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Crítica: Blade Runner 2049

FOTOS: Internet.

Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

Calificación: ***** Clásico imperdible

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿Por qué el cielo es azul? ¿Por qué el agua moja? ¿Estamos solos en el universo? ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Cada civilización tiene sus preguntas que le permiten seguir adelante, que le permiten evolucionar, que le permiten mirar hacia donde no había mirado y buscar la respuesta que la acerque un poco más a desentrañar el misterio de nuestra existencia. Y entre esas preguntas, por ahí de 1968, al escritor Phillip K. Dick se le apareció la pregunta de los sueños de los androides y el resultado fue una distopía que engendró la saga fílmica de Blade Runner.

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Fue en 1982 cuando Ridley Scott se aventuró a adaptar la novela al cine, y lo que creó fue una cinta que hoy día es reconocida como una obra maestra de la ciencia ficción cinematográfica. Así que, 30 años después, el reto de hacer una secuela no es nada fácil, y hacer una secuela digna, es aún más difícil. En una época donde estamos hasta la coronilla de reboots, segundas y terceras partes y la originalidad va perdiendo poco a poco el piso, presentar la continuación de este clásico sonaba tanto a locura como a sinsentido; y si a eso le sumamos los cuestionados resultados de Ridley Scott al revivir la saga Alien, pues las cejas arqueadas se multiplicaban abundantemente ante este proyecto.

Por ello, el primer acierto de la producción fue darle la batuta a Denis Villeneuve, quien en 2015, al ser anunciado como director, tenía como carta fuerte aquella película protagonizada por Benicio del Toro y Emily Blunt llamada Sicario. Un impactante drama sobre el narcotráfico que sorprendió a muchos. Pese a ello, fue hasta el estreno de Arrival, con Amy Adams y Jeremy Renner, que  Villeneuve mostró que tenía los méritos suficientes para llevar a buen puerto la continuación de la historia de Rick Deckard, y vaya que lo consiguió.

Blade Runner 2049 es una joya audiovisual que logra dejar su huella, que logra ser original y única a pesar de ser una secuela. Y tan es así, que no es necesario haber visto la película de 1982 para disfrutar el espectáculo que se nos presenta, pero que sin duda es el complemento perfecto y una más que justificada continuación de la historia, que nos hará correr a buscar la primera parte (preferentemente, la versión del director estrenada en 2007).

Esta continuación sigue a un nuevo Blade Runner (Ryan Gosling) que se dedica a lo mismo que hacía Rick Deckard (Harrison Ford): cazar replicantes (réplicas humanas con mayor fuerza y agilidad pero con menos empatía) que son utilizados para trabajos que los humanos no estaban dispuestos a realizar, pero que en algún punto se rebelaban y por esta razón debían ser “retirados”. Es en una de estas misiones, donde este nuevo Blade Runner descubre una pista hacia un suceso que podría ser devastador para él y para ese mundo en el que existe.

Pero sólo bastan diez segundos para sentirse inmerso en la historia, para sentirte completamente abducido por un mundo que nos deja un futuro desolador, una vastedad de paisajes que ya no existen y días que se han extinguido. El mundo en 2049 no es un lugar al que queramos llegar, pero hacia al cual nos dirigimos a pasos veloces, y entonces es donde cada una de las situaciones planteadas nos proporciona una reflexión y una duda; y si bien el ritmo de la película se podría catalogar como lento, esa pasividad que vivimos durante la proyección del metraje sigue su curso hasta llegar a casa, hasta cerrar los ojos y descifrar si las ovejas con las que soñamos son eléctricas, o son un holograma, o son sólo sinapsis aleatorias de ideas que explotan y mueren a la velocidad de la luz en nuestras neuronas.

Además, la fotografía de Roger Deakins es estremecedora, apabullante, desgarradora pero con la pequeña luz de esperanza que necesitamos antes del fin. Cada plano está calculado al mínimo detalle, cada centímetro de pantalla es aprovechado y el movimiento lento, pausado pero perpetuo de la cámara nos hacen sentir sumergidos en un mundo pasmoso, donde la opción no es vivir ni sobrevivir, sino simplemente estar. La fotografía es parte de la historia, es parte del guión y es usado como un recurso narrativo pocas veces visto en otras producciones y un espectáculo a disfrutarse en la pantalla de cine más grande que puedan acceder, y si es en su idioma original, mejor aún.

La calificación de Kinetoscopio:

5 Estrellas: Clásico imperdible

4 Estrellas: Bien actuada, escrita y dirigida

3 Estrellas: Entretiene

2 Estrellas: Sólo si no tienes otra opción

1 Estrellas: Exige tu reembolso

0 Estrellas: No debería existir

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Crítica: Kingsman 2, El Círculo Dorado

FOTOS: Internet.

Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

Calificación: ****Entretiene

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hace tres años, el director Mathew Vaughn nos trajo Kingsman y sorprendió a todo mundo. A pesar del insoportable villano interpretado por Samuel L. Jackson, el equipo formado por Colin Firth y Taron Eggerton lograron ensamblar una aventura genial, irreverente, caótica, burlona y entretenida que fascinó a muchos; pero después de haber traído a la vida filmes como Kick-Ass o de reinventar la saga de los X-Men con First Class, las expectativas para Kingsman 2 eran altas, y debo decir que se quedó corto.

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En sí el filme no es malo, es sumamente entretenido y tiene momentos hilarantes, pero no logra la misma conexión que logró con el primer filme, e incluso destruye algunas de las mejores cosas de la primera, por ejemplo, el innecesario resurgimiento del personaje de Colin Firth y lo tortuoso y desesperante que resulta todo el arco narrativo de este personaje, destruyendo también la química que los dos protagonistas habían logrado en la anterior.

A ello le sumamos una villana que no causa ninguna reacción, exageradamente caricaturizada para que se pueda percibir como una amenaza real y que genere algo de tensión en la historia. Es por ello que los 141 minutos de duración de Kingsman 2 llegan a sentirse eternos hacia el final de la misma, pues ésta se convierte en un deja vú colectivo donde todos ya nos imaginamos qué es lo que va a pasar, y para nuestra sorpresa, sucede exactamente lo que todos esperaríamos que suceda.

Y a pesar de que el viaje es sumamente entretenido, con secuencias de acción muy bien logradas, y un inesperadísimo comic relief que desata momentos de genial locura, sigue presente el vacío de una historia que tenía la libertad de irse por el camino más salvaje posible, pero al final opta por el camino seguro y conocido, afectando con ello al multiestelar reparto que en algunos casos, no llega más allá de un simple cameo sin más relevancia que aportar su nombre en los créditos, o sea, un desperdicio.

La calificación de Kinetoscopio:

5 Estrellas: Clásico imperdible

4 Estrellas: Bien actuada, escrita y dirigida

3 Estrellas: Entretiene

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Crítica: Baby Driver (“El aprendiz del crimen”)

FOTOS: Internet.

Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

Calificación: ****Bien actuada, escrita y dirigida

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hoy haré como que no me dí cuenta del nombre que le pusieron en español mexicano a este filme y no comentaré nada de ello, a excepción claro de estas primeras líneas que anteceden a este punto. Baby Driver dirigida por el talentoso director inglés Edgar Wright, es un homenaje y a la vez una recreación de las películas de acción que proliferaron por ahí de los 70’s, 80’s y 90’s, hasta que el CGI hizo su monstruosa aparición sustituyendo a los efectos prácticos por pixeles.

Un homenaje que inicia de manera espectacular, haciendo gala de técnica cinematográfica con el estilo desenfadado pero a la vez preciso de Edgar Wright, que nos regala secuencias dignas de estudiarse en la academia fílmica con una utilización vasta e inteligente de los recursos cinematográficos, y como ejemplo está el plano-secuencia que se fabricó en los primeros 10 minutos cuando alguien va a la tienda por café, una escena para desmenuzarla cuadro a cuadro y que te paso un tip que no llega a ser spoiler: no pierdas de vista las paredes y los postes que se atraviesan.

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Pero dejando de lado mi obsesiva compulsión hacia los planos-secuencia, la primera mitad de Baby Driver es una obra maestra del desarrollo de personajes, establecimiento de la historia, ritmo de edición, diálogos y puesta en escena. Todos los elementos se conjugan a la perfección para narrar una historia que va subiendo el ritmo de forma audaz y nos atrapa en su desarrollo, dejando a su paso escenas que quedarán en la mente colectiva como la primera interacción entre Baby y Débora; la escena de las máscaras de Halloween, y desde luego, las delirantes persecuciones entre buenos, malos y peores que hace que fluya la adrenalina en la pantalla, sin olvidarnos del soundtrack, que está perfectamente sincronizado con cada acción en cuadro y que de hecho, da la impresión que el filme está construido sobre un armazón musical.

Aunado a ello, pocas producciones en Hollywood pueden presumir de tener un casting tan poderoso como el que se nos presenta aquí con nombres como Kevin Spacey, Jamie Foxx, Jon Hamm y Jon Bernthal, cuatro monstruos que se apoderan del show, pero dejan que el protagonista Ansel Elgort sea el que lleve las riendas cumpliendo con creces el reto de soportar bajo su actuación el peso de la historia. De igual forma, Lily James logra ser el dueto perfecto de Baby y Eiza González no desentona mostrando que tiene tablas para hacer una carrera en Hollywood.

Pero… pero, pero, pero, pero. Sí… Hay un pero. Después de la primera mitad, la historia se estanca  y hasta se torna repetitiva. Ese ascenso en emociones que nos entregaban los personajes se desvanecen en clichés y lugares comunes. El evento se hace predecible y aunque la técnica, los recursos, el ritmo y las buenas interpretaciones continúan, el desencanto prevalece y la experiencia se va degradando hasta perder una gran cantidad del hype que nos entregó al inicio. Los personajes se desdibujan y sus motivaciones se vuelven ambiguas, en una experiencia similar a subirse a una montaña rusa solo que empezando por la caída libre y terminando con el acarreo del carrito a la base de control. La experiencia sin duda fue genial, pero el cierre no fue lo espectacular que se esperaba.

Aún así, por todo lo comentado en los primeros párrafos, nadie que se precie de ser un cinéfilo puede perderse esta aventura en la gran pantalla. Edgar Wright demuestra que es un director de respeto y que está listo para impregnar su estilo en cualquier reto que le pongan enfrente. Y sin duda trae a colación de nuevo, aquel debate de no hace mucho que nos hacía preguntarnos ¿que habría pasado si hubieran dejado dirigir a Wright la película de Ant-Man? Si Marvel lo dejó ir, hay un relámpago o una linterna que sin duda, brillarían mucho más fuerte bajo la tutela de este genial director.

Ahora, vayamos a la tienda más cercana y compremos un Cornetto en su honor.

La calificación de Kinetoscopio:

5 Estrellas: Clásico imperdible

4 Estrellas: Bien actuada, escrita y dirigida

3 Estrellas: Entretiene

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Crítica: Spiderman, de regreso a casa

 

Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

Calificación: ****Bien actuada, escrita y dirigida

La Paz, Baja California Sur (BCS). Un nuevo Hombre —adolescente, mejor dicho—  Araña regresa a casa, a Marvel, donde lo recibe su máxima estrella de su universo cinematográfico, nada menos que Iron Man, que ya empieza a denotar un cansancio de ser el héroe que salve al mundo, así como Robert Downey Jr. que empieza a sentirse un poquito desgastado por el papel (¿o seremos nosotros los espectadores que ya tuvimos demasiado?). Un regreso que le sentó bien después del reboot de dos películas que dirigió Marc Webb y que no logró afianzarse dejando más cabos sueltos que cualquier episodio de Game of Thrones.

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Este comentado regreso a Marvel ha entregado una película divertida, con un guión ágil y una dirección coherente. Con un ritmo adecuado y un humor básico pero eficaz. Este regreso a casa es una comedia de acción, donde se extraña el épico Hombre Araña. Ese mismo que ya una vez derrotó a un duende verde con máscara de Power Ranger y al mejor villano que ha salido de las películas Marvel, o sea el Doctor Octopus. Y sé que es una ociosidad enorme el comparar películas, pero en este caso es inevitable, y si por ende el tener una nueva película de Spidey aviva el debate de cuál versión es mejor, es la primer señal de que esta nueva película no logró superar a aquella primera trilogía dirigida por Sam Raimi.

Ahora, hay que ser justos con las situaciones de cada quién. En su momento, aquellas películas protagionizadas por Tobey Maguire eran su propio universo, digamos el Spiderman Cinematic Universe. No había vengadores, ni guardianes de la galaxia, ni Thanos ni guanteletes del infinito, y no los necesitaba. Con la tía May, con Mary Jane, con el inolvidable J. Jonah Jameson, con los Duendes Verdes, con eso era más que suficiente. En esta versión, el héroe de las telarañas revivió gracias a un acuerdo de último minuto entre Sony y Marvel para juntar sus universos cinematográficos y lo primero que hicieron fue meter “a güevo” a Peter Parker en la trama de Civil War, y de ahí pensar en su propia película.

Y ante esa situación, donde cualquier movimiento en falso podría provocar una catástrofe más grande que La Amenaza de Electro, Marvel Studios confirma que tiene perfectamente delineado su plan de trabajo y han desarrollado un músculo fuerte y tonificado en la elaboración de sus historias entregando una película en la que nuestro simpático vecino con poderes arácnidos siempre ha sido parte de este universo. Así que, aunque los guionistas se hayan sacado todos los ases bajo la manga que tenían para recrear y adaptar a este super héroe para compartir pantalla con Tony Stark y demás, ese requisito de pertenecer a un mundo ya establecido le quita mucho al ADN de nuestro trepamuros.

Porque así como Peter fue mordido por una araña para mutar en un ser que escala paredes con superfuerza y un sentido arácnido, el universo cinematográfico de Marvel vino a morder a esta saga para apoderarse de ella, quitarle su individualidad y dotarla de un servilismo mercantil que funciona y entretiene, pero con muy poco que heredar a la memoria colectiva del cine. Aquellas películas de Sam Raimi exudaban epicidad —palabra no reconocida por la RAE— en cada fotograma, y aun muchos podemos recordar con emoción las palabras del tío Ben o la sabiduría de la tía May que parecía que no se daba cuenta de nada. Acá, tenemos algunas escenas que seguramente inundarán las redes en forma de memes y una frase muy chaquetera en el más cómico e íntimo sentido de la palabra que puede ser vehementemente recordada.

Así que este rejuvenecimiento de la franquicia nos trae a un Peter de 15 años que aún no controla sus poderes del todo —¡pero aún así Tony Stark lo llevó a pelear contra el Cap!— y mucho menos sus hormonas, sumamente inseguro pero bien intencionado, deseoso de ser tomado en cuenta y dejar su huella. Todo esto muy bien representado por Tom Holland que se adueña del papel. Y en el bando contrario, tenemos a Michael Keaton como El Buitre, mostrando su portentoso talento histriónico y dándole profundidad y tono a un personaje que podría haber caído muy fácil en el cementerio de villanos muy olvidables del universo Marvel, siendo mucho más atemorizante cuando no tiene el traje puesto, lo cual es un logro enorme de su interpretación.

¿Debemos resignarnos a este Spiderman con sabor light? Espero que no. Como un paso introductorio para el ensamble de superhéroes me parece que ha salido muy bien librado, pero el amigable vecino tiene mucho para madurar en su propio universo, con su propio tono y su propia voz. El director Jon Watts supo transitar perfectamente en esa cuerda floja de seguir al pie de la letra la receta preestablecida dándole su sabor personal, pero con una vez fue suficiente. Ahora, hay que dejar que el sentido arácnido no se equivoque y recuerden que con un gran poder, viene una gran responsabilidad.

 

La calificación de Kinetoscopio:

5 Estrellas: Clásico imperdible

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Crítica: ‘Cars 3’

IMÁGENES: Internet.

Por Marco A. Hernández Maciel

Calificación: ***** Bien actuada, escrita y dirigida

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Desde el lanzamiento de Toy Story en 1994, Pixar tuvo una racha perfecta de producciones que fueron una amalgama exitosa en crítica y taquilla. La dirección de John Lasseter los llevó a concebir historías increíbles como Wall-E, Up! y Toy Story 3 y las predicciones apuntaban a ir más arriba. Pero entonces llegó Cars 2 y la racha perfecta se terminó. Con decisiones creativas muy extrañas, ­—seguramente se basaron en las ventas de los juguetes—  se decantaron por darle el protagonismo a Mate la Grúa, dejando en segundo plano todo lo que había hecho memorable a la primera parte.

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Con ello en mente, Cars 3 supera en todo a su antecesora, y se convierte en una digna secuela. Y al parecer, Pixar se tomó muy a pecho el desprecio por la segunda parte ya que la única referencia a ese film es que respetan el orden de los números, no quedando rastro alguno de esa exótica y rara aventura de espías que fue la segunda entrega. Con decir que incluso Mate es poco más que un cameo y —quizás hiera algunas susceptibilidades— no se extraña en lo absoluto.

En esta tercera parte, el Rayo McQueen es un corredor consolidado que domina su competencia cuando el tiempo, y la tecnología lo alcanzan para verse superado por los más nuevos competidores. Así que después de un suceso casi trágico, empieza a reevaluar su carrera y busca la manera de mantenerse vigente con la ayuda de una entrenadora personal llamada Cruz Ramírez, contratada por su nuevo, rico y poderoso patrocinador llamado Sterling, quien es un impulsor de la tecnología que no duda en desechar lo que no sirve.

Con esta premisa, la historia se convierte en un road trip que lleva al Rayo y a Cruz de viaje por muchos caminos donde la productora Pixar aprovecha para mostrar el gran avance tecnológico logran en cada producción que presentan en la gran pantalla. Las imágenes creadas tienen un nivel de textura que en algunas ocasiones parecen cien por ciento reales. La recreación de múltiples escenarios y climas es sobresaliente y ello contribuye a que la historia y los personajes sean aún más entrañables. En la playa, en el lodo, en el bosque, entre la niebla, en el desierto y dentro de la pista de carreras, todo está cuidado al más mínimo detalle. Con Pixar, el entorno se convierte en un personaje y todo el conjunto se sublima para crear un producto visualmente perfecto.

Y aunque toda la película se mantiene en ese nivel de perfección visual, hay tres secuencias que explotan al máximo esa cualidad: la carrera inicial, el entrenamiento en la playa y la batalla en el lodo. No contaré de más en la trama pero el ritmo de edición, los encuadres, movimientos de cámara y la coreografía de cada personaje están realizadas con maestría. La carrera nos lleva directamente al asfalto y sentimos en carne propia el vértigo, el calor y la emoción como nunca se había mostrado en el cine. La secuencia en la playa es sumamente divertida y todos aquellos fanáticos de Rocky no evitarán recordar aquella épica carrera entre Rocky Balboa y Apollo Creed en su preparación para derrotar al monstruoso Clubber Lang. Y la batalla en el lodo es un caos perfectamente sincronizado y que nos introduce a un personaje que seguramente será de los nuevos favoritos de la franquicia.

Sin embargo, el guion de Cars 3 batalla para mantener su nivel de emotividad hasta el final y decide tomar la vía fácil, la vía conocida sin arriesgar mucho en su historia. Se mantienen en la línea del homenaje a la nostalgia y se apega mucho a la primera entrega. Los malos resultados de la segunda parte los obligaron a irse por la segura, sin complicaciones, apelando al carisma de los personajes y transitando por el camino ya conocido. Un camino que deja vía libre para seguir explorando el mundo de Cars.

La calificación de Kinetoscopio:

5 Estrellas: Clásico imperdible

4 Estrellas: Bien actuada, escrita y dirigida

3 Estrellas: Entretiene

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