Cuando me alcanzó El Perseguidor de Julio Cortázar; 103 años de su natalicio

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FOTOS: Internet.

La Paz, Baja California Sur (BCS). A pesar de que en el librero de mi casa paterna había unos cinco libros de Julio Cortázar, no fue realmente hasta la universidad, más o menos por el año 2000, cuando leí —y con mucho trabajo— al escritor argentino. Este sábado 26 de agosto se cumplen 103 años de su natalicio, y este es un buen pretexto para hablar de un autor que ha fascinado a generaciones enteras y que parece hacerse más famoso a través del Facebook.

En mi adolescencia había descubierto que Julio Cortázar era un autor imprescindible de la literatura latinoamericana y que si soñaba en hacer literatura tenía que leerlo, es más, ¡tenía que gustarme! Gran error de diletante, porque hasta la fecha, creo que éste no es un escritor para principiantes. Si queremos crear cuentos, son casi lecturas obligadas Continuidad de los parques o La noche boca arriba; sin embargo, algunos de sus libros más extensos, como el híbrido inclasificable de Historias de famas y cronopios o su inmortal Rayuela, necesitan de ojos más cargados de lecturas. Difícilmente un adolescente podría entenderlas o disfrutarlas.

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En ese gran error de obligarme a digerirlo, y casi con vergüenza —lo confieso—, obligarme a que me gustara, no se cumplía por que simple y llanamente no pasaba de dos páginas: ¡no le entendía! Cuando estudié en Mexicali, un maestro me guió con paciencia a leer a los cronopios y luego a El perseguidor. Al segundo texto, clasificado como cuento largo, o lo que parecería una novela corta, tampoco le entraba bien, hasta llegué al diálogo casi al final y se destapó el pivote hacia la literatura cortazariana. Esa alegata que hace el protagonista, metafísica pura, me conmovió y me hermanó al personaje, del mismo modo que lo hicieran en otros momentos El lobo estepario de Hermann Hesse o La vida está en otra parte de Milán Kundera.

Yo no concebía que contar mal, adrede, era un atajo para contar algo bueno. Pero no ser políticamente correcto con la sintaxis, hace justamente que este escritor tenga su sello propio: ser lúdico. Hasta la fecha, quien quiera consultar de qué se trata  y cómo está escrito El perseguidor, podrá parecerle una anécdota simple pero una lectura rara. Bruno es un periodista que escribe la biografía del saxofonista de jazz, Johnny Carter, quien sufrió la muerte de su hija y sufre su adicción al alcohol y la mariguana. Es París en los años 50’s. Es todo. Y ¿qué persigue El Perseguidor?

Persigue la inmortalidad —no la fama. Persigue lo que no está y sin embargo, tiene una idea vaga de que debe existir, de que lo alcanza. Si esto se transformara en términos místicos, estaríamos hablando de Dios o de religión, sin embargo, desprecia estos términos. Cuando Carter tocaba el saxofón, en medio de lo que a nuestra mirada actual, parecería la biografía del típico genio talentoso e incomprendido, en realidad le valía madres: en ese momento en que hacía música, es el momento en que pisaba ese territorio del otro lado, la metafísica, el que debe haber otra cosa. Y por eso lo hacía. El alcohol y las drogas hacían otro tanto de ese trabajo de fugarse de la realidad. De pronto, daba un salto a la realidad, donde por más aplaudido o lisonjeado por el propio biógrafo, se encontraba amargado por la burda vida. Creo, al estilo de La náusea, de Jean Paul Sartre, el personaje estaba asqueado de la existencia mundana, y perseguía ese otro lado de la orilla.

Por todo esto dicho —mal dicho, si quieren—, por lo abstracto que pueda resultar, y lo complicado incluso para explicarlo, decimos que algunos textos de este escritor son difíciles de abordar a la primera y de golpe. Pero una vez que captas su estilo y sus temas, esa nostalgia, otros de sus libros vienen con la expectativa de un reto divertido que puede degustarse exquisitamente. Aquella ridiculez de que “me tiene que gustar”, murió. Era un jovencito, y ahora entiendo que era eso: un esnobismo, un cliché, un pose. Si te gusta, te gusta, si no, no pasa nada. El que nos pueda gustar Julio Cortázar tampoco nos hace genios. Decía en el primer renglón que me parece que en el Facebook se ha popularizado enormemente. Quien sabe si todos los que publican su foto o sus frases lo haya leído. Pero es bueno, porque a aquel que nunca lo haya leído le dé curiosidad y lo lea. Su legado es asombroso.

Antes hubiera creído que era un artista sobrevalorado, por que me dormía o me perdía en sus páginas cuando intenté leer de pequeño, pero cuando su perseguidor me alcanzó, cuando lo comprendí, lo abracé para siempre.

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Escritor y periodista. Nació en Ciudad Constitución, BCS, el 26 de febrero de 1978. Licenciado en Cs. de la Comunicación, por la UABC, en Mexicali, BC, en 2002. Autor de “Prólogos a la muerte”, Premio Estatal de Cuento “Ciudad de La Paz” en 2013, y de “Caperucita Roja, muy roja”, Estatal de Dramaturgia en 2015. Fue reportero web y editor de medios digitales. Es director y fundador de CULCO BCS. Premio Estatal de Periodismo 2017 en la categoría de “Entrevista”.

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