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Política en el bar. Borrachera pre electoral

FOTO: Internet.

Colaboración Especial

Por Xire Gal

 

Cabo San Lucas, Baja California Sur (BCS). ¡Oh! Nada mejor que ser un pensador revolucionario, aquel que denuncia lo podrido del sistema mientras se toma una cerveza oscura o un tequila. Airado se levanta de su cómoda silla y pega un grito de guerra que busca sacar de su estupidez a los que le escuchan. Cita —hábilmente, para que no quede duda de que es un sujeto leído—, a Dante para ilustrar el infierno en el que estamos viviendo.

Quiero ser un personaje tal. Por eso, le suplico al Lector, imagíneme con bebida en mano y ánimos exacerbados. No olvide atribuirle un aire de intelectualidad pedante a cada uno de los ademanes que hago mientras suelto sin orden preciso las siguientes consideraciones sobre lo que pienso de la política actual.

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Una advertencia: francamente soy el menos indicado para hablar de estos temas. Me atrevo, porque anda por ahí un desdichado político que cree que la política es otra manera de llamar al periodo de campañas, se lo he escuchado infinidad de veces en sus bien pronunciados discursos. Para él, el ejercicio del funcionario público es una cosa distinta a la política. Pero bueno, eso es otra canción.

Decía: imagíneme ebrio, no tanto como para no poder hablar, ni tan poco como para que sepa bien a bien lo que digo. Sin más…

I

No puedo sentir otra cosa que no sea una especie de horror, pues son muchos los que irán a las urnas a votar, convencidos ciegamente que lo hacen por la persona correcta, con total certeza de que hacen patria. Tengo una idea distinta de lo que debe ser un voto democrático, éste debe emitirse sin nunca dejar de sentir dudas de que se está contribuyendo a que llegue al poder la persona equivocada.

II

Educar a las nuevas generaciones para que transformen al mundo, así pensaba la generación de mis padres y la de mis abuelos, y no sé cuantas generaciones más antes a las de ellos. Es lamentable ser parte de una generación que fue mal educada y que seguramente mal educará a la siguiente. Si se sigue pensando así ya no habrá generación a cuál (mal) educar.

III

El hambre no tiene cuenta en Twitter, o alguna otra red social.

III.1

El hambre está tan débil que no tiene fuerzas para luchar.

III.2

Antes de pedirle al hambre que abra los ojos, llenemos su barriga de alimento, no de publicaciones.

IV

Efectivamente, los medios de comunicación siguen manipulando a las masas. Pero, momento, no hay que olvidar que el valor del producto que ofrecen se rige por las leyes de la oferta y la demanda. El rating determina qué es lo que se transmite. ¿Es un grupo reducido de personas las que manipulan la información a modo de controlar lo que se debe pensar o más bien este grupo reducido de personas se someten a lo que el público pide? ¿Quién manipula a quién? ¿Hay más contenido basura en los medios tradicionales que en los actuales?

V

Hay un parásito que ha infectado a la ya de por sí flaca democracia de nuestro país: el credo eufórico.

V.1

Se puede ver un síntoma de esta infección con lo que ocurre en el pensamiento de los portavoces del pueblo. Me valgo de la magnifica descripción que hiciera hace ya muchos años Víctor Sergre del pensamiento en la URSS durante el régimen de Stalin: “Es una doctrina seca, vaciada de contenido, duramente impuesta en todos los terrenos y reducida, en todo lo que se imprime, sin excepción, a la repetición palabra por palabra, o al comentario más superficial de las declaraciones de uno sólo”.

V.2

Es fácil reconocer a los intolerantes disfrazados de revolucionarios: les encantan los lugares comunes, las frases hechas y abusar de los adjetivos en sus “análisis”.

VI

“Stalin no soporta sino la aprobación:

adversarios son para él todos aquellos que no aplauden”.

André Gide

Cinismo: se critica con ferocidad a aquel que dijo “sí, ya sé que no aplaude”; pero, a aquel que descalifica a sus adversarios, lejos de criticarlo se le levanta la mano en señal de victoria.

VII

Benjamín escribió: “Es el Mesías mismo quien sin duda completa todo acontecer histórico, y esto en el sentido de que es él quien redime, quien completa y crea la relación del acontecer histórico con el mesiánico mismo”. El problema con el actual Mesías político, es que lejos de cumplir con lo que Benjamín esperaba, lo que hace es corromper sus palabras. Esto sucede porque tiene un concepción sesgada de la historia. Pondera a los vencedores y olvida a los vencidos. No puede ser Mesías el que habla de la historia teniendo como referencia los nombres de vencedores como lo son Juárez, Madero y Cárdenas, omitiendo descaradamente a los que perdieron ante ellos. La verdadera política mesiánica, esa que necesitamos con urgencia, es la que rememora íntegramente la historia y busca redimir a grandes y pequeños.

Lo único que demuestra este falso profeta es que de llegar al poder será el vencedor y por motivo alguno considerará a los vencidos.

Por cierto, para Benjamín el Mesías es el pueblo no un individuo.

VIII

¿Por qué no se le permite al mesero que traiga para comer lo que sea su elección, sin embargo sí se permite que otros elijan quién gobernará prefiriendo no salir a votar? Cómo antes dije, saldré a votar sin dejar de dudar que lo hago por la persona adecuada; luego, me iré a desayunar y permitiré que el mesero elija por mi lo que he de comer.

En verdad quisiera seguirle, pero me tomé bastante en serio eso de estar borracho, así que mi condición no me permite escribir más.




Los dos rostros de Los Cabos

FOTOS: Gladys Navarro.

Cabo San Lucas, Baja California Sur (BCS). Son dos rostros completamente distintos. Uno es rubio y el otro moreno. Ambos vienen de lejos, aunque no por los mismos fines. Uno grita, goza, se emborracha, y se va; el otro suda, calla, sobrevive, y en su día de descanso hace una pausa, y olvida por un momento que el lunes regresará al hotel o a la obra, al supermercado, a esperar el transporte incómodo bajo los 40 grados, y recorrer a pie, otra vez, esa calle de tierra, obscura y peligrosa.

Es un domingo a mediodía. Los turistas estadounidenses caminan por la avenida el Paseo de la Marina, se ven relajados; ellas, con su cortito short de mezclilla y debajo el bikini fosforescente, y ellos, con el pecho descubierto, bermudas y sandalias. Ya el sol y el bronceador hicieron de las suyas y lo presumen. Mejillas y torsos bronceados, brillantes.

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Van en grupo o en parejas. Algunos van al tradicional “Mango Deck”, el restaurante de los concursos atrevidos a cambio de shots de tequilas, el favorito de los springbreakers que, año con año, poco antes de Semana Santa, llegan a adueñarse del puerto por unos días.

En “El Mango”, como también le dicen, ya comienza a sentirse el ambiente festivo, como cada día de la semana. Los automóviles rodean la glorieta y monumento al Pescador y buscan estacionamiento.

Ya adentro los meseros van y vienen y, hay que decirlo, lucen más animados cuando llegan a aquellas mesas que están ocupadas por grupos de extranjeros bronceados. Piensan en las propinas, quizá, que es donde mejor les va. Y allí están, morenos, delgados, no muy altos, sonrientes, veloces, suben y bajan la escalera que lleva a las mesas que están en la arena, las que tienen esa vista privilegiada al “fin de la tierra”. Varios de ellos, si no todos, tienen ya experiencia en la industria turística. Nacieron en Acapulco.

En ese espacio, entre mesas, platillos con ceviches, cocteles y pescados, nadie está triste. En un rato más alistarán los concursos, el animador se prepara. Allí nadie piensa en balaceras, la crisis o las elecciones. La temperatura que no cede, entonces lo esencial son las ambarinas, faltaba más.

En las calles del puerto los turistas caminan con seguridad y eso que no se observa ninguna patrulla. Apenas un par de gendarmes en la zona de la joyería Diamante que ha sufrido al menos tres robos. El más reciente en mayo pasado.

A simple vista, pareciera que pasó lo peor. Ya van poco más de cinco meses desde aquel 20 de diciembre de 2017 cuando Los Cabos llegó a las portadas  de los diarios y a los portales nacionales e internacionales: aparecieron colgados, simultáneamente, los cuerpos de seis hombres. Fueron dos en cada puente, en La Paz, San José del Cabo y en Cabo San Lucas.

Esa era la manera de recibir a quien apenas llegaba para fungir como procurador de Justicia del Estado, Daniel de la Rosa Anaya. Llegaba de Baja California, la tierra donde se estrenó esa violencia extrema.

Luego de  la noticia que puso a temblar a gobiernos, empresarios e inversionistas, vinieron los anuncios de más fuerzas federales, mesas de seguridad, planes especiales para los destinos turísticos.

Pero antes de esas fotografías que inundaron los medios de comunicación, las pugnas entre grupos criminales habían dejado a cientos de hombres y mujeres, incluso a niños asesinados. Tras los cuerpos colgados en los destinos que integran Los Cabos, comenzó, entonces sí, un drástico descenso en el número de homicidios.

“Hasta en un 90 por ciento”, presumió el secretario de Turismo, Enrique De la Madrid, en una visita reciente.

Los Cabos, con su San Lucas de desenfreno y su San José histórico, parece que es el mismo que se conoce desde hace años. Como si no hubiese vivido el año pasado la peor crisis de inseguridad en su historia, con cerca de 500 personas asesinadas y que, a decir de algunos empresarios y autoridades optimistas, “se está normalizando,”.

El destino mantiene una tarifa promedio de 286 dólares la noche (casi 6 mil pesos en promedio por noche) y el Gobierno estatal y federal presumen que se construyen casi 5 mil nuevas habitaciones que estarán listas entre 2018 y 2021, con todo lo que ello implica, más demanda de mano de obra y entonces de servicios, de tierra, casas, agua, alumbrado, transporte, paz, de todo lo que merece un ser humano que llega con sueños, con hambre y miedo, que debe dejar a su familia porque ya les levantaron un hermano o les mataron un hijo, o porque –como dice Miguel— “el trabajo ya no deja, a menos que seas sicario o narco”.

Como “Miguel”—así pide que le diga—, oriundo de Tlapa de Comonfort, pero residente en San Lucas desde hace 14 años, a este puerto siguen llegando diariamente 100 personas, según platica el secretario general de Cabo San Lucas, Jorge Luis Sánchez.

Muchos de estos nuevos residentes sanluqueños siguen haciendo la travesía hasta llegar a estas tierras sudcalifornianas. Vienen del emblemático Acapulco, cuya “Bahía del amor” inspiró a grandes, como a don Agustín Lara, con su “María bonita”. Lo hacen cargados de historias, y algunos incluso dudan en compartir que son de aquellas tierras sureñas. Están cansados de prejuicios. Así lo sienten. “Son los fuera”, se escucha decir con bastante frecuencia cuando se dirige alguna crítica hacia ellos.

—¿Y de dónde es, don Miguel?

—Soy de Guerrero.

—¿De qué parte?

—De un pueblito.

—¿Cómo se llama? Yo conozco un poco. Platíqueme.

—Tlapa

—Tlapa de Comonfort. De La Montaña. Muy bien. Pero ya es usted choyero, oiga. Ya tiene un buen rato aquí.

—Sí, ¿verdad?

Miguel es un hombre moreno, bajito y de ojos grandes. “Algo desconfiado”, dice él mismo. Cuida un estacionamiento en la zona dorada de San Lucas. Es cauteloso y de pocas palabras, pero entre las pláticas sobre las aficiones compartidas, como aquella por el pozole verde, las picaditas con quesillo, y las historias aquellas con alguno que otro mezcal entre pecho y espalda, don Miguel sí alcanza a platicar que la vida en Los Cabos no es de ensueño, no para ellos, “los de fuera”.

—No es fácil, hay que trabajarle, hay que sudar mucho. Le sufre uno mucho.

Y el año pasado, con la crisis de inseguridad, las cosas se volvieron más feas, aunque aún  —subraya— sin comparación a lo que le tocó ver en su pueblo y de lo que huyó.

Hoy el puerto luce en calma, de hecho, “lo peor” –platica— fue en San José del Cabo. “Por el bien de todos así debe permanecer”, concluye.

El problema es que muchos, oriundos o no, desconfían de esta tensa calma y padecen a diario su propia crisis.

***

Lilia y Yolanda son vecinas. Viven en la invasión Real Unidad, cuyo nombre no tiene nada ver con realeza, sino con la realidad.

Lilia llegó de Culiacán hace doce años. El dinero no alcanzaba. Así que decidió tomar el ferry y conocer Los Cabos, con su fama de tierra segura y llena de oportunidades.

Al llegar aquí se topó con la realidad: ganaba el doble que allá, sí, cerca de los 4 mil pesos al mes, pero no podía con las rentas de 5 mil pesos. Le tocó engancharse con los “vendedores” de terrenos irregulares que no son de ellos, pero saben de la necesidad de las personas y la ruta ilegal para formar nuevos asentamientos, incluso en zonas de peligro, como los cauces de arroyo.

Real Unidad está detrás de Bodega Aurrerá, apenas a unos metros de la avenida Leona Vicario que lleva hasta el aeropuerto privado de Cabo San Lucas o hasta el otro extremo, al paseo de la marina, aquel donde van caminando los turistas relajados decidiendo dónde comer.

Las últimas casas de la colonia colindan con la autopista de cuota, el libramiento Cabo San Lucas-San José del Cabo. Así recibe el destino a los turistas que toman esta ruta más rápida para llegar: un arroyo seco en donde se observan cuartos construidos con madera y cartón, que se deben levantar año con año porque los ciclones arrasan con ellos cada temporada.

Si alguna vez bajaran, los turistas conocerían con detalle el otro rostro de Los Cabos, donde viven quienes los atienden con una sonrisa.

El terreno es arenoso, las “casas” construidas con pedazos de lo que sea, algunas tienen un cuarto en obra negra. A medida que se avanza, son más los polines viejos que sostienen un montón de cables enmarañados que llevan la energía hasta sus cuartos.

La colonia tiene al menos 12 años.  Antes –platica Lilia— “de plano nos robábamos la luz”, pero a Comisión Federal de Electricidad no le quedó de otra que hacerles convenios para pagar una especie de cuota colectiva, que tampoco es barata, asegura.

—Nos cobran 700 pesos por dos familias. Por ejemplo, nosotros somos tres y con mi vecina son cuatro, pero prácticamente no estamos todo el día, nada más tenemos la tele y el refri. Mi vecina tiene una bocinita apenas.

Lilia añade que ella tuvo suerte porque fue a hacer el convenio para la luz son CFE hace un año, pero otras familias ya no alcanzaron.

—¿Qué les dijeron?

—Que no existimos, que la colonia no existe. ¿Cómo va usted a creer? ¡Pero si estamos aquí!

—¿Y el agua?

—Uy, esa es la batalla de siempre. Aquí el Ayuntamiento cuando quiere manda una pipa, y como no nos alcanza, tenemos que juntarnos entre varios y comprar una privada. Pero hablamos que hay familias un poco más grandes que pagan sus 100 pesos por un tinaco de 400 litros y no alcanza más que para uno o dos días.

La mujer comprende que están en una zona peligrosa, pero no tiene opción. No hay apoyos, no le alcanza para pagar créditos de 500 mil pesos por una casa, y la lista de espera para los apoyos del Instituto de Vivienda (INVI) no avanza. Así que en estos años, poco a poco, ha ido construyendo su casa de concreto.

—Lo que queremos es estar un poquito más seguros, de todos modos, si nos quieren sacar nos van a sacar, la tengamos de madera o de material.

A unos metros de su casa está un terreno que hace las veces de campo de fútbol, con llantas semienterradas y en donde se reúnen los aficionados para disfrutar de la tarde, aunque el sol les queme. Ya por la noche deben tener cuidado al volver a sus casas.

En esta colonia, como muchas más de San Lucas o San José, irregulares o no, el panorama es muy similar. No faltan los asaltos, los robos a las casas que la mayor parte del día están solas porque sus dueños tienen largas jornadas en los hoteles; tampoco faltan los vendedores de droga y los “halcones”, quienes caminan despacio y observan a los visitantes desconocidos, vigilando sus movimientos hasta que abandonan el terreno.

—¿Pasan patrullas por acá?

—Uy, señorita, no. Aquí hablamos a una patrulla y viene al cuarto día. Estamos jodidos.

—Pero si está cerca de la carretera…

—Pues sí, pero eso no importa, aquí no se pasa nadie. Y ahorita  hay más cholos. Viera qué peligro después de las siete de la tarde.

Las familias de las casas más alejadas, las de las orillas, son las que más han sufrido –dice—a cada rato les entran a robar. “Los agarran hasta dormidos”, cuenta. Y el año pasado también les tocó conocer los casos de dos conocidos que los levantaron y asesinaron.

—Al hijo de una subgerenta de Soriana se lo mataron acá abajo. Sí han pasado muchas cosas en toda esta área, solo que se sabe poco por el turismo. De eso se vive.

Ahora doña Yolanda quiere platicar su preocupación. Ella se encargó el año pasado de estar buscando apoyos en el Ayuntamiento para que les construyeran un parque, pero de nuevo la historia: son invasores. No existen.

—Teníamos un parquecito pero el ejido nos lo quitó. Fuimos a quitar el alambrado, barrimos y todo. No es nuestro, es cierto, pero si no le hacemos así, no hay donde jueguen los niños. De por sí, cada vez hay más vándalos…

Tocó puertas en varias dependencias, pero nadie le supo decir quién podría ayudarlos en su demanda: un parque para los niños.

—Al final, un vecino donó un columpio, cooperamos para pintar, le pusimos llantas. Era un basurero. Ahorita ya  no está tan bonito, pero mínimo que allí se entretengan un rato los chamacos.

La mujer dice que, con todo, ahora que no se han escuchado balaceras se siente algo más tranquila, pero teme que sea un asunto de tiempos electorales, por ejemplo, o que si existe una tregua, ésta se rompa.

—Ya sabe cómo se las gastan…

Muchos jóvenes de colonias como ésta comienzan el consumo de drogas a edades muy tempranas. El Gobierno del Estado reconoció el año pasado que en la entidad se tenía un serio problema por el consumo de la droga conocida como “cristal”.

La Procuraduría General de Justicia del Estado ha informado con mayor frecuencia de decomisos de cientos de dosis de droga, pero a decir de muchos ciudadanos en este puerto, la realidad es algo distinta.

Un lanchero que ofrece tours al famoso arco de Cabo San Lucas platica la dinámica conocida.

—Aquí encuentras lo que quieras y así va a seguir. El gringo viene a eso, a disfrutar con todo. Eso sí, mientras mantengan las cosas tranquilas porque a nadie le conviene el desorden. Por eso lo frenaron.

Son las 4 de la tarde, el Paseo de la Marina conduce a la famosa playa de “La Empacadora”, también conocida como “Acapulquito” o, de plano, “La de los pobres”, como dice el joven que trae cargada su carreta de cacahuates y gomitas.

El cerro del Vigía es su guardián. Allí permanecen vestigios de la empacadora de Elías Pando, que hacia la segunda década del siglo XX se convirtió en una de las principales fuentes de trabajo para toda esta zona. Cerró justo en 1979, al arranque de la actividad turística a gran escala. Los Cabos se convertiría con los años en lo que es hoy, un lugar todavía atractivo para turistas, pero también para cientos de personas que buscan mejorar su calidad de vida, teniendo que abandonar sus raíces.

Pero en La Empacadora, quienes todavía siguen disfrutando del agua cálida, no tienen tiempo de pensar en el desarrollo, ni en los retos, ni los riesgos, ni los excesos, ni en los equilibrios. Es su día de descanso. Trabajaron toda la semana construyendo hoteles o limpiando cuartos, atendiendo locales, sirviendo bebidas, planchando, barriendo calles, y deberán volver en un rato a sus colonias en el viejo autobús, antes que obscurezca porque se pone peligroso.

Algunos ya levantan sus sombrillas de colores, muchas de ellas rentadas, y rodean el sector naval que está allí mismo. Van hacia la parada de autobuses, sandalias en mano, toalla al hombro, torsos morenos descubiertos.

Allá van, concluyendo otra jornada, ahora la de descanso. Disfrutando como se puede, con lo que se tiene; disfrutando una de las pocas playas donde el acceso no está restringido o no les ponen tantos “candados” para entrar, donde no les hacen mala cara.

En su camino de regreso también se encuentran la entrada al Pedregal, la zona exclusiva de residencias valuadas en millones de dólares. Desde aquí se observa el contraste del puerto, cabeño, ese que prevalece aunque los homicidios hayan descendido, aunque no se escuchen balaceras. Persisten las condiciones de desigualdad, de miseria, las víctimas de una visión de gobierno y de desarrollo.

Al menos dos rostros se encuentran en Los Cabos: disfrutando de una playa “privada”, quienes se hospedan en Ventanas del Paraíso, uno de los hoteles más caros, ubicado a la mitad del corredor turístico, en donde las habitaciones pueden costar de 50 mil a 80 mil pesos por noche, y, por otro lado, quienes ocuparon tierras que no son de ellos, porque no había más, que deben trabajar largas jornadas y el domingo de quincena, si pueden, se escapan a La Empacadora.

Los turistas tienen su Centro de Atención  y Protección que se construyó el año pasado, tras las alertas de viaje emitidas por el Gobierno estadounidense, ante el aumento de homicidios. Allí los visitantes son atendidos con amabilidad, reciben orientación y pueden levantar denuncias.

Los habitantes de San Lucas y San José deben aguantar las emergencias con una policía que no rebasa los 500 elementos, para una población de más de 300 mil habitantes. En las colonias como Real Unidad, no hay comandancia ni pasan patrullas con regularidad. Entonces, ¿será como platicó Lilia?: “para ellos, para el gobierno no existimos”.




Adicciones, el problema olvidado en las campañas

FOTO: Valente Rosas /El Universal.

Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Si el comercio ilícito de sustancias psicotóxicas es ya un problema de seguridad nacional, por la vinculación directa de estos mercados a la delincuencia organizada, el incremento constante del número de adictos constituye un grave problema de salud púbica.

Históricamente, la respuesta del órgano gubernamental a los problemas de las drogas y las adicciones ha sido tardía. A la fecha, existen en el mercado sustancias de abuso de fabricación sintética, que no se encuentran registradas en el catálogo de la Ley General de Salud, o que estando registradas, se permite su uso para fines médicos, se permite su venta, pero no se lleva un control adecuado de su comercialización.

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En el campo de la lucha contra las adicciones, la entidad gubernamental no ha pasado del discurso. Suman ya en la entidad millares de adictos, que no encuentran en el sector oficial un mecanismo terapéutico que les permita liberarse del infierno que padecen, atrapados en ese tobogán de círculos consecutivos de intoxicación, incremento en la tolerancia al efecto de la droga, síndrome de abstinencia, y dependencia psicofísica de la ingesta del producto nocivo, que deviene en un incremento en la dosis de consumo.

Cocaína. FOTO: Internet.

Ante la inactividad gubernamental, y la incapacidad de los farmacodependientes y de sus familiares para lidiar con la problemática de sus adicciones, desde la iniciativa privada han surgido los llamados centros de rehabilitación, que ante la falta de reglamentación, operan libremente, sin ningún tipo de control sanitario, administrativo o fiscal.

En muchos de estos centros, la violación a los derechos humanos de los adictos que son internados en la mayoría de los casos contra su voluntad, es una constante. Este problema ya es materia de estudio para la Suprema Corte, pues estamos en presencia de violación a los derechos humanos de un particular, cometida por otro particular. Todo el aparato proteccionista de los derechos fundamentales, está estructurado a partir de combatir abusos de órganos de autoridad, no de particulares. En tanto la Corte resuelve el dilema, día a día son violentados los derechos fundamentales de los enfermos, que son tratados como criminales.

La mayoría de estos centros, operan funcionalmente como centros de reclusión. Su estructura arquitectónica es una adaptación de rejas y más rejas. Operan empíricamente siguiendo el modelo Minnesota, bajo el presupuesto de los 12 pasos y terapias de grupo, pero sin el enfoque integral y multidisciplinario, supervisión médica ni sanitaria, sin un régimen alimentario, sin control fiscal, pues nadie sabe cuánto pagan los familiares de los internos, ni a dónde van a parar las ganancias. No es de extrañar que la mayoría de los internos padezcan desnutrición,  y que la misma se incremente en ocasiones a niveles crónicos, por la pésima alimentación que reciben.

Y el grado de reincidencia es altísimo. A nadie entusiasma la estadística informal que arrojan los centros de rehabilitación en Baja California Sur.

En contrapartida, existe un modelo, operado por particulares, que cobra cuotas de recuperación acordes a la capacidad económica del adicto en recuperación, que cuenta con instalaciones adecuadas, sin rejas, avalado por la CONADIC, que se ajusta a los programas elaborados por la Organización Mundial de la Salud, a la norma oficial mexicana NOM-028SSA2-2009 y lo mejor de todo: tiene las tasas de recuperación más altas del país, con el nivel de reincidencia más bajo a nivel nacional.

Nuestra propuesta

El centro Kumi, como se denomina, es un ejemplo a seguir en la propuesta de atención al adicto. No es Oceánica, pero ofrece mejores resultados. La clave está en la profesionalización, la capacitación, la especialización de todo el personal que atiende en el proceso de atención al adicto en recuperación, y lo más importante: el adicto se inscribe al programa por su propia voluntad.

La operación y resultados del centro Kumi, ONG sin fines de lucro, deben ser el modelo a seguir.

Además, el Congreso del Estado debe reglamentar la operación y funcionamiento de las cárceles privadas que operan como centros de rehabilitación, y que carecen de supervisión sanitaria, fiscal, administrativa, psicológica y nutricional.




Defendamos nuestro derecho al agua

 

Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El agua es la esencia de la vida. El agua potable es indispensable para la vida y la salud, y primordial para la dignidad de toda persona. El acceso garantizado al agua potable, es un derecho humano fundamental, dado que el agua es un elemento esencial de sobrevivencia para el organismo humano. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, no basta que el suministro de agua se mida en su cauda, es indispensable además que la calidad de la misma garantice una saludable expectativa para el consumo humano, y debe privilegiarse las fuentes naturales, sobre las fuentes mejoradas por tratamiento, como son las plantas desalinizadoras o las plantas regeneradoras por filtración o cloración simple.

De acuerdo con el reporte publicado en 2006 por la ONU denominado Human Development Beyond Scarcity–Power, Poverty and the Global Water Crisis, en el mundo hay dos mil quinientos millones de personas que no disponen de servicios de agua potable, sin contabilizar a las naciones en guerra.  El reporte atribuye como las causas básicas de la actual crisis del agua a la pobreza, las desigualdades y la disparidad en las relaciones de poder, agravadas por los retos sociales y ambientales, como la urbanización cada vez más rápida, el cambio climático, y la creciente contaminación y merma de los recursos hídricos.

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Para afrontar la crisis, la comunidad internacional ha tenido que cobrar conciencia de que el acceso al agua potable debe encuadrarse en el marco de los Derechos Humanos, y así se establece directa o indirectamente en la Convención Americana Sobre Derechos Humanos, la Convención sobre los Derechos del Niño, la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer y la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. El Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas define el derecho al agua como el derecho de todos a “disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal y doméstico”.

Nuestra Constitución reconoce, en su Artículo Cuarto, este derecho fundamental, al establecer que toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible, y en el mismo numeral se establece que el derecho al agua está indisolublemente asociado al derecho a la salud y a una vivienda y una alimentación adecuadas.

Es pues, obligación del Estado Mexicano garantizar a los habitantes de nuestra nación, el acceso al agua potable y así se ha establecido en los principales tratados de derechos humanos suscritos por nuestra nación, fundamentalmente como parte del derecho a un nivel de vida adecuado y del derecho a la salud.

Vale más que el oro

Partiendo de la premisa básica que el agua es un derecho fundamental avalado por los tratados internacionales y reconocido por nuestra Carta Magna, desde la reforma del 08 de febrero de 2011, ya no es necesario invocar  la frase “el agua vale más que el oro” para dirimir la controversia entre preservar el agua o renunciar a ella en aras de un “desarrollo sustentable”, pues es inadmisible, a la luz de la legislación enunciada, que ningún interés comercial, particular o público, puede privilegiarse al derecho fundamental, y por ende, toda autorización, concesión o permiso de explotación comercial que haya sido otorgada por el gobierno mexicano, que ponga en peligro la fuente natural de suministro de agua a una comunidad, debe ser cancelada, por contravenir el derecho fundamental de quienes integran esa comunidad.

La lucha en defensa del agua, gestada en diferentes flancos por la sociedad civil  organizada, ante la amenaza de la minería tóxica,  llevó a la autoridad estatal sudcaliforniana a reconocer la inadmisibilidad de una autorización local de uso de suelo que permitiera poner en riesgo nuestra principal fuente de agua, y generó el compromiso de la nueva administración municipal, de no autorizar el de uso de suelo que permita la operación de la minería tóxica en nuestro municipio, pero tal declaratoria no es suficiente para garantizar la preservación de nuestra fuente de agua. Sabemos que nuestros empleados públicos son corruptibles, y no podemos exponernos a una nueva traición que ponga en riesgo nuestro derecho fundamental al agua. Necesitamos trabajar ahora en la reforma y adecuación de nuestra legislación local, para adecuarlas y armonizarlas al nuevo marco constitucional federal y a los tratados internacionales sobre la materia, hasta conseguir que todas nuestras leyes locales prohíban expresamente la operación en Baja California Sur, de la minería de extracción de metales preciosos a tajo abierto.

¿Cómo apoyar?

Solo necesitamos tu firma en el mandato ciudadano al efecto emitido a nuestros diputados. Al mismo tiempo, y con el mismo fundamento, habremos de buscar y obtener de las autoridades judiciales federales, la cancelación de todas y cada una de las concesiones de explotación minera otorgadas por Semarnat, que pongan en peligro nuestra agua y nuestro entorno saludable.




¿Por qué tenemos qué ir a trabajar? Consideraciones sobre el capitalismo

Bolero en el Jardín Velasco, en La Paz. FOTO: Modesto Peralta Delgado.

Colaboración Especial

Por Xire Gal

 

Cabo San Lucas, Baja California Sur (BCS). Lo dijo atinadamente un amigo, para iniciar el día con pésimo humor, dos cosas: encender una computadora y sufrir la agonía de la espera en lo que se corre el sistema operativo, cuando lo menos que se tiene es tiempo para esperar; la otra, encender el automóvil sólo para escuchar un ruido que antes no hacía el motor. Bueno, eso sí bien va, puede que como me ocurrió, el desconsiderado auto ni siquiera arranque.

Hay que sumar que esto me ocurrió en fin de quincena, así que el taxi carísimo no es opción. Sólo quedaban dos opciones: caminar o el autobús, preferí la segunda. Quedaban pocos asientos, todos para compartir, elegí uno y me senté. Era inevitable que en mi rostro se notara la molestia. Mi compañero, al parecer un trabajador de hotel, que al igual que yo tenía cara de que su día no había iniciado bien, me saludó y, sin que lo esperará iniciamos una conversación que resultó ser bastante reveladora. Enseguida, intentaré reproducirla, procurando que sea lo más fiel posible.

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¿Para qué trabajar?

Xire Gal: ¿Qué caso tiene ir a trabajar? ¿Qué nos obliga a levantarnos e ir a hacer una actividad que está claro, por su cara y la mía, no queremos hacer?

Trabajador: Bueno, hay una primera respuesta, una que es casi una perogrullada. Si no trabajamos no comemos. Sin embargo, la respuesta se puede ampliar, llevándola a consideraciones digamos profundas. Quizá responder que se trabaja para comer es una respuesta que se ajusta a una clase social específica, la clase trabajadora u obrera, y todavía para esta clase resulta ser imprecisa, pues aunque sea para algo extra que no sea la comida nos alcanza el salario. Definitivamente la respuesta no aplica para la pequeña clase capitalista, ni para la clase marginal: los primeros bien pueden dejar de trabajar y lo que poseen les alcanza para vivir una, dos o más vidas de manera holgada; la segunda, no tienen siquiera la posibilidad de trabajar, y apenas sobreviven.

Hay un personaje que se hace obligadamente necesario citar al respecto de este tema, me refiero a Karl Marx, él, con respecto a lo que usted pregunta, dice: La fuerza de trabajo en acción, el trabajo mismo, es la propia actividad vital del obrero, la manifestación misma de su vida. Y esta actividad vital la vende a otro para asegurarse los medios de vida necesarios… El obrero ni siquiera considera el trabajo parte de la vida; para él es más bien un sacrificio de su vida… Para él, la vida comienza allí dónde terminan estas actividades (las del trabajo), en la mesa de su casa, en el banco de la taberna, en la cama…”

Marx no habla de trabajar para comer, sino para vivir, es decir para poder tener acceso a cosas y actividades que nos brinden placer, felicidad si se quiere.

Xire Gal: Precisamente, mi pregunta la hice pensado en eso de lo que habla Marx. Hacer lo desagradable para recibir alguna gratificación, para vivir. Será cliché, pero la culpa es de la efectiva estructura del demonio llamada el capitalismo.

Trabajador: Sí, hay razón en lo que dice. Pero lo importante es intentar comprender cómo es que lo logra, ¿por qué trabajamos? Siguiendo con Marx, de nuevo lo cito: las relaciones de producción forman en conjunto lo que se llama las relaciones sociales, la sociedad. Si entiendo, el capitalismo ha hecho del trabajo la soldadura de la estructura social. Si es así, otra probable respuesta a sus preguntas es que aceptamos las obligaciones laborales porque de no hacerlo no seríamos parte de la sociedad.

Xire Gal: Exacto. Recuerdo que en el pueblo en el que nací y crecí una de las cosas que podían hacer que la comunidad te rechazara, era hacerte de la fama de flojo. Esto costaba ser víctima de burlas y miradas de desprecio.

Trabajador: Y pasa en todos lados. Mucho se habla de la idolatría al consumo. No dudo que hay verdad en esto, mas no dejo de plantearme la pregunta: ¿Trabajamos para consumir o consumimos para trabajar? Estoy tentado a sostener que consumimos para trabajar.

Trabajo-consumo; consumo-trabajo

Xire Gal: No entiendo, explíquese por favor.

Trabajador: Mire, Walter Benjamin analiza el capitalismo y lo comprende como una religión, una muy peculiar: Probablemente el capitalismo es el primer caso de culto no expiante, sino culpabilizante. Este sistema religioso se encuentra arrastrado por una corriente gigantesca. Una monumental consciencia de culpa que no sabe sacudirse la culpabilidad de encima, echa mano del culto no para reparar esa culpa, sino para hacerla universal, forzándola a entrar a la consciencia y, sobre todo, abarcar a Dios mismo en esa culpa para que se interese finalmente en la expiación.

Xire Gal: Sigo sin entender.

Trabajador: Me aproximo al punto, y me disculpo por la pedantería que se hace necesaria de seguir citando autores. Un sociólogo judío, Zygmunt Bauman, en uno de sus libros aborda la función del trabajo en las sociedades modernas. En este libro, siguiendo a otros autores, propone que una de las primeras estrategias del capitalismo, para hacer que los sujetos cumplan sus funciones laborales, fue atribuirle un carácter ético al trabajo, lo que llama la ética del trabajo. El propósito de esto lo resume en la siguiente frase: La imposición de la ética del trabajo implicaba la renuncia a la libertad. Aunque hay que decirlo, en los capítulos últimos, como tantos, pondera al consumismo como heredero de la ética del trabajo.

Xire Gal: Esto contradice su planteamiento. ¿No?

Trabajador: Sí. No discuto que efectivamente el consumo ha permeado nuestra sociedad, que ha hecho del fetichismo la norma. Pero lo que sostiene al ser consumista, sigue siendo el ser trabajador. Vuelvo brevemente a Benjamin, si el capitalismo es una religión, y no me atrevo a decir que no lo es, como toda religión depende de un fundamento ético. Y sólo el trabajo puede adquirir tal carácter. El mismo Bauman se expresa así: Los consumidores deben ser seguidos por intereses estéticos, no por normas éticas… Si la ética asignaba valor supremo al trabajo bien realizado, la estética premia las más intensas experiencias. El capitalismo sigue considerando al trabajo, lo necesita pues perderlo significa perder la estructura social misma. El consumo cumple una función de válvula reguladora de presión. Ayuda a soportar las presiones. Se me puede reprochar que el no poder comprar objetos trae consigo un malestar por sí mismo, pero la culpa no nace de la carencia del objeto, sino de la falta de un trabajo que dé para adquirirlo. Además, la vida en busca de ascetismo de los feligreses de la religión capitalista sólo pueden encontrarlo en el trabajo, no en el consumo.

La gratificación estética del consumo está permitida para el que primero ha padecido las penurias de la jornada laboral. Los que consumen sin primero sufrir son mal vistos; los holgazanes, los ociosos, los llamados ninis. Y no sólo en las sociedades capitalistas, lo mismo ocurre en los comunismos fallidos. En un discurso, Fidel Castro se expresa en los siguientes términos de ellos: Por ahí anda un espécimen, otro subproducto que nosotros debemos combatir. Es ese joven que tiene 16, 17, 15 años, y ni estudia, ni trabaja; entonces andan de lumpen, en esquinas, en bares, van a algunos teatros, y se toman algunas libertades y realizan algunos libertinajes. Un joven que ni trabaje, ni estudie, ¿qué piensa de la vida? ¿Piensa vivir de parásito? ¿Piensa vivir de vago? ¿Piensa vivir de los demás? Si quiere vivir aquí, no puede ser un vago. Aquí hay que trabajar…

Las razones para despreciar a estas personas son en apariencia distintas, para el capitalismo, porque no aportan al capital; para el comunismo, porque son un subproducto de la acumulación de capital. Sin embargo, insisto, el reclamo es el mismo: porque no trabajan.

Turismo en Cabo San Lucas; los que trabajan y los que descansan de trabajar. FOTO: Modesto Peralta Delgado.

El crédito

Xire Gal: Me empieza a quedar claro la perversa red de control.

Trabajador: Marx no se cansó de denunciarlo. Su trabajo fue una ardua labor en la que descubrió los mecanismos que operaban. Tampoco dejó de divulgar sus descubrimientos para que la clase obrera se hicieran consciente de la injusticia en la que vivían. Todo está conformado de tal manera que sea casi imposible salir de la dialéctica opresor-oprimido, la única salida es la revolución, nunca operando dentro del mismo sistema. Verbigracia, si le preguntara a usted ¿quisiera que su salario aumentara? seguramente dirá que sí. ¿Cierto? No por nada se ha vuelto una constante propuesta de los políticos en campaña.

Xire Gal: Es que es necesario, lo que se gana no alcanza para nada.

Trabajador: Tiene razón. Aunque esa no es la solución. El aumento del salario no es más que una ilusión. En palabras de Marxun aumento sensible del salario presupone un crecimiento veloz del capital productivo. A su vez, este veloz crecimiento del capital productivo provoca un desarrollo no menos veloz de riquezas, de lujo, de necesidades y goces sociales. Por tanto, aunque los goces del obrero hayan aumentado, la satisfacción social que producen es ahora menor, comparada con los goces del capitalista, inasequibles para el obrero, y con el nivel de desarrollo de la sociedad en general.

Xire Gal: Es decir, si yo gano más, el capitalista gana aún más. Pedir mayor salario es pedir que rico sea más rico.

Trabajador: Usted lo ha dicho. Ahora, a consecuencia de los avances actuales en tecnología el desarrollo social ha crecido a velocidad antes inimaginable, y con él las necesidades y exigencias. ¿Cómo hacer para no perder la ilusión en la que viven los trabajadores? Fácil, se crea el crédito. Éste permite que el trabajador tenga acceso a mercancías que de otra manera le serían negadas. Nuestra fuerza de trabajo, ahora se compra en valores virtuales. La virtualidad tiene el atributo de no tener límites precisos, haciendo que la ilusión se fortalezca. Hoy se puede adquirir una casa o un automóvil que antes ni en sueños.

No obstante, las matemáticas son las mismas. La virtualidad es siempre expansiva, en crecimiento infinito, pero nuestro infinito aunque sea paradójico es siempre menor que el infinito del capitalista. Otra vez Marx: Si el rápido incremento del capital, aumenta los ingresos del obrero, al mismo tiempo se ahonda el abismo social que separa al obrero del capitalista, y crece, a la par, el poder del capital sobre el trabajo, la dependencia de este con respecto al capital. Las maravillas del crédito, el abismo, ahora puedo asegurar, es improductivo cuantificarlo. Y lo que es más, debido a que el crédito es inagotable, la fuerza de trabajo que tiene su finitud con el fin de nuestra vida, tiene prohibido el descanso.

Xire Gal: En resumen, estoy condenado a trabajar más y más.

Sonrió con malicia y me pidió le permitiera pararse de su asiento y salir al pasillo que hay entre las filas de los asientos, por último dijo: siempre a sido así, el capitalismo sólo ha dado nuevos matices al trabajo, la historia de la humanidad es la historia de su fuerza de trabajo. Bajó del autobús. Por la ventanilla le vi irse a paso lento en dirección opuesta a la del transporte.

Nota para Mamá

Mamá, te amo. Sé que lo sabes, pero sé que te gusta que te lo diga (escriba). No podía desaprovechar este espacio para agradecerte por todo lo que eres. Quizá te sorprenderá saber que de entre todo, lo que más valoro es aquello que hace que nos peleemos constantemente: siempre quieres imponer tu verdad. No imaginas cuánto agradezco tu frase “Si digo que es verde, es verde”, ha fomentado en mi el pensamiento crítico, y si a mi madre no le permito que me diga qué y cómo pensar ¿a que otra figura de autoridad se lo permitiré? Mi cosha, gracias. Gracias, porque de muchas formas lo que escribo es una lucha contra ti, por lo que eres responsable de esto, y se puede decir que cada palabra la escribes conmigo.

Me has dado el regalo más bello posible.

De nuevo, te amo. No dejes de pedirle a tu Dios que me cuide.

FUENTES:

BAUMAN, Sygmun. Trabajo, consumismo y nuevos pobres. Gedisa Editorial.

BENJAMIN, Walter. Capitalismo como religión. (Descargado de: https://www.google.com.mx/url?sa=t&source=web&rct=j&url=https://lallamaediciones.files.wordpress.com/2015/01/capitalismo-como-religic3b3n-web1.pdf&ved=2ahUKEwilj6bWpfLaAhXL64MKHaRYBZ4QFjABegQIBxAB&usg=AOvVaw2oLrDwjpmLukhiEjg8mcOA).

MARX, Karl. Trabajo asalariado y capital. (Descargado de: https://www.google.com.mx/url?sa=t&source=web&rct=j&url=http://www.enxarxa.com/biblioteca/MARX%2520Trabajo%2520asalariado%2520y%2520capital.pdf&ved=2ahUKEwiHwLafpPLaAhVi44MKHQVzDtwQFjAAegQIAhAB&usg=AOvVaw0sRQXsdVcnVtTXrx3J5T07).

SHERIDAN, Guillermo. Fidel, los ninis y los elvispreslianos. Letras Libres (consultado en: http://www.letraslibres.com/mexico/politica/fidel-los-ninis-y-los-elvispreslianos)