La expulsión de los Jesuitas: Adiós a una Era en Loreto y la Antigua California
Tierra Incógnita
Sealtiel Enciso Pérez
La Paz, Baja California Sur (BCS). El 17 de diciembre de 1767 marcó un parteaguas en la historia de la península de California. El gobernador Gaspar de Portolá llegó a Loreto con la misión de ejecutar la orden real de expulsar a los jesuitas, quienes durante 70 años habían establecido y administrado un sistema misional que transformó profundamente la región. Este suceso representó no sólo el fin de una era religiosa, sino también el inicio de una nueva etapa política y social influenciada por las Reformas Borbónicas de la Corona Española.
La historia de la presencia jesuita en California comenzó en 1697, con la fundación del Real Presidio de Loreto por Juan María de Salvatierra. Este fue el primer asentamiento permanente en la región y se convirtió en el epicentro de las actividades misioneras y colonizadoras. Enfrentándose a enormes desafíos, desde un entorno hostil hasta la escasez de recursos, los jesuitas lograron fundar 17 misiones que sentaron las bases para la evangelización de los indígenas y el aprovechamiento de los recursos naturales.
Te puede interesar: 367 Aniversario del natalicio de Juan María de Salvatierra. Un misionero visionario
Durante su estancia, los jesuitas introdujeron prácticas agrícolas, ganaderas y artesanales, como la elaboración de vino, el curtido de pieles y la cestería. Estas enseñanzas no sólo enriquecieron la dieta y las actividades económicas de los pueblos originarios, sino que también dejaron un legado que, siglos después, aún puede observarse en las tradiciones y prácticas de los descendientes de esas comunidades.
Sin embargo, la misión jesuita no estuvo exenta de críticas. La implementación de reducciones misionales trajo consigo la aculturación de los indígenas y la propagación de enfermedades europeas, como la sífilis, el sarampión y la viruela, que diezmaron a la población nativa. A pesar de estos efectos negativos, los jesuitas desempeñaron un papel central en la integración de la península al dominio español y, posteriormente, al desarrollo de lo que hoy conocemos como Baja California.
El contexto de la expulsión
La expulsión de los jesuitas fue consecuencia directa de los cambios políticos y económicos que se vivían en Europa a mediados del siglo XVIII. España, bajo el reinado de Carlos III, se encontraba en una crisis financiera debido a las guerras y al sostenimiento de una corte extravagante. En este contexto, la doctrina del regalismo cobró fuerza, promoviendo el control estatal sobre los bienes eclesiásticos y justificando la intervención del Estado en las iglesias nacionales.
Para Carlos III, la expulsión de los jesuitas representaba una oportunidad para consolidar su poder y obtener recursos económicos a través de la desamortización de los bienes de la orden. En 1767, el visitador José de Gálvez fue comisionado para implementar las Reformas Borbónicas en la Nueva España, que incluían la expulsión de los jesuitas de todos los territorios bajo dominio español. Mientras la orden se ejecutó rápidamente en el centro y sur del virreinato, la lejanía de las misiones californianas retrasó su implementación hasta finales de ese año.
La llegada de Gaspar de Portolá
Gaspar de Portolá, recién nombrado gobernador, desembarcó en el puerto de San Bernabé el 30 de noviembre de 1767, acompañado de un contingente de soldados. Aunque existía la preocupación de que los jesuitas pudieran resistirse a abandonar sus misiones, esto no ocurrió. De manera discreta, Portolá se dirigió a Loreto, llegando el 17 de diciembre, donde comunicó la orden real al sacerdote encargado de las misiones jesuitas en California.
El proceso de expulsión de los jesuitas se llevó a cabo con orden y respeto. Los misioneros de las 14 misiones diseminadas por la península fueron convocados al Real Presidio de Loreto. El 3 de febrero de 1768, los jesuitas se despidieron de la comunidad que habían servido durante décadas. Por la mañana, el padre Retz celebró una misa solemne en la que comulgó toda la población. Más tarde, el padre Hostel, conmovido tras 33 años de servicio en la región, organizó una emotiva ceremonia en honor a la Virgen de los Dolores, pidiendo su protección para los misioneros y los habitantes que quedaban atrás.
Esa misma noche, los jesuitas abordaron el navío La Concepción. Aunque el embarque se planeó en la oscuridad para evitar tumultos, la playa de Loreto se llenó de personas que acudieron a despedirlos. El gobernador Portolá, conmovido por las muestras de cariño hacia los religiosos, no pudo contener las lágrimas. Finalmente, al amanecer del 4 de febrero, el barco zarpó, marcando el fin de la era jesuita en California.
La partida de los jesuitas no significó el abandono de las misiones californianas. Apenas un mes después, el 14 de marzo de 1768, un grupo de 15 franciscanos, liderado por Junípero Serra, salió de San Blas, Nayarit, con destino a Loreto. Esta nueva orden religiosa de los franciscanos asumió la responsabilidad de las misiones ex jesuíticas, garantizando la continuidad del proyecto evangelizador y cultural en la región.
Reflexiones sobre el fin de una Era
La expulsión de los jesuitas marcó el cierre de un capítulo significativo en la historia de California. Durante siete décadas, estos religiosos habían enfrentado desafíos extremos para establecer un sistema misional que transformó la vida en la península. Su legado incluye la introducción de nuevas prácticas agrícolas y artesanales, así como la creación de comunidades que sirvieron de base para el desarrollo posterior de la región.
Sin embargo, la partida de los jesuitas también simbolizó las tensiones entre los intereses políticos y religiosos de la época. Mientras Carlos III consolidaba su poder a expensas de la orden religiosa, las misiones californianas pasaron a manos de los franciscanos, quienes continuarían el trabajo iniciado por sus predecesores.
Hoy, más de 250 años después, este episodio sigue siendo un recordatorio de cómo las decisiones políticas y económicas en Europa tuvieron un impacto profundo en las vidas de quienes habitaban tierras lejanas como California. Loreto, el corazón de la Antigua California, atestiguó un momento que cambió el curso de su historia y dejó un legado que aún resuena en las tradiciones y la identidad de la región.
—–
AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.