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El remordimiento de un millonario: los Premios Nobel; ¿quiénes ganaron este año?

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Ellos son los ganadores del Premio Nobel de Física este 2016. Imagen: Internet.

Colaboración Especial

Por Marian Camacho

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hasta las once de la mañana de ayer, yo pensaba que ganarse un Premio Nobel —que, por cierto, se pronuncia Nobél, así con acento— era exclusivamente por “el mayor beneficio para la humanidad” aportado por ciertas personas que saben bien lo que hacen.

No me faltaba razón sobre lo importantes que son los logros que se quieren premiar, durante la ceremonia que se realiza cada 10 de diciembre desde 1901 en Estocolmo, Suecia, según la última voluntad del difunto Alfred “atormentado” Nobel.

Es difícil imaginarme cuántas noches pasó sin dormir el pobrecillo Alfredo, nomás pensando en que la gente lo recordaría como una mala persona. Y es que no era para menos, porque resulta que Alfred Nobel fue, entre otras cosas, el inventor de la dinamita, y también, un millonario fabricante de armamento. Entonces, ya sabrán lo que la gente opinaba. Tanto así que, cuando su hermano Ludvig se murió y pensaron que había sido Alfred, publicaron la noticia como “El mercader de la muerte ha muerto”. No, no, no, pues eso ocasionó que los remordimientos no dejaran en paz al pobre hombre.

Quiero decir pobre, obvio en sentido figurado, porque dejó en su testamento, una fortuna destinada a repartirse en premios anuales para aquellos hombres y mujeres cuyas aportaciones en las áreas de física, química, fisiología o medicina, literatura y paz, hicieran de este mundo, un mundo mejor. La idea sonaba tan bien, que tiempo después, hasta el banco central sueco donó una gran suma de dinero para que se instaurara un premio especial en ciencias económicas. Se aceptó la donación y se agregó dicha categoría, sin embargo, se acordó no volver a permitir la creación de nuevos premios.

Es verdad que toda la historia que acompaña los Premios Nobel está llena de datos curiosos, misticismo, ideas románticas, pero, sobre todo, está plagada de polémica. Hay un sinfín de historias y estadísticas que podrían hacer que cualquier persona interesada en el tema pueda pasar horas haciendo conjeturas y sorprendiéndose de los acontecimientos que han tenido lugar en los más de 100 años que tienen repartiéndose los premios.

La edición de este año, no fue la excepción en ninguno de los adjetivos que distinguen estos famosos premios. En esta ocasión, estuve al pendiente de la transmisión en vivo por Internet y así me enteré que, en la categoría de física, los galardonados, David Thouless, Duncan Haldane y John Kosterlitz, aportaron teorías sobre nuevos estados exóticos que puede adoptar la materia (además del sólido, líquido y gaseoso) y el desarrollo de sus procesos inusuales con aplicación tanto en la ciencia de materiales como en la electrónica. De repente, me sentí en una película de ciencia ficción cuando presentaron a Jean Pierre Sauvage, Fraser Stoddart y Bernard Feringa, ganadores del premio de química por el descubrimiento de las “maquinas moleculares”, es decir, moléculas con movimientos controlables que sin duda están revolucionando la industria, medicina y servicios eléctricos. También así supe que, en una de mis categorías favoritas, la de fisiología o medicina, el ganador fue Yoshinori Ohsumi. Este señor japonés está estudiando un proceso celular llamado “autofagia” y ha abierto un nuevo campo de investigación que puede ser aplicable en estudios sobre el cáncer, enfermedades infecciosas e inmunológicas, e incluso acerca del envejecimiento.

Después, la ceremonia se puso muy intensa cuando Patti Smith cantó en ausencia de Bob Dylan. Este famosísimo cantante estadounidense, fue el gran ausente al no acudir a recibir su premio en la categoría de literatura “por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición americana de la canción”. Para finalizar la entrega de los premios en Estocolmo, se comentó sobre las “contribuciones a las teorías del contrato” hechas por Oliver Hart y Bengt Holmström. Lo estudios de estos economistas me hicieron pensar en el amplio abanico de aplicaciones de sus resultados, y a las relaciones entre los seres humanos, habitualmente, están cubiertas de contratos a diferentes niveles. Por su parte, el controvertido premio de la paz, fue otorgado en Oslo, Noruega, a Juan Manuel Santos, actual presidente de Colombia, “por sus grandes esfuerzos para finalizar la guerra civil de más de 50 años en Colombia”.

En fin, esta pequeña reseña, ha sido creada con la intención que, similar a una caja de Pandora, se desaten los espíritus de la curiosidad de los lectores. Por mi parte, después de ver la transmisión de la ceremonia de este año, puse los dedos en la pantalla de mi celular, hasta que se le acabó la pila, buscando más información que pudiera mostrarme hasta dónde han llegado el remordimiento de un millonario.

 




La poesía en la música y el cine: cinco acercamientos a músicos poetas

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Bob Dylan con D. A. Pennebaker, al fondo, filmando Don’t Look Back. Fotos: Internet.

Colaboración Especial

Por Lefteris Becerra

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Las controversias que desató el que la Academia Sueca le otorgara a Bob Dylan el Premio Nobel de Literatura no han parado. Para muchas personas del mundo académico resulta inadmisible. Para quienes —como el cineasta y poeta lituano Jonas Mekas— saben que la poesía no sólo ocurre en los libros dedicados a ella, el premio es una fresca constatación de ello que abre los ojos hacia aquellos espacios en los que ocurre la poesía sin que medien los medios comunes para ello. Para los seguidores de la música folk o el folk rock, el Nobel debió decantarse por otras figuras como Leonard Cohen. En fin, que el anuncio desde Estocolmo no parece terminar con el enfrentamiento de las reacciones. Y el silencio de Dylan es el telón de fondo para todo ese barullo del que las llamadas redes sociales se han hecho eco.

Mientras que se dirime en círculos especializados si estuvo bien o no el reconocimiento literario otorgado a un cantante popular, desde hace décadas, los artistas y muchas personas en el mundo aprecian la creatividad poética de Dylan. Al iniciar su carrera a principios de la década de 1960, no estaba claro cuál sería el alcance de su poder creativo. Estaba en pleno desarrollo. Y hubo quien desde entonces se percató de las dimensiones de la figura de ese joven delgado y desaliñado, que al tomar una guitarra, una armónica o un piano, era capaz de ofrecer una mirada sobre el mundo que era a un tiempo crítica y bella.

Uno de los testigos del crecimiento creativo y el potencial que encerraba Dylan, fue el director de cine estadounidense D. A. Pennebaker. Su opus noveno es el filme que conocemos bajo el título Don’t Look Back, un registro de la gira de Dylan por Gran Bretaña en 1965. A esta cinta que ya cumplió 50 años de realizada se le considera la primera de un género que es muy gustado y que cuenta con ejemplares extraordinarios a lo largo de ese medio siglo de existencia: el rockumental. No se trata de la grabación de un concierto —aunque no falta el pietaje dedicado a, por ejemplo, su apoteósica presentación en el Royal Albert Hall—, ni de una biografía, sino de cine directo, que intenta captar la frescura del personaje en múltiples espacios y momentos en los que atraviesa por diferentes estados anímicos, departiendo con amigos, fanáticos o los medios de comunicación.

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El resultado es un brillante documento que marca la transición entre un Dylan que ya era célebre por la calidad de su música folk, hacia otro que va a acercarse en el futuro mucho más al rock no acústico y que se convertirá en la figura que hoy despierta pasiones a favor y en contra. El registro de Pennebaker cuenta con muchos aciertos y contribuye en la creación de la persona Dylan que no es ajena a los momentos de crueldad —como cuando en un mano a mano improvisado con el cantante Donovan, le espeta su canción “It’s All Over Now, Baby Blue”, ganando la pelea contra la cursilería por nocaut—, ni a las reacciones de creatividad espontánea del insolente Dylan. La secuencia inicial del filme es uno de los momentos icónicos del rock, con Dylan tirando cartulinas con palabras de la canción “Subterranean Homesick Blues” que se escucha en la banda sonora. Para hacer más memorable la escena, al fondo se ve al poeta beatnik Allen Ginsberg conversando con otra persona.

Décadas antes de que se inventara el video musical a lo MTV, Pennebaker y Dylan crearon estas imágenes que se usaron para promocionar el filme, el famoso trailer o avance, como lo conocemos. Don’t Look Back será función de apertura del ciclo de noviembre en el cineclub Medusa de la Red de Cineclubes de La Paz. Para continuar, se proyectarán otros tres rockumentales y un ensayo cinematográfico.

La vida y obra de la artista estadounidense Patti Smith, conocida por su aproximación poética al rock desde el punk, en el filme Patti Smith: Dream of Life (Steven Sebring, 2008); luego tendremos Leonard Cohen: I’m Your Man (Lian Lunson, 2005) que es una mezcla de tributo de diferentes artistas y grupos de la escena del rock como Nick Cave y Antony de Antony and the Johnsons, con pasajes documentales sobre quien ha grabado 14 discos de estudio, ha publicado una decena de libros de poesía y dos novelas y que dijo al enterarse del Nobel para Dylan —atajando la falsa polémica creada por algunos de sus fanáticos que lo preferían a él para el laurel—: “es como prenderle una medalla al Everest por ser la montaña más alta”, lo cual clarifica la perspectiva irónica que estos personajes tienen de semejantes “acontecimientos”, amén del elegante reconocimiento a Dylan.

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Dylan y Patti Smith.

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Leonard Cohen.

Seguirá el ciclo con la proyección de otras dos piezas estupendas: Corazón de perro de la artista multidisciplnaria Laurie Anderson, que recibiera la comisión del canal cultural franco-germano Arte para su realización. El resultado es un ensayo cinematográfico que pinta de cuerpo entero el talento y la creatividad de la también cantante y escritora. Es un ejemplo rotundo de cómo no es necesario ni siquiera escribir versos para desplegar la poesía que caracteriza todo lo que esta artista estadounidense toca. En sus diferentes visitas a nuestro país, quienes hemos tenido el privilegio de asistir, hemos sido testigos de esa cualidad que se manifiesta en los sonidos de su violín eléctrico, en sus breves pero encantadores cuentos y ahora en la forma fílmica. Baste decir que Laurie Anderson estuvo casada con el rockero Lou Reed y del que quedó viuda el pasado 27 de octubre de 2013, y esa pérdida, junto a la de su perra Lolabelle, le sirven de inspiración para un documento poético de largo aliento.

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Laurie Anderson y Lou Reed.

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Lou Reed y Laurie Anderson.

El filme de Laurie Anderson fue estrenado en 2015 en el Festival de Cine de Telluride y en el de Venecia con el aplauso crítico casi unánime y universal. Sólo se ha mostrado en la Ciudad de México y será una ocasión espléndida poder disfrutarlo en La Paz. Por último, para cerrar el ciclo de forma magnífica, el quinto martes de noviembre, el 29, proyectaremos un documental dedicado a examinar la figura del autodenominado Profeta del nopal, Rockdrigo González, músico poeta tampiqueño —aunque defeño por vocación y adopción. El célebre músico que muriera trágicamente, según la versión chocarrera de la banda chilanga, “de un pasón de cemento” —aplastado por el concreto del edificio de Tlatelolco en el terremoto de 1985.

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Rockdrigo.

Quienes ya han escuchado las composiciones de Rockdrigo y gustan de su lírica, podrán ver un buen documental dirigido por Rafael Montero (autor de Cilantro y perejil, entre otros filmes) en el 2004, y quienes no saben de la existencia de este portento del género rupestre, tendrán ocasión de descubrirlo con material de archivo espléndido que nos recupera la memoria de la trayectoria trágica de un talento poético sin par.

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¿El Premio Nobel de Literatura para Bob Dylan?

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

El pasado 13 de octubre será recordado por muchos de nosotros como el día que la Academia Sueca decidió otorgar a Bob Dylan el premio Nobel de Literatura 2016 y con ello al mismo tiempo el rompimiento con la tradición —para muchos correcta, para otros acartonada— de sólo dárselo a novelistas, cuentistas, poetas, cronistas, dramaturgos y ensayistas. Por supuesto, era claro que tal bomba generaría comentarios a favor y en contra, suspicacias, sentimientos encontrados, desconciertos, alegría y argumentos sólidos sobre la aportación literaria de un músico.

El Nobel, creado en 1895 a partir de las disposiciones del industrial Alfred Nobel antes de morir, se comenzó a entregar en 1901, en las categorías de Física, Química, Fisiología o Medicina, Literatura y Paz; fue a partir de 1968 que se incluyó el Premio en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel, y al que se le conoce equivocadamente como Premio Nobel de Economía.

La tónica había sido, en el caso del Premio de Literatura, otorgarlo a un escritor o escritora cuya aportación haya sido notoria y ejercido influencia en su lengua. Muchos que debieron recibirlo, en opinión de críticos y pensadores, sólo fueron nominados o algunos ni siquiera fueron mencionados. Uno de los que más se recuerda es Jorge Luis Borges, quien jamás lo recibió —ya hay algunos que dicen, sarcásticamente, que Borges debió pensar en la composición de tangos—. Pero, bueno, este año la noticia es Bob Dylan, cuya propuesta ante la Academia Sueca data desde 1995 y que hasta este año ya llevaba más de diez veces nominado. Sin duda la influencia de Dylan es evidente por donde se le vea, porque Dylan es Dylan y no necesita respaldos de premios porque la inmortalidad ya la tiene ganada a pesar de sí mismo. Algunos dicen que es el reconocimiento a toda una generación que fue un punto de quiebre en la historia no sólo de los Estados Unidos, sino del resto del mundo occidental. Está claro que el premio se lo dan no por su actividad como músico, sino por las letras de sus canciones, a las que ahora tendremos que ponerle más atención, y tal vez iniciar un trabajo de traducción para quienes no conocen su obra poética. Ahora Dylan no será recordado como el músico que influyó en muchas generaciones —y que continúa haciéndolo—, sino el poeta, el bardo, que con sus composiciones supo llegar a todos los oídos y sensibilidades sociales.

Algunos opinan que la Academia Sueca necesitaba un golpe mediático para resucitar de sus cenizas, pues los últimos premios pasaron sin pena ni gloria o de noche, que nadie se acuerda ni siquiera quién fue el del año anterior; lo cierto es que el de este año rompió con un paradigma, y el Premio Nobel de Literatura ya no será visto como antes, y ahora estaremos a la expectativa de a quién se lo dan en los próximos años.

Por mi parte, celebro, en definitiva, que Bob Dylan sea reconocido con tan alto honor, pues la poesía tiene múltiples formas de manifestarse, de expandirse, un modo de no quedarse oculta en los libros, con versos sordos que nada dicen, que nadie atiende. Ahora sí, tal vez, los poetas pensarán más en comunicar que en regodearse en sus juegos intelectuales sin sustancia ni horizonte. Y eso no quiere decir que deban tomar una guitarra y volverse compositores, sino rapsodas verdaderos que son capaces y valientes de trascender sus miedos y narcisismos intelectuales.