El atroz incendio del estero de San José del Cabo

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Incendio del estero de San José del Cabo. Fotos: Modesto Peralta Delgado.

Colaboración Especial

Por Leónidas Alfaro Bedolla

 

San José del Cabo, Baja California Sur (BCS). En Sinaloa se han perdido varios esteros. No hace mucho se salvó de morir uno muy importante. Un grupo encabezado por Francisco Labastida Ochoa y algunos rufianes, de éstos, el más conocido como Malova, tuvieron que dar marcha atrás cuando intentaban instalar una planta de fertilizantes en el estero del puerto de Topolobampo. Esta vez, por fortuna, se impuso el clamor popular.

En Los Cabos, BCS, concretamente en el pueblo de San José del Cabo, existe un estero que forma parte de este paraíso cabeño, pero,durante los seis años que tengo de estar por acá, con tristeza y enojo, día a día me voy dando cuenta de cómo está sufriendo una lenta pero irremediable  depredación. Cuando vi por primera vez este aún hermoso lugar, me quedé impresionado de su riqueza, pero más por su belleza.

Recuerdo que sus aguas estaban limpias, hoy se aprecian turbias con una espesa nata y una variedad intensa de basura de plásticos, mismos que van a desembocar al mar que está ahí cerca. La vegetación y la gran variedad de árboles, palmeras y arbustos, todavía están allí conservando la hermosura del lugar. Y también están los pájaros: tortolitas, gorriones, cardenales, chanates, tildios y… ¡garzas! Esto quiere decir que el estero está vivo, rescatable. Los invito a que se regalen un paseo por el lugar, de preferencia temprano, antes de las seis de la mañana. Caminen por sus veredas y caminos, escucharan un concierto increíble que les brindaran los pájaros: cantos, chirridos, pitidos, gorjeos. Es posible que les toque ver una liebre o un conejo. Y si llegan antes de que salga el sol, serán testigos del amanecer más original que jamás hayan visto; entre los matorrales, árboles y palmeras, el sol les anunciará su presencia.

Escucharan el reventar de las olas, y con la tibieza solar serán envueltos por una soledad tranquilizante, instante sublime de paz, que servirá para que te reconcilies contigo mismo. Como pueden apreciar, me invadió un halo poético, no me extraña, es la influencia del paisaje del estero. Y si tuviera dotes de músico, ahora mismo tomaría un violín para expresar las notas más bellas. ¡Haa! No se imaginan lo que pintaría si supiera dibujar y combinar colores.

Poniendo los pies en la tierra, como ciudadano, no pido. ¡Exijo! A los representantes de las autoridades e instancias gubernamentales correspondientes, atiendan el estero. A los empresarios, sobre todo, a los del sector turístico les sugiero que estudien la posibilidad de desarrollar un plan de conservación del lugar.

Yo miro ahí un potencial de negocios: restaurantes, bares, fondas, estancias infantiles con juegos, creación de canchas de vóleibol, etcétera, todo desarrollado sin emplear cemento, y mucho menos, sin alterar la ecología. Imaginen: caminatas, regatas en kayak y paseos en lanchas. Todo esto hace autosustentable un magno proyecto para la conservación de este estero, único pulmón de San José del Cabo que la naturaleza regaló a los josefinos y sus acompañantes. Y si alguien cree que el estero no reclama, debo decir que hoy que escribo es domingo 23 de abril.

En punto de las 15:45 horas, cuando el sol está soltando lumbre, en la parte sur del estero, no muy lejos de la zona hotelera, empezó a arder. El incendio duró hasta las 2:45 horas del día 24. Once horas tuvieron que luchar los bomberos, los de Protección Civil, elementos de Policía Municipal, Estatal y Federal. Cerca de 400 elementos lucharon denodadamente por la falta de recursos, sobre todo de agua, pero al fin lograron el objetivo (esto ya lo tenía calculado el mismo estero, más adelante sabrán por qué).

Por la prensa y algunos medios nos enteramos del reclamo que hicieron cientos, quizás miles, de ciudadanos, quienes por las llamadas redes sociales, pedían se descubriera al autor del crimen, es decir, al “piromaniaco que le prendió fuego al estero. Los representantes de las autoridades dijeron que ya estaban investigando y que pronto darían con él. Pero eso no ocurrió y ni va a ocurrir porque aquél no existe. El estero mismo ha decidido auto inmolarse. Prueba de ello es que eligió hacerlo en un espacio breve, algo así como 5 hectáreas. Su área total es de cientos, de ahí que puede albergar muchos proyectos como los antes expuestos.

Cuando digo que el estero de San José mismo se incendió para reclamarnos, no es que ya me esté fallando el coco, no. Lo afirmo porque tuve la oportunidad de acercarme al área del siniestro, y pude ver como toda la fauna escapó para salvarse: en chinga iban corriendo las iguanas, las cachoras, algunas culebras, y no se diga las liebres, conejos, tarántulas y alacranes. Los alados desde hacía rato miraban desde lejos el espectáculo de las llamas que se alzaron hasta cinco o más metros. El humo se miraba desde Cabo San Lucas. Pero lo más dramático fue lo que escuché: el tronido de los árboles y palmeras al ser atrapados por las llamas, era la voz del estero que gritaba: ¡Sálvenme! ¡Auxilio!  ¡Aún estoy vivo, estoy… vivo, vivo, vivo! ¡Sálvenme!  ¡Soy de ustedes! ¡De ustedes! ¡Sal -ven -meee…

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Leónidas Alfaro Bedolla

Nació en Culiacán, Sinaloa en octubre de 1945. Actor experimental de teatro, vendedor, aventurero trotamundos y escritor por necesidad existencial. Vive en San José del Cabo.
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