La violencia como género literario: ‘Indio borrado’ de Luis Felipe Lomelí

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El librero

Por Ramón Cuéllar Márquez

 

La Paz, Baja California Sur (BCS).Los escritores en México siempre dan de qué hablar. Muchos de ellos geniales y propositivos, con nuevos alientos que fortalecen las letras nacionales. Y los escritores del norte —agréguese Noreste y Noroeste— han tenido que inventarse a sí mismos dentro de un contexto editorial muy competitivo —lo cual no sé si eso es sano, pero que ha dado nombres destacados—, tratando siempre de sobreponerse a lo que se hace sobre todo en la Ciudad de México. Durante años así fue, la ciudad más poblada de México fijaba las pautas y los caminos, de ahí surgían los movimientos literarios más importantes del país. No obstante, los del Norte tuvieron que ir cuesta arriba en especial porque creyeron que era más trascendente escribir desde sus lugares de origen y no tener que trasladarse a la gran ciudad para hacerse de un nombre. Luis Felipe Lomelí es uno de esos, cuya obra ha dado significación y prestigio, pero también una manera de seguir sus pasos. Ha recorrido un camino y deja tras de sí un legado de narraciones que nos hablan del talento y dedicación de un hombre sencillo y amable que ha sabido ganarse a sus lectores, que se cuentan por cientos.

Recientemente tuve la oportunidad de leer su novela Indio borrado, publicado por Tusquets, y me dejó grata sorpresa. Digo sorpresa porque debo confesar que no soy muy fan de la literatura del narco, ni sobre temas de violencia y comencé a leer con algunos prejuicios muy personales, pero Lomelí fue capaz de ofrecerme una historia de marginalidad convertida en una obra estética; en resumen, fue capaz de ganarse un nuevo lector, que es la parte fundamental de dedicarse a escribir. Me llama la atención la delicadeza de un lenguaje poético, un respeto contundente a sus personajes, donde las palabras ponen en su justa dimensión la realidad de la violencia en México, para nada convirtiéndola en justificación, más bien alejándose del oportunismo rampante, tan generalizado en escritores mediocres que le apuestan a la fórmula comercial para vender.

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Es verdad, hay violencia, pero la humanidad que prevalece en su novela es la de las relaciones, la familia que es estandarte y al mismo tiempo la decadencia que se hace cada vez más visible y nos hace cuestionarnos sobre el futuro social de la misma. Su personaje El Güero pertenece al inframundo de las personas que habitan la invisibilidad de quienes no han podido o no los han dejado hacerse presentes debido a la pobreza económica y cultural que ha mermado socialmente a la mayoría de los mexicanos. Todo lo humano de El Güero es todo lo humano que ocurre en cada rincón de México, como una calca del territorio patrio, pero que en distintas circunstancias ánimos divergentes distancian a las mismas clases marginales debido a su color y origen, que incluso llegan a ser racistas en algunos casos —un güero norteño pobre y marginal frente a un indígena chiapaneco, por ejemplo; para ellos ser güeros, aunque pobres, es síntoma inconsciente de supervivencia frente a una marginación más profunda—. Sin embargo, aquí nada los salva, la pobreza jode profundamente, la falta de educación, de oportunidades: el medio se impone como un ángel exterminador, del mismo modo que lo planteó Luis Buñuel en su ya legendaria película.

El universo de El Güero es el de los amigos y su madre, la morrita que le gusta. Es muy simple la línea argumental, pero Luis Felipe Lomelí sabe darle una dignidad a toda prueba, demostrando con narración poética lo que puede construirse literariamente, con pinceladas e imágenes que nos conducen a través de los párrafos con la certidumbre de que estamos ante la presencia de la miseria humana, de los destinos retorcidos e inevitables, que con todo son una manera de saber que nuestra humanidad está reflejada en ellos, que quieren ser parte de un tinglado, aunque no lo entiendan. El Güero vive a ciegas —borrado, en efecto—, guiado por sus instintos y víctima de sus emociones, de su violencia desatada sin que llegue a saber realmente que su mundo sí puede ser modificado.

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Ramón Cuéllar Márquez

Nació en La Paz, en 1966. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la UNAM. Actualmente se desempeña como productor y guionista en Radio UABCS, donde dirige el programa “Letras Vivas, la voz de los escritores sudcalifornianos”. Ha publicado los libros de poesía: “La prohibición del santo”, “Los cadáveres siguen allí”, “Observaciones y apuntes para desnudar la materia” y “Los poemas son para jugar”; las novelas “Volverá el silencio”, “Los cuerpos” e “Indagación a los cocodrilos”; de cuentos “Los círculos”; y de ensayos: “De varia estirpe”.

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