¿Por qué la churea cruzó la brecha?

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Por Marián Camacho

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Las chureas, también conocidas como correcaminos, llevan por nombre científico Geococcyx californianus. Estas aves se distribuyen desde la porción sureste de Estados Unidos, hasta el centro de México, excluyendo las cimas que sobrepasan los 2700 metros sobre el nivel del mar de la Sierra Madre Oriental y Sierra Madre Occidental; habitan en áreas con vegetación típica de los climas secos, como el matorral desértico y el chaparral.

Las chureas sólo están activas durante el día. Sus hábitos diurnos las exponen a las condiciones más duras del desierto y las someten a una considerable pérdida de agua por evaporación respiratoria y cutánea. Los correcaminos podrían aprender una lección de otros habitantes del desierto, como la rata canguro, y alimentarse por la noche. Sin embargo, ¿por qué los correcaminos no cazan de noche? Se asume que no pueden ver, oír ni oler lo suficientemente bien como para realizar operaciones nocturnas. Son estrictamente diurnos. Todas sus actividades tienen lugar durante el día.

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Sin embargo, estas aves están adaptadas a los climas calurosos y son bastante tolerantes a las altas temperaturas de los días de verano en el desierto. Las chureas, al igual que la palomilla que habitamos este tipo de ecosistemas, también se toman sus horas de descanso durante las horas de más calor. En un estudio, realizado en junio-julio de 1965 en el desierto de Sonora, se registró la temperatura diurna y la actividad de las chureas durante estas horas. Así, se observó una temperatura máxima de 40.7 °C a la sombra, y que los correcaminos disminuyen su actividad durante las horas más cálidas, de 11 a 15 horas. Observadas al medio día parecían dividir su tiempo entre la actividad de caza y refrescarse a la sombra; bajo los mezquites, estas aves abren la boca, agitan la región gular (barbilla) y sostienen las alas hacia afuera del cuerpo, presumiblemente para exponer las regiones axilares ligeramente emplumadas.

Por otro lado, un chef inexperto no debe tener dudas en invitar a cenar a una churea. Los correcaminos parecen comer prácticamente cualquier cosa. Su dieta omnívora es una adaptación al entorno desértico con recursos limitados. Un correcaminos no puede darse el lujo de ser selectivo con lo que come. La lista de alimentos consumidos es realmente impresionante e incluye: lagartijas (incluidos “sapos”), pequeñas serpientes, escorpiones, tarántulas y otras arañas, ciempiés, milpiés, ratones, ratas de algodón, pequeñas aves y huevos que habitan en el suelo, codornices jóvenes, insectos, frutas y semillas. Junto con su apetito cosmopolita, las chureas poseen una serie de comportamientos depredadores diseñados para asegurar la variedad de presas que podrían aparecer en su camino.

Los correcaminos se tragan su presa entera. Si la cena es un elemento relativamente grande o huesudo, lo pulverizará golpeándolo repetidamente contra el suelo o una roca. De esta manera, el esqueleto de un animal puede ser aplastado para que la presa pueda caber más fácilmente en su garganta. Cuanto más grande sea el ratón, más será golpeado. La paliza rompe el cráneo, las vértebras, las costillas y, lo más importante, las fajas pélvicas y pectorales y los huesos de las extremidades de los ratones. Dado que el correcaminos se traga sus presas, algunos animales parecen estar bien protegidos contra este tipo de consumo. El lagarto cornudo de Texas (Phrynosoma cornutum) está armado con espinas robustas que parecen hacer que sea invencible para las chureas. Sin embargo, si no se ofrece nada más en el menú, esta ave aplicará la técnica de golpe centrífugo, balanceando el reptil y luego bajándolo sobre una superficie dura con gran fuerza, para procesar el gran lagarto. El lagarto se traga boca abajo para que las espinas no lesionen los órganos internos vitales, pero a menudo se producen lesiones en la boca y el tracto digestivo.

La unidad social en una población de chureas es la pareja. Es decir, una hembra y un macho con un territorio de casi un kilómetro de diámetro donde la hembra pone de 2 a 6 huevos, que incuba durante 20 días, aproximadamente. Los territorios se utilizan durante todo el año, pero los miembros adultos de la pareja se alimentan constantemente en diferentes áreas del territorio mientras alimentan a sus polluelos y también durante el invierno. La etapa de anidación es muy importante para las poblaciones de correcaminos porque se han reportado depredación de los huevos de hasta 70%, probablemente por serpientes.

Finalmente, es interesante saber que las chureas tienen una gran cola, que les sirve de timón cuando emprenden la carrera y hacen giros rápidos. Se ha reportado que, en general, estas aves corren a velocidades de aproximadamente 32 km/hr, pero que incluso pueden alcanzar hasta 67 km/hr. Así, que la próxima vez que usted, querido lector, vea a una churea cruzando rápidamente la carretera, piense que tal vez está realizando alguna cacería en las horas de luz que les ofrecen nuestro hermoso desierto sudcaliforniano, o tal vez se dirija a descansar bajo la sombra de un mezquite. De cualquier manera, estoy segura de que después de esta lectura usted nunca volverá a ver igual a este común habitante de nuestras brechas y carreteras.

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AVISO: CULCO BCS no se hace responsable de las opiniones de los colaboradores, ésto es responsabilidad de cada autor; confiamos en sus argumentos y el tratamiento de la información, sin embargo, no necesariamente coinciden con los puntos de vista de esta revista digital.

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Marián Camacho

Bióloga marina y comunicadora pública de la ciencia. Nació en la Ciudad de México, el 23 de noviembre de 1984, pero desde los tres años de edad radica en Baja California Sur, por lo que se autodenomina “choyera”. Licenciada en Biología Marina por la UABCS en 2006, Maestra y Doctora en Ciencias por el CICIMAR-IPN en 2009 y 2014. Es considerada persona muy preguntona y que siempre muestra interés por el mundo que le rodea. Su pasión es la investigación científica y su debilidad es compartir los resultados de la misma.

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