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El ritmo del bastón

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Especial Día del Padre

 

Mención honorífica del concurso “Carta al Padre” 2022

Por Beck Martínez

 

 

Papá:

Veo tu rostro cansado, acabado por el paso del tiempo, por las preocupaciones, por tus problemas de salud, por luchar a contra corriente como si fueses un salmón.

Me recibiste como padre primerizo, tuviste demasiadas dudas, y gracias a tus dudas recibí la atención médica necesaria, aún cuando mi mamá no lo creía así. Incluso más adelante, cuando dudaban de lo que sentía, tú me acompañaste al médico, y de esa insistencia que mostraste siempre me valí, para ahora siendo adulta recibir mi tratamiento.

Jamás desistes de las cosas, de tus intenciones, y al paso de los años ha sido un arma de doble filo.

Cuando era niña, siempre acudía a ti para que me acompañaras a salir de compras, a llevarme a un convivio, todo eso. Hoy, me veo acompañándote, detrás de tu bastón, leyendo las cosas por ti, incluso cargando las bolsas del mandado, porque el paso del tiempo ha sido cruel contigo, sin dar ningún tipo de recompensa a tu sacrificio.

Pelear, luchar, insistir, trabajar, pero nunca descansar, es lo que siempre he vivido contigo. Pareciera que no hay una pausa al tiempo para disfrutar, porque cuando algo se arregla, otra cosa empeora.

Aun a tu edad, tus limitaciones, el desgaste emocional de una vida de estrés, tus heridas de la infancia negligente que tuviste, sigues teniendo la energía para hacerte valer. Tus años de juventud, tus peleas callejeras, te han dado un respeto entre tus conocidos, e incluso en aquellos que no te conocen para nada, que no vislumbraron tus años de proezas.

Cada vez que hablo de ti, hablo de las peleas callejeras que ganaste, de como fuiste un boxeador no reconocido que representó a este estado, de todas las obras de construcción en las que trabajaste, de aquellos accidentes tan horribles a los que has sobrevivido con cierto orgullo, pues me gusta la idea de ser descendiente de un linaje fuerte.

Por fuera pareces un hombre duro, inflexible, digno de respeto, casi un ser indestructible, pero dentro del hogar vives momentos curiosos, que muestran tu personalidad graciosa, demuestras que eres un hombre sensible, con ansias de expresar sus sentimientos, el cariño que siente.

Cada vez que te veo, reflexiono y siempre concluyo lo mismo: la vida es demasiado agresiva, no tiene consideración de nadie, pero tú, has estado protegido por quién sabe qué ángel guardián, que no ha permitido que te vayas en ninguno de tus accidentes, pero al mismo tiempo, me pregunto qué clase de ser eres para atraerlos tanto, incluso aquellas malas experiencias producto de malos seres humanos.

El ritmo que marca tu bastón al caminar es evidencia del tic tac en el reloj de la vida. Marca el ritmo de seguir en la búsqueda de una mejora en esta misma. Tu mirada se parece demasiado a la de mi abuelo ahora, lo cual es la propia naturaleza recordándonos que vamos a dónde mismo.

El día que te vayas, me quedaré con tus errores y aciertos. Me apropiaré de tu firmeza, de tu fuerza para actuar. Recordaré con cariño todos esos programas de televisión del tipo paranormal que veíamos juntos. Mientras tanto, disfrutaré los días que estés con nosotros, sentado en tu sillón.

A pesar de todos tus defectos, no eres una persona mala, realmente eres bueno, y, si te tratases de un árbol, nosotros como tus hijos, somos el fruto de tus valores y moral. Has logrado tener dos hijos que siguen tu ejemplo en lo bueno, y que discernimos lo malo para no repetirlo.

Gracias. Te agradezco por tener la vida en contra, heridas cicatrizadas, un temperamento difícil, y aún así, ser responsable y consciente de buscar siempre nuestro bienestar, de tomar la decisión de romper los patrones de crianza, de contarnos tu dolor y valorar tu esfuerzo, porque sin esto, no tendría la energía para vivir, habría tardado en lograr la madurez que tengo hoy, y no disfrutaría de los momentos de paz que existen.

Gracias a ti, me doy cuenta que la vida es injusta y cruel, pero no podemos hacer nada para que ella sea benévola, solo tenemos que tomarla con la misma fuerza que nos golpea.




Querido papá

FOTO: Cortesía

Especial Día del Padre

 

Mención honorífica del concurso “Carta al Padre” 2022

Por Laura Adelina Fernández Gómez

 

Querido papá:

Estas palabras no salen de mi pluma ni de mis pensamientos, salen de mi corazón agradecido. Naciste un año antes que terminara la segunda guerra mundial, nuestro país en vías de desarrollo, la mayoría de las comunidades sin agua potable, drenaje, energía eléctrica ni carreteras pavimentadas, solo caminos de terracería, herradura y brechas. Sin servicios de salud, ni de vivienda popular, un país con muchas necesidades para la sociedad, no había colonias, había barrios, como los barrios son una hermandad donde todos se ayudan todos cooperan y se protegen, las alegrías y las tristezas también eran compartidas. Así creciste tú, ese fue tu código de honor, la hermandad, siempre ayudando a quien necesitaba o compartiendo las tristezas para hacerlas más llevaderas. Vi como no solo eres la figura paterna para nosotros tus hijos, sino para mis primos también, los primos grandes, los canosos, que venían a la sombra de tu naranjo aquí en Fovissste, para escuchar tu consejo o compartir las lágrimas de la pérdida de sus amadas esposas.

¿Te acuerdas cuando nos robaron el carro? Que al día siguiente lo recuperamos en la procuraduría, los agentes nos dijeron que había sido robado por unos muchachos, que todos escaparon excepto uno, y que ese estaba en barandillas, pediste hablar con él, los agentes creyendo que lo reprimirías o insultarías te dejaron hablar con él, te vi a lo lejos hablando en un banca de la procuraduría con un muchacho desconocido, cabizbajo, roto, con las manos esposadas, y a ti, hablando serenamente como siempre, pasaron unos minutos y regresaste solicitando el indulto, los agentes no lo podían creer (ni el muchacho tampoco), trataron de hacernos tedioso el trámite pero lo llevaste a cabo.

Nos diste una lección de humanidad que no se encuentran en los templos, perdona a tu prójimo, pon la otra mejilla, ama a tu prójimo como a ti mismo, tú, tan Guadalupano y amoroso humano como siempre. Nosotros, tus hijos fúricos, no podíamos perdonar a quien intentó despojarnos de lo nuestro, pasaron los días y unas personas de aspecto extraño tocaron a nuestra puerta, tú como el protector, saliste a atenderlos, era la familia de aquel muchacho, la mamá, la abuela, los hermanitos y el mismo muchacho, con una bandeja llena de empanaditas de cajeta, agradeciéndote la madre menciona entre lágrimas que el indulto que les diste significaba otra oportunidad de vida, te contó un poco de ellos, donde el padre del pretenso a ladrón, los había abandonado cuando él era un niño, y que siempre le faltó esa figura paternal, que agradecía a los cielos la plática que le diste mientras estaba esposado, aceptaste las empanadas, les deseaste bien y regresaste a la sala, veías la televisión mientras degustabas las empanadas rellenas de gratitud, sin hacer espaviento de la gratitud recibida, humildemente aceptaste y les deseaste bien, yo siendo una adolescente no comprendía bien lo que sucedido, lo que sí pude comprender es que tengo tanto padre que hasta me sobra para compartir.

Papá como no te voy a querer si fuiste el mejor proveedor de nuestro hogar en aquellas devaluaciones de nuestro país de 1982 y más dura la de 1994, cuando el Gobierno Federal entregaba una tarjeta para comprar un kilogramo de tortillas por un peso y no sobraba un peso para comprarlas (hasta teníamos que juntar centavos para completarlo). Entonces buscaste un trabajo extra para poder solventar las necesidades, en esa época te miraba irte temprano antes de las ocho de la mañana, salir a las tres de la tarde, llegar a comer, platicar con mamá, descansar un rato a las cuatro con treinta minutos ya estabas en camino para La Normal Superior, regresabas después de las diez de la noche a casa para cenar y platicar de nuevo con mamá. Recuerdo cuando regresabas de largas jornadas de trabajo en San Lucas, escuchaba tu carro rugir desde la esquina, salíamos mi hermano y yo a recibirte, ni bien te bajabas cuando ya estábamos prendidos de tus piernas, papito había regresado a casa, siempre con un chocolatito para nosotros, en épocas donde no había centavos para tortillas, los chocolates tenían tres veces su sabor.

Nunca te vi cansado, enojado, molesto o renegar por la situación económica del país, siempre te vi responsable, trabajador, mi ejemplo a seguir, dignificando el trabajo, y disfrutando al máximo el tiempo con la familia, cuando venías cansado del trabajo de campo, ese trabajo que implicaba recorrer muchos kilómetros supervisando, aun con el cansancio que tu trabajo significaba, siempre tuviste tiempo para cargar el carro de nuevo y llevarnos a la playa, aunque solo compartiéramos sandias con limón y sal, no notaba en ese tiempo que había carencias económicas en todo el país, pues tú siempre nos diste experiencias para que el hambre y el frio no nos nublara la infancia, gracias papito, por todos esos bellos recuerdos, llenos de sal, limón y arena.

Tu paso por el magisterio mexicano es amplio, nutrido y profundo, tu huella esta en donde has laborado, maestro de maestros, tu sencillez siempre busco dignificar a los maestros distinguidos de Sudcalifornia, tramitando en varias escuelas para que llevaran sus nombres, siempre preocupado de rendir tributo al magisterio, y no buscando el propio, así de humilde eres, y eso te hace grande.

A pesar de tus constantes capacitaciones y nivel de estudios, te vi descargando libros, llevando y trayendo material de construcción para las nuevas escuelas, a veces llegabas lleno de sudor y con los zapatos sucios, siempre en pie de lucha para mejorar las situaciones de las escuelas rurales.
En 1997 tuvimos la pérdida de mi abuelita Adela y mi mamita, ambas, tu mamá y tu esposa nos dejaron el mismo año, por primera vez te vi llorar en silencio, abrazar los vestidos de mi madre que aún conservaban su perfume, hacer una oración una plegaria y volverlos a guardar en el ropero. Para ti papá, no hubo tiempo para estar triste, había que sacar adelante a 5 hijos que había perdido a su madre. Fuiste nuestro papá y mamá, asumiste todas las responsabilidades que mi madre había dejado, los desayunos que nos hacías en la secundaria, los recuerdo con mucho cariño, o como nos despertabas para que no llegáramos tarde a la escuela. Lo hiciste muy bien papito, estamos eternamente agradecidos, cuando más la extrañábamos estuviste tú, con tu corazón lleno de amor y tristeza, nos arropaste para no perder la unión que mamá nos daba.

Papá, sírvase esta carta para expresarte mi admiración por tu trayectoria profesional, fuiste maestro rural, director, supervisor y jefe de sector de educación primaria, jefe del departamento de escuelas rurales, jefe de educación audiovisual, jefe de materiales didácticos y culturales de la SEP en Baja California Sur, jefe de extensión cultural y relaciones públicas de la Normal Superior, aun así siempre tuviste tiempo de jugar con nosotros, ponernos la hamaca, reparar el fregadero del baño o hacernos los disfraces que necesitábamos para nuestras presentaciones escolares. Siempre tuviste tiempo para todo, para el trabajo y para nosotros, tu ejemplo es nuestra mayor guía para con nuestros propios hijos, hoy que ya eres abuelito, tus ocho nietos son la extensión de tu grandeza.

Gracias papito por las idas a la playa, por los cuentos que nos leías, por despertarnos en las mañanas nubladas, por soportar nuestra adolescencia, gracias por los desayunos, por laborar doble turno, gracias por tu cansancio, por tu amor, por tu grandeza, gracias por ser padre para muchos, gracias por las escuelas que fundaste, las aulas que construiste, las fotografías que tomaste, gracias también por los regaños y reprimendas, pues no tolerabas la holgazanería ni la maldad, gracias por darnos tanto amor ayer, hoy y siempre, gracias por ocupar el lugar de mamá cuando faltó, por escucharnos aunque nuestros temas de conversación te parecía raros y extraños, siempre tenías tiempo de preguntarnos -¿Cómo te fue hoy?-, ahora yo te pregunto padre mío, viejito de mi corazón ¿Cómo te ha ido hoy? Cuéntame todas las historias que quieras, estoy aquí para escucharte, pon el café, yo llevo las galletas roncadoras.

Te Amo Papá.

Atte. La Güereja

Dedicada a Mario Guadalupe Fernández Caro




Carta a un actor sin teatro

FOTO: Cortesía

Especial Día del Padre

 

Mención honorífica del concurso “Carta al Padre” 2022

Por Rodolfo Tejeda Martínez

Querido padre,

Desde el origen surgieron tus claros oscuros, los mismos que compartimos desde la raíz. Y a cada paso, cegado por tu luz, recurriste a la actuación. ¿Qué es nuestra familia? Una plataforma en la que podías creer lo que quieras, como un actor sin teatro ni escenarios.

Surgió una procreación idealizada. Aún recuerdo la fascinación que yo tenía por los actores de televisión, mientras que tú eras un simple profesor, como de niño juzgaba, ellos podían ser doctores, carpinteros, astronautas o cualquier cosa habida y por haber.

¿Papá quien eras tú?, ¿Quién soy yo? ¿Hacia dónde va todo este melodrama? No preguntes, tan solo sigue actuando. Esta filosofía que con tanta vehemencia sigues. Actuar sin teatro es algo extraño, un día era Español y a la siguiente hora Matemáticas, con las mujeres Religión y con los hombres jugar a ser hombres o el guion que dictaba el cómo sin un porqué. Era extraordinario el ojo agudo de nuestra familia masculina, con sus sombreros de cuero, su botella de tequila como un perfecto escenario y un guion que no se le escapa nada., mucho más agudo que el ojo de una mujer, analizando cada detalle, como si la vida de un trapecista dependiera de ello, con entrega y el fuego de la pasión.

¿Qué es la vida? Nada más que un salto al vacío, ¿Qué tiene que ver mi madre con conocerte? Mucho. De mi madre admiro su capacidad de dejar que las cosas sucedan sin involucrarse en lo más mínimo, esperando a que yo pueda descifrar el rompecabezas. Mi madre y yo nos comunicamos mediante un novedoso código morse; cuando se activa su rabia significa que es verdad, cuando evade el tema es un te estás acercando y cuando es socialmente imprudente es un “toma el mensaje porque yo sola no puedo con esto”. Y contigo únicamente es un juego a la ignorancia mientras en lo profundo de tu ser gritas para ser descubierto.

Es por eso que escribo esta carta con letras tan básicas, la vida misma es tan indescifrable que no tiene sentido complicarla más. Como profesor has visto el problema; de cientos de alumnos pocos han podido entender, no solamente eso, después de la escuela es caminar a ciegas por la vida.

De mi madre el show debe continuar, de ti el amor al arte. Al negarme mi vocación pudiste salvarme de ser un bufón. Padre mío, adoro tu capacidad de resistencia por llevar un papel muy pesado. Gracias a tu amor me ayudaste a escapar de esa coraza. A veces la ayuda es por apoyo y otras por oposición, en silencio o rompiendo ventanas. Ahora entiendo el porqué de tu odio por el cine, así como por las expresiones artísticas. El cine como el teatro son un fenómeno masivo, una ventana hacia el público; alabanzas o repudios. El coste de ser una estrella es alto y el de una estrella sin plataforma escénica es caótica pero no masiva.

En la pantalla lo que callamos las mujeres, pero en la vida real tú callaras más que cualquier mujer. En la calle el instituto de la mujer y en tu mente el deseo insatisfecho de sentir tus emociones. En la mujer el derecho a ganar más, en el hombre no es el derecho a tener cosas físicas, sino a sentir y llorar. ¿Por qué has decidido dar el paso a la fantasía en vez de la realidad?

No lo sé, tampoco pienso forzarte a hablar, ¿Quién soy yo para arruinar el show? La mayor conquista humana es tan difusa a la vista, pero es tan real como palpable e invisible, es el más importante juego cósmico de nuestra vida. Con la frente en alto, con la corriente del corazón. Ya no es un personaje, tan solo camino por el parque después de jugar a la guerra.

Vamos a jugar a sentirse atacado, eso es un viejo truco para construir el guion. Admiro y a la vez me asombra la forma en que tu mente saca matices. Tenemos una gran productora de telenovelas dentro, con guiones controvertidos que enseñan al público que también tenemos la necesidad de ser vistos, que también existimos. Que forma tan ingeniosa de expresar lo inexpresable; el albur, las palabras en doble sentido, aquello que no puedes decir para no ser apedreado, pero que tanto permea en nuestros sueños más íntimos. Fingir no ser íntimo es tu mayor deporte., pero que forma tan original de evolucionar. ¿Qué es una obra de teatro? No es nada más que un jugar a hacer algo que no es cierto, donde no hay víctimas ni victimarios, únicamente sentarse a contemplar.

Es muy creativo jugar a ser hombres; con pantalones de mezclilla, unas veces la carpintería, otras ver el fútbol. No hay profesión más femenina; con sus colores, sus detalles, aquello que encaja y aquello que no. ¿Podría haber algo más femenino? Igual que un estilista que sabe de colorimetría y secretos de belleza, tú sabes como ser un camaleón. Eres una gran base de datos que proyecta los personajes de acuerdo a tu paleta de posibilidades.

Eres un artista en todo el sentido de la palabra, como una modelo que se preocupa por su rostro; un poco de rubor allí, un poco más por allá. Muestras al público tu personaje mientras caminas por la pasarela de la vida. Todavía recuerdo aquel momento en que te dije; ¡Papá quiero ser actor de televisión! Y por supuesto, no puedes apoyarme en tal locura porque tú ya eres un actor y sabes el costo de llevar un personaje las 24 horas. ¿Qué es la vida? Que pregunta tan ambiciosa, aquí entre nosotros esto es blanco y aquello color rosa, pero en la vida no hay colores. No hay propósitos, no hay significados de la vida, no hay actores, tan solo hay un profundo saber que no sé nada. Mientras que en tus telenovelas hay buenos y villanos, en la vida no existe ni el bien ni el mal. En la obra te gustan las manzanas verdes y en la vida las enchiladas suizas, en el show jugamos a la guerra, en la realidad las mujeres andan en pantalón y los hombres en falda, el espacio es tan inmenso como incierto, con una confusión en el paladar donde ya no sabes ni lo que te gusta.

Una obra tan falsa, pero mágica; donde los personajes se atraen por resonancia compartiendo lo que ven, lo que deben ser y en privado lo que son, y, por supuesto, llegan aquellos que son en todo momento. Estos últimos son los que dan tanto miedo, es como si en plena obra de teatro gritarán ¡Basta!, mientras el público queda suspendido sin saber qué hacer.

Es extraño como aquello que puede liberar es lo que más incómodo nos hace sentir. Hoy he salido de mi papel. Es algo mágico cómo la pandemia destruye los teatros, como mueve las emociones, las luces y las sombras. El universo sube y baja los ratings, teje nuevas formas de comunicación. Es extraordinaria la manera en que un acontecimiento mueve todo el rompecabezas. Una persona entre miles de millones fue necesaria para darme cuenta de tantas cosas. Impulsada por la fuerza vital de la pasión y apoyada por el universo. Las coincidencias, los impulsos. Existir es algo mágico. Al verte en tus verdes ojos pude ver mi propio reflejo y en mis pupilas puedes verte a ti mismo. Así de simple, así de extraordinario, como los actores sin teatro.

Gracias papá.

Dedicada a Rodolfo Tejeda Santillán 




Almas liberadas

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Especial Día del Padre

 

Mención honorífica del concurso “Carta al Padre” 2022

Por Nikté Izel

 

 

Querido padre:

Escribo estas líneas con tinta de nostalgia y las lanzaré al viento como bandada de pájaros para que las atrapes con tus manos callosas, esculpidas por grasa y fierros oxidados por el olvido. En ellas te cuento un hermoso sueño con un final feliz. En mi sueño, tú realmente eras un padre.

Cerré mis pupilas dilatadas y caí en letárgico descanso, soñé que tus ojos no me veían con malicia, yo era la luz de tus ojos, tu princesa, veías en mí los años gloriosos de tu niñez, yo representaba los días más felices de tu vida.

Soñé que tus manos no robaban mi inocencia, tus manos sanaban los raspones de mis rodillas, me empujaban en los columpios y me sostenían cuando estaba a punto de caer.

Soñé que no oscurecías mi infancia con tu pecado, alumbrabas mis noches con historias y cuentos fantásticos, me hacías soñar con hadas y sirenas llenas de encanto.

Soñé que tus puños no me dejaban tatuajes en mi piel, tus puños mataban mis monstruos y mi piel de durazno brillaba con la luz de la luna y era la envidia del sol.

Soñé que me amabas como se ama a una hija, soñé que me amabas como se ama a Dios.

Soñé, solo fue un sueño…

Pero este sueño he decidido hacerlo realidad, los recuerdos tristes los he sepultado muy hondo, en las entrañas de la tierra, donde han quedado atrapados entre raíces con nudos apretados para que no intenten regresar a mí.

Hoy padre, la paz llegó a mi alma y me atrevo a decirte que yo si te amo como se ama a un padre. Tu ADN ha sobrevivido en mí, hoy es mi santuario de vida, mis células amontonadas son tus células, no reniego de ellas, y no porque lo digan las sagradas escrituras Honraras a tu padre y a tu madre, no, es porque he ganado la batalla, dejé ir al pasado, me he quedado con lo mejor de tu esencia. A pesar de todo, siempre te admiré por tu honradez y tu amor al trabajo, son las únicas cosas buenas que tengo de ti y con eso me quedo. Ya dejé de sacar el hilo negro de tus memorias aflorando tus errores y tu pecado, no soy juez recto y soberano para sentenciarte. He lamido yo misma mis heridas para poder sanarlas, sangraron por muchos años, pero por fin han cicatrizado, ¿por qué dicen que las cicatrices son feas? las mías son hermosas y representan la victoria de mi pasado. Dejé que pasara lentamente el tiempo y corrí detrás del viento en busca de mi verdadera identidad.

Ya no lloro más por ti, por mí, por nosotros, prefiero seguir bordando sueños de amor contigo, sueños en donde tú eres ese padre que me dio la vida y su vida misma, que luchó incansablemente por verme feliz, que mis sonrisas eran tu alimento de cada día.

Quédate en paz padre, que yo ya he sanado, volví a nacer, pero esta vez nací completa, entera, lo suficientemente fuerte como un roble para albergar cientos de pájaros y con mi alma desatada del tormento. Las lagunas de mi memoria se asentaron en el olvido, mi corazón roto ha sido remendado, hoy florece en todas las estaciones del año y guarda un espacio para ti.

A través del perdón me libero y te libero padre, vuela, vuela muy alto, no dejes de volar hasta alcanzar el cielo vasto de estrellas y conviértete en una de ellas, yo alzaré mi vista para buscarte cada noche, mi alma desencadenada intentará escuchar tu voz junto con el canto de los grillos y el murmullo del aire. Te abrazaré en cada puesta de sol, extenderé mis brazos hasta el horizonte para poder alcanzarte, guardaré el olor de las rosas cada primavera para enviártelo como regalo de reconciliación en día de muertos, a través de alguna alma mensajera.

Entre salmos y proverbios elevaré mi pegaría al cielo y pediré una sola cosa, que estés donde estés, seas absuelto de tu pecado, para que se te abran las puertas celestiales y te unas al coro de ángeles, porque creo en los milagros.

Finalizo estas líneas cargadas de esperanza, en donde el borrador ha terminado con mi llanto y la tinta de mi conciencia reconoce que heredé tu carácter fuerte, esto te lo agradezco, es lo que me ha mantenido viva para florecer en desiertos y tierra estéril. Que encuentres la paz eterna y tu descanso regocije tu espíritu.

Nikté Izel

P.D: Deseo que renazcas en colibrí, te poses en el árbol de bugambilias de mi jardín y con tu canto me digas que tu alma a encontrado el esplendor de Dios.




Un beso con alas

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Especial Día del Padre

 

Carta ganadora del Cuarto Lugar del concurso “Carta al Padre” 2022

Por Susana Aguiñiga 

 

 

Sabes papá hoy desperté pensando nuevamente en ti y aunque ya no te pueda ver he podido escuchar tus latidos en ese corazón mecánico que conservo en mi buro y no sé si algún día tenga el valor de guardarlo. Quiero decirte que tu ausencia me ha deja con una sensación de orfandad. No me ha sido fácil cumplir con tus mandatos, ¡De verdad lo intento!, pero tú me conoces bien, sabes que llevo en mis genes tu sensibilidad y un grifo que me delata.  En ocasiones he tenido la necesidad de ahuyentar tus recuerdos para poder estar erguido ante los demás. Desde tu partida me siento perseguido por la vulnerabilidad, indefenso y solo.

Cada vez que entro al baño de tu casa vienen a mi esas nuestras platicas a solas, como cómplices en busca de resolver la vida de todos. Entre espuma de jabón tus preocupaciones, tus encargos y tus tantas dolencias. Cómo olvidar tus lágrimas revueltas entre las aguas tibias que recorrían tu cuerpo frágil, tu cúmulo de angustias, y malos ratos de toda una semana. Aún está ahí, esa maltrecha coladera que también sabia de tus penurias cotidianas, y de nuestros nudos en la garganta mientras juntos buscamos los pies.

¡Te extraño!  ¡Y como no romperme si tú estás en mi sangre como un manantial que recorre todo mi ser!  El artista jilguero de tu barrio, consejero de aves en arribo, protector de sangre y de aquellos extraviados que se unieron como familia.  Te escribo esta carta para decirte que no puedo seguir fingiendo, siento que te estoy fallando. A veces creo desmoronarme, con una necesidad de salir corriendo a buscar tus brazos de hierro y no los encuentro. ¡Padre tengo que reclamarte algo! me dijiste todo lo que debía hacer, más olvidaste decirme, ¡Cómo no extrañarte tanto!

Quizás ya lo hayas visto desde esa nube que parece estar anclada sobre la casa, pero te lo cuento –no soy tan fuerte como tú me lo decías, porque me paralizo cuando tengo que hablarles de ti a mis hermanos que aun te lloran, no puedo ser el valiente, apapacharlos a todos y hablarles con palabras limpias sobre un proceso de duelo cuando yo no he vivido el mío propio. ¡No puedo mentirles más! No puedo aparentar fortaleza, porque tan solo al entrar a tu cuarto me inundas con tu perfume olor a madera. Un mundo de imágenes aparece, tú, en ese sillón café de franjas desgastadas, dictando tus deseos, tus pendientes, tus preocupaciones y los encargos a resolver a la mayor prioridad. Tu última petición la más dolorosa para mí y en la cual tuve que callar por mucho tiempo, tu funeral, tu entierro, tu melodía preferida como una despedida ¨puño de tierra¨ ¡Fuiste tan precavido! que te preparaste para dejar hasta para el café con leche y galletas

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¿Verdad que es difícil ser fuerte y domar a los sentimientos?, ¡Tú lo sabias muy bien! ¿Verdad que aparentar no sentir ni un mínimo dolor es cansado? Yo te admiraba por la apariencia de una roca, la dureza de como agarrar al toro por los cuernos, y también tus enseñanzas. Aprendí tanto de ti, ¡Gracias por las técnicas de camuflaje que me compartiste! ¡Carajo! ¡Te extraño!  ¡Y cómo no romperme si tú estás en mi sangre como un manantial que recorre todo mi ser!

¿Por qué no me dejaste tu valentía?, aquella que te hacía salir de toda batalla, victorioso y con una sonrisa de orgullo. Nada te vencía, peleabas contra todo pronóstico, contra toda dificultad. Ni el cáncer, ni tampoco los dos cambios de marcapaso, fracturas, embolias, tu falta de visión. Cuando caías era solo para darte un descanso porque después te levantabas con toda gallardía, con más fuerza como un mar impetuoso o un viento que sacudía a todos para mostrarnos una fortaleza y enseñanza de vida, ¡Eras tan valiente que nunca vi el miedo en tus ojos! Estabas tan reconstruido de tu cuerpo, pero a la vez también de tu alma. Era fácil sentir tú brillante llamarada de amor alojada en tu pecho y en esas caricias reflejadas en el par de avellanas dulces.

Te despediste durante ocho inviernos de mí, como recordatorio a lo que debía hacer al ausentarte, eras tan organizado que no olvidabas ningún detalle. ¡Perdón papá por no ser tan fuerte!, por fallarte a ratos ¡Extraño tus silencios largos, tus palabras de aliento, tu dureza sabia y también tus lados flacos, tus historias, tu música de José Alfredo y tu canto!

Hoy quisiera poder llegar a tu casa sin que me falte la respiración, quisiera también no tener que obligar a mis ojos a que se oculten tras una alegría falsa. Deseo bajarme del automóvil y verte ahí sentado sobándote las manos, o escucharte discutir con mi madre. Darte todos los besos que me faltaron, poder de decirte que sigo siendo el mismo, pero no es así, ¡me haces tanta falta!

Sé que habrá otros momentos de tristeza como la que tengo ahora en esta carta bañada con lágrimas, de hermosos recuerdos, ¡Lo intentare nuevamente!, seré fuerte, valiente y haré honor a ti, con mis acciones porque me enseñaste que, al podarme, al pulirme puedo recrearme y que el dolor también es algo bueno. Gracias una y otra vez porque aún en tu ausencia me estás enseñando a entender que es la esencia de los ausentes la que se lleva dentro, y que recordar, es recibir con cariño un beso. ¡No te defraudare papá!, y prometo ser mejor persona, no rendirme nunca. Cumpliré todo lo que me pediste, cuidaré de mi madre y mis hermanos hasta que yo me haga viejo. Confía que lo haré bien y cuando nos encontremos te rendiré las cuentas y estarás orgulloso de mi ¡Te lo prometo!

¡Hasta que nos volvamos a ver!

Un beso con alas de tu hijo Javiercito El ventanita morada.