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Ildefonso Green Ceseña, en la entraña del liberalismo

FOTOS: Internet

Tierra Incógnita

Por Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).  Hablar de Ildefonso Green es remontarse a la esencia de los primeros colonos de la California; cabe señalar que los personajes que sostuvieron la independencia de estas tierras calisureñas, desde el fin del Virreinato hasta las luchas armadas del siglo XIX, fueron los descendientes de extranjeros que se avecindaron en nuestras tierras durante la época colonial, algunos de ellos unieron su vida con naturales y esto dio origen a un mestizaje que perdura hasta la actualidad. Green Ceseña era descendiente directo de un pescador de ballenas de nacionalidad inglesa —aunque algunas fuentes mencionan que era sueco—; el pescador se casó con una mujer de ascendencia española, quien se había establecido en la región austral de la California.

Ildefonso Cipriano Green Ceseña, nació el 23 de enero de 1830 en Cabo San Lucas. Sus padres fueron Esteban Rufino Green y María de Jesús Ceseña Ojeda. Realizó sus estudios primarios en San José del Cabo, y en 1844 emigró con su familia a la Alta California, cerca del puerto de San Francisco; en ese entonces, su madre había contraído segundas nupcias con Salvador Castro. En 1847, en plena guerra de invasión estadounidense, un amigo de la familia y oficial de la marina norteamericana invitó al joven Ildefonso a seguir estudiando y preparándose en la ciudad de Nueva York, invitación que fue aceptada de manera gustosa. En dicha ciudad estudió el College, donde aprendió a hablar y escribir de manera fluida el idioma inglés; en el año de 1849 retornó con su familia al recién fundado estado de California, el cual fue arrebatado al igual que la mitad del territorio de nuestro país en esta injusta lucha expansionista de los yankees.

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Durante su estancia en aquel país del norte, Green Ceseña pudo percatarse de las injusticias y humillaciones que sufrían los mexicanos por parte de los estadounidenses; sin embargo, también tuvo contacto con grupos de mexicanos que luchaban contra esos atropellos y abusos, como fue el caso del famoso Joaquín Murrieta, conocido también como “El Zorro” o “El Patrio”. Murrieta era un mexicano que tenía una gavilla de bandoleros que a través de la guerra de guerrillas mantenían viva la flama de la independencia,  y reclamaban la pertenencia de sus territorios a México. Estos ejemplos de lucha calaron hondamente la personalidad de Green Ceseña, por lo que siempre procuró seguir, en todos los actos de su vida, los ideales de justicia que le fueron sembrados.

Cuanto este sudcaliforniano ilustre tenía 20 años, su familia regresó a Cabo San Lucas, alternando su residencia entre este puerto y el rancho de Santa Gertrudis, en San José del Cabo; no obstante, los tiempos de paz no duraron mucho. En 1853, Ildefonso Green se enteró de la llegada del filibustero estadounidense William Walker, quien arribó a la ciudad de La Paz y proclamó el surgimiento de su famosa República de Baja California y Sonora, con esto, Walker buscaba separar de la República Mexicana a los Estados mencionados y colocarlos bajo la tutela de Estados Unidos. Ante este descarado ataque a la soberanía nacional, Green convocó a los rancheros del sur de la península, conformando un destacamento al que le puso el nombre de “Rifleros de Cabo San Lucas”, y así decidió atacar a las fuerzas anexionistas que habían llegado a dicho puerto a cargar agua. William Walker, enterado de que este grupo armado se dirigía hacia sus posiciones para hacerle frente, huyó de manera rápida para no enfrentarlo. Días después la fallida expedición filibustera, Walker fracasó y volvió con la “cola entre las patas” a su país. Green Ceseña fue reconocido por su valentía y recibió el grado de Capitán de la Guardia Nacional.

El insurgente sudcaliforniano enarboló los principios del Gobierno legítimo encabezado por Benito Juárez García, por ello, en 1858 reunió un ejército de 500 combatientes, al cual nombró nuevamente como “Rifleros de Cabo San Lucas”, con el objetivo de revelarse en contra de Diego Castillo, gobernador del Territorio, quien se había unido a la causa de Ignacio Comonfort, desconociendo la Constitución de 1857. Cuando Green Ceseña llegó a La Paz, el Gobernador ya se había embarcado rumbo a Sinaloa, dejando acéfala la gubernatura del territorio. De inmediato Ildefonso Green se reúne junto a otros combatientes para organizar la dirigencia del Estado, siendo electo Teodoro Riveroll para ocupar dicho cargo. Sin embargo, debido a la inestabilidad de este periodo y a las ambiciones personales de caciques que buscaban adueñarse de la gubernatura, Green Ceseña entró de nuevo a la contienda armada para deponer y sustituir a los gobernadores que perdían rápidamente el rumbo republicano. Tal fue el caso del mismo Riveroll, Manuel Clemente Rojo, Gerónimo Amador y Pedro Magaña y Navarrete. Era tan conocidas las habilidades guerreras de Cipriano Green que durante la intervención francesa ningún contingente de la contracosta se atrevió a venir a Baja California con el fin de disputar el territorio para el ejército francés, por lo que nuestra tierra quedó fiel a los principios de la república que lideraba el presidente Juárez.

Asimismo, se cuenta que en 1874, durante el Gobierno que encabezaba Sebastián Lerdo de Tejada, siendo jefe político del Territorio de la Baja California el general Bibiano Dávalos, hubo un pronunciamiento en San José del Cabo  encabezado por el sinaloense Ramón Valdez, para deponer a Dávalos, el cual fue secundado en el poblado de Santiago. Green se encontraba en un lugar de la costa llamado El Pulpo, al frente de su negocio de buceo, y hasta este sitio fueron a darle noticias de los sucesos, informándole que los sediciosos —alrededor de 40 o 50 personas— estaban cometiendo atropellos y extorsionando al comercio; él se trasladó rápidamente a Cabo San Lucas y con cinco hombres sorprendió y derrotó la fuerza de Valdez. El sinaloense murió en el combate que sostuvo con Green, quien lo venció por tener la ventaja de ser un gran tirador; con esto quedó sofocada la intentona promovida por Valdez, que no tenía más móvil que el robo.

En 1879, Green Ceseña se unió al Plan Revolucionario de El Triunfo para luchar al lado de Manuel Márquez de León, Clodomiro Cota y otros valientes sudcalifornianos en contra de la dictadura de Porfirio Díaz, no obstante, al ser derrotados, Green tuvo que huir a la parte Norte de la Baja California. A principios de 1900 regresó a Cabo San Lucas, y en 1913, tras el asesinato del presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez, volvió a las armas para defender al Gobierno legítimo producto de la Revolución. A sus 83 años se colocó al lado del constitucionalismo bajo las órdenes de Félix Ortega y Urbano Angulo. Al triunfar la lucha armada y deponer al traidor Victoriano Huerta, Ildefonso Ciprinao Green recibió el grado de Mayor en el ejército, por parte del Gobierno encabezado por Venustiano Carranza.

Ildefonso Green estuvo casado con Dominga Castro Acevedo, Carolina Álvarez Araiza, Rosa Avilés y  Rita Amador Araiza, de las cuales enviudó; con ellas procreó los siguientes hijos: Jose Tiburcio Green Avilés, Gustavo Green Amador, Manuel Miguel Green Amador, Ramon Fidel Green, Josefina Green Álvarez, Carolina Green Álvarez, Rufino Green Álvarez, Agustín Green Álvarez, Jesús Green Álvarez, María Rita Green, Flora Green Álvarez, Otilio Green, Fidel Green Castro, Marina Livia Green Castro, Esteban Green Castro, Juana Green Castro, Victoria Green, Idelfonso Green Castro, Amelia Green Castro, Yrinea Green e Irene Green.

En sus últimos años, Ildefonso Cipriano siguió luchando incansablemente por la repartición de tierra a los rancheros que habitaban la parte Sur del territorio. Falleció en su rancho Santa Gertrudis el 27 de marzo de 1932 a los 102 años de edad, y a partir de 1986, sus restos descansan en la Rotonda de los Sudcalifornianos Ilustres. Ildefonso Green fue un hombre de su tiempo, un ser humano con raíces profundas en las bases del sistema republicano, pero también un adversario recalcitrante contra las injusticias. Amante de su tierra, la cual nunca olvidó, incluso viviendo 6 años en un país con mayores oportunidades y en una situación económica desahogada, nunca dejó escapar el terruño y el mar que había abrazado con su primer aliento en Cabo San Lucas. Una vida digna de ser contada y recordada por las nuevas generaciones de sudcalifornianos.

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La Batalla de Puebla y su eco en Baja California

Coronel Clodomiro Cota. Foto: Internet.

Érase una vez

Por Pablo Reynosa

 

“Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad, y es el fallo tremendo de la historia. Ella nos juzgará”, Benito Juárez en carta dirigida a Maximiliano (Monterrey, N.L. 1 de marzo de 1864).

La Paz, Baja California Sur (BCS). Es 5 de mayo, día en que se conmemora el aniversario de la Batalla de Puebla, ocurrida en 1862, pero además es el día en que México nació —no, desde luego que no me he olvidado del 5 de febrero de 1917—, si usted gusta acompáñeme y en las siguientes líneas le cuento por qué.

Una vez que concluyó la Guerra de Reforma en México, la principal problemática a la que se enfrentó el gobierno fue la insuficiencia de recursos económicos para establecer el orden en un país agotado por constantes enfrentamientos, cuartelazos y rebeliones.

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A efecto de brindarle posibilidades operativas al gobierno de Benito Juárez, el Congreso de la República decretó, el 17 de julio de 1861, la suspensión de pagos de todas las deudas públicas, ello originó que Inglaterra, España y Francia, acordaran, el 31 de  octubre, enviar una expedición a ocupar las principales fortalezas militares de las costas mexicanas, con el propósito de hacerse de los recursos económicos que ingresaran a través de las aduanas y cobrar la deuda de los tres países.

Diversos conservadores en México vieron en estas dificultades del gobierno la oportunidad para realizar sus objetivos, ya que desde la consumación de la independencia buscaron establecer una monarquía en este país.

El gobierno de Benito Juárez, que sólo quería una prórroga al pago de sus deudas, envió al general Manuel Doblado a Orizaba, donde expuso a los plenipotenciarios europeos el interés de evitar un enfrentamiento; el 19 de febrero de 1862, se acordaron en el poblado de La Soledad los preliminares, mediante los cuales se pactó que sería la negociación la vía de alcanzar acuerdos sobre sus reclamaciones.

Los preliminares de la Soledad fueron ratificados por el presidente Juárez y los representantes ingleses y españoles, mas no así por los franceses; el 5 de marzo de 1862, arribó a Veracruz el general Carlos Fernando de Latrille, Conde de Lorencez.

La noche del 4 de mayo de 1862, lucía sin esperanza para el general Ignacio Zaragoza, después de todo iba a combatir ante más de 5 mil soldados del ejército  más poderoso del mundo —baste recordar que no había perdido una batalla en medio siglo. Previo al inicio de la batalla, Zaragoza se reunió con sus lugartenientes; la consigna: combatir con todas sus fuerzas para morir con dignidad, recuerda José Emilio Pacheco en su Inventario 208 (Excélsior, 27 de octubre 1980)”.

La mañana del 5 de mayo de 1862, cuando los franceses atravesaron en columna el horizonte poblano desde el oriente, Zaragoza defendió la ciudad con hombres mal comidos y mal adiestrados, provenientes de Oaxaca, del Estado de México y de San Luis Potosí, además de un elemento que resultó decisivo para la victoria: los indios zacapoaxtlas y la caballería indígena oaxaqueña, que fungieron como reservas.

Batalla de Puebla.

Fue un 5 de mayo de hace 155 años que México vio la luz, porque sus habitantes decidieron, en su gran mayoría, hacer a un lado sus diferencias y plantar cara a aun oponente en común.

Napoleón III ordenaría después una segunda intervención a México, para ello envió a 28 mil elementos, más unos 28 mil del partido monárquico. La plaza Puebla fue declarada en sitio desde el 10 de marzo de 1863, hasta su rendición el 17 de mayo. Por su parte, la capital de la República también fue declarada en sitio y Benito Juárez trasladó su gobierno a San Luis Potosí.

El ejército francés entró en la Ciudad de México el 10 de junio de 1863, y en 1864 desembarcó en Veracruz Maximiliano de Habsburgo, que con el apoyo de grupos mexicanos conservadores, estableció el 2º Imperio en México.

Por lo que se refiere al Territorio de Baja California, la noticia sobre la Intervención Francesa y el establecimiento del imperio de Maximiliano, condujo al gobernador Felix Gilbert y a la asamblea legislativa a reconocer al gobierno imperial, bajo el argumento de que no existían recursos para evitar que las fuerzas francesas penetraran en la península.

Pese a la decisión política de entregar el Territorio de Baja California al segundo imperio mexicano, las tropas republicanas, al mando del coronel Clodomiro Cota, rescataron la península que permaneció fiel a la causa de México hasta que finalizó la intervención francesa.

Qué urgente resulta, como método ante la desesperanza actual, recordar que el 5 de mayo de 1862 los primeros hijos de México se unieron en Puebla, para enfrentar a un oponente, con medio siglo de batallas ganadas y vencieron.