis Townley, Edward Davis, Charles Swan, Peter Harris y Francois Groginet. Al principio tuvieron varias victorias, sin embargo, con el paso del tiempo los recelos y la desconfianza vino desbaratando esta unión y la armada se disgregó. En el caso de Francois Groginet, un grupo de aproximadamente 55 de sus hombres lo abandonaron y decidieron probar suerte “a bordo de 2 piraguas y una corteza podrida” (Ducere, E. (1894). Journal de bord d`un flibustier 1686 á 1693) y navegar hasta las costas de la Nueva España donde emprenderían acciones de saqueo.

Al finalizar su travesía llegaron a la isla más norteña del conjunto conocido como “Las islas Marías” y ahí fundaron una base que les permitió descansar, reponer fuerzas e iniciar la construcción de varias pequeñas naves para iniciar sus correrías. Durante ese año, 1687, realizaron incursiones a pequeños poblados como Mazatlán y la Bahía de Navidad (Barra de Navidad y Melaque), en donde secuestraban a un grupo numeroso de habitantes para posteriormente pedir rescate, el cual, por lo general, se pagaba con alimentos y metales preciosos. Para el año de 1688 un contingente de 40 filibusteros franceses se les une, convirtiéndose en una fuerza de casi 100 piratas, una de las más grandes que merodeaban la zona del noroeste novohispano.

En el mes de junio los piratas, preocupados por encontrar un mejor lugar para poder pasar los meses del invierno, que en breve se avecinarían, deciden viajar hacia la península de California. Durante varios días siguen la ruta noreste, bordeando la península, hasta que el día 26 de junio de 1688 localizan un puerto bastante protegido de los vientos y tormentas y con abundante cantidad de peces, mariscos y tortugas. A este puerto se le conoce en la actualidad como “Pichilingue” y, a decir de Gerhard, el nombre se le impuso para conmemorar la estancia de estos forajidos en el lugar. Los piratas le imponen el nombre de “Lillet de carenache”. En este punto existe un poco de confusión por parte de Peter Gerhard, ya que menciona que en el puerto de “Pichilingue” fue donde también desembarcó Cortés y años después Atondo y Kino; en la actualidad sabemos que los personajes mencionados desembarcaron en el puerto de La Paz y no en Pichilingue.

En una anotación del diario de abordo aparece una descripción de lo que percibieron los piratas en su estancia: un buen puerto… protegido de todos los vientos. Es un excelente lugar para carenar barcos, con madera y agua dulce. Hay indios salvajes que deambulan como bestias, completamente desnudos… Hay cantidades de ostras de perlas y minas de oro y plata que no se explotan. Permanecieron en este lugar durante tres meses, mismos en los que se alimentaron de la caza de las abundantes tortugas. También dejaron registrado que los Californios gustaban de alimentarse de las madre perlas, pero omiten comentar si establecieron algún tipo de comercio sobre las perlas. Interesantes son las descripciones que realizan de las embarcaciones de los naturales, las cuales dicen hechas de tres o cuatro troncos de madera muy suave [cardón] unidos por estacas de madera dura que son puntiagudas y empujadas a través de los troncos.

Los piratas también se dedican a explorar las costas del Golfo de California durante el mes de septiembre y octubre, registrando su entrada hasta llegar a lo que probablemente es la actual Isla Tiburón. Al final del viaje se les acabó el bastimento, por lo que tuvieron que cazar a un lobo marino del cual se alimentaron durante cuatro o cinco días, completando la dieta con aves marinas. Las semanas siguientes se dedican a reponer fuerzas y a planear su próximo golpe, el cual se llevó a cabo el 10 de diciembre de 1688 cuando atacan el poblado de Acaponeta y se apoderan de 50 cargas de plata y secuestran a 50 lugareños. Una vez lograda su fechoría, dejaron establecido que exigían de rescate cien mil piezas de oro y provisiones a cambio de regresar sanas y salvas a las personas secuestradas. La respuesta del virrey en turno, Gaspar de la Cerda, no fue nada pacífica. De inmediato ordena que partiera un barco de guerra comandado por Antonio de Mendoza, el cual iba armado con 20 cañones y 143 hombres para batir a los piratas.

Los filibusteros, cansados de esperar el pago del rescate, se embarcaron llevando consigo a los secuestrados y pusieron rumbo a su base en las Islas Marías. Sin embargo, el destino les tenía preparada una sorpresa. Cuando iban saliendo a mar abierto se encontraron de frente con el barco de guerra español que acudía a su encuentro y se entabló una batalla naval en la que los piratas llevaron la peor parte. Murieron 2 piratas y 18 más resultaron heridos. Afortunadamente para los piratas y gracias a un fuerte golpe de viento, lograron poner buena distancia entre ellos y la nave española, logrando huir y refugiarse en su guarida en la isla mencionada. Durante los siguientes meses se estableció una dura negociación entre ellos y las fuerzas militares españolas, que exigían la liberación de los cautivos. Los piratas, haciendo gala de su característica crueldad, iniciaron con la decapitación de varios de los secuestrados con lo que rápidamente lograron que las fuerzas españolas aceptaran pagar un rescate (nada de dinero, sólo provisiones) y, finalmente, los cautivos restantes fueron liberados.

Durante los meses siguientes, los piratas continúan construyendo pequeños barcos para continuar su rapiña y en el mes de mayo de 1689 zarpan con destino a Sudamérica, en donde realizan varios atracos a puertos que les redituaron grandes ganancias. Al año siguiente, en 1690, los piratas regresan a los puertos de Pichilingue y La Paz, a donde arriban el 22 de agosto. Durante su permanencia renuevan su amistad con los nativos y se hicieron cargo de sus barcos (Gerhard, P. (1990) “Pirates of the Pacific, 1575-1742”). Finalmente, a principios del mes de noviembre parten de nuestra península para reencontrarse con sus compañeros en las Islas Marías. La última incursión de este grupo de piratas en nuestra península se realizó a finales del mes de febrero del año de 1691. Esta vez, su llegada fue en el puerto de Cabo de San Lucas (hoy cabo San Lucas) a donde llegaron sabiendo que cerca de ese lugar había una “aguada segura” donde podrían surtirse del vital líquido. Permanecieron en el lugar por 3 o 4 semanas hasta que deciden partir el día 6 de marzo de dicho año.  Esa fue la última vez que se les vio por estas tierras de la California, ya que un mes después parten hacia Perú en su viaje de retorno a Europa.                                                                                   

Como un epílogo del viaje de estos filibusteros se sabe, por el diario de abordo que hemos citado, que continuaron sus aventuras en Sudamérica y que su barco naufragó cuando intentaron cruzar el estrecho de Magallanes (septiembre de 1694). Los sobrevivientes construyeron un nuevo barco y en él se trasladaron hasta el pueblo de Cayenne, en lo que actualmente es la Guayana Francesa.

Muy interesantes y dignos de relatar son estos sucesos que se vivieron antaño en nuestra península. Las nuevas generaciones deben conocerlos y preservarlos ya que ello constituye parte de su cultura y de la evolución de estas hermosas tierras Californianas.

 

Bibliografía:

 

Ducere, E. (1894 ). “Journal de bord d`un flibustier (1686 á 1693)”. Francia. P. 88

Gerhard, P. (1990). “Pirates of the Pacific, 1575-1742”. EUA. P. 274

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La sangrienta batalla del Galeón de Manila. Una de piratas en BCS

FOTOS: Internet.

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Como ya se ha descrito antes, el Galeón de Manila o Nao de China era una presa codiciada por todos aquellos bandoleros que surcaban los mares; la promesa de inmensurables ganancias los hacía arriesgar no solamente sus naves sino la vida misma. La Corona española se esmeraba en proteger sus barcos; por lo general establecía escoltas armadas con cañones y una gran cantidad de soldados bien entrenados para resguardar estos Galeones en su regreso a tierras de la Nueva España. En torno a los hechos sangrientos en los que se vieron envueltos dichos navíos, se han tejido un sinnúmero de historias —algunas falsas, otras verdaderas— e infinidad de relatos inciertos, pero no porque éstos no hayan sucedido, sino porque los registros que se tenían de las mismas eran muy escasos y erráticos, por lo que en ocasiones se escribían versiones más románticas y fantasiosas que reales. Aunado a lo anterior, el gobierno español trataba a toda costa de omitir cualquier tipo de información que involucrara la descripción de la ruta que seguía el Galeón de Manila hacia el continente americano, e incluso guardaba celosamente cualquier mapa, el cual pudiera dar una idea de cómo era la topografía de las regiones que tocaba este poderoso navío para surtirse de agua y provisiones, hasta llegar a su destino en el puerto de Acapulco.

Uno de los corsarios ingleses que atacó al famoso Galeón de Manila fue Woodes Rogers. Este súbdito de la Corona Inglesa fue hijo de un comerciante que al morir le legó una gran fortuna. Debido a que Woodes había incursionado desde muy temprana edad en las artes de la marinería, decide asociarse con otros inversionistas y avituallar dos barcos, el Duke y la Duchess, y con ello hacerse de una patente de corso, lo que le permitiría probar suerte atracando barcos provenientes de España—potencia con la cual Inglaterra estaba en guerra en esos años—y así consolidar una fortuna. En el año de 1708, Woodes Rogers parte desde Inglaterra hacia América, y en sus primeras hazañas logró apoderarse de varios barcos españoles y de una gran fortuna. Es importante mencionar, que uno de los hechos por el que ha sido más conocido este navegante, es por haber rescatado a un náufrago que durante varios años permaneció en una isla, me refiero a Alexandre Selkirk, del cual se dice que posteriormente el escritor Daniel Defoe lo inmortalizó en su libro Robinson Crusoe.

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La historia que hoy nos ocupa se desarrolló frente a las playas de Cabo San Lucas, en donde los barcos de Rogers se enfrentaron al Galeón de Manila buscando apoderarse de la preciada carga que traía de regreso de su viaje a Oriente. Algunos autores sostienen que los sucesos ocurrieron a finales de 1709, otros mencionan que a principios de 1710, e incluso algunos más argumentan que si bien sucedió un combate entre las fuerzas de Rogers y las que protegían el Galeón de Manila, jamás llegó a darse la capitulación del Galeón. La imprecisión se debe, como ya lo he manifestado, a la escasez de registros sistemáticos de estos hechos y a la necesidad de ocultarlos de la opinión pública a efecto de no motivar a más piratas o corsarios para que los imitaran.

Analizando el documento La historia de Cabo San Lucas, editado por el Municipio de Los Cabos, se menciona que: El 21 de Diciembre de 1709, el pirata Woodes Rogers entró a la bahía de Cabo San Lucas en con sus naves “Duke” y “Duches“, al día siguiente tomó por asalto el Galeón de Manila que llevaba por nombre “Nuestra Señora de la Encarnación” y “El Desengaño”; sin embargo, fue rechazado cuatro días después por el “Begonia”. Rogers permaneció en el lugar hasta el 10 de Enero de 1710.

En otro documento consultado: Piratas en Los Cabos, de Laura G. Bueno, se menciona que: El capitán Woodes Rogers y Stephen Cortney, con sus barcos “Duke” de 320 toneladas y 36 cañones; y “Duchess” de 260 toneladas con 26 cañones y más de 300 hombres, llevaban esperando en Cabo San Lucas un par de meses a los galeones españoles. Convivieron con los pericúes, quienes se mostraron como una tribu hospitalaria y quizá estaban sorprendidos con estos “rubios” que les daban artículos valiosos y nuevos para ellos. Los ingleses se empezaron a impacientar y estuvieron a punto de regresar a Gran Bretaña con las ganancias obtenidas por sus saqueos en las costas del Pacífico y del Atlántico, pues además habían capturado dos embarcaciones francesas y ocupado la población de Guayaquil, aunque el propósito de Rogers era apoderarse del galeón proveniente de Manila.

Por fin, al amanecer del 1 de enero de 1710, una vela se vio en el horizonte: El galeón de Manila de nombre La Encarnación, fue inmediatamente interceptada y después de dos horas de batalla, se rindió. Rogers fue herido por una bala en la quijada; dos días después Nuestra Señora de la Begoña, el galeón más grande, apareció. Sin embargo, avisados en la Nueva España sobre Rogers, los españoles se prepararon para enfrentarlo. La seguridad del puerto de Acapulco fue reforzada y varios barcos fueron enviados a Cabo San Lucas y las islas Tres Marías. Días después, el Duchess inició la batalla sin éxito; el Duke le apoyó y también recibió daños severos por lo que se retiraron a la bahía de Cabo San Lucas con 34 ingleses lesionados. El galeón salió rumbo a Acapulco con ocho muertos y varios heridos, mientras, Rogers se quedó en Los Cabos reparando sus naves para el retorno a Inglaterra, en donde llegó con una ganancia de 170,000 libras en octubre de 1711.

En otro documento que se encontró, se menciona que Alexandre Selkirk, el “Robinson Crusoe”, estuvo en Baja California Sur en 1710; Casimiro Gardea Orozco relata lo siguiente sobre este suceso: En el año de 1709, el pirata inglés Woodes Rogers recorrió el Océano Pacífico en sus buques “Duke” y “Dutchess” y en el mes de diciembre de ese año arribó a “Puerto seguro” como se llamaba en ese entonces Cabo San Lucas. Su intención era apoderarse  de los galeones que venían de Filipinas como en efecto lo hizo con la nao “Nuestra Señora de la Encarnación”. Quiso hacer lo mismo con el “Begonia”, pero fue rechazado. Después de su enfrentamiento Rogers regresó a Inglaterra llevando un cuantioso botín.

Finalmente, en el documento Los piratas en Cabo San Lucas, de Eligio Moisés Coronado, encontramos la siguiente referencia sobre el ataque de Woodes Rogers: El 22 de diciembre de 1709 fue asaltado en las inmediaciones de Cabo San Lucas el Galeón de Manila “Nuestra Señora de la Encarnación”, por el pirata inglés Woodes Rogers . El galeón había zarpado de Cavite, Filipinas, el 12 de julio de 1709, al mando de M. Juan Presbert junto al galeón “Nuestra Señora de Begoña”, que debió separarse de aquél durante los primeros de diciembre. El 4 de enero las dos fragatas de Rogers, “Duke” y “Duches”, atacaron al galeón “Begoña”, armado con sólo 24 cañones. En un primer ataque fueron rechazados; al día siguiente volvieron a acosarlo durante toda la mañana, pero la defensa española obligó al inglés a desistir. Finalmente, el “Begoña” entró en Acapulco con ocho muertos y un número similar de heridos.

Este historia vuelve a dejar en claro la presencia de los piratas que merodeaban por las tierras de California, en busca de una ganancia que pretendían fuera fácil pero que, como ya se ha visto, en ocasiones se tornaba difícil o imposible de obtener. Para poner punto final al relato, comentaré que el corsario Woodes Rogers regresó a su patria con muchas riquezas y siendo considerado como un héroe. Rogers continuó realizando nuevas actividades de bandidaje por algunos años, hasta que, ya viejo y con los estragos causados por múltiples heridas recibidas, regresa a su patria. Es nombrado Gobernador de las Islas Bahamas en donde es perseguido por una gran cantidad de deudas que contrajo. Woodes Rogers fallece a los 53 años de edad siendo Gobernador en un segundo periodo de estas islas antillanas.

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