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San Francisco Javier. Un Santo y una Misión en la California.

Tierra Incógnita

Sealtiel Enciso Pérez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Después de la llegada y el establecimiento de la primera Misión y Presidio permanente en la California, el de Loreto-Conchó, fundado por el sacerdote Juan María de Salvatierra y Visconti, en el año de 1697; se inició con la exploración y evangelización de nuevos grupos, tocándole su turno a los asentados en un sitio al interior de la Sierra de La Giganta, y cercano a Loreto, un sitio denominado Viggé-Biaundó, y el cual se convertiría en la segunda Misión de la península.

El sacerdote que vino a ayudar a Kino, al mes de haber llegado y fundado la Misión de Loreto, fue el también italiano Francisco María Píccolo. Este jesuita ya había oído hablar de este proyecto de evangelización en estas lejanas tierras debido a que su anterior asignación había sido en la Sierra Tarahumara, en donde Salvatierra se había desempeñado años antes, y donde había dejado sembrada la semilla para que más misioneros quisiera unirse a él en esta nueva cruzada. Cuando Píccolo se hubo adaptado un poco al trabajo tan laborioso que se realizaba en Loreto, y había aprendido de manera más o menos adecuada la lengua Cochimí, fue enviado por Salvatierra a que buscara sitios donde estuvieran asentados grupos numerosos de cochimíes, el grupo nativo que los había aceptado de buen agrado y que se mostraban relativamente dóciles a las nuevas enseñanzas religiosas. Contaban con una información detallada de los diarios de exploración que habían levantado Eusebio Francisco Kino y el almirante Isidro Atondo y Antillón, durante su fallido intento por consolidar la misión de San Bruno (1683-1685). Además de lo anterior, varios de los cochimíes que habitaban en esta sierra y que eran visitantes asiduos de Loreto, les hacían invitación para que fueran con ellos y fundaran un asentamiento en su ranchería.

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Fue a principios del año de 1699 que Píccolo decide iniciar la exploración de estos sitios, con auxilio de californios leales, hasta que finalmente encuentra un lugar densamente poblado, el cual contaba con agua abundante y tierra fértil en la cual crecían muchos árboles de los cuales obtenían semillas con las que alimentaban, así como cacería abundante. El sitio era conocido por los cochimíes como Viggé-Biaundó, que en su lengua significa “tierra elevada que domina el valle”. Fue así como Píccolo decide establecerse y declara fundada la misión el 10 de marzo de 1699. En el transcurso de 4 o 5 meses se construyeron habitaciones sencillas para albergar al misionero, al soldado que lo custodiaba, así como un pequeño almacén para guardar bastimento, aperos de trabajo y animales de carga. Finalmente se construyó una pequeña enramada en la cual se instaló un altar llano, un crucifijo y algunas pinturas con imágenes religiosas. Finalmente, el padre Salvatierra se traslada al lugar y consagra el templo el cual es dedicado a uno de los Santos que fue miembro de la Compañía, y el cual había destacado por su obra misionera en Asía, San Francisco Javier. A los pocos meses el sitio de la misión, que estaba junto al ojo de agua llamado Biaundó, fue abandonado debido a un levantamiento de los indígenas.

En el año de 1701, llega a la península el padre Juan de Ugarte, el cual hasta unos días antes se había desempeñado como Procurador de las Misiones de California, en donde su misión sustantiva era conseguir apoyos económicos entre la clase adinerada de la Ciudad de México, para sostener la obra evangelizadora en la península. Tras su llegada, y ante lo prioritario de tener alguien que cumpliera con la misión que dejaba vacante Ugarte, Salvatierra le ordena a Píccolo que se traslade a la Ciudad de México, y en su lugar designa al recién llegado Ugarte, el cual reanuda la labor evangelizadora, y cambia de sitio la misión, estableciéndose en el paraje donde actualmente se encuentra. Fue el potentado Don Juan Caballero y Ocio, el que destinó una fuerte suma de dinero para sostener al sacerdote y sus labores evangelizadoras, así como la construcción y dotación de todos los objetos para construir una iglesia, así como realizar la liturgia correspondiente. Durante los siguientes 29 años que misionó este sacerdote entre los cochimíes de San Javier, demostró un gran compromiso con su ministerio, convirtiendo a miles de californios a la religión católica. También hizo florecer permanentemente su misión trayendo y criando caballos, mulas, vacas, borregos, gallinas y otros animales. Enseñó a los indios conversos la ciencia de la agricultura, encargándose de introducir cultivos de maíz, trigo, frijol, caña de azúcar, uva, olivo y otros árboles frutales, a los regaban por medio de un complejo sistema de canales, los cuales aún perduran. Se dice que fue el introductor de la panadería y la vitivinicultura en California.

En el año de 1730, Ugarte falleció víctima de sus enfermedades y su avanzada edad, llegando a suplirlo el sacerdote Miguel del Barco (1737). Este sacerdote tuvo buen cuidado de continuar la intensa obra desempeñada por el padre Ugarte, y dentro de sus destacadas acciones estuvo el redactar los conocimientos que iba teniendo de los Californios y de su tierra, a través de sendos informes, los cuales fueron enviados a diferentes partes del mundo. Estos documentos se convirtieron en un libro editado por el Dr. Miguel León-Portilla el cual lleva por nombre Historia Natural y Crónica de la Antigua California. Además de lo anterior fue el creador del templo misional que hasta la fecha sobrevive en este lugar, el que tardó en ser construido 15 años, de 1744 a 1759. Este templo es una hermosa pieza de arquitectura y se encuentra fabricado de piedra basáltica, la cual abunda en el lugar, y que fue hermosamente labrada por constructores traídos especialmente desde otras regiones de Nueva España. Este templo cuenta con una gran cantidad de pinturas centenarias realizadas por grandes artistas de la época, engarzadas en un retablo cubierto con hoja de oro, imágenes de santos maravillosamente trabajadas, y en general es uno de los templos mejor cuidados, y cuya arquitectura se ha ganado por méritos propios el ser llamado la joya de las Misiones de la California. Esta misión, incorporó las visitas de Santa Rosalía, San Miguel de Comondú (1714-1730), San Agustín, La Presentación (1769), San Pablo y Los Dolores del Norte.

Posteriormente a la expulsión de los jesuitas en el año de 1768, los franciscanos se hicieron cargo de la misión, y finalmente los dominicos. La población nativa fue disminuyendo rápida y permanentemente, lo anterior debido principalmente por las constantes epidemias y por la migración que realizan a diferentes partes de la península o al resto de la Nueva España buscando mejores condiciones de vida. Para principios del siglo XIX sólo quedaban menos de 100 cochimíes nativos, los cuales ya habían sido evangelizados y hablaban el idioma español. Esta misión pasó por una etapa de abandono en el año de 1817, siendo paulatinamente repoblada durante el resto de este siglo y el siguiente, hasta el punto de convertirse en uno de los centros de producción y comercio más importantes de la primera mitad del siglo XX.

En la actualidad se conmemoran 323 años de la fundación de esta misión de San Francisco Javier Vigge-Biuandó, la cual es el origen del actual poblado secular de San Javier, en el municipio de Loreto. Es un sitio pintoresco y que en todos los días del año recibe una gran cantidad de turistas, locales y extranjeros, los cuales vienen a admirar su hermoso templo, así como a disfrutar de la tranquilidad que se respira en sus antiquísimos olivares y canales de riego, los cuales son mudos testigos de la época misional.

 

Bibliografía:

Barco, Miguel del, S. J. 1980 The Natural History of Baja California, trad. de Froylán Tiscareño, introd. de Miguel León-Portilla, Los Ángeles, Dawson’s Book Shop (Baja California Travels Series, 43).

Mathes, W. Michael. 1977. Las misiones de Baja California.1683-1849. La Paz, Editorial Aristos.

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