Cuando la casa deja de ser hogar: la otra cara del Airbnb en Baja California Sur

IMÁGENES: IA.
Vientos de Pueblo
José Luis Cortés M.
San José del Cabo, Baja California Sur (BCS). La noche cae sobre La Paz con esa quietud tibia que sólo conocen las ciudades junto al mar. Pero debajo de esa calma hay un murmullo que crece, un rumor que se esparce entre estudiantes, trabajadores y familias jóvenes: cada vez hay menos lugares donde vivir. Y no porque falten viviendas, sino porque muchas han dejado de ser hogares para convertirse en vitrinas digitales, alojamientos temporales que brillan en plataformas como Airbnb mientras la oferta de renta tradicional se desvanece.
El fenómeno no es exclusivo del Estado, pero aquí adopta una forma particular. En zonas de alta demanda turística —desde el centro de La Paz hasta colonias de Cabo San Lucas y San José del Cabo— la transformación es visible. Lo que antes eran casas ocupadas por familias ahora son estudios remodelados para viajeros; departamentos que antes se rentaban por año ahora están disponibles por noches. Según datos públicos consultados en 2024, el número de alojamientos de renta temporal en Baja California Sur creció de forma sostenida en los últimos años, especialmente en áreas urbanas con acceso a playa, centros comerciales o zonas de vida nocturna. La cifra exacta es difícil de delimitar porque la regulación estatal y municipal aún es insuficiente y fragmentada, pero los registros muestran una tendencia clara: la vivienda se está volviendo negocio antes que derecho.
También te podría interesar: La Paz y Los Cabos frente a su propia gentrificación
Las historias personales dan vida a las cifras. Una joven estudiante de La Paz contó que pasó más de cuatro meses buscando un cuarto accesible sin éxito. Cada lugar que encontraba terminaba convertido en “suite vacacional”. Lo mismo dijo un trabajador de Los Cabos, quien explicó que necesitó compartir departamento con tres personas porque el dueño decidió retirar la renta fija para entrar al mercado turístico. Una pareja con un bebé recién nacido relató que fue desalojada tras años de vivir en la misma casa porque “los huéspedes dejan más”.
Detrás de estas vivencias hay un patrón: el rendimiento económico del alquiler turístico supera ampliamente al de la renta tradicional, especialmente en ciudades donde los turistas internacionales pagan en dólares. Para muchos propietarios, la decisión es lógica. Para quienes buscan un lugar donde vivir, es devastadora. No sólo se encarecen los precios; se reduce la disponibilidad, aumentan los depósitos, se alargan los filtros y se normaliza la incertidumbre.
En Los Cabos el impacto es aún más evidente. La llegada continua de visitantes y residentes temporales ha empujado la conversión masiva de departamentos a renta vacacional. Informes locales han señalado que la presión inmobiliaria está desplazando a trabajadores del sector turístico hacia colonias cada vez más lejanas, lo que prolonga los tiempos de traslado y encarece la vida diaria. Un análisis reciente sobre vivienda en destinos turísticos de México advierte que esta tendencia, si no se regula, puede profundizar la desigualdad urbana: ciudades habitadas por quienes pueden pagar estar cerca y operadas por quienes deben viajar hasta dos horas para llegar a su empleo.
Lo más inquietante es la falta de reglas claras. Aunque algunos municipios han intentado crear registros de alojamientos temporales, la implementación es irregular y la supervisión insuficiente. No existe un marco estatal que delimite cuántas viviendas pueden destinarse a uso turístico por zona, ni una política robusta que garantice oferta mínima de renta a largo plazo. En otras ciudades del mundo se han implementado medidas como límites de noches al año, registro obligatorio de anfitriones, impuestos específicos y restricciones en zonas de vivienda social. Aquí, el debate apenas comienza.
La pregunta es inevitable: ¿cómo encontrar un equilibrio entre el beneficio económico del turismo y el derecho a una vivienda digna? Algunas soluciones posibles ya circulan entre especialistas: crear listas públicas de alojamientos regulados, establecer requisitos para la conversión de viviendas, fomentar desarrollos exclusivamente turísticos para despresurizar colonias habitacionales, y diseñar programas que incentiven la renta accesible para estudiantes y trabajadores. No son recetas mágicas, pero sí pasos concretos hacia un modelo urbano más justo.
La historia de Airbnb en Baja California Sur no es sólo una historia de éxito turístico; es también una historia sobre lo que ocurre cuando una ciudad olvida que su gente necesita techo antes que estancias boutique. Cuando una plataforma crece sin reglas, el mercado encuentra su beneficio, sí, pero la comunidad pierde algo más profundo: su tejido, su estabilidad, su posibilidad de futuro.
Si la vivienda se convierte en mercancía absoluta, la ciudad se vuelve un escenario sin alma. Recuperarla empieza por recordar que un hogar no tiene precio, pero sí tiene valor. Y ese valor merece ser defendido, casa por casa, calle por calle.
Referencias y fuentes consultadas
– Registros públicos de oferta de rentas temporales en Baja California Sur (2023–2024).
– Informes nacionales sobre vivienda en destinos turísticos y efectos de plataformas digitales.
– Datos del INEGI sobre disponibilidad de vivienda y movilidad urbana (2023–2024).
—–
AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.








