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Internos del Cereso de Santa Rosalía han leído más de 100 libros en 3 años

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Charla de internos del Cereso pertenecientes al Club de Lectura de Santa Rosalía, con Modesto Peralta Delgado. Se contó con permiso para tomar fotografías y por razones de seguridad, se difuminan sus rostros. Fotos: Cortesía.

La Paz, Baja California Sur (BCS). “N”, de 28 años, es un interno en el Cereso de Santa Rosalía en proceso de sentencia por homicidio calificado, quien desde el 2013 que entró al Club de Lectura —es uno de sus iniciadores— ha sido uno de los participantes más entusiastas, leyendo más de 100 libros en poco más de 3 años; asegura que, sea condenado o no, ha cambiado su percepción de las cosas y no delinquiría otra vez, y en mucho, tanto la literatura como su fe en Dios han formado parte de su nueva visión de la vida. Incluso, guarda frases escritas en un par de hojas por si algún día puede publicar un libro.

El pasado 17 de febrero, su servidor, Modesto Peralta Delgado, fue invitado a presentar su libro Prólogos a la muerte en la cárcel ubicada a un par de kilómetros de la cabecera municipal de Mulegé. Ahí dimos una charla, y algunos de los participantes dieron sus opiniones respecto al libro, como parte de la dinámica del club que coordina el psicólogo José Antonio Iturriaga Hidalgo, quien también nos dio una entrevista para realizar este artículo vivencial sobre el impacto positivo que puede tener la literatura.

Como era de esperarse, al entrar al Cereso de Santa Rosalía, hay varios filtros qué pasar: puertas y más puertas, y rejas y más rejas qué cruzar, para llegar a un pequeño salón multiusos, con computadoras y libros, en donde quincenalmente se reúnen los integrantes del Club de Lectura de Santa Rosalía. La actividad la realizan voluntariamente algunos ciudadanos, sin formar parte de programas de gobierno, y con el solo fin de introducir el hábito de la lectura en los condenados y procesados que asisten. Desde el 2013 que entró en función este club —señaló Iturriaga Hildalgo—, se les han llevado entre 100 y 150 títulos. Las reglas para pertenecer son muy claras y sencillas: leer el material que el psicólogo se encarga de seleccionarles, asistir a las reuniones y comentar libremente sobre lo leído.

“N” fue modesto al decir que él habría leído “sólo” unos 100 libros en los tres años que lleva formando parte de este grupo. Cualquiera podría pensar que dentro de la cárcel, con todo el tiempo del mundo, esto no es algo impresionante. Sin embargo, aunque desconocemos el número total de presos en el Cereso de Santa Rosalía, es evidente que no todos se interesan. El club de lectura en prisión comenzó con 14 internos, siete de ellos ya salieron cumpliendo su condena, y han quedado siete. Por tanto, leer más de 100 libros en 3 años, no requiere sólo de tiempo libre, sino de un interés que se ha fomentado con paciencia y un auténtico entusiasmo por contagiar la literatura, y que ésta pueda tener un efecto en la vida de personas en reclusión. “Yo no creo que voy a cambiar a alguien, porque no depende de mí el cambio, pero buscamos fomentarles un buen hábito, que a su salida sea de alguna utilidad. (Los efectos han sido) su capacidad de expresarse, de estructurar sus pensamientos de mejor forma, quien lee y se expresa bien tiene un buen argumento”, dijo Iturriaga Hidalgo.

Durante la charla, algunos de los asistentes comentaron sus impresiones del libro de cuentos, con detalles en lo leído y los significados o trasfondos que su servidor quiso plasmar en Prólogos a la muerte. Fue interesante no sólo oír sus opiniones respecto al libro, sino dar cuenta que algunos han encontrado apasionante la lectura de autores de la literatura universal. Iturriaga Hildago recuerda que el material que más debate generó en este grupo fue La metamorfosis de Franz Kafka, “fue un libro que dudé en llevárselo, pero luego pensé ‘a ver qué generan ellos’, y fue una de las sesiones más fluidas”.

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En el caso de “N” —cuya identidad, como la del resto de los internos se omite por razones de seguridad— me dijo que para él leer es “una explosión de pensamientos, me rescatan de este lugar”. En efecto, para ellos, asistir a estas reuniones es un escape de su internamiento, y en algunos casos, como los que tenían su familia en Veracruz, Tamulipas o Guerrero, estas visitas significaban ‘sus visitas’. El hombre en proceso por homicidio dijo que había leído un par de libros cuando era estudiante, pero ahora estaba agradecido con el Club de Lectura de Santa Rosalía al haberle acercado un centenar de títulos. Entre los libros favoritos de “N” están Quién mató a Palomino Molero de Mario Vargas Llosa, Memorias de mis putitas tristes y Relato de un náufrago de Gabriel García Márquez.

Aunque está en espera de una sentencia que podría ser de 20 años de prisión, o más, expresó que “ya no tiene los mismos pensamientos”. La lectura, para él, le ayuda a “pensar diferente”. Aunque dice no pertenecer a ninguna iglesia en especial, tiene fe en Dios. Y sí, tanto su fe religiosa, como lo que ha descubierto a través de la literatura, han creado un cambio positivo en su persona, según sus propias palabras, y así lo mostró en su actitud, al menos, en ese momento de la charla. Ahora “N” tiene en mente poder compilar varias frases por si algún día pueda publicarlas en algún sitio. Es de notarse, pues, que de la lectura, ha pasado a la inquietud de escribir.

Al preguntarle al psicólogo si, en general, los internos eran difíciles de tratar, dijo que no. “No sé si sea en la población en general, pero con la gente que yo he trabajado, al contrario, son personas que reciben muy bien a quien los visita”. Por último, comentó que entre los cambios que ha visto en su fomento a la lectura en prisión es la capacidad de expresarse, y recordó el caso de un interno que en diez sesiones apenas articulaba palabra, y a partir de las siguientes, se hizo tan desenvuelto que costaba trabajo que cediera el turno de hablar a otros compañeros. De manera que el Club de Lectura de Santa Rosalía ha propiciado que algunos presos puedan despertar su empatía o sensibilidad a través de la literatura, lo perciban como un escape de la rutina y propicie un cambio positivo en su mentalidad; y además puedan notarse sus efectos, al menos, en su forma de expresarse.

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¿A dónde va la pinshi basura? Así es el relleno sanitario de La Paz

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Relleno sanitario de La Paz. Fotos: Marián Camacho.

SudcaliCiencia

Por Marián Camacho

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Cada sudcaliforniano genera 1.24 kilogramos de basura al día, según los últimos promedios del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), lo cual nos coloca a nivel nacional en el tercer estado con mayor generación de basura “por chompa”, digo per cápita. Y así de rápido como la generamos, la mayoría de nosotros dejamos de pensar en la basura en cuanto el camión pasa frente a la casa y se la lleva. Pero, ¿a dónde van esas toneladas de basura paceña? ¿cuál es su destino final? ¿tiene consecuencias para nosotros mismos el olvidarnos de las acciones que tomamos día a día?

Un relleno sanitario o la ancestral técnica del gato

Existen dos formas de clasificar los sitios de disposición final de la basura, según la Norma Oficial Mexicana NOM-083-SEMARNAT-2003:

  • Sitios controlados y no controlados. Instalaciones inadecuadas porque tienen un control parcial o nulo de la contaminación que produce la basura. Es decir, consisten básicamente en lugares donde sólo amontona la basura.
  • Relleno sanitario. Sitio que sí previene y controla, de manera integral, la contaminación por compactación y entierro de residuos sólidos.

Así mismo, en términos generales, todos los sitios deben contar con una infraestructura básica para controlar los vectores que podrían causar un impacto ambiental, además de estar 500 metros alejado de asentamientos humanos y de fuentes de agua.

En la ciudad de La Paz, a diferencia de cientos de municipios en México, sí contamos con un relleno sanitario en operación y modernización permanente desde 1993. Esto es algo sobresaliente, ya que, aunque no es una regla propiamente, los sitios denominados tiraderos a cielo abierto se encuentran principalmente en los municipios de menor tamaño (20 mil a 150 mil habitantes), como La Paz, ya que son los que tienen mayores dificultades presupuestales para construir y mantener obras de infraestructura complejas como las que requiere un relleno sanitario. Bien por ello.

No a todos se les olvida la basura en La Paz

Para Sergio Omar Pérez Salvatierra, el tema de la basura es parte de su vida cotidiana. Como coordinador del relleno sanitario de La Paz, Sergio ha aprendido muchos aspectos científicos, sociales y culturales de la generación y manejo de los residuos sólidos de nuestra ciudad. Este genial personaje fue muy amable y entusiasta al responder mis cuestionamientos durante mi primera visita turística y, más allá de su responsabilidad, compartió con todos los lectores de este artículo, su inspiradora visión del funcionamiento de este sitio que muy pocos paceños visitan si no tienen necesidad.

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Sergio Omar Pérez Salvatierra, coordinador del relleno sanitario de La Paz.

Para empezar, Sergio me platicó muy orgulloso, que no soy la primera persona que se sorprende al no ver la basura desde lo lejos y en cuanto llega. Y es que para aquellos que no tenemos idea de cómo funciona un sitio de disposición final de residuos, a todo le decimos basurero y pensamos en montañas visibles de desperdicios. De hecho, tuvimos que tomar un vehículo para llegar al sitio donde se puede ver la basura, ya que como me explicaba mí guía, en el relleno sanitario, la basura se coloca en excavaciones rectangulares, de aproximadamente 8 metros de profundidad, llamadas trincheras, donde queda expuesta por dos o tres días, antes de ser distribuida y cubierta con tierra. Por esto, al llegar, lo único que se puede ver son unos pequeños “cerros” de varios metros de alto. Actualmente, se cuenta con tres trincheras cerradas, porque están en su máxima capacidad, una trinchera en operación y, una nueva y moderna trinchera que está siendo habilitada para su próxima inauguración.

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Trinchera en operación y trinchera nueva por inaugurar .

De igual forma, la NOM-083 determina que, para su operación, un sitio de disposición final debe tener control de los principales vectores de contaminación ambiental: biogás y lixiviados. El principal componente de las emanaciones de biogás es el metano, producto de la descomposición de la materia orgánica en el vertedero. El manejo del metano en el vertedero es importante por dos razones. Primero porque puede haber un incendio o explosión si se acumula en un ambiente cerrado. En el relleno sanitario de La Paz, el personal mantiene bajo constante vigilancia las emanaciones de biogás y nos comentan que, aunque en ocasiones existen “respiraderos hechos a la brava” (cuarteaduras naturales del terreno) ellos han colocado diferentes tipos de estructuras que mantienen una salida del biogás y, que, en la nueva trinchera, se ha mejorado la estructura y resistencia de estos respiraderos (foto). Es importante mencionar que, debido a la ubicación y vigilancia de las emanaciones, ha habido muy pocos incendios registrados y éstos se han atendido y sofocado rápidamente.

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Respiraderos de biogás. Cuarteadura del terreno donde emana biogás en la cima de una trinchera clausurada.

Por su parte, los lixiviados en los vertederos de basura, son los líquidos resultantes de la descomposición de los residuos, ósea el “caldito de la basura”. El control de lixiviados es de suma importancia porque su filtración al subsuelo puede contaminar los mantos acuíferos. En el relleno sanitario paceño, la nueva trinchera nos permitió observar la manera que tienen en este sitio de hacer frente a este problema: una geomembrana. Esto no quiere decir más que una capa gruesa de plástico impermeable, enterrada al fondo de la trinchera, que permite retener los líquidos. Su efectividad quedó demostrada en nuestra fotografía del agua acumulada por las últimas lluvias de noviembre que aún se observa al fondo de la trinchera vacía.

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Respiraderos de biogás. Respiradero en la cima de una trinchera clausurada y respiradero de la nueva trinchera aún sin utilizar.

Negocio y conciencia socio-ambiental de la palomilla

Por ahí dicen que “la basura de unos es el tesoro de otros” y para los paceños también aplica. En el relleno sanitario han operado diversas colaboraciones con proyectos que pretenden utilizar los residuos para generar nuevos productos como compostas y biodisel a partir de la materia orgánica, recubrimiento de corcho para campos de fútbol derivado de las llantas desechadas y, ladrillos hechos con una mezcla de unicel y otros materiales. Esto habla muy bien del apoyo de las autoridades a las empresas y organizaciones que intentan disminuir la cantidad de residuos que deben procesarse en el relleno sanitario y, al mismo tiempo, generar empleos e ingresos económicos para los participantes.

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Porción descubierta de la geomembrana descubierta en la trinchera nueva; acumulación de agua, debido a la geomembrana, al fondo de la nueva trinchera.

Asimismo, en el relleno sanitario de La Paz existe un gran compromiso social y ambiental, por lo que diariamente se permite la entrada, previo registro, de aproximadamente 100 personas que se encargan de separar la basura que todavía se puede aprovechar para vender. Estos separadores, conocidos comúnmente como “pepenadores”, realizan una importante labor en el relleno sanitario, ya que permiten disminuir la cantidad de residuos sólidos que deben enterrarse y contribuyen al reciclaje de materiales.

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Sitio asignado a la acumulación de llantas desechadas.

Sin embargo, esto me hace reflexionar sobre lo indispensable que sería que las autoridades nos acompañaran en la implementación de una estrategia de separación y manejo de materiales reciclables desde la fuente de origen, es decir, desde la casa. Porque ¿qué sentido tiene clasificar los residuos sólidos en diferentes bolsas o cajas si llega el camión de la basura con unos maitros que recogen los materiales y los revuelven en el camión? Bajo las circunstancias actuales, me parece que cuando intentamos ayudar al reciclaje, sin el apoyo de la autoridad, estamos tirando a la basura el conocimiento. Porque, al contrario, cuando reciclamos lo hacemos para transformar sociedad, cultura, pensamientos, actitudes, materiales… y para hacer posible el planteamiento de políticas claras, proyectos interesantes y motivantes e investigaciones que conlleven a dar una segunda función útil a los residuos sólidos para que su disposición final no sean los rellenos sanitarios.

 

 

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Seleccionadores de basura esperando la descarga del camión.

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Seleccionadores de basura en acción.




Meryl Streep es la mejor… Peor de todas

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“Florence Foster Jenkins” ya está en los cines de La Paz. Fotos: Internet.

Kinetoscopio

Por Marco A. Hernández Maciel

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). ¿A alguien le dice algo el intrincado nombre que recibió este filme en español? Florence Foster Jenkins fue bautizada en nuestro país como La mejor peor de todas. Hay traducciones de películas que han sido clásicos del sinsentido y muchos de ellos se dan  cuando el título original lleva el nombre de algún personaje, como el caso de Thelma & Louise, que en una brillantemente absurda decisión decidieron nombrarla en nuestro país como Un final inesperado, haciendo del final algo demasiado esperado y poco sorprendente. En nuestro caso, si bien el nombre de Florence Foster Jenkins no nos dice mucho, el título elegido es un repelente efectivísimo para evitar esa película a cualquier precio.

Pero a pesar de los esfuerzos negativos de los ejecutivos de la distribuidora, que además del nombre han estrenado esta película en La Paz ocho meses después de su estreno internacional, la calidad del film se sobrepone al nefasto nombre que eligieron para distribuirla en México. Florence Foster Jenkins –de ahora en adelante sólo mencionaré el original– es un filme sin muchas pretensiones que entrega una historia conmovedora y dos muy buenas actuaciones de la mano de Meryl Streep –quien no está absolutamente nada sobrevalorada como la protagonista que da título a la cinta– y Hugh Grant –quien deja mostrar varias arrugas con dignidad y parece dar un paso seguro en su carrera actoral interpretando a Saint Clair Bayfield, esposo de la señora Jenkins.

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Esta historia basada en hechos reales, se sitúa en Nueva York en el año 1944, donde la señora Florence Foster Jenkins es reconocida en un pequeño pero acaudalado grupo como una gran artista y cantante. Sin embargo, ese gran talento que presume y que es motivado por sus amistades más cercanas –incluyendo reconocidos directores de orquesta y entrenadores vocales– también es cuestionado por otro grupo que busca desacreditarla.

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De esta forma, el director Stephen Frears logra contar una historia sin complicarse mucho, apoyándose en el talento de sus actores y en un guión que funciona bien y está escrito de manera académicamente correcta. La puesta en escena denota la experiencia de todas sus partes y entregan un producto sólido, bien armado pero que carece de emociones más allá de lo estrictamente necesario, sin tomar riesgos o buscar algo más que contar una historia de vida. Asimismo, el diseño de producción nos transporta a esa época de manera creíble y nos hace olvidar por un momento que el año es 1944 y del otro lado del mundo la Segunda Guerra Mundial sigue devorando vidas, países y conciencias.

Florence Foster Jenkins es una película que va a lo seguro, y que si no fuera por la actuación de Meryl Streep y Hugh Grant, probablemente sería un material que estuviera destinado a algún canal de cable. Aunque en manos de otros actores, el ya de por si casi inverosímil caso hubiera perdido ese sutil toque de credibilidad que la señora Streep sabe implementar a su trabajo. Es gracias a ella que se logra encontrar el punto medio perfecto para tener ante nosotros a un mujer ridícula, aprisionada en su mundo de ilusión, sin que sintamos la necesidad de no reírnos de ella, sino sentir compasión y aplaudir el esfuerzo.

Florence Foster Jenkins era una mujer cuyas virtudes artísticas estaban sumamente sobrevaloradas, y para interpretarla se necesitaba alguien sin miedo a hacer las cosas de la peor manera posible, y sólo alguien con gran talento como Meryl Streep podría lograrlo. Solo alguien como ella para desafinar, romperte los tímpanos y seguir manteniendo una sincera sonrisa en tu boca mientras sigues escuchando a la peor cantante de la historia cuando salen los créditos finales de la película.hug-grant-y-meryl-streep




Opacidad y secrecía, pilares de la corrupción

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“La corrupción es el cáncer de la administración pública”. Foto: Internet.

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Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). La corrupción es el cáncer de la administración pública. Herencia postcolombina que tomó carta de naturalización en la vida pública nacional. Cinco siglos de permanencia en el plano funcional han permitido que la corrupción tenga un amplio margen de tolerancia social. El ocultamiento, la opacidad, el manejo de la información, han sido su cobijo natural.

El principal problema que enfrentamos en la lucha contra la corrupción, estriba en el control gubernamental de los órganos encargadas de combatirlos. Es el mismo gobernante corrupto el encargado de combatir la corrupción. En los cotos oficiales se generan los acuerdos y componendas que permiten al grupo en el poder utilizar estos órganos de control como herramientas de persecución política de aquellos que no simpatizan con su equipo.

El primer paso entonces, es crear una estructura de supervisión de la actuación pública, que escape al control directo del gobernante. Esto es: ciudadanizar los órganos de control administrativo, a través de la participación directa y efectiva de la sociedad civil organizada en los espacios de supervisión y auditoría del actuar público, principalmente en lo relativo a la toma de decisiones y el manejo de los recursos públicos.

Antes de pensar en crear más aparatos burocráticos ostentosos, costosos y de adorno, como el que se pretende construir a partir de la iniciativa de ley “anticorrupción”, habría que enfocar los esfuerzos en transparentar el quehacer oficial. De poco o nada servirán fiscalías y organismos anticorrupción, si no se obliga al aparato gubernamental a transparentar toda su actuación.

La transparencia gubernamental inicia desde el estatuto fundamental que la impone. Así las cosas, nuestra Constitución General de la República ha eliminado todo ejercicio de secrecía en el ejercicio público.

Si bien en sus orígenes nuestra Carta Magna permitía las sesiones secretas para la toma de ciertas determinaciones, ello encontraba justificación en los tiempos políticos y sociales que entonces se vivían, pero hoy, a cien años de distancia, resulta obsoleto y anacrónico suponer que el ejercicio de gobierno se realice a escondidas, en lo oscurito, de espaldas al gobernado y se decida en asuntos de interés general mediante “sesiones secretas”.

Es por eso que nuestra carta magna, siguiendo los lineamientos de la ONU, ha suprimido todo reducto de secrecía en el quehacer público.

Por lo anterior, lo único secreto que previene nuestra constitución, es el voto ciudadano al ejercer el derecho soberano de elegir a sus gobernantes y representantes populares. La secrecía entonces es un privilegio EXCLUSIVO del gobernado, y una PROHIBICIÓN para el gobernante, quien en todo momento habrá de producirse con claridad y transparencia en actuación.

Por cuanto hace a Baja California Sur, nuestra constitución estatal presenta un atraso de 100 años en materia de transparencia, pues aún previenesesiones secretas en la toma de decisiones para diputados y magistrados judiciales. Habrá que empezar por eliminar de nuestra Constitución local esos anacrónicos artículos, antes de pensar en institutos y fiscalías anticorrupción.

La toma de decisiones en sesiones secretas, propician la componenda, la complicidad, la corruptela.

Debemos desaparecer toda facultad otorgada en la constitución del estado, que permita la secrecía en el actuar gubernamental, para propiciar la transparencia, tal y como exige la moderna tendencia a exigir que se gobierne de cara el pueblo, de frente al gobernado.

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Si cambiamos la Constitución solo para darle el cargo al actual procurador –con los magros resultados que todos lamentamos—, con mayor razón podemos y debemos modificarla para erradicar todo vestigio, todo resabio de opacidad y secrecía.

Habrá que modificar entonces los artículos 72, 95 y 97 fracción XIV de nuestra Constitución, para eliminar las “sesiones secretas”, y desaparecer las mismas, de las leyes secundarias que las siguen previendo, tal y como ocurre con la Ley de Responsabilidad de los Servidores Públicos, el procedimiento que rige los juicios políticos, y la Ley Orgánica del Tribunal Superior de Justicia Estatal.

No podemos por un lado, exigir transparencia, y por otro, “legalizar” la secrecía decisoria oficial.

ARTÍCULOS CONSTITUCIONALES QUE PREVIENEN LA SECRECÍA: CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE BAJA CALIFORNIA SUR

72.- En caso de falta absoluta del Gobernador del Estado ocurrida en los dos primeros años del periodo respectivo, si el Congreso del Estado estuviere en sesiones, se constituirá inmediatamente en Colegio Electoral, y concurriendo las dos terceras partes del número total de sus miembros, designará por votación secreta y por mayoría absoluta de votos, un Gobernador Interino, expidiendo el propio Congreso del Estado, dentro de los diez días siguientes al de la designación del Gobernador Interino, la convocatoria para la elección del Gobernador que habrá de concluir el período correspondiente. Entre la fecha de la convocatoria y la que se señale para la verificación de las elecciones deberá haber un plazo no menor de seis meses, ni mayor de doce.

95.- El Tribunal Superior de Justicia funcionará en los términos que lo determine la Ley orgánica. El Tribunal, en escrutinio secreto, en la primera sesión que se celebre durante el mes de abril del año en que se haga la designación, nombrará de entre los Magistrados al que será Presidente del Tribunal Superior de Justicia. Este durará tres años en su cargo.

97.- Son facultades del Pleno del Tribunal Superior de Justicia:

XIV.- Designar, en votación secreta por la mayoría de sus integrantes al Magistrado y Juez de Primera Instancia que, conforme al numeral 100 de ésta Constitución, será miembro del Consejo de la Judicatura.

 




¡Cómo me da coraje ir al Carnaval de La Paz y tener que aplaudir!

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La costumbre de que los paceños casi nunca aplauden en el Carnaval. Foto: Internet.

Colaboración Especial

Por Rebeca Olachea

¡Ay, no hay que llorar, que la vida es un carnaval,
y es más bello vivir cantando!
Oh, oh, oh, Ay, no hay que llorar,
que la vida es un carnaval
y las penas se van cantando…

Víctor Daniel

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Pronto será aquí, en su bella ciudad, el Carnaval. Ya se escuchan las frases típicas: ¿Vas a ir?; Uuuy, un gentío; yo nomás al desfile a llevar a los niños; ¿Quién se va a presentar?; de “esos” nadie me gusta; ¿Vamos? nomás para ver qué onda con la palomilla, mmm… No hay ni donde estacionarse, etcétera. Todos los años acudimos a esta gran celebración que ocurre desde 1888 en La Paz y que al principio solía ser sólo celebrado en las haciendas con las hijas de los ricos como las reinas. En 1988 retoma fuerza. En el libro Estar y no del escritor Miguel Ángel Avilés se menciona, sin especificar en qué año, que el carnaval se celebraba en el parque Revolución. Lo describe de igual forma como una gran fiesta de alegría y gozo para la comunidad paceña y sudcaliforniana. Lleva ya varios años que sólo se celebra en el malecón con gran audiencia y éxito.

Uno de los comentarios más comunes en estos días de fiesta es que los paceños, así como también todo sudcaliforniano que nos acompañe en la celebración,  por lo general, no aplauden. Asistimos a las variadas presentaciones en nuestro afamado escenario ubicado en el kiosco del malecón pero al estar enfrente del espectáculo, del artista y/o cantante que trata de animarnos, no aplaudimos. No bailamos, no nos emocionamos o entusiasmamos. Lo habrá usted notado en alguna ocasión. La inquietud aquí es: si va usted asistir al próximo Carnaval, ¿va aplaudir? ¡Meh! ¡Ya está el simple! Diríamos como respuesta todos en coro.

Precisamente es en esta celebración donde periódicamente se observa la personalidad única del sudcaliforniano al acudir a un evento de alegría. No aplaudimos, no nos entusiasmamos, no corremos detrás de ningún artista a pedir ni siquiera un autógrafo, no gritamos ni bailamos cuando el ejecutante nos lo solicita desde la tarima. Dónde haciendo su mejor esfuerzo pide que lo acompañemos con nuestras palmas. He sido testigo en variadas ocasiones del rostro de asombro y de frustración de artistas que se cuestionan qué pasa, ¿por qué no aplaudimos?

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Según Wikipedia, el aplauso es principalmente la expresión de aprobación mediante palmadas, para crear ruido. Suele esperarse que los espectadores aplaudan tras una representación. Como forma de comunicación no verbal de masas, el aplauso es un indicador simple de la opinión media relativa del grupo completo: cuando más ruidoso y prolongado, mayor aprobación. El término entusiasmo es aquél que se utiliza para hacer referencia a una actitud o forma de encarar las diferentes situaciones de la vida. Esta actitud se caracteriza por una demostración de excesivo interés o alegría por algo. Todo esto nos demuestra que aplaudir y/o entusiasmarse en una reacción social, colectiva. Por lo tanto, los paceños y sudcalifornianos somos parte de un colectivo, de una multitud. Ya lo dice Gustavo Le Bon “los aplausos no se relacionan con el gusto personal, sino con el dejarse llevar por la masa, donde abunda la impersonalidad y las decisiones se toman dejándose llevar por la corriente”. Todo sudcaliforniano comprenderá el sentido de que no aplaudir es una reacción colectiva. No es que se le indique, no requiere instrucciones, está en su inconsciente. En general no le gusta aplaudir, ni entusiasmarse. Desde personas de la tercera edad hasta niños pequeños la reacción ante un espectáculo casi siempre es la misma: mutismo. Lo aceptamos, lo disfrutamos, pero no nos deshacemos en aplausos y gritos. No se nos da.

Para darme a la tarea de saber el porqué de esta situación entrevisté a Martín Villavicencio Carmona quien es Director del Instituto Municipal de Cultura de La Paz. Él ha participado en innumerables ocasiones en el carnaval y actualmente es el encargado de la logística y organización del mismo. En su opinión la pregunta resulta ser un poco capciosa y complicada de explicar. ¿Por qué no aplaudimos? Él nos menciona que somos tranquilos, no somos muy expresivos. Esto no significa que seamos malos, en sí, somos muy amenos, pero en un sentido más íntimo.  El no aplaudir es un comportamiento general.

Primero llegamos a una pequeña observación en conjunto: el estado ha crecido. Ahora es un mosaico de varias ciudades nacionales y en la actualidad existe una intensa mezcla con personas de otros estados que de alguna manera nos aportan su presencia, usos y costumbres sobre todo en ocasiones como en está de fiesta. Todos en la escuela, trabajo, o lugares de entretenimiento convivimos con connacionales que nos invitan a ser más expresivos y nos contagian de su entusiasmo pero no al 100%, suele pasar por unos minutos, horas quizás, pero es relativo.  Pasada la motivación externa por parte del amigo de provincia volvemos a ser el sudcaliforniano típico. En su libro Paceño, yo, Mauricio Guillén Monsalvo menciona que el carácter paceño es uno de sus rasgos más distintivos, y que el paceño se distingue de los mexicanos porque se sabe de una cultura propia cuyos rasgos identitarios lo definen como único por su manera de ser.

Primera conclusión con Martín: el paceño y/o sudcaliforniano es Único. Eso sin duda. El sudcaliforniano no se impresiona. Si hay alegría, ese sabor de que si viene al carnaval va a prepararse con sus mejores ropas, va emocionarse entre sus iguales, entre sus amigos, entre sus familiares, pero en cuanto se pare enfrente del escenario y se le pida aplaudir simplemente no lo va hacer. Entre nosotros en ocasiones si nos alentamos, por ejemplo, en hacer burla o “barullo”. Eso sí. No es que no tengamos alegría, en eso estamos bastos. Solamente que nuestro júbilo no va ser compartido con todos, con los que llegan así nomás porque sí. Podemos soltar sendas carcajadas y escandalo a un compañero que nos quiere hacer reír. Pero allá en un escenario, un extraño pidiéndonos algo, en este sentido, que aplaudamos, ahí es cuando  no hay reacción.

Aparte de únicos, somos miembros de un pueblo, una ciudad con historia donde la enseñanza ha sido muy distinta a los demás estados de la república. Somos Aridoamérica. Somos “el otro México” ¿cómo esperar que seamos como los demás?, ¿qué hay en nuestra memoria colectiva que no aplaudimos?

En nuestra historia podemos encontrar pasajes donde el pueblo sudcaliforniano ha sufrido, ha luchado para ya no padecer hambre, por hacer fértil una tierra desértica. Somos también el resultado de una mezcla de muchas nacionalidades que se instalaron en la Baja en siglos anteriores. Parece ser pues, que a simple vista no hay respuesta, ni mucho menos una sola. Por alguna razón el inconsciente colectivo del sudcaliforniano no aplaude. Ni siquiera en el Carnaval, fiesta de suma importancia para nosotros. Lo primordial aquí es que donde vea a alguien que no aplaude, ahí tiene usted a un lindo sudcaliforniano orgulloso de sus raíces.  Si lo alienta aplaudirá, un rato, quizás poquito. Pero si lo hace su amigo, tendrá al más fiel y alegre compañero.