Vaqueros y Paniolos: La Epopeya Ganadera Mexicana en las Islas Hawaianas
Tierra Incógnita
Sealtiel Enciso Pérez
La Paz, Baja California Sur (BCS). En los verdes paisajes tropicales de las islas hawaianas, donde las olas acarician playas de arena fina y las selvas se entrelazan con el azul del cielo, se teje una fascinante epopeya ganadera que fusiona las raíces españolas, mexicanas y hawaianas. La historia de los paniolos, vaqueros que dejaron una marca indeleble en la cultura y la economía de Hawai, se remonta a finales del siglo XVIII y se entrelaza con la introducción del ganado en la Gran Isla.
En 1793, el capitán George Vancouver, navegante inglés y explorador intrépido, llevó ganado de la raza californiana longhorn a las tierras de Kamehameha I, rey de Hawai. Este gesto generoso estableció las bases para una industria ganadera que, con el tiempo, se convertiría en un pilar económico para las entonces llamadas islas Sandwich. Vancouver, acompañado por el también famoso capitán James Cook, fue testigo de los primeros encuentros europeos con estas paradisíacas islas, desatando una cadena de eventos que cambiaría el destino de la región.
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La aceptación entusiasta del ganado por parte del rey Kamehameha I llevó a Vancouver a regresar al año siguiente con más reses y ovejas. La visión del capitán inglés iba más allá del simple regalo; esperaba que estos animales se adaptaran y se multiplicaran, convirtiéndose en un recurso económico sostenible para las islas. Para garantizar el éxito de su proyecto, Vancouver propuso la implementación de un kapu, un tabú que prohibiría la matanza del ganado y facilitaría su rápida proliferación. La sabiduría del rey Kamehameha I reconoció la utilidad de esta medida y decretó el kapu, marcando el comienzo de una nueva era ganadera.
Las reses, de la imponente raza californiana longhorn, fueron bautizadas por los hawaianos como pua‘a pipi, traducido literalmente como cerdo grande. Respetando el kapu, el ganado deambulaba libremente, multiplicándose en número y convirtiéndose rápidamente en una plaga. Su libertad sin restricciones causó estragos en los bosques de las tierras mauka y en las huertas de las tierras makai, donde los aldeanos cultivaban batata, ñame, taro y otras hortalizas. Ni los muros de piedra volcánica ni las papipi (cercas de cactus) eran suficientes para contener a estas bestias robustas y obstinadas.
En 1815, el rey Kamehameha I, enfrentándose a los daños causados por el creciente número de reses, permitió a John Palmer Parker, un emprendedor de Nueva Inglaterra, emplear su nuevo mosquete norteamericano para controlar la población de ganado. Este astuto rey comprendió rápidamente el valor económico que poseían la carne, el sebo y la piel de estos animales. Con el tiempo, la carne conservada en sal reemplazó al sándalo como el producto estrella de la Gran Isla, marcando el inicio de la importancia económica de la ganadería en Hawai.
La década de 1830 trajo consigo nuevos desafíos. Los rebaños de reses salvajes, gigantes y peligrosos necesitaban ser controlados. El rey Kamehameha III, reconociendo la necesidad de experiencia en el manejo de rebaños, envió a un gran jefe a California, entonces perteneciente a la República Mexicana, en busca de expertos vaqueros. Su misión era clara: reunir el ganado y enseñar a los hawaianos las habilidades necesarias para lidiar con estas majestuosas bestias. Para 1831, llegaron a Hawai vaqueros experimentados de origen español, mexicano e indio, encabezados por el soldado y vaquero mexicano Joaquín Armas, quienes habían adquirido sus habilidades en haciendas hispanomexicanas. De esta manera, los paniolos entraron en escena, recibiendo su nombre de la pronunciación hawaiana de español.
Los paniolos no sólo eran expertos en el manejo del ganado, sino que también eran amantes de la diversión, destacando por su destreza musical y vocal. Su llegada marcó el comienzo de una colaboración única entre la tradición vaquera y la rica cultura hawaiana. La filosofía de trabajo de los paniolos, encapsulada en la frase Si trabajas duro, vivirás mucho tiempo, reflejaba su dedicación a la labor de reunir, separar, lazar y marcar el ganado. Los días de trabajo eran largos, desde el amanecer hasta la noche, pero los paniolos no solo trabajaban, también se encargaban de levantar y reparar cercas, preparándose para la siguiente fase: la domesticación de las reses.
Pero la historia de los paniolos no estaría completa sin la presencia de un compañero indispensable: el caballo. En 1803, Richard J. Cleveland introdujo los primeros caballos en Hawai, de raza árabe y berberisca, a bordo del bergantín Lelia Byrd. El rey Kamehameha I, siendo el primer hawaiano en montar a caballo, dio inicio a una relación duradera entre los vaqueros y sus fieles compañeros equinos.
Estos caballos, veloces, ágiles y robustos, se adaptaron perfectamente al terreno irregular de las islas. Su contribución fue esencial para la ardua labor de manejar y domesticar las reses.
Con el tiempo, algunos caballos, al igual que el ganado, deambulaban libremente y se cruzaban con otras variedades importadas de Gran Bretaña y Estados Unidos, incluyendo purasangres y árabes. Estos cruces proporcionaron a los paniolos una amplia variedad de caballos, pero la raza quarter se destacó como favorita para las tareas de lazo y rodeo, gracias a sus rápidos reflejos y su capacidad para obedecer órdenes.
En la actualidad, la herencia de los paniolos perdura en las islas hawaianas. Su legado se refleja no solo en la economía local, sino también en la rica tradición cultural que fusiona la destreza vaquera con el espíritu hawaiano. Los paniolos, cuyo nombre se arraiga en la pronunciación hawaiana de español, son más que simples vaqueros; son guardianes de una historia única que sigue viva en las verdes colinas de Hawai. Con sus sombreros característicos, sillas de montar, lazos y espuelas, los paniolos siguen siendo una parte integral del tejido cultural de las islas, recordándonos que la historia de Hawai es tan diversa y fascinante como sus propios paisajes.
Referencias bibliográficas:
PANIOLO DE HAWAI’I, UN MUNDO QUE SE RESISTE A DESAPARECER
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