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BEAU IS AFRAID (2023): un hermoso y rocambolesco desastre

FOTOS: Internet

Colaboración especial

Alejandro Aguirre Riveros

La Paz, Baja California Sur (BCS). El reciente Oscar a mejor película otorgado a Todo en todas partes (2022) ha dejado en evidencia una preocupante tendencia en el cine contemporáneo: la del Síndrome del Ayudante de Santa. Para entender este fenómeno, nos remontamos a un episodio icónico de Los Simpsons, en el que Bart gana un elefante en un concurso y este se convierte en su mascota favorita. En este episodio, el gato y el perro de la familia, Bola de Nieve y Ayudante de Santa respectivamente realizan malabares e incluso hablan para recordar a sus dueños que aún están ahí. Este meme involuntario retrata a la perfección cómo el cine se esfuerza por permanecer relevante en una era dominada por las redes sociales: el gran elefante en la habitación de la cultura contemporánea.

Gary Wilson, en su obra Your brain on porn, explica cómo las redes sociales, al igual que el porno, alteran las estructuras neuronales de nuestro cerebro, convirtiendo al usuario en un adicto a lo diferente, lo bizarro y lo extremo. Al igual que un drogadicto, buscamos estímulos cada vez más fuertes en las redes sociales, una tendencia que TikTok ha aprovechado para someter a sus usuarios a trends y videos cada vez más grotescos y sin sentido.

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Esta batalla entre la pantalla grande y la de nuestro celular ha obligado al cine a adaptarse a un público adicto al estímulo constante. Como resultado, el séptimo arte parece inclinarse cada vez más hacia lo rocambolesco: un adjetivo que se define como exagerado, fantástico y extraordinario. Y no es solo Todo en todas partes (2022), también es Titan (2021), la cinta ganadora de Cannes en 2021, en la que una asesina serial tiene sexo con un carro y queda embarazada (del carro); o la nueva cinta de Iñarritu Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades (2022) donde el ego del director mexicano se convierte en pretexto para inundar la pantalla con un desfile de metáforas visuales tan fantásticas como redundantes.

En este rocambolesco cine de los años veinte del nuevo milenio nos encontramos con emblemáticos títulos como Teneth (2020), Pienso en el final (2020), Lamb (2021), Don’t Look Up (2021), Men (2022), El triángulo de la tristeza (2022), ¡Nop! (2022), La piedad (2022) y Cocaine Bear (2023), por mencionar algunos destacados ejemplos. Y es precisamente a esta lista en construcción a la que se incorpora la reciente propuesta de Ari Aster: Beau is Afraid (2023).

Ari Aster, famoso por su contribución al género del terror con las dos películas más rentables bajo el sello de A24, Hereditary (2018) y Midsommar (2019), se adentra esta vez en el territorio del relato épico. Su nueva obra nos ofrece una trama tan peculiar como inolvidable. La película nos arrastra a la vida de Beau Wasserman, interpretado de manera magistral por Joaquín Phoenix, un hombre cuya tranquilidad superficial oculta una tumultuosa tormenta interna de conflictos existenciales.

Tras la repentina muerte de su madre, Beau se embarca en una odisea de regreso a su hogar materno, un viaje que evoca tanto lo kafkiano como lo involuntariamente cómico. La travesía de Beau se convierte en un desfile de episodios surrealistas: el robo de su maleta y sus llaves justo antes de salir al aeropuerto, un robo por demás inverosímil desencadena una serie de episodios que van desde ser adoptado por una familia nuclear en busca de un hijo sustituto, hasta refugiarse en una comunidad teatral que monta una alegoría de su vida, culminando con el reencuentro con su primer amor, interpretado por Parker Posey.

En el panorama cinematográfico actual, Ari Aster se erige como un visionario de gran calibre, y su más reciente creación, Beau is Afraid, no es la excepción. Haciendo uso de la prodigiosa habilidad actoral de Joaquín Phoenix, Aster nos guía a través de una travesía metafórica de tres horas, donde las pesadillas más profundas de un hombre y las batallas internas derivadas de ellas se convierten en el epicentro de una exploración fascinante de la condición humana.

Beau is Afraid demuestra que el cine puede y debe aspirar a más. Es una obra ambiciosa en todos sus aspectos, desde la meticulosa escritura, el detalle en el diseño de producción, hasta la creación de una atmósfera que es capaz de provocar una amplia gama de emociones en el espectador. El logrado trabajo de Phoenix y la habilidad de Aster para tejer una red de secuencias oníricas son logros notables que merecen reconocimiento.

Es posible que ciertos aspectos de la trama puedan ser percibidos como una secuencia de eventos desafortunados y que algunas metáforas y simbolismos parezcan forzados. La película también evidencia una relación compleja y algo perturbadora que Aster mantiene con la figura materna al ser un tema reiterativo dentro de su filmografía. Además, la duración de la película y las largas pausas, lejos de generar suspense, pueden desafiar la paciencia de algunos espectadores.

No obstante, estos aspectos no empañan la grandeza de Beau is Afraid. Esta es una obra maestra de Aster que se adentra en temas profundos y provocativos como el miedo edípico, la tiranía materna, el metacine, el rechazo al amor, la tortura en nombre del amor y la iconografía madre-hijo.

Con su atmósfera cargada de ansiedad, su ritmo deliberadamente tortuoso y su profunda introspección psicológica, Beau is Afraid puede parecer más un instrumento de tortura psicológica que una película convencional. Este prisma es, de hecho, un espejo de nuestra era contemporánea: una época en la que las redes sociales han transformado radicalmente nuestra forma de digerir contenido.

Beau is Afraid, en su esencia, es una amalgama de contradicciones que consigue cautivar y desconcertar en igual medida, un hito cinematográfico que se niega a ser ignorado. Con una estética deslumbrante y una narrativa por momentos desafiante, se erige como una obra majestuosa, pero también intransigente. La sutileza de su mensaje se entrelaza con una narración que puede parecer redundante, produciendo un efecto de belleza desalentadora.

En resumen, Beau is Afraid es una paradoja cinematográfica: un perfecto desequilibrio que la convierte en un impresionante logro artístico tan equivocadamente adecuado como los convulsos tiempos que vivimos.

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