Recordando a Rius, “El padre de los moneros” en México

image_pdf

FOTO: Proceso.

Colaboración Especial

Por José Leónidas Alfaro Bedolla

 

La Paz, Baja California Sur (BCS). Don Eduardo del Río García, Rius, (1934-2017), se nos fue pero nos dejó su mundo riusciano. De sus 135 libros, los que más me han impactado por su enseñanza y divertimento son: Los Agachados, Los Supermachos, La Garrapata y El Chahuiztle. Sus personajes, que sin duda los rescato de sus andanzas, lo más celebrados: Juan Calzonzin, doña Eme, don Perpetuo del Rosal, Chon Prieto, El Lechuzo y Arsenio, don Plutarco, Nicanor y los que usted quiera agregar. Todos nacieron del ingenio de aquellos que, sin siquiera notarlo, algo aportaron a este gran genio que fue Rius.

Cosa curiosa es que don Eduardo, igual que otros personajes del mundo creativo, en especial el literario, antes haya incursionado en algún seminario religioso. ¿Será eso coincidencia? No sé quién, pero alguien dijo que éstas no existen, lo que sí existe, afirmó aquél, son las circunstancias. El caso es que Rius, del seminario salió para irse directo a una piquera del mercado de Tacubaya. Es cómo decir: del cielo al infierno. Pero en este país esa circunstancia es muy recurrente; es como ir a misa en la mañana, y en la tarde a la cantina El Guayabo donde se escucha jazz y rock, mientras se charla y se brinda con ambarinas. En esto no hay nada de negativo, más bien, son los vaivenes que nos da la vida. Estimo que fue así que don Eduardo Rius, quien nació un 20 de junio de 1934 en Zamora, Michocán, tuvo la oportunidad de trasladarse al Distrito Federal, donde tuvo la oportunidad de incursionar en el mundo del dibujo; trabajó, según dijo él mismo, como bestia y así pudo crear sus monitos –fueron cerca de 40 mil—, con ellos nos dio a entender de los avatares de la vida social y política de nuestro México.

También te podría interesar Juan Rulfo y su primera novela… que quemó él mismo.

En una entrevista declaró: “De mi trabajo he hecho mi vida, a veces, le di más importancia a éste que a mi familia; a últimas fechas me ha pesado, sobre todo porque no disfruté a mis dos hijos lo suficiente, como a mi nueva niña de seis años. Los otros dos murieron, de hecho andan diciendo que por ahí tengo otros hijos, pero no me consta”.

En un análisis al vuelo, este hombre, considerado por muchos como “El padre de los moneros”, nos abrió, lo digo por mí, el poco intelecto que pudiera tener, para entender con claridad la política y algo de las corrientes religiosas, sobre éstas nos hizo ver que el dogma nos anula la posibilidad de discernir. Al respecto, el mismo Rius explicó: “Entré de interno al Seminario a los nueve años. A los 16 fui expulsado, al otro día ya trabajaba en la piquera de Tacuba. Me costó trabajo adaptarme a la sociedad, en el seminario nos enseñaron que las mujeres eran las hijas del demonio que nos harían caer en pecado”.

Esta circunstancia fue de impacto en aquel joven, quién en un principio quiso ser diseñador gráfico. No estaba en sus planes ser “monero”, pero según declaró el mismo, “una chiripada” lo hizo entrar en ese mundo, trabajó en una agencia Gayosso, y en sus ratos libres que eran muy largos, intentaba hacer monitos –lo imagino viendo la cara de un difunto, intentando plasmar su último gesto—, el caso es que ahí conoció a don Pancho Patiño, director de la revista Ja, Ja de Excélsior, éste al ver sus monos le pidió que le llevara un chiste para publicárselo. Dejó la Gayosso y entró a trabajar en la librería Duarte, donde vendían libros viejos. Ahí se encontró con un libro de Saúl Springel, considerado el padre de la caricatura moderna, de este libro aprendió bastante. En aquella librería le tocó también conocer a personajes que tuvieron que ver con la diversidad de su talento: Carlos Fuentes, Juan José Arreola, Juan Rulfo, José de la Colina, pero, según aceptó el mismo Rius, fueron don Renato Leduc, quien tenía ingenio para el humorismo, y don José Pagés Llergo, éste director de la revista Siempre a quien describió como un tirano, pues delante de él rompía sus creatividades y las echaba a la basura, y para reafirmar la ríspida regañada, le mentaba la madre. Reconoció que este hombre, encontró la fórmula de integrar en su revista a periodistas de: izquierda, derecha y centro; reafirmando que el verdadero periodismo debe estar libre de influencias.

FOTO: Internet.

Eduardo Rius también comentó que ingresó al Partido Comunista Mexicano, con el fin de conocer más a fondo aquella teoría. Con el paso del tiempo, afirmó: “La diversidad no tiene nada que ver con la ilusión; lo que uno desea ahora es que ese gran engaño que fue el socialismo desaparezca para darle paso, si bien nos va, a otro socialismo pero con más sentido humano, sin represión, sin violencia, sin poder ni terror”.

La historia de don Eduardo del Río García, Rius, seguirá mientras sus seguidores, sigamos leyendo, estudiando esos 135 libros que nos dejó; entre ellos mis favoritos son: Los Agachados, Marx para principiantes y 500 años fregados pero cristianos. Su aporte a la cultura y la enseñanza fue contundente. Aprovechémosla.

Compartir en
Descargar
   Veces compartida: 14

Leónidas Alfaro Bedolla

Nació en Culiacán, Sinaloa en octubre de 1945. Actor experimental de teatro, vendedor, aventurero trotamundos y escritor por necesidad existencial. Autor de la novela “Las amapolas se tiñen de rojo”. Vive en San José del Cabo. 
Compartir
Compartir