Fadisléivs

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Marina de Cabo San Lucas. FOTO: Modesto Peralta Delgado.

Ius et ratio

Por Arturo Rubio Ruiz

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). A principios del 2014, conocí a Joshua en un restaurante del sur de la Ciudad de México, frecuentado por empresarios y empleados hoteleros.

Joshua es originario de una pequeña isla que forma parte del archipiélago antillano y se integra al total del territorio británico de ultramar. Físicamente tiene un parecido con el corredor Ben Johnson, y es un agradable conversador. Vino a nuestro país contratado por una importante cadena hotelera internacional, para impartir un curso para empleados hoteleros. Este empleo le ha permitido recorrer y conocer los principales destinos turísticos de México, y conocer de cerca el sentir de nuestros compatriotas que laboran en el campo de los servicios turísticos.

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“Debes hablar con tus compatriotas. Decirles que no sigan vendiendo sus tierras. Tarde o temprano, terminarán como nosotros, si no conservan la propiedad de sus tierras. Acepten la inversión extranjera, pero en sociedad, o se convertirán como muchos de nosotros, los antillanos, en simples fadisléivs de los extranjeros.”

La conversación se centró en el extraño fonema, que es una deformación de la combinación de dos palabras cuya traducción sería algo parecido a “esclavos gorditos”, y que se aplicaba en el siglo XVIII a los hijos de los colonizadores europeos —en su mayoría británicos u holandeses—, con las esclavas negras, en su mayoría originarias de la costa occidental africana.

Cuando a un colonizador le gustaba una esclava al punto de tenerla como amante de planta, a la esclava se le otorgaban ciertos privilegios, entre ellos, que sus hijos estuvieran bien alimentados y recibieran educación.

Cuando las Antillas se independizaron, pusieron a la venta todo su territorio. Es el caso de la pequeña isla donde nació Joshua, que es propiedad de un acaudalado inglés dueño además de una empresa que se dedica a comercializar inmuebles en todo el entorno caribeño.

Siendo los nativos afrocaribeños el 90% de la población, conforme tanto al ius sanguinis como al ius solis, por raza y por lugar de nacimiento, los dueños originales de toda esa rica y hermosa tierra isleña que conforma el archipiélago, al vender sus propiedades, actualmente sólo aspiran a ser empleados bien pagados de los extranjeros que acapararon las tierras. Hoy todos son, como dice Joshua,fadisléivs, esclavos bien alimentados, al servicio de sus amos extranjeros. Taxistas, empleados de empresas extranjeras domiciliadas en el archipiélago, y que controlan todas las actividades del servicio en el mercado: bancos, financieras, inmobiliarias, importadoras, cadenas hoteleras, servicios navieros, servicios turísticos, etcétera.

Me despedí de Joshua, a quien volveré a ver en breve, ya que vendrá a Los Cabos a capacitar a los empleados de la cadena hotelera para la que trabaja. La pregunta que quedó en el aire y que invita a la reflexión.

El Arco de Los Cabos desde una azotea en la colonia Gastélum. FOTO: Modesto Peralta Delgado.

A diferencia de los antillanos, nosotros enfrentamos, a más de la amenaza de la concentración de playas y terrenos aledaños en manos de empresas extranjeras, el riesgo la operación de la mega minería de extracción de metales preciosos en tajo a cielo abierto, altamente contaminante y depredadora, actividad que genera enorme riqueza para unos cuantos empresarios, y a cambio deja destrucción, contaminación, pobreza y enfermedades.

¿Terminaremos en Baja California Sur como simples fadisléivs cuando hayan sido vendidas a los extranjeros todas nuestras playas? ¿Seremos fadisléivs de los grandes consorcios mineros? o ¿seremos capaces de defender nuestras tierras y proteger nuestro entorno?

Cuando vuelva a ver a Joshua, abordaremos las interrogantes.

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Arturo Rubio Ruiz

Abogado por la UNAM. Nació en el Distrito Federal en 1956, pero es paceño por adopción. Tiene estudios de posgrado: dos maestrías y cursa actualmente un doctorado; fue docente en la UNAM en el Estado de México; también cuenta con diplomados en Barcelona y Madrid, en España, y en Buenos Aires, Argentina. Trabajó en la PGJDF, PGR y el Departamento de Justicia de Estados Unidos.

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