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El misterioso relato de Dominga G. de Amao

FOTOS: Modesto Peralta Delgado.

California Mítica

Por Gilberto Manuel Ortega Avilés

 

La Paz, Baja California Sur (BCS)Todos conocemos a la celebre escritora Dominga G. de Amao. Nace el 20 de febrero de 1912, en la Delegación de San Antonio, Municipio de La Paz. Fue alumna de la profesora Rosaura Zapata Cano.

Publicó los libros Confidente (1974), Íntimo (1976), Añoranzas (1979), Madrigales y cuentos (1984), Arco Iris (1987), Cuentos para niños (1992), Ocasos, recuerdos y dedicaciones (1992), Raulito y su abuelo (1993), Los indios, Nuestras raíces (1994), Ramillete (1998) y San Antonio (1999).

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Muere en el 2005, pero en su última obra en el año 2000, nos deja un relato que nos deja muy intrigado, ya que al tratarse de una célebre escritora, abordar el tema en la vida en otros mundos y relacionarla con las pinturas rupestres, es algo que no muchos tendrían el valor de publicar, quizás hoy en día sí, pero hace más de 20 años era casi imposible de ver.

Las pinturas rupestres (Texto deDominga G. Vda de Amao)

Las pinturas rupestres no fueron hechas por los nuestros, que ni una choza sabían hacer, y vivían semisalvajes; veamos lo que hemos encontrado como leyenda. Galaxias lejanas existían donde habitaban seres parecidos a los nuestros, uno de los más lejanos tenían un jefe llamado Mínaxes que ordenaba y supervisaba todo, ordenó que salieran a observar otras galaxias, poseían una tecnología tremenda, tenían armas pero no eran guerreros, éstas las usaban para defenderse en caso necesario, eran invencibles, dominantes, crueles y eran capaces. Estos hombres eran semejantes a nosotros, no eran blancos ni negros, más bien su piel era clara, su altura de más de tres metros y poseían una característica eran portonogénicos, es decir, ellos carecían de sexo y al ir envejeciendo, se iban cayendo hasta desintegrarse, surgiendo seres nuevos iguales. Así pasaban muchas generaciones, pero seguían sus exploraciones, una explosión de otra galaxia que se fue apagando poco a poco, daba la vuelta alrededor de una grande que permaneció encendida. Todo esto le informaron al jefe, que después de pasar algunos milenios volvieron a visitar, y todo seguía girando y se había formado una nueva galaxia.

Cierta vez dos naves tripuladas, en una de ellas navegaban dos hombres llamados Tupeno y Zirilulum y en la otra Guroderok y Nijaraja, un dia una de las naves al caer en una espesa niebla, fallaron sus motores y cayeron, incendiándose quedándose sin poder comunicarse con su planeta ya que todo quedo destruido, estaban en unas serranías y se dieron por observar, encontrando lugares llanos, hondonadas, desiertos y bellas serranías pobladas por hombres semi salvajes, que vivían de la pesca y la caza y además comían frutos silvestres, cosa que tuvieron que hacer por no tener otro medio para vivir.

Los indios nunca pudieron entender sus enseñanzas y se limitaron a observar, los forasteros comenzaron a recoger flores y ramas de que podían obtener diferentes colores, como el amarillo, rojo y azul, las cuales utilizaron para pintar en piedras más planas y altas en diferentes partes de la península.

Perecieron todos por peleas entre los grupos, el último al caer al mar lleno de tiburones y a pesar de luchar con ellos fue devorado, dejando así solo como recuerdo las pinturas rupestres.

Manojo de Leyendas

La leyenda recreada a partir de lo estudiado en los libros de historias de relatos de rancheros y habitantes en pueblos, sin duda, alimenta la duda por la existencia de estos seres. Como estos dibujos hechos por un niño de un rancho cercano a las pinturas rupestres.

Esto nos pone a pensar: ¿por qué fue publicada en la última obra de la célebre escritora? Quizás ya podía sacar eso tenía qué guardarlo hace mucho tiempo, ya que en El Triunfo, San Antonio y todos esos pueblos hacia el Sur, son constantes en sus avistamientos de ovnis por parte de rancheros y viajeros nocturnos, especialmente en esas carreteras solitarias por la noche.

Un relato digno de volverse un clásico de las leyendas sudcalifornianas, desgraciadamente, algo olvidada.