Gente de El Valle con 100 años de edad, que viven para contarlo (I)

image_pdf

Doña Elena Fernández. FOTOS: Modesto Peralta Delgado.

Por Modesto Peralta Delgado

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Doña Elena Fernández Fernández cumplirá 102 años en mayo próximo, y sin duda, es una de las personas más longevas de Ciudad Constitución; al nacer, su madre la ‘regaló’ a una hacienda cerca de Loreto, en donde trabajó como sirvienta hasta que se casó con Ricardo Núñez Toba y anduvieron de un rancho para otro, de Loreto a Comondú. Ella nunca ha salido de estas tierras. En contraste, don Pedro Menchaca Elías, a sólo dos años de cumplir un siglo de edad, anduvo desde la sierra de Michoacán —en donde nació— hasta Estados Unidos donde estuvo a punto de perder la vida en los ferrocarriles; se casó con Piedad Ortiz con quien procreó 14 hijos y una descendencia de alrededor de 100 nietos, y desde 1952 también se estableció en esta cabecera municipal.

En entrevista exclusiva para CULCO BCS, estos fundadores del Valle de Santo Domingo relataron sus historias de vida. Se trata de lo que cada uno contó, ya que prácticamente no hay documentos que prueben sus dichos, además algunos datos podrían ser sólo aproximados, pues les costó esfuerzo rasgar en sus memorias. En el caso de doña Elena, al momento de visitarla no quiso hablar con nosotros, pero su hijo Santana Núñez Fernández fue quien nos contó toda su historia —con ella presente y quien no negó nada—; en el caso de don Pedro, de su viva voz transcribimos su relato. Estas dos personas de El Valle no tienen nada en común, salvo vivir allí y ser de los más veteranos testigos del tiempo; ambos tienen problemas serios de audición, pero en general gozan de salud estable, de lucidez y memoria. Con un enorme reto para sintetizar dos siglos de existencia, presentamos aquí la primera de dos partes.

También te podría interesar Del niño inquieto de Santa Rosalía al astrónomo más importante de México (I).

La semilla de un gran árbol

Elena Fernández Fernández nació en Agua Verde, una playa cerca de Loreto; no hay acta de nacimiento que sobreviva, y sus hijos hasta la fecha tienen la duda de si nació en mayo de 1913 ó 1916, aunque se han quedado con la segunda. Su madre, una mujer “de colmillo suelto” anduvo mucho tiempo de Loreto a Agua Verde y tuvo varios hijos que dejó ‘regados por varios lados’, y el caso de nuestra protagonista no fue la excepción. A las semanas de nacida, se la dejó a doña Isabel en el rancho Los Dolores, donde vivió toda su infancia y juventud. ¿Quién diría que esa niña, de no haber sido criada en una familia tradicional, sobreviviría más de un siglo y tendría un árbol genealógico tan grande?

“Mi nana fue poquito ‘inquieta’. A las tres o cuatro semanas de nacida se la llevaron don doña Isabel y don Agapito Vélez, en el rancho Los Dolores, pegado a San Javier, ahí fue toda su juventud, y sigue siendo la hacienda más vieja”, contó su hijo, Santana Núñez. Según les ha contado doña Elena, no recibió el mejor trato de doña Isabel, y no se fue de allí hasta que se casó, en 1955, con don Ricardo Núñez Toba, durando muy poco en la hacienda y yéndose de rancho en rancho algunos años, pues el señor era vaquero y se dedicó al cuidado de las chivas. Llegarían a Ciudad Constitución aproximadamente en 1968. Es decir, este año que El Valle cumple 65 años de Fundación, ellos cumplen medio siglo en esta ciudad; en este caso ella sola, pues su esposo falleció hace tres décadas.

Fruto de su matrimonio, doña Elena y don Ricardo procrearon cuatro hijos: Santana de 62 años; Pablo; Ricardo —fallecido—; y el menor: Rubén, de 56 años. La señora tiene una descendencia de 16 nietos y 13 bisnietos, algunos, fuera de Baja California Sur. No se volvió a casar. Según relató su hijo, sus recuerdos más lejanos son de cuando era muy joven, soltera como de treinta años —es decir, hace unos 70 años— y que le tocaban las lluvias en la sierra de San Javier y tenía que bajar descalza por los arroyos. Al parecer, su mejor vida no fue bajo el cuidado de doña Isabel en Los Dolores, sino en la vida que hizo junto a su esposo, quien falleció en su casa en la colonia 4 de Marzo en 1986. Se acompañaron por 31 años. Este año, se cumplen 32 de su partida.

Un camino de 50 años

También en 1986 falleció doña Piedad Ortiz, esposa de nuestro segundo protagonista: don Pedro Menchaca Elías, quien nació el 20 de noviembre de 1920. No le alcanzó la memoria para acordarse cuándo se casaron, pero jura que fueron más de 50 años de estar juntos —según nuestros cálculos se casaron en 1935. Él tenía 15 años, y ella 12. Ambos se conocieron en donde nacieron: en una enorme hacienda agrícola en La Tepuza, municipio de Numarán, Michoacán. Por azares del destino, muchos años después llegaron a vivir al Ejido Cuatro, municipio de Comondú, trabajando siempre en el campo; y finalmente, a una vivienda —también, como en la historia anterior— en la colonia 4 de Marzo de Ciudad Constitución, donde ella falleció. Su descendencia abarcó a nueve hijas —la mayor, “de 80 y tantos”— y cinco varones, y aunque como él mismo dice “se me borró la cuenta”, calcula que tendrá más de 100 nietros, bisnietos y tataranietos.

Don Pedrito se acuerda muy bien de su historia de amor. Era un adolescente que vivía de pastorear chivas en los cerros de La Tepuza y bajaba cada 15 ó 20 días al pueblo, y sólo conocía a un primo que vivía allí cerca, cuando “me dio por salir a la calle” y tuvo la curiosidad de buscar novia. “La gente andaba acarreando agua con un cántaro en el hombro y yo le preguntaba por las muchachas. La primerita fue Agustina. ‘Oye, ¿de quién es esa muchacha?’, ‘De Pancho Piceno’, me dijo mi primo. Y que me voy y le digo, ‘Oye, ¿cómo te va?’, ‘¿Cómo le va?’. Le dije ¿no quisieras ser mi novia? Ella dijo ‘¡Pero no nos conocemos!’, ‘Pues ahí nos conocemos en el camino’, y sí, en realidad no nos conocíamos”. Y haciendo caso a su tía, quien le decía si una muchacha le convenía o no, él dejó pasar otra oportunidad. A la tercera, llegó Piedad.

“Me fui a cuidar mis chivas otra vez, al mes volví y vi a otra. Fue la que vino siendo mi señora, de Pancho Ortiz, ‘Pero son muy malos’, me decían. No hice caso y le dije ‘Oye, ¿cómo te va?’, ‘¿Cómo le va?’, ‘¿No quisieras ser mi novia?’, ‘¡Pero no nos conocemos!’. ¡Era lo primero que me decían! Y sí, en realidad no nos conocíamos: ‘Pero ahí en el camino nos conocemos’”. Se lo contó a su tía y ella le dijo emocionada “¡Esa sí te conviene!”. Entonces él le dijo a su prometida ‘Óyelo bien, conmigo no vamos a andar con esto y con lo otro. Nomás quiero que me digas si quieres ser mi novia para casarnos, ‘¡Pero no tan pronto!’, ‘Va a haber tiempo’. Me volví a ir y venir, y luego a una prima hermana le dije ‘Maria, hazme una carta para pedir a la hija de Pancho Ortiz’. ‘Bueno’, dijo, y se puso a escribir, aunque aquel tiempo era raro el que sabía leer allí”.

Todavía recuerda que la defendió de otro pretendiente que la quería de novia, y él dice que andaba armado por si acaso, ya que asegura que en aquel tiempo había “muchas mataderas” por las cuestiones de la tierra. Doña Trina, abuela de Piedad, se dio cuenta que ya traía novio y primero se opuso ante la extrañeza de ver a dos tan jovencitos que ni se conocían, pero ellos dijeron que se querían casar. Él se los dijo, a la mujer y la novia, que “en el camino se hace todo”. Y en efecto, ese camino les duró más de medio siglo.

No te pierdas la segunda parte de esta entrevista, sobre su juventud, sus quehaceres, el recuerdo de hace décadas y ¿qué es lo que, según ellos mismos creen, hace que vivan tantos años?

Compartir en
Descargar
   Veces compartida: 92

Escritor y periodista. Nació en Ciudad Constitución, BCS, el 26 de febrero de 1978. Licenciado en Cs. de la Comunicación, por la UABC, en Mexicali, BC, en 2002. Autor de “Prólogos a la muerte”, Premio Estatal de Cuento “Ciudad de La Paz” en 2013, y de “Caperucita Roja, muy roja”, Estatal de Dramaturgia en 2015. Fue reportero web y editor de medios digitales. Es director y fundador de CULCO BCS. Premio Estatal de Periodismo 2017 en la categoría de “Entrevista”.

Compartir
Compartir