¡Cómo me da coraje ir al Carnaval de La Paz y tener que aplaudir!

image_pdf
carnaval-portada

La costumbre de que los paceños casi nunca aplauden en el Carnaval. Foto: Internet.

Colaboración Especial

Por Rebeca Olachea

¡Ay, no hay que llorar, que la vida es un carnaval,
y es más bello vivir cantando!
Oh, oh, oh, Ay, no hay que llorar,
que la vida es un carnaval
y las penas se van cantando…

Víctor Daniel

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Pronto será aquí, en su bella ciudad, el Carnaval. Ya se escuchan las frases típicas: ¿Vas a ir?; Uuuy, un gentío; yo nomás al desfile a llevar a los niños; ¿Quién se va a presentar?; de “esos” nadie me gusta; ¿Vamos? nomás para ver qué onda con la palomilla, mmm… No hay ni donde estacionarse, etcétera. Todos los años acudimos a esta gran celebración que ocurre desde 1888 en La Paz y que al principio solía ser sólo celebrado en las haciendas con las hijas de los ricos como las reinas. En 1988 retoma fuerza. En el libro Estar y no del escritor Miguel Ángel Avilés se menciona, sin especificar en qué año, que el carnaval se celebraba en el parque Revolución. Lo describe de igual forma como una gran fiesta de alegría y gozo para la comunidad paceña y sudcaliforniana. Lleva ya varios años que sólo se celebra en el malecón con gran audiencia y éxito.

Uno de los comentarios más comunes en estos días de fiesta es que los paceños, así como también todo sudcaliforniano que nos acompañe en la celebración,  por lo general, no aplauden. Asistimos a las variadas presentaciones en nuestro afamado escenario ubicado en el kiosco del malecón pero al estar enfrente del espectáculo, del artista y/o cantante que trata de animarnos, no aplaudimos. No bailamos, no nos emocionamos o entusiasmamos. Lo habrá usted notado en alguna ocasión. La inquietud aquí es: si va usted asistir al próximo Carnaval, ¿va aplaudir? ¡Meh! ¡Ya está el simple! Diríamos como respuesta todos en coro.

Precisamente es en esta celebración donde periódicamente se observa la personalidad única del sudcaliforniano al acudir a un evento de alegría. No aplaudimos, no nos entusiasmamos, no corremos detrás de ningún artista a pedir ni siquiera un autógrafo, no gritamos ni bailamos cuando el ejecutante nos lo solicita desde la tarima. Dónde haciendo su mejor esfuerzo pide que lo acompañemos con nuestras palmas. He sido testigo en variadas ocasiones del rostro de asombro y de frustración de artistas que se cuestionan qué pasa, ¿por qué no aplaudimos?

También te puede interesar: ¡Cómo me da coraje tener que celebrar el Día de San Valentín!

Según Wikipedia, el aplauso es principalmente la expresión de aprobación mediante palmadas, para crear ruido. Suele esperarse que los espectadores aplaudan tras una representación. Como forma de comunicación no verbal de masas, el aplauso es un indicador simple de la opinión media relativa del grupo completo: cuando más ruidoso y prolongado, mayor aprobación. El término entusiasmo es aquél que se utiliza para hacer referencia a una actitud o forma de encarar las diferentes situaciones de la vida. Esta actitud se caracteriza por una demostración de excesivo interés o alegría por algo. Todo esto nos demuestra que aplaudir y/o entusiasmarse en una reacción social, colectiva. Por lo tanto, los paceños y sudcalifornianos somos parte de un colectivo, de una multitud. Ya lo dice Gustavo Le Bon “los aplausos no se relacionan con el gusto personal, sino con el dejarse llevar por la masa, donde abunda la impersonalidad y las decisiones se toman dejándose llevar por la corriente”. Todo sudcaliforniano comprenderá el sentido de que no aplaudir es una reacción colectiva. No es que se le indique, no requiere instrucciones, está en su inconsciente. En general no le gusta aplaudir, ni entusiasmarse. Desde personas de la tercera edad hasta niños pequeños la reacción ante un espectáculo casi siempre es la misma: mutismo. Lo aceptamos, lo disfrutamos, pero no nos deshacemos en aplausos y gritos. No se nos da.

Para darme a la tarea de saber el porqué de esta situación entrevisté a Martín Villavicencio Carmona quien es Director del Instituto Municipal de Cultura de La Paz. Él ha participado en innumerables ocasiones en el carnaval y actualmente es el encargado de la logística y organización del mismo. En su opinión la pregunta resulta ser un poco capciosa y complicada de explicar. ¿Por qué no aplaudimos? Él nos menciona que somos tranquilos, no somos muy expresivos. Esto no significa que seamos malos, en sí, somos muy amenos, pero en un sentido más íntimo.  El no aplaudir es un comportamiento general.

Primero llegamos a una pequeña observación en conjunto: el estado ha crecido. Ahora es un mosaico de varias ciudades nacionales y en la actualidad existe una intensa mezcla con personas de otros estados que de alguna manera nos aportan su presencia, usos y costumbres sobre todo en ocasiones como en está de fiesta. Todos en la escuela, trabajo, o lugares de entretenimiento convivimos con connacionales que nos invitan a ser más expresivos y nos contagian de su entusiasmo pero no al 100%, suele pasar por unos minutos, horas quizás, pero es relativo.  Pasada la motivación externa por parte del amigo de provincia volvemos a ser el sudcaliforniano típico. En su libro Paceño, yo, Mauricio Guillén Monsalvo menciona que el carácter paceño es uno de sus rasgos más distintivos, y que el paceño se distingue de los mexicanos porque se sabe de una cultura propia cuyos rasgos identitarios lo definen como único por su manera de ser.

Primera conclusión con Martín: el paceño y/o sudcaliforniano es Único. Eso sin duda. El sudcaliforniano no se impresiona. Si hay alegría, ese sabor de que si viene al carnaval va a prepararse con sus mejores ropas, va emocionarse entre sus iguales, entre sus amigos, entre sus familiares, pero en cuanto se pare enfrente del escenario y se le pida aplaudir simplemente no lo va hacer. Entre nosotros en ocasiones si nos alentamos, por ejemplo, en hacer burla o “barullo”. Eso sí. No es que no tengamos alegría, en eso estamos bastos. Solamente que nuestro júbilo no va ser compartido con todos, con los que llegan así nomás porque sí. Podemos soltar sendas carcajadas y escandalo a un compañero que nos quiere hacer reír. Pero allá en un escenario, un extraño pidiéndonos algo, en este sentido, que aplaudamos, ahí es cuando  no hay reacción.

Aparte de únicos, somos miembros de un pueblo, una ciudad con historia donde la enseñanza ha sido muy distinta a los demás estados de la república. Somos Aridoamérica. Somos “el otro México” ¿cómo esperar que seamos como los demás?, ¿qué hay en nuestra memoria colectiva que no aplaudimos?

En nuestra historia podemos encontrar pasajes donde el pueblo sudcaliforniano ha sufrido, ha luchado para ya no padecer hambre, por hacer fértil una tierra desértica. Somos también el resultado de una mezcla de muchas nacionalidades que se instalaron en la Baja en siglos anteriores. Parece ser pues, que a simple vista no hay respuesta, ni mucho menos una sola. Por alguna razón el inconsciente colectivo del sudcaliforniano no aplaude. Ni siquiera en el Carnaval, fiesta de suma importancia para nosotros. Lo primordial aquí es que donde vea a alguien que no aplaude, ahí tiene usted a un lindo sudcaliforniano orgulloso de sus raíces.  Si lo alienta aplaudirá, un rato, quizás poquito. Pero si lo hace su amigo, tendrá al más fiel y alegre compañero.

 

 

 

 

 

Compartir en
Descargar
   Veces compartida: 32

Rebeca Olachea Pérez

Nació en La Paz, BCS, en 1977. Licenciada en turismo: no le gusta mucho viajar. Licenciada en Psicología: le encanta la mente humana. Media misántropa, medio apasionada del sarcasmo, tiene exceso de imaginación desde tempana edad. Inició su carrera de escritora en el 2010. Sueña con conocer Barcelona.

Compartir
Compartir