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La Pastorela de San Miguel de Comondú. Herencia ancestral en la California 

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El inicio de la etapa jesuítica en la California data del año de 1697, con la fundación del Real Presidio y Misión de Nuestra Señora de Loreto-Conchó, encabezada por el sacerdote Juan María de Salvatierra y Visconti. Esta etapa se extendió por 70 años, durante los cuales los miembros de la Compañía se dedicaron a realizar una sistemática evangelización de toda la población indígena en el territorio peninsular hasta entonces conocido. Una parte de esta obra lo constituyó la implantación de actos de la cosmovisión de la iglesia católica, los cuales se llevaban a cabo a través de escenificaciones teatrales, tal es el caso de la pastorela que aún hasta el presente se sigue realizando en poblados como el de San Miguel de Comondú.

Las pastorelas son escenificaciones teatrales en las cuales se describe la peregrinación que realizaron la Virgen María y San José en su viaje hacia el pueblo de Belén. En el trayecto, se narra el nacimiento de Jesús, la reencarnación de la divinidad, así como las peripecias que sufren los pastores que tratan de llegar hasta el lugar del nacimiento, y son acosados por Lucifer y sus demonios, para evitar que lleguen a su destino. Toda esta dramatización finaliza con la derrota del mal por medio de la intervención de las huestes celestiales, y el arribo de los pastores al sitio donde ha nacido el hijo de Dios.

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De acuerdo a la tradición del catolicismo, la idea de escenificar el pasaje bíblico donde se narra el nacimiento de Jesús, el hijo de Dios, se le atribuye a San Francisco de Asís, el cual la realiza en el año de 1223 (siglo XIII) en Italia. Se dice que, para montar esta obra, San Francisco utilizó animales reales, así como feligreses a los cuales instruyó sobre el papel que tendrían que representar. En un principio su actuación se limitaba a permanecer estáticos, mientras que un narrador hacía una reflexión del suceso, de acuerdo a lo expresado en la biblia. Con el paso del tiempo, esta dramatización se fue extendiendo en diferentes reinos, y se le fueron incorporando personajes, así como dándole todo un contexto en el cual se describía la lucha entre el bien y el mal. 

Se cree que la primera escenificación de una pastorela en la Nueva España tuvo lugar en el año 1530 en el poblado que hoy se conoce como Cuernavaca. El sacerdote encargado de montarla fue el franciscano Andrés de Olmos. En un principio los diálogos entre los actores se realizaban en castellano, sin embargo, paulatinamente se fueron expresando en las lenguas que usaba la población indígena. Los jesuitas, como una de las órdenes más importantes al interior de la iglesia católica, retoman la dramatización, y realizan la primera de ellas, bajo su conducción, en el año de 1574. El propósito de que fueran los mismos indígenas los actores de este drama, así como que dijeran los diálogos en su lengua nativa, obedecía a la transmisión de la religión cristiana, así como la obediencia a la política del régimen español. También se procuraba la enseñanza de conceptos inexistentes en la cultura indígena, tales como el infierno y los demonios. 

No se sabe con exactitud cuándo se empezó a escenificar la primera pastorela en la California. La mayoría de los estudiosos del tema sostienen que fueron los jesuitas los responsables de preparar a los indígenas californios para representar la primera pastorela, y que esto pudo realizarse en los primeros años de la época jesuítica (siglo XVIII). También hay quienes creen que pudo haber ocurrido como mínimo en 1850. Esta escenificación también es denominada como Coloquio debido a que se basa en diálogos entre los diferentes actores.

La pastorela que ha pervivido hasta nuestros días se realiza en tres poblados del norte de la actual entidad de Baja California Sur, que por cierto fueron los primeros sitios colonizados por los jesuitas: La Purísima, Loreto y San Miguel de Comondú, siendo este último sitio en donde se tiene mayormente documentada esta escenificación, y en donde se ha practicado con mayor regularidad. De acuerdo a la información proporcionada por la Profesora Jackeline Verdugo Meza a su servidor, ella recuerda que, desde muy pequeña, en los viajes que realizaba con sus padres al poblado de San Miguel de Comondú, pudo presenciar a integrantes de la comunidad escenificando la pastorela, a la cual ellos denominaban Los pastores. Al paso de los años, fue conociendo la logística con la cual se realizaba este evento, la cual era totalmente asumida por los pobladores. A través de una tradición trasmitida de forma oral de padres a hijos, los pobladores asumían el papel de los diferentes personajes: Aparrado, Gila, Dina, Tebano, Felizardo, Florispes, Bartolo, Bato, Lucifer marcello, Asmadeo (Asmodeo), Ermitaño, Indio, feligreses y Tristán. Al inicio del mes de diciembre se daban cita en casas de algunos pobladores en donde podían ensayar los diálogos e incluso confeccionar el vestuario, el cual era sufragado por cada uno de ellos. Llegado el día 24 de diciembre, realizaban la escenificación de los Pastores o Coloquio de San Miguel en un lugar previamente acordado el cual podía ser el atrio de la iglesia o la plaza pública del poblado.

 

Gracias a diversas personas que se han preocupado por documentar esta pastorela, como son el Profesor Salvador Aguiar, Antonio Sequera Meza y Vicente T. Mendoza, se cuenta con la dramatización completa de la misma, la cual puede ser consultada en el libro El Coloquio de San Miguel de la autoría de José Antonio Sequera Meza, y editado por el Instituto Sudcaliforniano de Cultura en el año 2008. Podemos concluir con orgullo que San Miguel de Comondú es el pueblo pionero en la escenificación del teatro en la California del Sur.

De acuerdo a lo que he investigado, desde el año de 2016 no se ha vuelto a representar este Coloquio en el Poblado de San Miguel, debido a diversas causas como son la pandemia de Covid, pero también a la falta de personas que motiven e impulsen esta actividad en aquel poblado. Ojalá que las instituciones responsables de promover la cultura en nuestro estado impulsen acciones tendientes al rescate de esta representación.

Referencia

Sequera M., J. A. (2008). El Coloquio de San Miguel. Instituto Sudcaliforniano de Cultura.

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San Francisco Javier. Un Santo y una Misión en la California.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Después de la llegada y el establecimiento de la primera Misión y Presidio permanente en la California, el de Loreto-Conchó, fundado por el sacerdote Juan María de Salvatierra y Visconti, en el año de 1697; se inició con la exploración y evangelización de nuevos grupos, tocándole su turno a los asentados en un sitio al interior de la Sierra de La Giganta, y cercano a Loreto, un sitio denominado Viggé-Biaundó, y el cual se convertiría en la segunda Misión de la península.

El sacerdote que vino a ayudar a Kino, al mes de haber llegado y fundado la Misión de Loreto, fue el también italiano Francisco María Píccolo. Este jesuita ya había oído hablar de este proyecto de evangelización en estas lejanas tierras debido a que su anterior asignación había sido en la Sierra Tarahumara, en donde Salvatierra se había desempeñado años antes, y donde había dejado sembrada la semilla para que más misioneros quisiera unirse a él en esta nueva cruzada. Cuando Píccolo se hubo adaptado un poco al trabajo tan laborioso que se realizaba en Loreto, y había aprendido de manera más o menos adecuada la lengua Cochimí, fue enviado por Salvatierra a que buscara sitios donde estuvieran asentados grupos numerosos de cochimíes, el grupo nativo que los había aceptado de buen agrado y que se mostraban relativamente dóciles a las nuevas enseñanzas religiosas. Contaban con una información detallada de los diarios de exploración que habían levantado Eusebio Francisco Kino y el almirante Isidro Atondo y Antillón, durante su fallido intento por consolidar la misión de San Bruno (1683-1685). Además de lo anterior, varios de los cochimíes que habitaban en esta sierra y que eran visitantes asiduos de Loreto, les hacían invitación para que fueran con ellos y fundaran un asentamiento en su ranchería.

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Fue a principios del año de 1699 que Píccolo decide iniciar la exploración de estos sitios, con auxilio de californios leales, hasta que finalmente encuentra un lugar densamente poblado, el cual contaba con agua abundante y tierra fértil en la cual crecían muchos árboles de los cuales obtenían semillas con las que alimentaban, así como cacería abundante. El sitio era conocido por los cochimíes como Viggé-Biaundó, que en su lengua significa “tierra elevada que domina el valle”. Fue así como Píccolo decide establecerse y declara fundada la misión el 10 de marzo de 1699. En el transcurso de 4 o 5 meses se construyeron habitaciones sencillas para albergar al misionero, al soldado que lo custodiaba, así como un pequeño almacén para guardar bastimento, aperos de trabajo y animales de carga. Finalmente se construyó una pequeña enramada en la cual se instaló un altar llano, un crucifijo y algunas pinturas con imágenes religiosas. Finalmente, el padre Salvatierra se traslada al lugar y consagra el templo el cual es dedicado a uno de los Santos que fue miembro de la Compañía, y el cual había destacado por su obra misionera en Asía, San Francisco Javier. A los pocos meses el sitio de la misión, que estaba junto al ojo de agua llamado Biaundó, fue abandonado debido a un levantamiento de los indígenas.

En el año de 1701, llega a la península el padre Juan de Ugarte, el cual hasta unos días antes se había desempeñado como Procurador de las Misiones de California, en donde su misión sustantiva era conseguir apoyos económicos entre la clase adinerada de la Ciudad de México, para sostener la obra evangelizadora en la península. Tras su llegada, y ante lo prioritario de tener alguien que cumpliera con la misión que dejaba vacante Ugarte, Salvatierra le ordena a Píccolo que se traslade a la Ciudad de México, y en su lugar designa al recién llegado Ugarte, el cual reanuda la labor evangelizadora, y cambia de sitio la misión, estableciéndose en el paraje donde actualmente se encuentra. Fue el potentado Don Juan Caballero y Ocio, el que destinó una fuerte suma de dinero para sostener al sacerdote y sus labores evangelizadoras, así como la construcción y dotación de todos los objetos para construir una iglesia, así como realizar la liturgia correspondiente. Durante los siguientes 29 años que misionó este sacerdote entre los cochimíes de San Javier, demostró un gran compromiso con su ministerio, convirtiendo a miles de californios a la religión católica. También hizo florecer permanentemente su misión trayendo y criando caballos, mulas, vacas, borregos, gallinas y otros animales. Enseñó a los indios conversos la ciencia de la agricultura, encargándose de introducir cultivos de maíz, trigo, frijol, caña de azúcar, uva, olivo y otros árboles frutales, a los regaban por medio de un complejo sistema de canales, los cuales aún perduran. Se dice que fue el introductor de la panadería y la vitivinicultura en California.

En el año de 1730, Ugarte falleció víctima de sus enfermedades y su avanzada edad, llegando a suplirlo el sacerdote Miguel del Barco (1737). Este sacerdote tuvo buen cuidado de continuar la intensa obra desempeñada por el padre Ugarte, y dentro de sus destacadas acciones estuvo el redactar los conocimientos que iba teniendo de los Californios y de su tierra, a través de sendos informes, los cuales fueron enviados a diferentes partes del mundo. Estos documentos se convirtieron en un libro editado por el Dr. Miguel León-Portilla el cual lleva por nombre Historia Natural y Crónica de la Antigua California. Además de lo anterior fue el creador del templo misional que hasta la fecha sobrevive en este lugar, el que tardó en ser construido 15 años, de 1744 a 1759. Este templo es una hermosa pieza de arquitectura y se encuentra fabricado de piedra basáltica, la cual abunda en el lugar, y que fue hermosamente labrada por constructores traídos especialmente desde otras regiones de Nueva España. Este templo cuenta con una gran cantidad de pinturas centenarias realizadas por grandes artistas de la época, engarzadas en un retablo cubierto con hoja de oro, imágenes de santos maravillosamente trabajadas, y en general es uno de los templos mejor cuidados, y cuya arquitectura se ha ganado por méritos propios el ser llamado la joya de las Misiones de la California. Esta misión, incorporó las visitas de Santa Rosalía, San Miguel de Comondú (1714-1730), San Agustín, La Presentación (1769), San Pablo y Los Dolores del Norte.

Posteriormente a la expulsión de los jesuitas en el año de 1768, los franciscanos se hicieron cargo de la misión, y finalmente los dominicos. La población nativa fue disminuyendo rápida y permanentemente, lo anterior debido principalmente por las constantes epidemias y por la migración que realizan a diferentes partes de la península o al resto de la Nueva España buscando mejores condiciones de vida. Para principios del siglo XIX sólo quedaban menos de 100 cochimíes nativos, los cuales ya habían sido evangelizados y hablaban el idioma español. Esta misión pasó por una etapa de abandono en el año de 1817, siendo paulatinamente repoblada durante el resto de este siglo y el siguiente, hasta el punto de convertirse en uno de los centros de producción y comercio más importantes de la primera mitad del siglo XX.

En la actualidad se conmemoran 323 años de la fundación de esta misión de San Francisco Javier Vigge-Biuandó, la cual es el origen del actual poblado secular de San Javier, en el municipio de Loreto. Es un sitio pintoresco y que en todos los días del año recibe una gran cantidad de turistas, locales y extranjeros, los cuales vienen a admirar su hermoso templo, así como a disfrutar de la tranquilidad que se respira en sus antiquísimos olivares y canales de riego, los cuales son mudos testigos de la época misional.

 

Bibliografía:

Barco, Miguel del, S. J. 1980 The Natural History of Baja California, trad. de Froylán Tiscareño, introd. de Miguel León-Portilla, Los Ángeles, Dawson’s Book Shop (Baja California Travels Series, 43).

Mathes, W. Michael. 1977. Las misiones de Baja California.1683-1849. La Paz, Editorial Aristos.

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El canto de El Alabado en las Misiones Sudpeninsulares

FOTO: América Álvarez TV

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

 

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Durante la época jesuítica (1697-1768), se forjó una buena parte de la actual cultura mestiza que aún se practica en regiones remotas de nuestra península bajacaliforniana. Algunas de ellas perduran, como son palabras del español antiguo que se hablan en algunos ranchos, comidas criollas, vestimentas y costumbres heredadas por los soldados de presidio que fueron los fundadores de de estos sitios californianos, otras de ellas han desaparecido. Tal es el caso del canto de El Alabado, el cual llegó a ser una costumbre muy arraigada y practicada en las misiones de nuestra Sudcalifornia.

El canto de El Alabado tiene sus orígenes en los cantos que se crearon al interior de la Iglesia Católica en el siglo XVII, fueron traídos por los españoles, y difundidos entre los grupos étnicos de América. Este canto se compone de una serie de versos en los cuales se recitan pasajes de la vida de Jesucristo así como aspectos de la liturgia católica. Su propósito es ofrecer una Acción de Gracias al Creador, por la vida y las buenas cosechas. También el afianzar entre los feligreses, aspectos dogmáticos de la liturgia católica. Durante los siguientes 3 siglos en que se utilizó este canto, se crearon muchas variantes, sin embargo su estructura se conservó más o menos intacta hasta nuestros días. Aún en la actualidad, entre los campesinos de algunas comunidades de los estados del centro-sur de la República Mexicana: Jalisco, Nayarit, Michoacán, Oaxaca, Guerrero, Chiapas, etc. se entona este canto al final de la cosecha del maíz.

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FOTO: AVIADA BCS

Regresando a nuestra península, en la época jesuítica, los sacerdotes enseñaron a los indios conversos este canto, y establecieron horarios durante las jornadas de trabajo, en donde su entonación era rigurosamente observada por todos los habitantes, aún cuando no estuvieran en las Misiones. Como recordaremos, cuando Eusebio Francisco Kino y Juan María de Salvatierra, promovieron ante la Corona Española el realizar una nueva incursión hacia la península de California, se les concedió tal petición sólo a cambio de que lo hicieran costeando sus propios gastos, sin pedir un solo céntimo a la Corona. Fue aquí donde los Jesuitas pidieron, y se les otorgó, la concesión de ser ellos quien ejercieran completamente la autoridad en la península. Con este régimen de excepción, los jesuitas fueron amos y señores de la península, y sus habitantes, por espacio de 70 años.

En un interesante informe que nos dejó el sacerdote Nicolás Tamaral, el cual fundó la misión de La Purísima Concepción de Cadegomó en el año de 1720, nos ofrece una interesante descripción de cómo estaba organizada la jornada de actividades en su misión, y a decir de los demás sacerdotes, la forma en que lo estaba en las demás Misiones de la California, no difería. Al leer este documento nos damos cuenta de la gran importancia que tenía el canto de El Alabado, como un medio de agradecer al Creador el haber amanecido, y seguir durante el día, con salud y pudiendo realizar sus actividades cotidianas. Al mismo tiempo su canto ofrecía una excelente estrategia mnemotécnica para el aprendizaje de los misterios de la fe católica. Aquí transcribo lo que acabo de reseñar:

Al querer amanecer se tocan las avemarías; entonces toda familia doméstica acude a la iglesia, rezan y saludan a la Santísima Virgen, cantan el Alabado, primero los hombres, después las mujeres, después los dos coros, hombres y mujeres; y en ésta y en todas las distribuciones de concurrencia de hombres y mujeres siempre están aparte los hombres, juntos, y en lugar separado las mujeres, juntas, y de la misma suerte los niños y muchachos en lugar separado y las muchachas juntas en otro lugar. Después, los que entonces tienen ocupación van a sus oficios, como son los de la cocina y los que aparte hacen el desayuno para los trabajadores, para los enfermos, viejos, huérfanos, etc. Los que no tienen entonces ocupación acuden a asistir a la misa, que se dice todos los días, y acabada la misa rezan y cantan el Alabado a coros, como queda dicho. Acabado este, cada uno acude a lo que se la ha encargado: los hombres al trabajo de campo o fábrica de iglesia, que al presente se está haciendo; las mujeres, unas a hilar algodón y lana, otras a hacer medias, otras a sus tejidos que ya hacen de lana y algodón. El temastián instruye para profesar a las rancherías que van viniendo a sus tiempos y a las viejas y viejos rudos; el padre atiende a todos.

A las diez del día se toca la campana y acuden a la iglesia todos los niños y niñas de la doctrina y, puestos aparte unos de otros, rezan toda la doctrina y, acabada, cantan a coros el Alabado con pausa decente. Al medio día se toca la campana, y puestos de rodillas todos, saludan a la Santísima Virgen y cantan una vez el Alabado. Después se reparte la comida, que es, a los trabajadores, pozole; a los viejos y viejas, niños y niñas, atole y algo de pozole.

Después de comer descansan hasta las dos y entonces cada uno prosigue el trabajo que se le ha encomendado. A las cinco de la tarde se toca la campana y acuden los niños y niñas a la iglesia a rezar las oraciones y doctrina, cantando a coros el Alabado al fin. Al anochecer se tocan las avesmarías y, de rodillas, rezan y saludan todos a la Santísima Virgen. Como al medio día, después de cenar van todos a la iglesia y con el padre rezan a coros el Rosario, letanías y cantan el Alabado. Hácese entonces y no antes esta distribución porque ya entonces están todos desocupados de sus oficios y pueden acudir todos a devoción tan importante.

Después de rezar el Rosario y cantar a coros el Alabado en la iglesia salen todos, los hombres con su temastián y las mujeres con su temastiana.

FOTO: AVIADA BCS

Otra de las reglas que se imponía a los indios conversos, en esta sociedad tan parecida como a las antiguas comunidades cristianas de los primeros años, es la siguiente: Cuando vienen a misa y doctrina (los indios), fuera de la instrucción se componen sus dependencillas y cosas de gobierno de su ranchería, para que vivan en paz y cristiandad. En sus rancherías, todos los días dos veces, al amanecer y en la noche al recogerse, rezan en comunidad la doctrina y, acabada, cantan el Alabado a coros, cosa de gran consuelo, pues lo es el que en el silencio de la noche resuenen entre los riscos y bosques el alabar al Señor, y los que tal vez caminan de nuestros soldados y españoles lo suelen referir con edificación y consuelo. Era tanta la insistencia que ponían los sacerdotes en la estricta observancia de esta estructura teocrática de la vida entre los californios, que esto se ejemplifica e este fragmento del informe que escribió el padre Tamaral:

Cuando el padre va a sus rancherías o pasa por ellas, luego que divisan al padre se ponen en orden y entonan a coros el Alabado; primero los hombres, después, aparte, las mujeres; después los dos coros a una voz, y, acabado, vienen por su orden a saludar al padre.

Esta costumbre usan cuando vienen al pueblo, ora vengan toda la ranchería, ora venga alguno solo. Antes de saludar a otro alguno se va a la iglesia, puesto de rodillas se persigna, reza un Avemaría a su santísima Patrona y canta el Alabado, y acabado, pasa a saludar al padre y disponer a lo que viene. Al irse observan el mismo método, saludan a la Santísima Virgen y cantan el Alabado en la iglesia, y después vienen a despedirse del padre y recibir algo de bastimento para el camino.

En una revisión que realicé en diferentes artículos que tratan sobre el tema del origen del canto de El Alabado, localicé una de las versiones que al parecer es la más completa, es probable que así fuera el canto que se entonaba en nuestras misiones Californianas. Lo transcribo a continuación:

Gracias te doy gran Señor y alabo tu gran poder. Que con el alma en el cuerpo nos dejaste anochecer. Sí te pido Dios mío nos dejes amanecer En gracia y servicio tuyo y sin llegarte a ofender.

En el hombre sea de Dios se va a cantar este alabado, Todos juntos como estamos a Jesús Sacramentado. Jesucristo se ha perdido, la Virgen lo anda buscando. Por el rastro de la sangre que Jesucristo derrama.

Camina la Virgen pura en una fresca mañana Y como era tan de mañana, en la hora que caminaba Con San Juan encuentra y de esta manera le habla. ¿No ha pasado por aquí el Hijo de mis entrañas? Sí Señora, aquí pasó tres horas antes del alba.

Y por señas, llevaba una túnica morada. Cinco mil azotes lleva en sus sagradas espaldas, Una cruz lleva en sus hombros, de madera, muy pesada Una corona de espinas que sus sienes traspasaba Una soga al cuello lleva, que los Judíos le estiraban.

Al oír la Virgen esto, cayó en tierra desmayada Y San Juan, luego acudió a levantarla ¡Levántese señora! que no es tiempo de tardanza Caminemos, caminemos hasta llegar al calvario.

Que por presto que lleguemos, ya lo habrán crucificado, Ya estará en la cruz pendiente con tres clavos remachados Ya le darían la lanza en su sagrado costado La sangre que de ahí vierte cayó en un cáliz sagrado. El hombre que la bebiere será bien aventurado Será libre del infierno y de Dios será premiado Será rey de este mundo y en el cielo coronado.

Tres señas hubo presentes cuando Jesús expiró El sol se vistió de luto y la luna se oscureció Las piedras lloraron sangre cuando Jesús expiró Vámonos Señor al cielo a traer flores y romeros Para hacerle una corona al Señor del Bautisterio.

Santísimo Sacramento yo te ofrezco este alabado Por los frutos de los campos que han sido tan amentados Por las ánimas benditas y almas que estén en pecado. Que las saques o Dios mío de tan miserable estado Que las saques y las lleves para donde fuimos criados.

Y así sigas con nosotros cuando de este mundo nos vamos Préstanos vida y salud para el año venidero En el cielo está una estrella que a los marineros guía No dejemos de rezar el rosario a María.

Es el primer escalón que en el cielo hemos de hallar Tres veces tiemble el infierno al decir Ave María Ave María preferida, sin pecado concebida Ave María singular, sin pecado original Ave María de la Luz, sin pecado de Jesús.

FOTO: SETUES BCS

Sería muy interesante el que las instituciones de Cultura del Gobierno de nuestra entidad realizaran una investigación, y recrearan cómo era un día en las Misiones Californianas, con el objetivo de dar a conocer a las generaciones jóvenes, y a todo el público, estos aspectos que son parte hoy de nuestra identidad sudcaliforniana, y en donde seguramente, el canto de El Alabado, no puede ser soslayado.

Bibliografía:

Canto El Alabado

Archivo General de la Nación. (1730). Informe del padre Nicolás Tamaral al Padre Visitador de las Misiones de California. C.a.

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Museo del Vaquero Californiano, presencia de los Forjadores de Sudcalifornia

FOTOS: Sealtiel Enciso Pérez

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). El viernes 4 de noviembre, fuimos invitados personas dedicadas a investigar y difundir la historia de la península de Baja California, así como interesados en las temáticas Californianas, a una pre-inauguración del Museo del Vaquero Californiano MUVACA, el cual se ubica en el poblado de El Triunfo, B.C.S.

La cita fue a las 11:30 hrs. entre los asistentes a este importante evento se contaba la Sra. Cristhy Walton, la cual es la mecenas que sufragó la planeación y construcción de este museo, la Lic. Rosa Maribel Collins Sánchez, Secretaria de Turismo y Economía de B.C.S., el Dr. Luis A. Trasviña M., Delegado del INAH en B.C.S., Ing. Gilberto Enrique Amador Soto, Presidente de CAHEL, A.C., Ing. Juan José Cabuto Vidrio, Curador del Museo Ruta de Plata, Mtra. Andrea Gaume Amao, Directora Ejecutiva de Ándale La Paz A.C., Mtro. Sealtiel Enciso Pérez, Integrante de la Sociedad de la Antigua California, entre otros. Durante la emotiva inauguración la Lic. Rosa Maribel Collins Sánchez, Secretaria de Turismo y Economía, dio un mensaje de parte del Gobernador de la entidad, en donde agradecía y reconocía este gran esfuerzo encabezado por la Sra. Walton, e hizo patente el agradecimiento de la gente del rancho sudcaliforniano, quienes verán reflejada su historia y tradiciones en este espacio tan digno.

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La Sra. Walton dio un emotivo mensaje en donde exaltó la gran importancia que tuvo el ranchero Californiano como sostén de la vida y economía en la península, en los años finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX. Gracias a la labor que desempeñaron la gente de los ranchos se pudo colonizar una gran parte de la península y se logró, pese a los embates permanentes de personas que invadieron nuestro país, que nuestra Antigua California siguiera siendo mexicana. Finalizó comentando que ella desea el progreso al poblado de El Triunfo, B.C.S., pero que vaya emparejado con el respeto a las costumbres y a las propuestas que los pobladores hagan para conservar la tranquilidad de su pueblo.

Posteriormente el Dr. Luis A. Trasviña M. (INAH) dirigió un mensaje a los presentes, mencionado el gran trabajo de investigación y museografía que había detrás de este recinto e invitó a todos los presentes a difundir su visita y continuar apoyando estas y otras acciones a favor de la historia sudcaliforniana.

Los visitantes fuimos paulatinamente ingresando a las diferentes áreas que tiene acondicionado este museo, pudiendo constatar que no se escatimó esfuerzo para hacer un espacio que trate de forma elocuente sobre la vida del ranchero. La historia del origen de la ganadería, así como la influencia que tuvo en el desarrollo de la península, se puso claramente de manifiesto en cada una de las secciones, y causó una grata impresión en todo el público, quienes comentaban alegremente de los recuerdos que les evocaba ver fotografías de personajes familiares, así como utensilios y herramientas que se usaban en estos espacios.

Invitamos a todo el público a que visite este Museo del Vaquero Californiano, ya que se llevará una grata sorpresa por su contenido y por la excelente museografía, que lo coloca en uno de los mejores a nivel mundial.

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La sudcaliforneidad, esa cosa amorfa más parecida a la xenofobia

El librero

Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Esa cosa tan vacua como la identidad, de la que han escrito y hablado innumerables historiadores, investigadores, sociólogos, escritores y poetas, en realidad es la búsqueda exasperada del espejo donde podamos vernos, aunque ello implique que en él veamos imágenes de nosotros o de otros que no nos gusten. Esa identidad es un grupo de características que le son propias a una persona o a varias y que las hace distinguirse del resto, es decir, tener una propia cara o una creencia de lo que se es o no. Nuestro espacio vital se construye a partir de lo que pensamos o imaginamos de él y nos lo apropiamos para sentirnos seguros, que nos dé un sentido de pertenencia. La identidad creada, buscada, definida por académicos e intelectuales no tiene, bajo ninguna circunstancia, el propósito de dividir, excluir o marginar a nadie, sino que, muy al contrario, busca que en la diferencia individual y colectiva podamos reconocernos en la otredad.

En estos días se detonó un escándalo porque una intelectual nacionalizada mexicana, la activista de derechos humanos y doctora Mónica Jasis, de origen argentino, pero radicada en nuestro país desde hace casi cincuenta años y más de treinta en Baja California Sur, dio un discurso en el Congreso Estatal, invitada por diputados locales con motivo de la conversión de territorio a estado. De pronto se revivió, como un reguero de pólvora, la identidad sudcaliforniana para atacar a la doctora sin miramientos, bajo el lema de que no era de aquí y que había otros u otras que más lo merecían porque aquí nacieron y tienen arraigo y que son dueños hasta del aire que se respira.

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El origen de tal afrenta es eminentemente política y proviene de la oposición, sorprendentemente incluso de gente de izquierda. Quizá crean que con poner a la gente oriunda contra los foráneos van a conseguir votos electorales en un futuro. Nada más absurdo porque la mayoría en este estado ha venido de fuera a enriquecer nuestra cultura y a darle grandeza. Valerse de que sus apellidos son originarios o que nacieron aquí y que por lo tanto tienen más derechos que otros son en verdad pueril. Me imagino que todos ellos deben saber que ninguno es descendiente de guaycuras, pericús o cochimís, porque esos pueblos desaparecieron con la llegada de los españoles, esos de quienes sí somos descendientes… y que, si me apuran un poco, todos nosotros somos responsables de algún modo de ese genocidio cometido contra esas tribus. Para que más les guste.

Según ese libro de Pablo L. Martínez llamado Guía familiar de Baja California, mi familia, los Márquez, son de las primeras familias criollas —después de que desaparecieron los pueblos originarios— y que pertenecían a los elementos militares que iniciaron las primeras familias sin raíz indígena. Esas primeras tres familias fueron los Rodríguez, los Márquez y los Arce. Pablo L. Martínez menciona en su libro que el apellido Márquez fue originado por Nicolás Márquez, un soldado siciliano que arribó junto con Salvatierra allá en 1697 y que se encuentra muy difundido, aunque la mayor parte de sus descendientes son ya mestizos. Se trata, pues, de un apellido añejo que está ligado al general José Manuel María Márquez de León —de quien por cierto estoy escribiendo una novela—, nacido en San Antonio, B.C.S, de donde era mi madre y de donde es la mayor parte de mi familia materna. Mi familia paterna es otro asunto, pero que pertenece a la historia de Baja California Norte, de Tecate, específicamente.

¿Por qué hago mención de eso? Para demostrar que es inadmisible manejar el espacio geográfico, el apellido o las actividades humanas como privilegios que nos dan derecho a excluir, donde solo caben mis intereses, porque aquí solo mis chicharrones truenan y que por eso voy a salir a defender mi sudcaliforneidad basado en esos datos registrados por Pablo L. Martínez y por una fecha equis donde se le dio categoría de estado a un territorio habitado por foráneos después del asesinato y exterminio de sus pueblos nativos. Si nos ponemos radicales y exigentes los Márquez tienen más tiempo sobre esta tierra, más que muchos que no nacieron aquí pero que crecieron y se formaron en este semidesierto y que a ellos jamás se les ha cuestionado que no pertenezcan a la sucaliforneidad. Pura hipocresía, pues. Alegar identidad es hablarle al abismo. Argumentar así habla más de los miedos que de una sana convivencia.

Por otro lado, no estoy de acuerdo en el uso de la xenofobia como pretexto para defender la identidad sudcaliforniana, esa cosa tan etérea y ambigua que han construido a base de prejuicios y afanes como si fuera una franquicia. Me hace pensar que debemos ser más grandes que nuestras reducidas y limitadas formas de ver la realidad, más allá de la cortina de la choya de la que hablaron los jóvenes de los setenta. Propongo que no lo hagamos, que nadie merece ser atacado/a por circunstancias extrageográficas porque todos tenemos derecho a la migración en nuestra patria y en nuestro planeta, a ser felices y a no tener miedo en el lugar donde vivimos, que es el sitio donde nos desarrollarnos en todos los sentidos. Demostremos nuestra grandeza en la solidaridad y la capacidad de madurar nuestras diferencias. Porque francamente esta actitud no ayuda, sino que nos regresa a varias décadas atrás.

Sí, con tristeza veo que existen fachoyeros/as xenofóbicos/as en BCS, porque de pronto el no nació aquí pasa como sentido identitario para descalificar a quien participa en la vida pública de BCS por no ser de este lugar, pero que, por derecho, como es el caso de Mónica Jasis, tiene su ciudadanía mexicana bien ganada y plantada. La actitud de quienes promueven y aluden a un sentido de sudcaliforneidad como apropiación identitaria es lamentable. Eso se llama, les guste o no, lo nieguen o no, XENOFOBIA. Todos los argumentos vertidos para defender su identidad y rechazar al otro, es xenofobia, término que viene del griego, compuesto por xénos (extranjero) y phóbos (miedo). Esa palabrita, retuérzanse, hace referencia al odio, recelo, hostilidad y rechazo hacia los extranjeros.

¿Por qué esa descalificación a Mónica Jasis por parte de connotados intelectuales locales y con arraigo? Si, como dicen, está legítimamente radicada en BCS, ¿por qué el cuestionamiento entonces?, ¿por qué el menosprecio? ¿No es acaso ella ciudadana libre y auténticamente mexicana y sudcaliforniana para ser invitada? ¿O BCS solo es para unos cuantos con sangre de nacimiento? ¿Alguno/a de ellos quería dar ese discurso o cómo? ¿No resulta injusto que se reclame a alguien que evidentemente no conocen ni su trayectoria ni su trabajo? ¿Entonces ser sudcaliforniano/a tiene un carácter de exclusividad, como en esos años oscuros en muchas partes del mundo donde solo se admitían a blancos pero no a negros o indígenas, o negar la ciudadanía y perseguirla por ser comunista o católico o musulmán o budista o boliviano o venezolano o aun argentino? ¿En serio quieren que los que no son de aquí sean relegados en un apartheid choyero, donde los verdaderos sudcalifornanos reinen como una aristocracia o una élite racial a la que no le importa el sentimiento ni la vida de los demás? ¿Ese es su nivel de análisis y capacidad para ser empáticos con el otro?

No es justo que para que seamos aceptados casi debamos traer el acta de nacimiento pegada al pecho, como en aquella novela de Nathaniel Hawthorne, La letra escarlata, publicada en 1850 y situada en la rígida Nueva Inglaterra a inicios del siglo XVII y que nos cuenta la historia de una mujer acusada de adulterio por tener una hija con un hombre con el que no se casó y que por ello es condenada a portar en el pecho la letra A, en rojo. Nadie tiene el arbitrio de pasar por encima de nuestros derechos, sean personas de afuera o de adentro. El discurso de yo no soy xenofóbico, pero… o yo reconozco la trayectoria de Jasis, pero hay otros que tienen más derecho solo demuestra que no hemos madurado socialmente, que estamos más movidos por nuestras emociones primarias —tan parecidas al fascismo o al fanatismo— que, por los altos principios, los razonamientos, nuestra cultura que nos hacen más humanos. Ninguna civilización se hizo sola, todas recibieron influencia de la inmigración y emigración de otras tantas y que gracias a eso pudimos conocer y heredar a los sumerios, a los egipcios, a los griegos y a los romanos, por mencionar unos cuantos. Tenochtitlan tampoco se hizo por generación espontánea. Tal vez habrá que escribir La letra escarlata choyera para señalar y describir el puritanismo de quienes se rasgan las vestiduras desde un pensamiento supuestamente de izquierda. De los conservadores ya ni hablamos: ellos gustosos nos quemarían con leña verde en el malecón.

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