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¿Dónde y cómo observar lluvias de estrellas?

FOTO: fabiodevilla | Shutterstock

Científicamente divertido

Por Miguel Ángel Norzagaray Cosío

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Tan frecuentes como interesantes para los aficionados y el público en general, las lluvias de estrellas a menudo pasan inadvertidas o sorprenden a campistas y trasnochados. Pocos conceptos básicos y cualquiera podrá disfrutar de este fenómeno astronómico con mayor seguridad. Veamos qué son y cómo observarlas.

¿Qué es?

Es la entrada a la atmósfera terrestre de pequeños restos dejados en el espacio tras el paso de algún cometa. Al acercarse al Sol, la radiación y el viento solar excitan la superficie del cometa, que libera materiales volátiles, arrastrando sólidos. La Tierra, en su movimiento de traslación alrededor del Sol, choca con esas enormes nubes de polvo y pequeños trozos de material. En su mayoría son pequeños, como la arena, pero puede haber mayores, como granos de arroz o frijol.

El sentido común nos hace pensar que se destruyen por fricción, pero esto no es así en realidad. Al aproximarse a la Tierra, llegan a capas atmosféricas compuestas por gas a baja densidad. La luz que vemos y llamamos estrella fugaz no es más que los gases atmosféricos ionizados, tras calentarse por la presión que ocasiona cada meteoro por la velocidad con la que entra a la atmósfera, como a 100 kilómetros de altura. Eventualmente, la cercanía con este calor termina desintegrando la diminuta piedra, convirtiéndola en gas y polvo.

Cuando el cometa que deja tal nube de partículas es periódico y regresa, nutre la nube, enriqueciendo la lluvia de estrellas asociada. En esos casos, pueden ofrecer espectáculos formidables, aumentando de manera notable la cantidad de meteoros por hora que se pueden observar. Ocurren las así llamadas tormentas meteóricas. Se da nombre a la Taza Horaria Zenital a la máxima cantidad de meteoros que se observan durante una hora en condiciones ideales (lejos de la ciudad, sin Luna ni fogata).

Estas nubes que dejan los cometas a su paso pueden ser tan grandes que la Tierra, que viaja como a 30 km/hr, tarda días en atravesarlas. La fecha donde suelen observarse la mayor cantidad es la que indica, pero días antes y después también pueden observarse, aunque en menor cantidad.

¿De dónde salió el nombre?

Un observador cuidadoso, podrá darse cuenta de que las estrellas fugaces asociadas al mismo cometa, parecen surgir de un punto fijo en el espacio, tal y como se ilustra en la imagen siguiente:

A ese punto que parece el origen de todas, se le llama radiante. Cada lluvia de estrellas tiene su propio radiante y la constelación donde se ubica el radiante es la que da nombre a cada lluvia. Así, las Gemínidas tiene radiante en Géminis y las Leónidas en Leo.

Con el paso de los años, las nubes de polvo en el espacio van rotando y dispersándose de complicadas maneras alrededor del Sol, por lo que las coordenadas del radiante pueden ir cambiando poco a poco.

¿Dónde y a qué hora observarlos?

Todos hemos visto estrellas fugaces. Es algo tan rápido que, en cuanto la anunciamos sorprendidos, desaparece antes de que quienes nos acompañan puedan voltear a observarlas, excepto algunos casos de bólidos más grandes y duraderos. Cuando los interesados en disfrutar de estos fenómenos salen a observarlos, es común observar el cielo desde temprana hora de la noche. Sin embargo, lo primero que hay que buscar es la constelación donde se encuentra el radiante. Si tal constelación sale del horizonte a las 10 de la noche, podrán comenzar a verse algunos meteoros, pero cerca del horizonte son menos visibles. Es necesario esperar varias horas a que el radiante se eleve en el cielo, de ser posible al máximo, lo que se llama su culminación. Por eso, la mejor hora para observar lluvias de meteoros es luego de la media noche.

Esto se ilustra en la siguiente figura:

Lluvias de estrellas importantes

Se sospecha que hay cientos de lluvias de estrellas, pero de manera sólida se conocen poco más de 100, con radiante bien definido y cuya evolución se ha seguido por años. De estas, podemos decir que las más evidentes son poco más de 10. La lista a continuación muestra las cinco más profusas y fáciles de observar.

Nombre Fecha del máximo Taza Horaria Zenital
Cuadrántidas 3 de enero 120
Gemínidas 14 de diciembre 120
Perseidas 12 de agosto 100
Eta Acuáridas 5 de mayo 60
Oriónidas 21 de octubre 23

Más lluvias de estrellas y parámetros precisos pueden consultarse en la Wikipedia o en la liga del apartado siguiente. También hay una buena referencia de otras lluvias en el calendario lunar que edita Lonnie Pacheco y que puede conseguirse en la Sociedad Astronómica Mira.

Un paso más

Si se planea ir a observar una lluvia de estrellas, no cuesta mucho hacer un esfuerzo adicional y marcar la diferencia. El paso importante para que nuestra lúdica experiencia se transforme en ciencia es registrar lo que se hizo, comenzando por contar los meteoros durante al menos una hora.

Estas sencillas observaciones y registros, que ocurren al mismo tiempo en diversos lugares del planeta, permiten determinar y modificar la Taza Horaria Zenital de cada lluvia de estrellas. De esto se encarga la Organización Internacional de Meteoros, quien pone a disposición de los observadores sencillos formatos para que su observación se registre y cuente como reporte científico.

Si se desea mejorar aún más la práctica, hay dos cosas que se pueden hacer. Los observadores pueden colocarse cómodamente sentados espalda con espalda para dividirse el cielo. Si son muchos, varios observadores por región del cielo puede ser conveniente, mientras cada uno lleve su propio registro (y no se estén peleando por cuántas lleva cada quien o si me tocaba o no).

Además, si cada observador tiene su carta celeste, puede dibujar ahí el trazo en el cielo de cada meteoro, lo que permite estimar el radiante.

No hay duda de que las lluvias de estrellas son vistosas. Tirados en la arena, sentados en una silla o acostados sobre un carro en el monte, hay muchas maneras de disfrutar de este fenómeno.




Astronomía en época de ciclones; alternativas para esos días nublados

Tormenta tropical “Lidia” sobre BCS. IMAGEN: NASA.

Científicamente divertido

Por Miguel Ángel Norzagaray Cosío

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). A  muchos nos gusta la astronomía. La temporada de lluvias es una época donde la naturaleza se contrapone a nuestros intereses de manera constante. ¿Estamos obligados a aguardar impacientes que se terminen los nublados intermitentes y difíciles de pronosticar? No necesariamente. El aficionado realmente interesado siempre encuentra maneras de disfrutar de la astronomía, aún sin salir de casa.

El verano paceño —y sudcaliforniano en general—, suele ser caluroso, con cielos despejados la mayor parte del tiempo, como ocurre en casi todo el Noroeste. En otros lugares del país, las lluvias constantes mantienen nublado el cielo durante muchos días. Aún si las nubes no son tan densas, ocurren  velos que, si bien permiten percibir planetas y estrellas brillantes, no se observa ningún detalle adicional, por lo que no es redituable salir de la ciudad si no se va a ganar nada con un cielo más oscuro.

Tormenta tropical Lidia, imágenes desde La Paz. FOTOS: Modesto Peralta Delgado.

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En Sudcalifornia, aunque no suele haber mucha lluvia de temporada, la excepción ocurre cuando se forma un evento meteorológico de baja presión, una depresión que puede convertirse en una tormenta tropical e incluso un huracán. Es claro que cuando un fenómeno de estos azota directamente a la población, las actividades se trastornan dependiendo de la fuerza, haciendo imposible muchas actividades, incluidas las astronómicas.

Cuando no llegan directamente, pero pasan cerca, suelen dejar humedad en la región o directamente bandas nubosas desprendidas de las regiones que rodean el ojo del huracán —de ‘la muralla’, como se le llama. Estas bandas nubosas son fáciles de anticipar con la moderna tecnología de imágenes satelitales, fáciles de consultar desde cualquier dispositivo con Internet.

Las mismas precipitaciones son predecibles hasta cierto punto. Por ello, siempre se habla de probabilidad de lluvia. Por ejemplo, se comenta: “hay 60% de probabilidad de precipitaciones para la tarde.” Aun cuando se garantiza lluvia al 100%, lo que se dice es que de seguro llueve en algún lugar, pero no en toda la región, de donde es frecuente la queja de que anunciaron lluvias y no pasó nada, aunque haya llovido en una región distinta a la nuestra.

Con humedad circundante, fácil de distinguir en imágenes satelitales infrarrojas, es común que haya condensaciones y se formen nubes, cuando la temperatura baja. Por ello en ocasiones amanece con nubosidades que se disipan al subir el Sol.

Entonces, ¿qué hacer?

Los astrónomos, profesionales o aficionados, no podemos observar el cielo y ni queremos arriesgarnos a planear un campamento de observación cuando estas condiciones se presentan, pero sí son una oportunidad para llevar a cabo otro tipo de actividades interesantes. Estas pueden ser tan variadas, amenas y productivas como se desee y van desde observar con telescopios manipulados por Internet hasta el uso de simuladores para preparar observaciones futuras. Las siguientes son una muestra de estas actividades.

Si se insiste en observar a toda costa, se puede hacer uso de telescopios virtuales. Dos buenos ejemplos son el proyecto GLORIA , SkyView de NASA o el telescopio global; aquí otro ejemplo similar.  Hay diferencias de unos a otros en cuanto a funcionalidad y lo más interesante es que a veces permiten el desarrollo de proyectos como el de la búsqueda de asteroides cercanos a la Tierra.

Quienes no necesariamente quiere observar, pero sí contribuir con la ciencia, basta que se conecten al sitio de ZooUniverse, donde se pueden encontrar gran variedad de formas de colaborar con los profesionales. Es tan grande la cantidad de imágenes que se obtienen cada día en todo el mundo, que la labor de analizarlas rebasa a los astrónomos, por lo que se recurre al público para que realicen tareas que requieren paciencia y un periodo de entrenamiento pequeño, que se da en línea. Ahí se puede ayudar en el descubrimiento de cometas, supernovas, clasificar galaxias y muchos más.

También hay quien prefiere aprovechar este tiempo para prepararse mejor y hacer observaciones bien planeadas una vez que termine la época de nublados. No es agradable darse cuenta de que hay un evento interesante en el cielo y no estamos preparados para observarlo. Peor aún, enterarse de que ocurrió hace pocos días, viendo publicaciones de otros aficionados que sí hicieron su tarea a tiempo. Estudiar el cielo con simuladores como Stellarium siempre es útil y provechoso, tanto como mantenerse al día sobre nuevos accesorios y técnicas de observación.

Es durante esta época de nublados cuando en muchos observatorios se programan labores de mantenimiento de equipo y prácticamente nada de astronomía observacional, excepto cuando se trata de radioastronomía, que no es afectada por las nubes. Lo mismo es posible para los aficionados, dedicar tiempo para mejorar las condiciones de nuestros instrumentos, o reducir datos de observaciones previas que estaban en espera de tiempo libre.

Adicionalmente, nunca está de más aprender algo de meteorología. Suele resultar interesante y de gran utilidad cuando uno tiene intereses serios en astronomía.  La meteorología ofrece varios aspectos que son dignos de ser estudiados, desde las mismas formas de las nubes, los fenómenos de difracción ocasionados por la atmósfera y la evolución de las masas nubosas. Además, las nubes también tienen su encanto estético, que disfrutamos desde la infancia, al buscarles forma, particularmente en los cúmulos. Tan sólo busque el lector en Google lo que es una ‘nube yunque’, a cada rato se ven de ese tipo aquí en La Paz.

Así que no hay que lamentarse, al mal tiempo buena cara, desde observar nubes y a aprender de climatología hasta actividades de escritorio como procesar la información de observaciones previas o planear los siguientes eventos dignos de observarse.




Yo vi el eclipse de Sol de 1991. La inolvidable noche de un mediodía

FOTOS: Internet.

La Paz, Baja California Sur (BCS). Hoy se cumplen 26 años del famoso eclipse de Sol de 1991, que se vio en buena parte de Baja California Sur. ¡Caray, hace tanto, que cuesta trabajo rastrear en mi memoria cuando contaba con sólo 13 años! Sin embargo, fue una experiencia tan única —perdón la redundancia— en mi vida, que hay partes que simplemente nunca se olvidarán.

Los sudcalifornianos fuimos afortunados. La escena celestial —más bañada de misticismo que de ciencia— de poco más de seis minutos parecía sacada de una leyenda: se oscureció totalmente el mediodía, y recuerdo que hasta los gallos cantaron en el ‘segundo amanecer’ de ese 11 de julio de 1991. Hubo toda una parafernalia antes y después, y después, también, ¡nos preguntábamos si alguien no se había quedado ciego!

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Estaba yo en Ciudad Constitución, donde nací y viví toda mi infancia y juventud —entonces, estaba en la Secundaria “Ricardo Flores Magón”. El fenómeno había sido publicitado por todos los medios existentes —entonces, la poderosa televisión (léase Televisa): ni cuando haber el impacto del Internet—, y si algo acompañó siempre a la información del eclipse total de Sol, era ¡no verlo directamente, pues te podías quedar ciego! Creo que la campaña funcionó muy bien, pues nunca supe de alguien que haya quedado así tras el evento.

Acá entre nos: yo volteé un par de segundos cuando se eclipsó totalmente y también cuando estuvo a punto de. No presumo la irresponsabilidad, pero yo estaba enajenado por el fenómeno natural que juré que no me lo perdería en su punto más impresionante, y no me aguantaba de preguntar cuándo “ya” podía voltear, así que fue también poco antes. Sabía que estaba ante uno de los espectáculos más inolvidables de mi vida. Dije que batallaría para recordarlo, pero veo que no: el eclipse de Sol no se me olvidará nunca.

Y bueno, la familia nos fuimos en caravana a la casa de mis tíos Samuel y Lupe. No sé, como que era algo especial para estar en bola. Desde antes, en la casa de mis papás, se veían formarse lentamente las caprichosas formas de luz que se proyectaban en el piso y la tierra. Mientras se iba eclipsando en el cielo, en el suelo, poco a poco, si estabas en a la sombra de un tejabán con algunos agujeros, o debajo de un árbol —en mi caso, lo vi de abajo del guayabo y los naranjos del patio—, esos círculos de luz que daba naturalmente el sol, empezaban a menguarse. Por todos lados donde hubiera agujeros ¡se vieron medias lunas de luz!

Ya en casa de mis tíos, íbamos, niños y adultos, en bola al patio, con algunos lentes que se habían repartido, unas placas de radiografía que hasta doblamos a la mitad para darle ‘más filtro’ y hasta alguna mascareta para soldar. Yo pude verlo formarse poco a poco. De reojo, con esos filtros, y con mucho miedo de quedarme ciego, pero al mismo tiempo, la emoción, que creció gradualmente al ver pardearse el cielo en pleno mediodía. No hay mejor forma de describirlo: atardeció y oscureció en minutos para dar paso a otra luz de amanecer.

Y no recuerdo bien cuánto sería, pero fueron unos segundos, lo que vi directo al cielo el eclipse solar total, cuando, se supone, ya no te haría ningún daño, pero había qué volver la vista pues en cuanto pasara los rayos que dejaría serían peligrosos. Ahí estaba el anillo de luz en el cielo: la Luna exactamente en medio del Sol y la Tierra. Todo oscuro alrededor. Una extraña coincidencia y una maravilla visual. No estuve en medio de ningún ritual, ni en un lugar especial o rodeado de mucha gente, era sólo un muchacho de 13 años en la casa de sus tíos en un pueblo que ya tenía algo que contar en su Historia.

Luego, en el horizonte se veía la alborada. Los gallos de mi tío cantaron. Regresamos a casa más tarde —¿o debo decir, en los primeros minutos del día siguiente? La televisora aún transmitía el fenómeno —recuerdo que hasta entonces conocí la existencia del poblado La Matanza, desde donde Televisa dio una especial cobertura. La Luna se le había atravesado al Sol y esa línea oscura se dejó ver desde Hawái hasta Sudamérica. Sí, los sudcalifornianos fuimos muy, muy afortunados. Los que lo vimos es probable que jamás lo volvamos a ver.




El periodo romántico de la astronomía

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Urano. Imágenes: Internet.

Científicamente divertido

Por Miguel Ángel Norzagaray Cosío

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Tenemos la costumbre de ponerle nombre a todo. Esto incluye los periodos históricos, como El Renacimiento, el Medievo y muchos otros. En el caso de la historia de la astronomía, también sus diversas etapas han sido separadas y (etiquetadas) nombradas dependiendo de la manera de ser desarrollada o por otras causas. Existe el llamado periodo romántico y lo mencionaremos brevemente, aprovechando la fecha. Cabe aclarar que, al ser una ciencia, objetiva como cualquiera, romanticismo como tal no aparece, sólo los que nos movemos en estas aguas somos capaces de ver algo romántico, así como aquellos que en serio buscan ese extra en todas las cosas. Sirva también este breve texto para hacer ver que, en ocasiones, a los científicos les gana su naturaleza humana oportunista y chapucera.

Antes del romanticismo ¿qué?

En esta época, unos 50 o 60 años previos a 1800, hubo una evolución de la manera de desarrollar algunas ciencias. La formalización y el deseo de realizar descubrimientos empleando principalmente la observación y la razón. Fue la época productiva de la familia Herschel, que dedujeron la forma lenticular de la Vía Láctea, nuestra galaxia.

En este periodo también se descubrió el planeta Urano, que ya había sido observado y aparecía en diversos mapas celestes como una estrella. Es curioso que fue el primero en descubrirse, pues los anteriores ya eran conocidos desde la antigüedad, por ser visibles fácilmente a simple vista. Por ello, Herschel obró con cautela y anunció un nuevo cometa. Noches de observación revelaron un disco bien definido y una órbita lenta para ser cometa, así que se admitió como el séptimo planeta del sistema solar. ¿Habrá otros? Era una pregunta válida.

La independencia con la que la astronomía comenzó a desarrollarse, alejada de influencias no naturales (cosas metafísicas o de orden religioso) la hicieron blanco de ataque de diversos grupos, particularmente de algunos filósofos positivistas, que creían razonable que fuera imposible poder conocer jamás la composición química de las estrellas, decían que sólo sería posible conocer sus distancias y posiciones geométricas.

El romanticismo

Luego de trabajar de manera racional ante todo, e incluso de exagerar en esta postura en algunos casos, rechazando otros métodos, comienzan los intentos por hacerlo a un lado tal racionalismo y llega el periodo romántico. Es un intento por hacer descubrimientos con mayor libertad, sin estar encasillados con un método único. Una apertura en la forma de desarrollar, que llamaba mucho la atención en las nuevas generaciones de astrónomos y científicos de ciencias afines.

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Los descubrimientos de esta época son muchos: catálogos más detallados de miles de estrellas, el periodo orbital de muchos cometas, la luz ultravioleta, la distancia de la primera estrella o el movimiento del Sol en la galaxia. Muchos pasaban horas observando el cielo y cotejando cartas celestes, tratando de descubrir otro planeta o algún fenómeno nuevo.

El polémico descubrimiento de Urano

De los más notables, y que habla de la manera como algunas cosas se desarrollaban, fue el descubrimiento del planeta Neptuno. Tras ser descubierto Urano, muchos comenzaron a observarlo y a comprobar las Leyes de Kepler del movimiento orbital, que todo planeta cumplía a excepción de Mercurio. De gran utilidad fueron las tablas astronómicas de Bouvard, que incluían la órbita de Urano.

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Urano.

Poco tiempo se necesitó para que encontraran que Urano no cumplía del todo con las famosas Leyes del movimiento, así que surgieron diversas hipótesis incluyendo la posibilidad de que estuvieran incorrectas las Leyes de Newton, particularmente la del inverso del cuadrado. La hipótesis de mayor peso fue que otro objeto lo estaba perturbando, tal vez otro planeta no descubierto aún. A partir de la segunda ley de Newton, Le Verrier calculó en 1846 la posición aproximada de nuevo objeto y Johann Galle, en el observatorio de Berlín, lo encontró el 23 de septiembre, la misma noche en que se recibió la solicitud de Le Verrier, a un grado de distancia de la estimación. Fue llamado Neptuno, primer planeta descubierto primero en el papel. Al igual que Urano, ya había sido observado desde al menos dos siglos antes y lo habían incluido en mapas celestes, como “34 Tauri”.

El problema mayor fue la disputa entre francés e ingleses por adjudicarse el descubrimiento. Un año antes de Le Verrier, John Adams ya había hecho cálculos de su posición. El joven matemático inglés, hijo de granjeros, se entrevistó con el astrónomo James Challis, director del observatorio de Cambridge, para que buscara el nuevo planeta en la dirección estimada. Challis dio poca importancia al trabajo y se lo quitó de encima dándole una carta de recomendación para que fuera a buscar a George Airy, astrónomo real. Adams no lo pudo ver jamás y lo único que hizo fue dejar sus cálculos en casa del importante personaje.

Tiempo suficiente para que Le Verrier y Gaulle descubrieran Urano. Curiosamente, Le Verrier también había acudido con James Challis, quien de nuevo se desatendió del asunto.

Una vez que se supo que los alemanes habían encontrado el nuevo planeta a partir de cálculos de los franceses, los ingleses comenzaron lo que sería una larga alegata con respecto a la prioridad del cálculo de Adams. Se trata posiblemente del mayor pleito que se ha dado en el mundo de la astronomía por la autoría de un descubrimiento.

En esa época, se optó por adjudicar el descubrimiento tanto a Adams como a Le Verrier, pero la historia no terminó ahí. Se sabe que quienes trataban de encontrar información al respecto en los archivos históricos ingleses encontraba que la información oral mencionaba al matemático Adams como el que sufrió una injusticia que fue resarcida adecuadamente.

La verdad sale a la luz

Esta imagen comenzó a cambiar a mediados del siglo XX, cuando ciertos documentos que se habían mantenido en secreto salieron a la luz. En 1954, el astrónomo Marshall Smart recibió algunos papeles que fueron revisados por Rawlins, quien anunció que los ingleses habían falseado algo de la información.

No todos los documentos estaban en dicha colección. Algunos sabían de un expediente llamado archivo Neptuno guardados en la biblioteca del observatorio de Greenwich. Curiosamente, esta información era negada cada que se solicitaba. Todo indica que el archivo había sido solicitado por un astrónomo que olvidó devolverlo y que se había mudado varias veces a diversos países y se encontraba trabajando en cerro Tololo, Chile. Tras morir de un ataque cardiaco, el observatorio de Greenwich fue informado y Adam Perkins fue a Chile, donde encontró el expediente perdido.

De los documentos se supo que Adams no era un matemático de bajo perfil, sino bien conocido y que sus resultados originales distaban 20 grados de la posición de Neptuno. Tras leer los de Le Verrier modificó los suyos.

Luego de este descubrimiento, quedan muchas preguntas. ¿La figura de Adams fue utilizada por ser un matemático notable para urdir un fraude? ¿Estaba Adams consciente de esto? ¿Quiénes idearon tal mentira?

Aún falta investigar algunas cartas personales de la época, pertenecientes a la familia Herschell, que hace pocos años se supo que existían. Por lo pronto, lo más importante es que ahora sabemos que quien descubrió Neptuno fue Le Verrier.

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Le Verrier.

 




¡Un telescopio como regalo de navidad! Ahora, ¿qué hago?

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Científicamente divertido

Por Miguel Ángel Norzagaray Cosío

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Tener un telescopio es el principio de grandes descubrimientos y de momentos de asombro compartido. Ello requiere un conocimiento mínimo de dos cosas: uso del telescopio y conocimiento del cielo. No cumplir estos dos requisitos equivale a tener carro sin saber manejarlo ni conocer la ciudad. De estas dos tareas, aprender a usarlo es lo más sencillo, porque conocer el cielo (o la ciudad, si seguimos con el otro ejemplo) puede llevarnos toda la vida. Revisemos una por una.

Usando un telescopio

Primera recomendación: NO VER EL SOL CON EL TELESCOPIO.

El telescopio colecta luz y la concentra en un pequeño círculo que es lo que nuestro ojo ve. Hay varios tipos, siendo el más conocido el modelo que usaba Galileo: un tubo largo de unos 6 centímetros o más de ancho, con una lupa en un extremo, llamada objetivo (o lente primaria). En el otro extremo, donde la lupa concentra la luz, se coloca una pequeña lupa conocida como ocular (la lente secundaria). Comúnmente termina en forma de L, con la intención de que sea fácil observar cunado el telescopio se apunta a objetos sobre nuestra cabeza. De otra forma, habría que estar casi acostado para asomarse por el ocular. También en este extremo del telescopio está otro tubo delgado llamado buscador que es como otro telescopio mucho más pequeño, destinado a encontrar rápidamente objetos que queremos observar, de ahí el nombre. Es la forma del clásico catalejo de pirata, con la diferencia que para usarlo sin que se mueva tanto se usa un tripié, adatándolo con lo que llamamos montura.

Cada telescopio suele comprarse y tener desde el inicio varios oculares intercambiables, de diferente tamaño que aparece escrito en la parte superior. Tamaños comunes son 25 o 20 mm para el mayor, 4 mm para el menor y en ocasiones alguno intermedio de 12 mm. El que se debe emplear para observar es el mayor, pues es el que aumenta menos el tamaño de los objetos y por lo mismo encontrarlos con el telescopio es más fácil. Sólo cuando un objeto está centrado en el ocular mayor, se cambia con mucho cuidado a uno de menor tamaño para que el acercamiento aparente sea mayor y distinguir más detalles. Con el tiempo, el aficionado entiende que es mejor una imagen pequeña y nítida a una grande que se ve borrosa y tiembla en exceso.

Cuando se gana experiencia apuntando con un telescopio, encontrar objetos es bastante fácil y el buscador se utiliza poco. Pero al inicio es de vital importancia su uso. Para ello, primero es necesario alinear ambos tubos lo más perfectamente posible. Primero se busca algún objeto fácil de apuntar con el telescopio, como un poste, una antena, un cerro o una construcción y luego se usan los tornillos del buscador para localizar la misma imagen. A veces hay que ayudarse hasta de los tornillos de sujeción (los que lo sujetan al tubo principal) o calzarlo ligeramente con papel o palillos. En el centro del campo de visión del buscador esté el objeto al que apunta el telescopio, se tendrá la comodidad de localizar objetos con el buscador para verlos con el telescopio.

El buscador es útil en el caso de telescopios como el modelo de la figura, pero hay otros tipos de telescopio. En el caso de los telescopios conocidos como newtonianos, el buscador es imprescindible para localizar objetos. Este tipo se reconocen porque en vez de tener una lente grande en un extremo del tubo, lo que tienen es un espejo cóncavo en el fondo (llamado espejo primario), que cumple la misma función de concentrar la luz del lente primario. Es un poco más difícil localizar objetos y por ello la necesidad del buscador, pero tienen la ventaja de ofrecer mejores imágenes regularmente.

Hay otros tipos de telescopios y monturas diversas, por lo que se recomienda acercarse a grupos de aficionados a la astronomía. En Baja California Sur, hay tres activos, localizables en la red social Facebook. Datos principales en la tabla siguiente.

Sociedad Astronónima Merak Santa Rosalía Eduardo Sández Aguilar
Sociedad Astronómica Mira La Paz Miguel Ángel Norzagaray Cosío
Sociedad Astronómica Cetus Los Cabos Benjamín Fernández

 

Otra buena sugerencia es seguir sitios de Internet como www.astronomos.org, donde aficionados serios y profesionales están siempre dispuestos a ayudar y contestar preguntas.

Conociendo el cielo

Ya que se practicó apuntar el telescopio con cerros, postes y otros objetos, es hora de ver el cielo nocturno. Antes que otra cosa, vale la pena decir que será cosa de tiempo y práctica aprender a observar, es decir, no se trata de ver rápidamente los objetos y darse cuenta de que sí son los correctos, hay que dedicar tiempo para determinar todos los detalles que el telescopio puede ofrecer de cada objeto. Por ello repetimos: no hay que mirar rápidamente, hay que observar con detenimiento. Poco a poco se desarrolla la costumbre y luego la búsqueda de detalles se hace de manera automática.

El primer objeto es sin duda la Luna. A simple vista es preciosa, nadie lo duda, pero con telescopio se observan en primera instancia los cráteres, cicatrices de los choques de meteoritos, y los mares, las regiones más obscuras. De preferencia la observación lunar debe hacerse antes de que la luna llene. Es natural que se cree que la Luna llena es buen objetivo, pero no es así. La Luna llena encandila demasiado, además de no permitir ver otros objetos en el cielo y como los rayos solares le caen de lleno, no hay sombras que permitan hacerse una idea del relieve.

Esa es sin duda una de las cosas que hay que observar con calma: las sombras, con las que percibimos la altura de los cráteres. Al observarla en fase creciente, hay una región iluminada y una obscura. La línea que separa una de la otra se llama terminador y es donde hay más sombras interesantes.

Otro rasgo curioso son algunos cráteres que parecen tener un pequeño monte en el centro. Estos fueron fuertes impactos en los que hubo un rebote del subsuelo lunar que dejó tal rasgo, como cuando se arroja una piedra grande al agua y luego de sumergirse bota una columna de agua.

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Los siguientes objetos recomendados son los planetas. Júpiter, con sus cuatro lunas y las franjas atmosféricas distinguidas por tonalidades distintas. Si se observa día tras día se verá como los satélites cambian poco a poco de posición. Saturno, con sus anillos y el satélite Titán. Venus, el más brillante, con su forma de Luna pues nunca lo vemos totalmente iluminado por estar más cerca del Sol que la Tierra.

¿Cómo localizar los planetas y otros objetos? Lo más fácil es utilizar un simulador para computadora, como Stellarium, gratuito y fácil de usar. Basta descargarlo, ejecutarlo e indicarle nuestra localización. También de apoyo pueden servir muchas aplicaciones que hay para celulares, que nos indican qué hay en cada región del cielo.

Para progresar vale la pena contactar otros aficionados y grupos locales para tener el gusto de compartir esta actividad divertida e interesante y que suele llegar a convertirse en más que un simple pasatiempo. Se comprobará que compartir con otros lo que nos apasiona es de lo más gratificante.