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El ritmo del bastón

FOTO: Cortesía

Especial Día del Padre

 

Mención honorífica del concurso “Carta al Padre” 2022

Por Beck Martínez

 

 

Papá:

Veo tu rostro cansado, acabado por el paso del tiempo, por las preocupaciones, por tus problemas de salud, por luchar a contra corriente como si fueses un salmón.

Me recibiste como padre primerizo, tuviste demasiadas dudas, y gracias a tus dudas recibí la atención médica necesaria, aún cuando mi mamá no lo creía así. Incluso más adelante, cuando dudaban de lo que sentía, tú me acompañaste al médico, y de esa insistencia que mostraste siempre me valí, para ahora siendo adulta recibir mi tratamiento.

Jamás desistes de las cosas, de tus intenciones, y al paso de los años ha sido un arma de doble filo.

Cuando era niña, siempre acudía a ti para que me acompañaras a salir de compras, a llevarme a un convivio, todo eso. Hoy, me veo acompañándote, detrás de tu bastón, leyendo las cosas por ti, incluso cargando las bolsas del mandado, porque el paso del tiempo ha sido cruel contigo, sin dar ningún tipo de recompensa a tu sacrificio.

Pelear, luchar, insistir, trabajar, pero nunca descansar, es lo que siempre he vivido contigo. Pareciera que no hay una pausa al tiempo para disfrutar, porque cuando algo se arregla, otra cosa empeora.

Aun a tu edad, tus limitaciones, el desgaste emocional de una vida de estrés, tus heridas de la infancia negligente que tuviste, sigues teniendo la energía para hacerte valer. Tus años de juventud, tus peleas callejeras, te han dado un respeto entre tus conocidos, e incluso en aquellos que no te conocen para nada, que no vislumbraron tus años de proezas.

Cada vez que hablo de ti, hablo de las peleas callejeras que ganaste, de como fuiste un boxeador no reconocido que representó a este estado, de todas las obras de construcción en las que trabajaste, de aquellos accidentes tan horribles a los que has sobrevivido con cierto orgullo, pues me gusta la idea de ser descendiente de un linaje fuerte.

Por fuera pareces un hombre duro, inflexible, digno de respeto, casi un ser indestructible, pero dentro del hogar vives momentos curiosos, que muestran tu personalidad graciosa, demuestras que eres un hombre sensible, con ansias de expresar sus sentimientos, el cariño que siente.

Cada vez que te veo, reflexiono y siempre concluyo lo mismo: la vida es demasiado agresiva, no tiene consideración de nadie, pero tú, has estado protegido por quién sabe qué ángel guardián, que no ha permitido que te vayas en ninguno de tus accidentes, pero al mismo tiempo, me pregunto qué clase de ser eres para atraerlos tanto, incluso aquellas malas experiencias producto de malos seres humanos.

El ritmo que marca tu bastón al caminar es evidencia del tic tac en el reloj de la vida. Marca el ritmo de seguir en la búsqueda de una mejora en esta misma. Tu mirada se parece demasiado a la de mi abuelo ahora, lo cual es la propia naturaleza recordándonos que vamos a dónde mismo.

El día que te vayas, me quedaré con tus errores y aciertos. Me apropiaré de tu firmeza, de tu fuerza para actuar. Recordaré con cariño todos esos programas de televisión del tipo paranormal que veíamos juntos. Mientras tanto, disfrutaré los días que estés con nosotros, sentado en tu sillón.

A pesar de todos tus defectos, no eres una persona mala, realmente eres bueno, y, si te tratases de un árbol, nosotros como tus hijos, somos el fruto de tus valores y moral. Has logrado tener dos hijos que siguen tu ejemplo en lo bueno, y que discernimos lo malo para no repetirlo.

Gracias. Te agradezco por tener la vida en contra, heridas cicatrizadas, un temperamento difícil, y aún así, ser responsable y consciente de buscar siempre nuestro bienestar, de tomar la decisión de romper los patrones de crianza, de contarnos tu dolor y valorar tu esfuerzo, porque sin esto, no tendría la energía para vivir, habría tardado en lograr la madurez que tengo hoy, y no disfrutaría de los momentos de paz que existen.

Gracias a ti, me doy cuenta que la vida es injusta y cruel, pero no podemos hacer nada para que ella sea benévola, solo tenemos que tomarla con la misma fuerza que nos golpea.