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‘Testimonios sísmicos’, de Mehdi Mesmoudi

FOTOS: Cortesía.

El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Alguna vez leí hace años sobre un equipo humano enviado a la Antártida para que vivieran dentro de una caverna de hielo y que dieran sus impresiones desde sus respectivas habilidades y formación profesional; entre ellos iba un poeta. Nunca supe qué pasó después, pero imaginé lo que diría un poeta donde las condiciones de vida son el frío extremo, el horizonte de hielo, el silencio reinante y la soledad abismal del polo sur. Ahora bien, ¿qué pasaría si mandáramos a un poeta para que viviera la experiencia de una catástrofe natural? Pues, bien, he leído con gusto la propuesta de Mehdi Mesmoudi, Testimonios sísmicos, un poema de largo aliento que obtuvo mención honorífica en el premio Margarito Sández Villarino, y que nos habla sobre las condiciones de la muerte ante eventos tan terribles como un sismo; publicado por el Ayuntamiento de Los Cabos, en una edición compartida con María del Carmen Bañaga Sández, quien ganó dicho premio. En este caso me parece pertinente destacar sobre todo la obra de Mehdi Mesmoudi por la fuerza y la madurez que muestran sus versos.

El despertar a la vida tiene sus bemoles porque en ello va nuestra conciencia de la realidad y de lo que pasa en ella, pero si ese abrir los ojos es con dolor, entonces adquiere connotaciones bien distintas, porque ahí el tiempo se ralentiza de tal manera que podemos ver con claridad el poder de la naturaleza sobre nosotros. Y así, como si recorriéramos pasillos en templos de muerte, más parecidos a mausoleos fríos, a criptas instantáneas que se muestran descarnadas a la luz, donde la indignación aparece como la poca respuesta de algunos que no entienden que esa muerte es en realidad un punto de apoyo al otro, al desconocido que está indefenso frente a nosotros.

 

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Quienes hemos leído a León Felipe sabemos que su poesía, tan menospreciada por Octavio Paz y los Contemporáneos, está conectada con la parte oculta del sentido, es decir, sus versos son una revelación constante, un significado abierto para quien tiene ojos y oídos; así, Mehdi es capaz de revelarnos a través de sus versos una invocación, un recuerdo de que los poetas tienen el espíritu puesto en el mundo y que a su vez el mundo los ve como un vínculo con la naturaleza de las cosas. Los poemas de Mehdi son los objetos con los que podemos trasladarnos o bien ser mensajeros en ese viaje, junto con el poeta que nos descubre imágenes, metáforas sobre los sucesos de un sismo. ¿Quién puede quedar indemne frente a los movimientos de la tierra, que pareciera sacudirse los espasmos de concreto que sobre ella descansan como un cáncer?

Mehdi Mesmoudi logra, con este poderoso poema, hablarnos desde la visión del poeta que vivencia y expone la sangre, los cuerpos, los gritos, las voces, los derrumbes. Un poema que es luz a través del polvo que se ha levantado, de los lamentos surgidos desde la sorpresa, pero también desde la redención. La poesía, después de todo, tiene la capacidad de alterar nuestra realidad con las palabras, y escribirlas, acomodarlas para que sucedan las fotografías del momento, es sin duda, sólo para un poeta que lo ha experimentado, como al que mandaron al Polo Sur. Sin poesía, la carga sería más pesada, menos llevadera, menos digerible. La poesía, en este caso de Mehdi Mesmoudi, nos deja entrever la fina capa que separa nuestros sentidos de la tragedia, aunque esta no sea nuestra, aunque esta esté fuera de nuestro alcance visual, pero el impacto es igualmente devastador al momento en que nos alcanza la onda expansiva del sufrimiento colectivo.

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