¡Cómo me da coraje que todos se estén tomando selfies!

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Las selfies, ¿manifestación de narcisismo? Fotos: Internet.

Colaboración Especial

Por Rebeca Olachea Pérez

 

“No me llames a casa de noche, si estoy solo no debes llamar,
mejor llama si estoy en el coche, si estoy en la junta o en el restauran”.

El celular” de Los Tigres del Norte, 1992.

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Es por demás. A donde quiera que vayas: restaurante, bar, parque, fiesta, velorio, playa, clase, concierto, accidente, iglesia, monte, exposición, choque, baño… ocurre lo mismo. En el lugar menos indicado y adecuado. Ahí habrá una persona tomándose selfies o tomando fotos con su celular. No porque haya estudiado la carrera de fotografía o de periodismo y estén haciendo su trabajo. No que va, ¡bueno fuera! Es porque sencillamente se les antoja.  Ahí está que va saliendo uno del baño en algún lugar de fiesta o restaurante y en vez de poder lavarte las manos tienes que esperar a que terminen su sesión de selfies. Lo más curioso es que ya se tomaron 56 fotos afuera, ahora unas 28 en el baño. No una a la otra, no. Cada quien frente al espejo. Lo único que puedes hacer es esperar y hacerte a un ladito, no vaya a ser que salga en la foto de algún desconocido, ¡eso sí da pendiente!

El primer celular con cámara fue fabricado en 1997. Pero no fue hasta el año del 2002 que empezaron a comercializarse en México. De ahí hasta la fecha han sido varias las marcas que han ido evolucionando y mejorando las cámaras de sus móviles. Desde entonces el número de selfies ha ido en aumento. Pero ¿Qué es una selfie? sencillamente es  una foto tomada por uno mismo. El término fue acuñado precisamente en el año del 2002. Más no sabemos con precisión cuando empezó a ser una adicción. Fue paulatinamente, con paso preciso y constante. La palabra de origen inglés selfie define no solamente a los autorretratos, también a aquellos sujetos obsesionados con publicarlos y compartirlos. Desde hace años la sociedad ha visto como la vida dio un giro. La realidad cada día es más distorsionada y la existencia sólo es medida para muchos dependiendo de lo que publiquen en sus redes sociales. La triste idea de que la vida sólo está en los medios.

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Un estudio realizado en Inglaterra con el apoyo de 500 usuarios de Facebook reveló que quienes publican selfies de forma exagerada suelen tener relaciones más superficiales y peor sentido de la intimidad. La privacidad es anulada por el sujeto mismo. Todo tiene que ser publicado para que los contactos puedan verlo. Pensaríamos entonces que la vida se divide en la real y en la virtual. Más en muchas ocasiones no es así. Sólo existe la del celular. No existe otra más cercana “cara a cara” donde el individuo conviva y el contacto físico y visual sea posible. No es así. Para muchos esa “otra cara de la moneda” sencillamente no aplica.

El psicoanalista Enrique Novelli, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), sostiene que la tecnología no sólo es útil, sino necesaria, pero advierte que”es dañina si se convierte en una obsesión. Cuando esto sucede, se crea una modalidad de comunicación que se torna paradójica en tanto que crea la ilusión de estar hipercomunicado cuando en realidad se está aislado”. También nos habla de la adicción al celular: “si el celular falta, el individuo se angustia. Indicio de la presencia de un determinado peligro: si no tengo celular, me quedo aislado del mundo. Esto provoca un estado de desamparo. Pero basta que alguien me mande un mensaje para sentirme contenido. El contacto, aunque sea virtual, me alivia.”

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Esto nos ha llevado a situaciones de extremo. Según la BBC en el 2014 murieron en el mundo al menos 15 personas tratando de tomarse una selfie. Para 2015 el número se elevó a 39 y para agosto del 2016 el número de casos ya llegaba a 73.  La edad media de las víctimas es de 21 años. 73.5% son hombres. Las muertes son desde choques en auto por ir tomándose fotos hasta caer en precipicios por tratar de captar la mejor toma.

La angustia de no tener likes en las fotos publicadas, de no estar comunicado. En eso nos hemos convertido en los últimos años. Si usted asiste a un restaurante va poder apreciar este fenómeno. Jóvenes reunidos para pasar un momento “conviviendo” pierden esas horas tomándose fotos, a ellos y a la comida. Luego las comparten por el celular. Revisan sin cesar su Facebook para ver la reacción de sus contactos. Los que están a su lado y con quienes se tomaron la foto no existen. Los desconocen. No hablan con ellos. No interactúan. Lo que importa es la opinión de los otros. Los que no están. No levantan la cabeza para ver su entorno. Dijeran los mayores: “te puede pasar un tren al lado”. No se dan cuenta de la actividad a su alrededor. Y la vida se les va, revisando el celular.

Pero ¿A dónde se va tanta foto? Según El Comercio, en el 2015 un estudio realizado por Photoworld informó que WhatsApp (700 millones de usuarios) y Snapchat (200 millones de usuarios) llevan la delantera, con un promedio de ocho fotos por segundo. Le sigue Facebook (1,4 mil millones de usuarios) con 4.5 fotos por segundo. Significa que alrededor de 350 millones de imágenes son subidas diariamente. En el 2011 eran 200 millones. Por último se encuentra Instragram, que es propiedad de Facebook, con 300 millones de usuarios: 70 millones de fotografías al día.

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El exceso de narcisismo de las recientes generaciones provoca estas cantidades exorbitantes. Resulta preocupantes que las selfies están ayudando a crear jóvenes que valúan toda su vida en una sola cosa: cómo lucen. Basando en una foto su imagen, su valor. Perdiendo su confianza apretando un botón y esperando likes. Obsesionados con postear la foto perfecta. La cual sabemos, no existe. Cada individuo se toma selfies buscando que el otro individuo, que está haciendo lo mismo, le dé aceptación y admiración. Esto pasa a diario cada segundo. ¿Quién entonces quedará satisfecho algún día?

Precisamente ayer en las noticias hablaban de una nueva modalidad de secuestro. Le llaman secuestro virtual.  ¡Usted adivinó! Todo es través del celular. Hasta te piden que te saques fotos en posición de rescate para mandárselo  a los familiares. Las personas lo hicieron. Se sacaron una foto maniatados o en posición de estar amarrados. Las autoridades siempre nos han dicho cuál es la solución para evitar estas situaciones: cuelgue, apague su celular. Pero, ‘¿cómo? ¿que apague el celular?’, ¡se les va la vida en ello!

Las adicciones son fáciles de detectar. Cuando esa actividad te hace dejar otras actividades reconfortantes que tienes que hacer es adictivo. Si por tomarse fotos usted nota que ya no platica, no convive, tiene sensación de haber ido a un lugar pero lo olvida, pierde tiempo en el trabajo, en el estudio, entonces hablamos de una adicción. Como todas, tiene que ser primero aceptada para empezar a trabajar en ello. Reconsidere el tiempo que pasa con sus seres queridos, guarde el celular en la bolsa y escoja mejor tener una valiosa conversación que una fotografía que quedará olvidada en el limbo de la red, de la memoria de sus contactos. Los likes recibidos no se asemejan al recuerdo de haber pasado un agradable rato con usted. Pensemos más y tomemos menos selfies. Su futuro se lo agradecerá.

 

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Rebeca Olachea Pérez

Nació en La Paz, BCS, en 1977. Licenciada en turismo: no le gusta mucho viajar. Licenciada en Psicología: le encanta la mente humana. Media misántropa, medio apasionada del sarcasmo, tiene exceso de imaginación desde tempana edad. Inició su carrera de escritora en el 2010. Sueña con conocer Barcelona.

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