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Sobrevivió a un disparo en el ojo; ahora funda un ‘anexo’ en La Paz (II)

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Terapia de catarsis en el Instituto Vieira. Foto: Cortesía.

La Paz, Baja California Sur. A mediados de septiembre, un joven de 23 años —a quien por respeto a su anonimato se le identificará como “Q.”— fundó nuevo un centro de rehabilitación en La Paz, para personas con problemas de adicción a las drogas. El también llamado “anexo”, está ubicado en la calle Sierra de las Vírgenes, frente a la Secundaria 10, en la colonia 8 de Octubre. En exclusiva para CULCO BCS, el fundador y director de centro cuenta su historia. Esta es la segunda parte: la apertura del Instituto Vieira. CLIC AQUÍ para leer la primera parte.

Luego de consumir drogas desde los 13 años y sufrir un accidente en que perdió un ojo izquierdo, y expuso su vida, finalmente —desde 2015— Q. ha logrado mantenerse sin alcohol ni drogas, y fundó este anexo. “Es un nuevo centro, yo tengo muchos proyectos en mente, y no quiero que éste sea del montón”.

El Instituto Vieira “es una casa grande. Tenemos alrededor de, entre personas anexadas como ocho hombres y dos mujeres, y personas que viene de ‘casa grupo’, son cuatro mujeres y nueve hombres de casas de afuera (…) El anexo tiene para que quepan como para 50 mujeres y 90 hombres (…) Tenemos el servicio de enfermería, tenemos doctores particulares, tenemos cirujano, tenemos una psicóloga que les da terapias a los muchachos cada fin de semana; contamos con un abogado; tenemos las instalaciones correctas, tenemos sus baños respectivos de distintas áreas (para hombres y para mujeres); y la verdad, pues el objetivo sí es mejorar, es introyectarle a la gente que sí hay un futuro”.

Al comentarle que algunos centros de rehabilitación en BCS han contado con una mala fama, por supuestos casos de tortura, e incluso algunos han salido sin vida, Q. agregó que “siempre he estado en contra del maltrato a las personas. Yo soy una persona que ha estado anexado tres veces, y si el día estoy aquí es porque quiero mejorar las cosas: la calidad, mejorar el trato a las personas. No somos animales: somos personas”.

Además, asegura que no hay una cuota fija y que están legalmente constituidos. “No se cobra, son aportaciones que la familia quiera entregar, es nomás lo que ellos quieran ayudar para los muchachos, no es mucho, la verdad, lo que ellos gusten dar (…) Nos legalizamos bien a través de una asociación civil, todo el papeleo lo hizo un abogado que nos hizo todo el trámite, estamos bien en la estructura de nuestro anexo”. Incluso, sostiene que al anexo ya acudió la Coepris —Comisión Estatal para la Protección contra Riesgos Sanitarios— “y no hubo un solo error”.

Ego – reducción

Sobre el tiempo promedio que un interno está ahí, en el centro de rehabilitación, y en qué consiste el tratamiento, el entrevistado respondió que “mínimo, por sugerencia, cada caso es un proceso diferente, hay quienes están seis meses y otros hasta un año. Hay personas muy cerradas de cabeza, que vienen contra su voluntad (pero) las personas que vienen más ingobernables, las vamos a cambiar con puro amor.

“Es un proceso de ego – reducción —explicó—, de valoramiento, donde están aislados de la familia por un tiempo para que los valoren, para que extrañen a su familia, para que empiecen a recapacitar, para que se conozcan, para que trabajen en ellos mismos: qué vienen arrastrando, qué vienen ocultando; muchas veces no hablamos esas cosas fueras, pero aquí tenemos juntas de compartimento, de catarsis”.

 

Y es que para Q., “ante la sociedad, el drogadicto esta tachado, pero las personas que hemos tenido un problema de adicciones podemos lograr cosas más que algunas personas que no la han tenido”, puntualizó.

 

 

 




Sobrevivió a un disparo en el ojo; ahora funda un ‘anexo’ en La Paz (I)

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Terapia en Instituto Vieira. Foto: Modesto Peralta Delgado.

La Paz, Baja California Sur. A mediados de septiembre, un joven de 23 años —a quien por respeto a su anonimato se le identificará como “Q.”— fundó el Instituto Vieira, un nuevo centro de rehabilitación en La Paz, para personas con problemas de adicción a las drogas. El también llamado “anexo”, está ubicado en la calle Sierra de las Vírgenes, frente a la Secundaria 10, en la colonia 8 de Octubre. En exclusiva para CULCO BCS, el fundador y director de centro cuenta su historia.

“Fue un 23 de marzo, en domingo, en la colonia Loma Linda, en 2008”, recuerda Q., cuando perdió su ojo izquierdo. “En ese momento yo no me encontraba en mis cinco sentidos, yo andaba consumiendo marihuana y diferentes tipos de drogas que me tenían en una situación inestable, no medía consecuencias y no respetaba los topes de autoridad de mi familia; por creerme ingobernable, superior a los demás, disparé (…)  Fue una pistola, una 22 escuadra, era una pistola de balines de 22, de corona, era un arma que parecía normal (…) Yo la disparaba contra 8 láminas galvanizadas, y sí podía matar a una persona”,

Q. relató que entonces —cuando tenía 15 años y cursaba la prepataroria—, vivía una “adolescencia rebelde”; era un goleador en un equipo de fútbol y bailaba breakdance, pero ese accidente fue “algo que dio un giro en mi vida (…) Ese día me encontraba fuera de mi casa, en la acera de la banqueta, me encontraba con un par de amigos, me encontraba con mi hermana, mi cuñado, estábamos jugando con un arma, al modo, en la calle, en el pandillerismo, en lo que me encontraba, me creía muy valiente, que yo me comía el mundo de una mordida. Por andar entre juego y juego se me disparó el arma y me golpeé un ojo, la bala me entró por un ojo. Me acuerdo que caí en la acera de la banqueta, empapado de sangre, sin el ojo, porque explotó, quedó solamente un orificio en mi ojo, y lo que hice fue que me asusté, de repente me asusté. No veía nada, me quedé sordo, en esos momentos veía gente correr, veía gente llorando, yo me quedé todo empapado en sangre.

“En ese momento me acuerdo que salió mi padre, me cargó en los brazos y me llevaron al hospital, el hospital Salvatierra, el que estaba por la Bravo; me metieron a una camilla, y lo único que me hicieron fue vendarme el ojo, y decirme ‘El médico de guardia no está, no se encuentra, hasta que llegue lo vamos a atender’. Ahí estuve toda la tarde, yo ingresé a las 11 de la noche y hasta el día siguiente, a las 11:00 de la mañana me atendieron: ahí me empezó a pasar el dolor de la anestesia, empecé a sentir el dolor, el frío de los aires, empezaba a sentir que me iba a morir, la verdad, porque sí me sentía débil de tanta sangre que había perdido, la verdad es que fue una negligencia médica muy grande (…) Me llevaron a Fidepaz, el doctor Lechuga, creo que se llamaba el doctor, me hizo la cirugía, él fue el que me operó de urgencia, y me dijo que la verdad nunca había visto un caso como el mío, que nunca había visto que alguien sobreviviera a algo tan fuerte, así, a una detonación desde una corta distancia, y verme que estuviera respirando, que estuviera hablando, que estuviera moviéndome, para él era algo impresionante, y me hizo la cirugía. Fue una cirugía de casi 12 horas, reconstruyéndome el ojo (…) Atravesó todo el ojo, no te sabría decir hasta dónde, dijo el doctor que fue un milagro, que lo impresionante es que atravesó y no llegó al cerebro, y dijo que lo que me salvó fue el párpado, ese apretón de ojo, fue el que le quitó mucha velocidad”.

Su ojo izquierdo quedó reconstruido en su mayor parte, sólo con un fin estético, para mantenerlo en su sitio, sin embargo, no tiene visión.

Hasta 7 años después ‘tocó fondo’

El accidente marcó su vida, sin embargo, Q. no dejó sus adicciones, al contrario, confesó que volvió a las calles a consumir más alcohol y drogas, entre ellas el cristal y la cocaína. “Me refugié más en las drogas y el alcohol, porque para mí la droga era como olvidarme de lo que había perdido; en esos momentos me olvidaba de que yo tenía un solo ojo, me olvidaba de que yo no tenía la visión perfecta, se me olvidaba que la gente miraba a veces incluso con lástima”.

Al tiempo se casó, pero su adicción hizo que —especialmente en mal estado— le reclamara a su esposa que estaba con él sólo por lástima. En el transcurso de estos 8 años, el joven lograba tener una rehabilitación, sin embargo, pasado un tiempo volvía a consumir.

Su ‘fondo’ ocurrió hace poco más de un año. “Fue cuando los federales me detuvieron, me agarraron, me llevaron a la casa… Verme una vez más esposado, triste, una mujer llorando, una familia decepcionada; de verme que iba rumbo a un Cereso, que no sabían a dónde me llevaría”. Desde 2015, el hombre que inició con las drogas desde los 13 años, ha querido conservarse sobrio y dar un nuevo paso: fundar un centro de rehabilitación.

No te pierdas la segunda parte.