FOTOS: IA.
Vientos de Pueblo
José Luis Cortés M.
San José del Cabo, Baja California Sur (BCS). La violencia de género y los feminicidios en Baja California Sur son heridas abiertas que reflejan una realidad dolorosa y urgente. En esta tierra bañada por el sol y la fuerza del mar, la vida de muchas mujeres está marcada por el miedo y la desigualdad, un contraste brutal entre la belleza de sus paisajes y la crudeza de su experiencia cotidiana. En La Paz, Los Cabos y comunidades rurales, la violencia machista se manifiesta en hogares rotos, calles inseguras, y un sistema que, aunque avanza lentamente, todavía falla en proteger y otorgar justicia plena.
Las estadísticas hablan con la voz que nadie quiere oír: un número alto de mujeres han sufrido algún tipo de violencia —física, psicológica o económica—, y los feminicidios, con historias desgarradoras que cruzan tanto zonas urbanas como rurales, continúan siendo una terrible realidad. La violencia no discrimina; atraviesa el tejido social y toca a mujeres de todas las edades y condiciones. En las comunidades más alejadas, las barreras para denunciar son mayores, y los pocos recursos accesibles suelen ser insuficientes ante la magnitud del problema.
También te podría interesar: Hoteles sedientos: ¿quién paga el agua del boom en Los Cabos?
Esta lucha constante se refleja en las voces sobrevivientes, que narran el doble desafío de enfrentar la violencia y la indiferencia. Se escuchan historias donde la justicia no solo tarda en llegar, sino que demasiado seguido revictimiza a quienes buscan protección. Sin embargo, esas mismas voces también transmiten esperanza, fuerza y una creciente organización feminista que demanda cambios profundos, administrativos y culturales.
En medio de este contexto, una polémica reciente pareció agitar más las aguas ya turbulentas: Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, causó revuelo con declaraciones donde cuestionó la calidad de ciertos poemarios escritos por mujeres y manifestó su rechazo a que se incluyan obras femeninas por cuotas. Sus palabras, calificando algunas obras de “horriblemente asquerosas de malas”, desencadenaron críticas de escritoras y activistas que vieron en sus comentarios un reflejo de la misoginia y menosprecio hacia la producción femenina, poniendo en evidencia actitudes profundamente arraigadas que alimentan desigualdades.
Este episodio no es solo un choque cultural ni un desacuerdo literario: simboliza las resistencias invisibles que enfrentan las mujeres tanto en lo público como en lo privado. En Baja California Sur, donde la violencia contra la mujer es palpable y urgente, estas palabras retumban como un llamado a confrontar los discursos que perpetúan la desigualdad y el desprecio. La violencia de género no existe solo en los actos de agresión física, sino también en las formas en que se deslegitima y se erosiona la voz femenina.
Es una lucha en múltiples frentes, desde las políticas públicas hasta la educación y el lenguaje. Mientras programas como “Párale a la violencia” intentan crear redes de apoyo y prevención, la realidad demuestra que esos esfuerzos aún son frágiles frente a un fenómeno estructural y cultural. La batalla requiere compromiso y transformación a todos los niveles, desde las instituciones hasta las comunidades.
El desafío, claro está, no es menor. Romper con siglos de patrones patriarcales y desigualdades normalizadas es un trabajo arduo, cotidiano y profundo. Baja California Sur, con su mestizaje de modernidad y tradiciones, refleja esta compleja encrucijada. Pero, en esa misma complejidad, encuentra también la fuerza y la determinación de mujeres que se organizan, marchan, denuncian y construyen nuevos espacios de igualdad.
Porque entender la violencia de género es comprender que no es solo un problema femenino, sino un reto social que exige respuestas colectivas. Que no se trata solo de cambiar leyes, sino de cambiar cabezas y corazones. Y que solo así el sol que baña estas tierras podrá iluminar, de verdad, la dignidad y seguridad de todas.
La justicia que soñamos comienza cuando la dignidad se convierte en derecho vivido, y la lucha por la igualdad se transforma en el fuego que nunca dejará de arder.
—–
AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.
